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miércoles, 23 de enero de 2013

TABERNAS PERDIDAS


 

 

             En una ciudad como la nuestra se echa de menos la antigua taberna, por lo que la definía e imponía su sello costumbrista y de singularidad social. Sería acertado que se incorporaran  en forma de mesones: con su renovación, pero con su vino de la tierra y el aperito de sabor de aceituna aliñada con tomillo, romero y ajo crudo. Es verdad que ha quedado, como un testigo quijotesco,  la de Luis Miracielos en el segundo tramo  de la calle los Caños. Pero, este taberna no es sino el crisol de una  Alcalá  que ha cambiado en muchos aspectos. Tampoco, es  una nostalgia de aquellos vetustos  establecimientos que se remontaban a los siglos XVI y XVII  y abundaban en  Alcalá vendiéndose los mejores vinos que buscaban los taberneros entre sus tinajas para no perder el emporio   comercial del rico torrontés de esta zona de Andalucía.  Esta taberna es una isla  de la  Alcalá que ha pasado de una sociedad rural a una ciudad eminentemente de servicios, a medio camino entre su pasado rural y el sector predominante de servicios con algunas industrias agropecuarias y del plástico. Una Alcalá  que ha perdido las casas entrañables de vecinos del casco histórico-artístico, moteadas por las tabernas del  Atranque, Joaquín Hermoso, el Gordo, el bodegón de los Muertos, Callejas o Canastas, Caniles, Vicente Romero, o Sansón en los barrios altos; o en la calle Real, se levantaban como reminiscencias de su hidalguía , la de Juan Manuel, Noni, Roldán, o Torreznico;  o estacionales, las había como la  de  Manuel Rosales, Vicente "Caroca" o Francisco Rosales; y, en los barrios medios, la de Anchuela y Galán hacia  la parte meridional , y más al norte, la de la Anastasia, Góngora, Gutiérrez, Canovaca, las de las fondas, y la Tercia;y, en el centro de la ciudad,  el bodegón del Pradillo, tiendas de las fondas de la plaza como la de Antonio Martín entre otra,  o las  de  la Tejuela y el  Llanillo, de la familia Hinojosa en los primeros años del siglo XX. Si muchas paredes de estas tabernas hablaran ( en la mayoría de los casas transformadas en bloques de pisos o casas casi abandonadas), nos haría revivir una sociedad, donde la oficina de empleo tenía su sede en un clima imbuido entre botellas de vino del terreno; en lugares,  que se convertían en las oficinas de depositaría para pagar los jornales, saldar deudas, cumplir con los préstamos y abrir anticipos entre familias. Y, en la taberna, no se ejercía  sólo esta función puramente laboral hasta tal punto que los munícipes , incluso, dispusieron normas de prohibir el pago de jornal en medio del ardor de los ricos caldos para que no se  engañara a la parte más débil y analfabeta,  sino que eran auténticos casinos de los pobres, donde se evadían penas, hambre y preocupaciones con los juegos básicos de los naipes y las chanzas entre los clientes y el tabernero. Hubo tabernas que, además,  fueron sedes de movimientos sociales y políticas, pues en ellas se reclutaban militantes y simpatizantes para la vida política, se hacían campañas de divulgación de propaganda de los partidos ( y durante muchos años del partido único); incluso, las hubo donde se tramó alguna conspiración para derrocar el poder local o donde, tras la  guerra civil,  fueron detenidos  y dieron con sus cuerpos en las cárceles, porque,  por los años cuarenta, cantaron aires de libertad tras el triunfo de los países democráticos sobre Hitler. Alcalá, hoy día, es más moderna, con  más servicios de hostelería, pero falta esa taberna social, que creaba amigos, y, no se convertía, como los establecimientos públicos actuales, en un enjambre sin  maestro. ¿ Quién le pondrá el cascabel a gato?              

 

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