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jueves, 29 de agosto de 2013

CAPITULO X DEL ESCRIBANO PINTOR.


CAPITULO X DEL ESCRIBANO PINTOR.

 

                        El oficial escribiente de Gómez Muñoz no perdía tiempo alguno en anotar  las anécdotas y los acontecimientos paralelos que le acontecían  a su señor, relacionados con el entorno y la clientela de su escribanía. Reutilizaba los  folios vueltos de las cuentas anteriores para llevárselos a su casa y redactar pequeñas historias; anotaba, pormenorizadamente y con fechas, todo  lo que acontecía en todos los ambientes de la ciudad. En esta ocasión, mientras su amo se dirigió  a la iglesia,  se entretuvo en anotar algunos aspectos que le había encargado relacionados con una venta de esclavos.

 

Era frecuente- decían desde tiempo inmemorial- la venta de esclavos en el mercado de la plaza Alta de la Mota, pero siempre entre personas privilegiadas y poderosas y comerciantes venidos de Granada o de otros lugares. El escribiente, en sus cuadernos privados,  tenía anotado el hecho de que se remontaba este comercio a la época de la Alcalá de Aben Zayde: eran , principalmente, los cautivos cristianos en territorio musulmán, y muchos custodiados en las mazmorras  fortaleza de la Mota. También, señalaba que, posteriormente, los había de diferente clase, aspecto y procedencia: los blancos, en su mayoría,  eran los moriscos; los negros, que habían sido cogido en alta mar o campañas contra los turcos o los  territorios musulmanes del Norte de África, y los mulatos,  que ofrecían una singularidad especial y los señalaban, en los textos de los protocolos notariales,  en la mayoría de las ocasiones  con tez de membrillo.  
 Ahora corrían los tiempos posteriores a la guerra de las Alpujarras con la que se había  incrementado el número de esclavos moriscos. Muchos de ellos habían caído  a manos de capitanes a causa de los muchos botines – y eso que estaba prohibida la trata de esclavos por las disposiciones reales-. En un folio vuelto con números de grafía latina, comprobaba el precio de antiguos contratos de esclavitud, donde anotaba las operaciones básicas de suma y resta, plazos  y  pagos de demora; ahora,  tras el alza de  los años anteriores a la contienda, su precio se había devaluado casi a la mitad, de modo que una esclava joven  con todo un porvenir por delante  y capacidad  reconocida  para ejercer los servicios domésticos, no venía a costar más de cincuenta ducados.

 

En esta ocasión, el escribiente se dirigió a la casa del cura Pedro Ruiz de Carvajal, que actuaba en nombre del capitán Martín de Aranda, para venderle a otro clérigo el doctor don Fernando de Tordesillas una esclava joven. Antes de salir, ojeó  primeramente el cuaderno y tenía anotada la marcha del corregidor Gómez de Mesía  a la guerra de las Alpujarras en 1568,   la lista de la leva de los servicios de  los soldados alcalaínos que lucharon en Bentomiz y en las cercanías de Loja y Alhama; y los nombres de los capitanes, entre ellos Juan de Aranda Figueroa y Rodrigo de Aranda. Luego,   Cruzó la plaza Baja y, subiendo la calle del Castillo, se adentró a una vivienda por su puerta dintelada.  En un cuarto bajo,  le tomó los primeros apuntes:

            -Señor cura, vengo a tomarle los datos básicos de su contrato de compraventa de la esclava del capitán don Martín de Aranda. Lo hago  por orden de mi señor, porque se encuentra apurado de tiempo y no puede recibirlo hasta mañana.  

            -Anote todo lo que le vaya diciendo. En primer lugar, "me comprometo a cumplir con los pagos para Santa María  de Agosto del año próximo".

            -Puesto está. Dígame el  nombre de la esclava, nación y edad- le interrumpió el oficial de escribanía.

            -Cecilia, morisca y de 11 años-le dijo el cura, mientras leía el contrato anterior que sacó del bufete de su  armario, una especie de guía.

            -Con esto me basta. Nada más con estos datos puedo empezar a levantar el contrato.

            -Bueno, se le olvida el precio que estipulo, a  saber, 50 ducados, ni un maravedí más ni menos.

            
Mientras caminaba calle abajo hacia la Plaza alta,  el escribiente se preguntó por qué no le había requerido al cura  de dónde procedía la esclava, sus cualidades  físicas, religiosas  y morales y, por curiosidad, algunos aspectos que no le habían quedado claros. Volvió, de nuevo, a la casa del presbítero. Y le dijo :

-Perdone que le vuelva a molestar, pero este capitán Martín de Aranda, que  usted representa, ¿qué relación tiene con nuestro capitán Juan de Aranda Figueroa?

- Aranda es. Y procede la rama alcalaína de Rodrigo Alonso de Aranda, en concreto su hijo tercero, Pedro de Aranda. Muy relacionado con Porcuna , porque se casó con una hidalga de esa villa, y, por eso, se enroló con los Valdivia.  Es hijo de Francisco de Aranda  y de Elvira de Segovia desempeñó el cargo de capitán en Orán y en  los tercios de Flandes y, su participación fue muy activa en la Guerra de las Alpujarras con las tropas de Felipe II.

-Ah, entonces, ya sé de quien proviene. Gracias, me voy a la tienda. En el cuaderno de los linajes hidalguías, lo tengo localizado.

            Salió corriendo por el mesón de los Aranda de la Plaza Baja, saludó a los boticarios Quesada y al otro Andrés de  Aranda, también lo hizo a María de Aguilera en la tienda y torre del argamasón,  y se adentró en su escribanía tomó su cuaderno de linajes. Y se dijo así mismo iba leyendo : “ Todos Aranda, Aranda hasta en la sopa..  Comienzo con el padre:  Juan Guillén de Aranda casó con Lucía de Villalobos. Ya tengo el padre : este que tuvo un hijo, el que buscamos, Martín de Aranda  Villalobos, natural de Alcalá Real, casado con Beatriz de Arroyo y Valdivia, de Porcuna donde viven. Este a su vez tuvo  varios : - Juan, , casado con María de Varona y María de Córdova; otros fueron  Rodrigo  Alonso, Francisco; el cuarto Diego, Capitán, Alcaide de Orán, casado con Isabel de Rueda; el quinto  Cristóbal; , el último,   Hernando de Aranda y Valdivia, que combatió en Orán, Italia, y Alemania,  conquistador de Chile;  y ahora es encomendero de La Imperial y Valdivia desde 1565, casado con Bartolina de Miranda y Marañón”.

 

-Ya se lo dije a mi señor Góme Muñoz. Era un hombre importante. Y él , sin embargo, ni se entera   los amores lo tienen frito: anda con la cabeza en el mundo de babia. Y lo que no son amores. Esas letras lo han vuelto loco,  las lee y relee diariamente. Ordena, vuelve a revisar. Y de vez en cuando, pinta una escena en los libros de notaría.

 

 

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