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sábado, 16 de noviembre de 2019

EN ALCALÁ INFORMACIÓN, OTOÑO ALCALAÍNO


OTOÑO ALCALÁINO








En Alcalá la Real, el otoño alcalaíno se identifica desde tiempos remotos con el zumaque. Hoy se ha convertido en un emblema de los senderistas del último trimestre del año a través de  una ruta que  descubrió la asociación de su mismo nombre, y que institucionalizó la delegación municipal de turismo en 2018. Pero, el zumaque siempre  fue un valor añadido de los vecinos de la Ciudad de la Mota. No fue una reserva natural del paraje de los Llanos, pues los había en tierras de  la villa del Castillo de Locubín, y en otros parajes, como el Cañuelo, la Acamuña y la  Fuente de la Negra. Los antepasados disfrutaron de pingües beneficios con este producto del zumacal, tras ser elaborado en el molino, situado junto a la Fuente Beber en los aledaños de la Tejuela. Se mantuvo como conservante y elemento básico para curtir las pieles, recogiendo  su tradición artesanal musulmana. Vinieron nuevos tiempos y le aconteció, como cantaba Juan Ramón Jiménez; Esparce octubre, al blando movimiento/del sur, las hojas áureas y las rojas, /y, en la caída clara de sus hojas, /se lleva al infinito el pensamiento. Sus hojas amarillentas y rojizas inspiraron a poetas y atrajeron a pintores, encantan como las ánimas de la  fiesta de Todos los Santos a muchos visitantes, que acuden a este alumbramiento otoñal. Entre zarzamoras e higueras, majoletas y chaparrales, olivos silvestres y enredaderas salvajes. Bajo el frontón artístico y horadado de los Llanos y los caminos de Monte del  Rey; y en medio de rocas desprendidas desde tiempo del Mioceno y chozones de  piedra seca de tiempos de pastores. Camino de antiguo viñedos de vino torrontés, albillo y toda clase de vidueños; paso de pueblos de la Edad del Bronce, romanos, y de hombres de conquista, tanto árabes como cristianos divisando torres y atalayas (la de Charilla, la Nava, Acamuña, Hacho, Pedregales, y Dañador). Compartiendo con la ciudad fortificada de la Mota  la vigilancia natural del paso por las  riberas del Guadalcotón.
Pero el  otoño no es solo amarillo de  hojas caídas de las alamedas de los arroyuelos. Las rosadas granadas  se abren entre la membrana  gualda, el rojizo de los escaramujos tiñe  de púrpura a la rosa  canina, el verde oscuro del olivar encanece con las primeras lluvias y se recoge entre los encinares, algún que otro quejigo y fresno  moteados por el marrón de sus  frutos silvestres.   Forman un paraíso cromático que  conduce al intimismo.   Como cantaba el poeta de Moguer: Qué noble paz en este alejamiento de todo; oh prado bello que deshojas tus flores//; / ¡oh agua fría ya, que mojas con tu cristal estremecido el viento!/ Este sentimiento del alma nos invade con todos los colores en su fulgor final. Son días que invita a recorrer las calles y callejuelas de la ciudad  llana, y subir  hacia los arrabales.  Se desgarra  el alma con la despedida casi diaria de tantos lugares de encuentros pretéritos. Y en verdad que se han hechos muchos  intentos de recuperación de esta zona. Pues La Casa Pineda, entre fachadas hidalgas recuperadas y solares abandonados,  brilla con su  piedra arenisca de la  fachada e invita a trámites burocráticos, estudios universitarios y orientaciones laborales. El bullicio  de  la Guardería Infantil del Rosario   apaga las  voces anónimas de los espíritus de los frailes dominicos. Y,en la retina del recuerdo, se encadenan el antiguo mercado junto a la Fuente de la Mora, la Tercia,  las tabernas de la calle Real, las tiendas de telas, ultramarinos,  el salón de bodas, las abacerías,  las barberías, los amoladores, las zapaterías, la Gota Leche, el  Centro de  Día de la calle Llana, las carpinterías, el Hospital Viejo, las  almazaras de la cruz de Villena y del Toril…  Y, en este sito, me vienen aquellos versos; ¡Encantamiento de oro! Cárcel pura, /en que el cuerpo, hecho alma, se enternece, /echado en el verdor de una colina! Al salir contemplo una puerta cerrada y una tienda que anunciaba Especialidad  Carne de Lidia  en medio de la silueta de una escena taurina. Una institución que se nos va, un pañuelo que ya no anuncia un trofeo taurino sino un adiós de la familia Teba, que se remonta a los orígenes de esta afición popular. Se me corta la respiración. Me quedo con estos  versos, pues me siento impotente  ante este ocaso de hojas urbanas caídas con  la blancura de las  casas : En una decadencia de hermosura,/la vida se desnuda, y resplandece/.la excelsitud de su verdad divina.. Y me pregunto ¿ Sera por mantenerse el santuario de la Virgen de las Mercedes?


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