El mes de agosto (el Sextilis,
que recibió en el Imperio el nombre de Agosto gracias a la pax del emperador
Augusto) se espera ansiadamente por los
vecinos de Alcalá la Real, y de muchos
lugares de España. Pues, se centran las fiestas grandes de muchas poblaciones,
que suelen ser las patronales; parece como si, en estas efemérides, se hubieran
focalizado las victorias más importantes, los tratados de paz más
significativos o, simplemente, los
hechos prodigiosos más impactantes de la religiosidad popular. No es de extrañar
que, en torno a la semana posterior del 15 de agosto, los romanos celebraran
las Consualia, y reservasen el mes de
Septiembre a las fiestas a Júpiter el dios de los dioses y los hombres. Las
Consualias tenían en común con las fiestas agosteñas su carácter agrario, ya
que eran el disfrute del descanso
merecido tras la cosecha de los
cereales. instituidas por Rómulo en honor de Consus, dios “que protegía las reservas de grano en los graneros
y silos subterráneos, pero también de los consejos”, se celebraban dos veces al año, en la mitad de
Sextilis, el 21 de agosto, tras finalizar la siega de la cosecha, y el 15 de
diciembre, fin de la vendimia. En estos días, los romanos descubrían el
santuario subterráneo de este dios, y honraban también a Marte, dios de la
guerra, y a los dioses lares, dioses de los hogares. Los caballos y los
animales de carga jugaban un gran papel
en los aspectos festivos en medio de procesiones en la calle y adorno de casas.
Agricultura y ganadería; guerra y paz, trigo y divinidad; materia y
pensamiento.
En Alcalá la Real se
concentraban tres efemérides en la celebración de este disanto: por
un lado, la fiesta universal de Nuestra
Señora de la Asunción, propia del calendario católico; por otro lado, se
trasladó el día de la toma de la ciudad de Aben Zayde por el rey Alfonso XI, aunque otros suponen que aconteció, unos días antes,
en la festividad de Nuestra Señora de
las Nieves; y, finalmente, desde principios
del siglo XVII los cultos en honor a
Nuestra Señora de las Mercedes, una advocación que se plasmó en una imagen
renacentista que ocupaba el altar privilegiado de la Iglesia Mayor de la
Mota. Tendrá que pasar casi un siglo
para que compartiera la advocación de
las Mercedes el patronazgo con Santa Ana. Sin embargo, si por una parte el trabajo del campo convirtió los
extensos terrenos de los montes y las tierras comunales en campos de trigo por las continuas roturaciones que los reyes les permitieron a los labriegos alcalaínos para sufragarse los gastos de guerras y las fastuosas
empresas de la diplomacia y el protocolo, por otra parte el aspecto
festivo olvidó las antiguas justas,
torneos, carreras de los caballeros de frontera
y transformó las fiestas
ganaderas en actividades de
ocio sedentario: el teatro en la plaza
pública, los autos sacramentales, los fuegos
de artificio, los toros y capeas
para los jóvenes con los asientos reservados para las autoridades y el pueblo en la plaza pública, las
luminarias y las trastornadas mascaradas. Y, por encima de todo, se cristianizó,
como antes hicieron otros pueblos con el calendario festivo romano, la fecha y fiesta de la toma de la
ciudad. Con la paz de los campos y la pérdida trashumante de los ganaderos,
también se instituyeron las solemnes vísperas con la visita de los comisarios
del cabildo eclesiástico al civil, el momento principal y solemne radicó en la
misa de la mañana y la procesión de quince de agosto.
Y así pasó uno tras otro año,
con algunos momentos inapreciables de tendencia laica. Lo que no pasó de largo fue el dicho campesino “En agosto, frío en el
rostro”. Pues, Agosto significa un profundo cambio climático para
este territorio: por la mañana te sobra
hasta la camisa; pero, por la noche, la rebeca o la chaqueta de verano son imprescindibles en los días de san Roque, de la Coronada y de
los prolegómenos de Septiembre. Incluso, en las actividades que se celebran días antes del día de la
Virgen en la fortaleza de la Mota,. En
ellas, se entremezcla la ficción con la realidad, la simulación de los antiguos
juegos de cañas con la exhibición de los reptiles, el tenderte morisco con la
espada toledana, el vino torrontés con
el arandadelduero, el pestiño alcalaíno con el mazapán toledano, el te moruno
con el arresoli ruteño; las danzas del sarao comparten sitio con las
del vientre, el canto flamenco con la soprano de la zarzuela, la música de cine
con el baile
de bulerías …y el cuento y
la leyenda se revientan en una representación de la toma de juglares del Arcipreste de Hita. Tiene razón
el refrán de “siete agostos, siete rostros”, cada día de agosto se nos hace
imprevisible por la climatología, pero también por la forma de rellenar el
ocio. Pues, puedes asistir a la inauguración
de una muestra pictórica o un concierto
de una agrupación musical, un espectáculo infantil, un pregón religioso, un
paseíllo, una salve , un ….. o refugiarte de una tormenta pasajera que echa
por tierra un concierto al aire libre o una barbacoa en una quinta de verano. Y
es que en agosto las tronadas son más sonadas. Agosto apunta nuevos tiempos,
nuevos mostos, recolección de nuevos frutos en medio de tormentas imprevistas ¡Qué más
quisiéramos que viniera alguna que otra tormenta en este
agosto, y trajera buenos racimos y mejor mosto! Significaría que la
crisis ha pasado, ha depurado los malos espíritus y unos nuevos tiempos de
economía altruista han advenido con una nueva forma de compartir mejor la vida social y laboral.
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