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miércoles, 7 de agosto de 2013

CAPÍTULO III. LOS MOLINEROS Y EL HIDALGO ANTE EL ESCRIBANO PINTOR.


CAPÍTULO III. EL PRIMER CLIENTE DEL ESCRIBANO PINTOR.

 

No hizo sino abrir la puerta, cuando aparece una pareja de hombres de mediana altura, algo calvos, y de tez blanca con los ojos achinados de no haber pegado ojo en toda la noche.Eran los molineros Francisco Hernández Moreno  y Garcí Delgado  González. Quedaron unos momentos esperando al  actor de aquel contrato de arrendamiento. Les preguntó Gómez Muñoz:

-A quién esperan ustedes?

-Al señor don Diego de Cabrera.

-Adelantemos el papeleo, ¿sois vecinos de Alcalá la Real?

-Llave y guarda y defendimiento de Castilla.

 

Se acerca el ilustre caballero, de porte apuesto, algo larguirucho. Y entra en la puerta, toca un aldabonazo, Le abre muy ceremoniosamente  el oficial de la escribanía.

-Pase señor don Diego.

-Ah, ya han llegado los molineros-mientras los saluda con recato, cierto distanciamiento y falta de apego. 

-Hemos comenzado los protocolos, y estamos en el momento en el que intervine como propietario de  un molino

-¿Cuál de ellos?

-El molino de pan moler  que está en el término de la Ribera y que alinda con el camino que va Colomera.

-Ah, el que me han dicho mis criados que lo iban a arrendar molineros.

-Sí, señor, para servirle

El escribano se detiene para poner en texto documental y de protocolo notarial la conversación y , mientras pregunta, ordena al oficial que tome nota:

-¿Tiempo?

-Un año desde el día de san Juan.

-¿Cuota?

-Dos fanegas de harina puestas cada semana en mis casas de la Mota

–Anote, que en la renta, entran dos  pedazos de tierra que alindan con el camino.

-Y que nos comprometemos a devolver le incólumes todas las herramientas  y maquinaria de el molino a fin de contrato.

-Evidente, si no, prepárense para cargar con los gastos de reposición o falta de ellas.

-Y, en lo de las piedras de moler, señor don Diego, pues son dos.

-Si molieren las dos a la par, han de pagar el doble.

Interviene el señor escribano dirigiendo la palabra al propietario, porque, según señalaban las ordenanzas de molinos, quedaba a su cuenta esta importante  obligación. Lo hace con estas palabras:

-“ Ha de hacer  limpiar el caz del río  una vez a su costa en el año  y si no lo hiciere , los molineros pueden apremiarlo; y si no lo limpiare, los dichos molineros, señores Francisco y García, no  han de pagar el interés alguno por el perjuicio que recibiere”. Tenga, en cuenta, señor Cabrera  que, en palabras de derecho “estos arrendatarios reciben el molino en ribera moliente y corriente, que se entiende presa llevada y portillo solado” . Y, además, simplemente da crédito de la situación el juramento de palabra de los arrendatarios.

-Correcto, siga usted.

-Y si faltare una piedra o rodezno o cualquier herramienta que impida el funcionamiento del molino, ¿qué debemos hacer?- intervino el molinero García preocupado por los gastos que conlleva la renta semanal.

-Comunicar a don Diego las situaciones defectuosas y la del caz del río y jurarla de palabra por Dios- piense que hay una riada o un tiempo de sequía que no puede regarse.

-Con esto, simplemente, ¿nos libraremos de pagar la renta?

--Evidentemente, -le contestó el escribano-. Esto simplemente vale, y sobre todo el juramento.  para reforzar  su palabra en el caso de que don Diego no lo reparare. 

- ¿No hay  ninguna rebaja , en fiestas?- apuntó  Francisco Hernández.

-Solamente, pagará un fanega de harina en dos ocasiones: la semana de Navidad y la de Pascua Florida. Sólo en esas fiestas.

-Y¿ qué más cláusulas quedan?- dijo don Diego con ganas de marcharse.

El escribano leyó detenidamente las condiciones finales de todos los documentos: las responsabilidades y fianzas, los bienes de posible embargo, las leyes de derecho civil, las Cortes de Alcalá de Henares, los motivos y las consecuencias de  los incumplimientos …

-Todos, de acuerdo….

-De acuerdo.

-Pues, a firmar.

Lo hace con una letra cortesana algo espigada el señor don Diego. Pero Francisco y García manifiestan que no saben firmar. Van a la calle y llama a varias personas que firman y hace de testigos. Eran Hernán Gutiérrez de Rueda, por los arrendatarios, y, para representar al hidalgo, este se busca unos de su mismo estamento Pedro de Aranda Góngora y Pedro de Pineda Vallaba. Se dieron todos las manos y se desearon suerte.

            Esta vez, quisieron cortar el camino, se bajaron por las calles cubiertas del Cañuto, por entre los distintos adarvillos interiores escalonados a San Francisco , llegaron a la ermita de Santo Domingo y rezaron. Luego salieron por la puerta de Granada dirección a las Riveras. Iban cantando.; primero lo hizo García :

            “Que vengo de moler, moler

            De los molinos de abajo,

Y hablo con la molinera,

No me cobra los trabajos.

Se asoma el escribano al mirado y escucha el eco de “moler, moler”. Fija la atención y sonríe cuando le contesta Francisco a su compañero:

Que vengo de moler, moler,
De los molinos de arriba,
y hablo con la molinera,
No me cobran las maquilas.

Les interrumpe desde lo alto el escribano:














-Qué mas quisierais. Apechuga con las dos fanegas de harina.  

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