Creía que esta
fábula de Esopo nos aportaba alguna anécdota relacionada con varios personajes
competidores con la fiereza o
resistencia de un oso hambriento. Pero cual ha sido mi sorpresa que Fedro no
cayó en aspectos puramente estéticos como “el oso cuanto más feo, más hermoso”,
sino que se adentró en un aspecto fundamental del ser humano: el hambre
convertida en personaje de este pequeño relato.
Pero, en sentido general, el
hambre simboliza más que la carencia de alimentación imprescindible para
subsistencia humana, la necesidad perentoria de muchas cosas y el consiguiente
impulso que nos conduce a imaginar, buscar
y crear innumerables mecanismos
de autodefensa hasta conseguir saciar ese vacío físico y moral que sufre el ser
humano.
En las
circunstancias actuales ya no es un oso,
como el de Fedro, al que le faltó una
gran abundancia de cosas en su hábitat natural- los bosques-, `porque la
pobreza se ha apoderado de muchos osos humanos que se extienden a lo largo del
Tercer Mundo, incluso, en muchos rincones el Cuarto (los grupos excluidos de
nuestro bosque del bienestar). Pues podemos encontrar numerosos osos en Somalia en medio de la hambruna; pero te lo puedes topar, en
la calle, con uno cualquiera de aquellos ansiosos de saciar los mínimos
requisitos de paliar sus necesidades básicas: el alimento, un hogar digno, y no digamos un trabajo para
poder mantener su entorno. Incluso, podemos dar un paso más alto y
encontrar el oso ansioso del saber y de la profesionalidad, que busca y
rebusca un puesto de trabajo y no lo encuentra en lugar alguno tras haber
recorrido de ceca a la meca.
En verdad que
Fedro forzó la imaginación e hizo bajar al oso de una manera precipitada hacia un río imaginario. Se bañó en medio de
sus aguas y se le engancharon miles de cangrejos de vado de sus aguas entre sus
pilosas piernas. Ya no tuvo que buscar la alimentación perdida, sino que, al
fin de su aventura, gozó de la profusa alimentación de su derredor.
Hoy
necesitamos muchos personajes como Fedro que supieran aportar a muchos seres
humanos la manera de salir del bache más profundo de los últimos decenios,
porque se han quedado sin casa, hipotecados y sin perspectivas de futuro;
incluso, se sienten como si no pudieran salir del bosque en medio de un oscuro
pesimismo que no les permite vislumbrar
una luz entre las frondosas copas de los árboles del poder financiero. Parece
como si solo se hubiera salvado un único oso, el del listillo especulador, que
ha bajado al rico río de los cangrejos de la sociedad del
bienestar para apropiarse de todos los
recursos humanos, suprahumanos y
planetarios. Como decía el fabulista latino, al oso normal y corriente no le
han quedado más consuelo y acicate de sus triste situación que aquella máxima moral “ergo etiam stutltis
acuit fames”, o lo es lo mismo: el hambre
aguza el ingenio incluso a los torpes”. Y, yo me digo, lo aguza y lo salva
de situaciones míseras rozando el límite
de la indignidad. Pero, ¿no hay muchos
osos que podíamos agudizar el ingenio para que los cangrejos fueran para
todos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario