Mercedes la Cal |
Me impresionó,
aquella tarde del Cerrico Vilches, esa rosa roja entre tus manos, como la de una joven a quien la guadaña de la muerte hubiera extirpado de improviso.
Y, cuando te miraba, me parecías más joven a pesar de que ya habías avanzado en
edad, provecta aetate como dicen los
romanos cuando guardan el denario para pagar al barquero Caronte. Y, aquella
rosa me llevó a un tiempo anterior, en el que te conocí y tuve la fortuna de disfrutar de todos los valores de tu presencia
y las de tus hijos. Recordé los años
compartidos en el mundo del trabajo, allá en el Instituto de Enseñanza Media
“Alfonso XI”, cuando con el mayor mimo preparabas las clases y nos las dejabas limpias como el
jaspe para que pudiéramos impartir la docencia; recordé tu homenaje, fueron los
primeros años de mi incorporación a la vida docente de Alcalá la Real. Tú,
siempre, solícita, amable y derrochadora
de simpatía y afabilidad, parecía como si
me encuadraras como un miembro más de tu vecindad o de tu familia.
En
el color de la rosa, recordé la suerte que tuve de conocer tus orígenes
familiares. Fue un día en la biblioteca del Instituto de Estudios Giennenses, cuando
leí un periódico de tiempos de la II República ( me parece La mañana o Democracia), y aparecía
como una noticia muy celebrada en la comarca alcalaína la muerte
repentina de un familiar tuyo ( pudiera ser tu padre o abuelo) en la aldea de
Santa Ana, un hombre conocido por ser amante de la libertad y la igualdad, y
cuya entrega había sido recompensada por la asistencia multitudinaria a sus
exequias fúnebres en donde se realzaron sus virtudes a favor de los más
desfavorecidos. Había causado impacto en
los aldeanos su triste perdida, y lo relacioné con la bondad de tu hermano
Pepe, que tanto te quería, y yo estimo
por las virtudes heredades de tus antepasados,`pues lo considero como la imagen viviente de aquel
familiar tuyo: leal, constante, sencillo, humilde, afable, convencido sin
estridencias por la libertad y la igualdad(¡ qué buen compañero fue en sus parcelas de gobierno por los años
noventa hasta que dejó el cargo de alcalde pedáneo de Santa Ana o la
concejalía!). Cuando me acompañaba en las visitas a los asuntos municipales, me
veía reforzado en mi personalidad, y me imaginaba que tenía el peso de una
formación sólida y adquirida por unas metas marcadas desde la infancia, como te
había formado a ti, Mercedes La Cal.
En
el candor de la rosa, también veía el cariño de tu esposo cuya muerte había
truncado hace unos años su vida , y con quienes compartías las amistades
generadas por el comercio de esa taberna tan afamada donde muchos alcalaínos
probaron los primeros y mejores caldos de la temporada, producidos en el
lagar de
vuestra hacienda familiar. Me vino a la mente el abrazo de corazón de
tus hijos, José Antonio ( el bucólico y sincero Chirro- que me perdone por esta denominación,
pero parece como si al expresarlo me
sintiera más unido en la amistad) , el bueno de Pedro y Elena, con quien también compartí algunos momentos de compañero de los
primeros años de trabajo. Una familiar de raigambre.
Era
una rosa lo que tenías entre tus manos, sin embargo me sentí embargado al final
por tu pose de matrona romana, más bien de madre de tesón y coraje con que
habías afrontado este tránsito por la tierra. Que la tierra te sea leve en la
ciudad de la Mota..
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