Era muy frecuente que las cofradías, hermandades, escalvitudes y asociaciones religiosas guardaran los enseres, objetos, ornamentos religiosos, de sus imágenes, andas, tronos y altares. Para ello, solían valerse de personas encargadas de esta misión, en concreto, las guardaban en arcas, arcones, cajas u otros receptáculos de sus casas. Lo hacían y depositaban con tanto mimo que lograban conservarlos y mantenerlos de padres a hijos, eran tradición pura de modo que llegaron a conseguir el cargo de depositarios. En algunas hermandades, como la del Cristo de la Salud, los depositarios junto con el hermano mayor eran los únicos cargos que se mantuvieron hasta más allá del siglo XX. Tuve la fortuna de compartir muchas vivencias con algunos de ellos, mi tío Frasquito Huertes Granda, el alma de la cofradía sanjuanera, y Paco Gámez, que asumió durante muchos años el cargo de sacristán hasta su internado en la residencia de ancianos, longevo y sin poder subir a su querida iglesia. Gracias a su buen hacer, pude comprobar la labor del depositario, mantenía en una caja los enseres de la imagen del Cristo de la Salud: una corona de plata, la cabellera, los cordones y el perizoma morado del antiguo Cristo de la Salud, de la Escuela de Pablo de Rojas;
también unos recibos o números de lotería de Navidad de los primeros años que la cofradía participaba con papeletas en el sorteo navideño, lo que demostraba la parte económica del depositario. Todo ello, me lo entregó junto con las imágenes pequeñas de San Miguel Arcángel y San Francisco, pertenecientes a su patrimonio para que dispusiese de él a mi arbitrio, de modo que hoy día se encuentran todas en el museo de San Juan. He tenido la suerte de topar con otra depositaria de este tipo de enseres, lo que era más frecuente, una mujer doncella, beata por estar relacionada con la Iglesia y emparentada con un hermano cura. Me refiero a Francisca Ramírez de Aguilera , que testaba en 30 de agosto de 1755 ante Juan Antonio López Nieto. Y realizaba varias mandas testamentarias muy interesantes. Hija de Pedro Ramírez de Aguilera e Isabel Merino, ordenaba se enterrada en la bóveda familiar de los claustros de la iglesia de Nuestra Señora de Consolación. Vivía en la esquina de la calle Veracruz no mirando al Llanillo, y le regalaba a su sobrino Gabriel Ventura , hijo de su hermano Juan, un cuadro de pintura del Cristo del Paño con su marco negro y una botonadura de plata de 26 botones pequeños. Su labor de depositaria lo definía de la siguiente manera.
" He tenido la devoción de cuidar la ropa de la imagen del Santo Jesucristo Cristo del Santo Sepulcro , sita en en el convento de de San Francisco de esta ciudad, por cuya razón paran en mi poder dos sábanas delgadas guarnecidas con encajes, quatro almohadas, las dos desiladas, y las otras dos con soles, y quatro fundas para sus henchimientos, poblados de lana, las dos de olandilla, y las otras dos de lienzo, declaro que luego que yo fallezca, se entreguen a la persona que lo deban percibir, como tambien una cestica con diferentes cintas de adorno".
Muy signficativo para conocer el ornamento sencillo de la imagen del Cristo Muerto de la tarde del Viernes Santo, junto con el recipiente de depositaría ( la cestica y las cintas de las exequias fúnebres) que salía en la procesión de La Soledad, primero desde el convento de San Francisco, y posteriormente del Rosario. De allí pasó al templo de Consolación con horario nocturno. Por cierto el Cristo se halla tallado con muchos elementos de sus enseres donde yace. No así las cintas.
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