LA TABERNA SEVILLANA CASA CORNELIO TUVO SU FRANQUICIA ALCALAÍNA
En Sevilla, era famosa la Casa Cornelio, una taberna que se ubicaba en el barrio de la
Macarena, donde, allá por los años treinta del siglo pasado, se reunían
comunistas, socialistas, anarquistas, miembros de otros colectivos sindicales o
de las sociedades obreras y otros partidos republicanos. Incluso, la visitaron
famosos dirigentes del mundo obrero como José Díaz. La historia de esta taberna
acabó, unos meses después del advenimiento de la II República, tras la
destrucción a cañonazos un 23 de julio de 1931. De primer momento, el nombre de
este establecimiento incita a pensar en un tribuno de la plebe romano o en un pasional orador de estilo asiático, contrincante de Cicerón en medio de las
guerras civiles de Roma. Pero su denominación provenía del santanderino
Cornelio Mazón, natural de San Miguel de Luena y avecindado en Sevilla a
finales del siglo XIX, donde estableció una tienda de ultramarinos y esta
taberna, donde sus hijos, Ramón y Antonio, comenzaron a militar en los
movimientos societarios de clase y en el PCE. Aunque el primero pasó desapercibido,
el segundo vivió intensamente muchos acontecimientos, como la huelga de julio
de 1931, la detención de los anarquistas recluidos en la Casa Cornelio y su posterior
voladura para aplacar el movimiento huelguístico. Incluso, sufrió en sus
propias carnes la muerte por salvar un empleado en julio de 1936.
Debió extenderse en círculos republicanos obreros
este funesto y bárbaro acontecimiento. Pues, se convirtió en el símbolo de los
movimientos populares, sindicales y de izquierda como prototipo de
expandir su modo de organización. Por un lado, los republicanos de derechas lo
consideraban como muestra de un movimiento conspiratorio; y los de izquierdas,
compartían el espíritu revolucionario y republicano del lugar de encuentro público.
Por eso, no es de extrañar que, en otros lugares de Andalucía, se calificaran a
algunas tabernas con el nombre de Cornelio. Los liberales republicanos lo
hacían de un modo despectivo y siempre acusándolos de todo tipo de actividades conspirativas
mediante su conocido arte de la manipulación.
En la Alcalá la Real de los años treinta, la
calle Llana había recibido el nombre de Martínez Montañés, por eso del
descubrimiento de su nacencia alcalaína. Era una calle, que todavía se
distinguía por la presencia de algunos miembros de la burguesía agrícola y de
numerosos trabajadores de los servicios, y, sobre todo, del campo. Al principio
de la calle, el desamortizado convento del Rosario utilizaba sus dependencias
claustrales para fines municipales, sociales y escolares. A pocos pasos,
Domingo Vela Freijóo abrió en la casa número seis una taberna, por los años
treinta, que se hizo famosa por ser el lugar de encuentro de los principales
dirigentes del mundo político, sindical y de las sociedades obreras locales.
Los partidarios del alcalde republicano Pablo Batmala Laloya acudían a aquella
taberna regentada por otros republicanos del partido de Martínez Barrio, entre
ellos el propio Domingo, José Marañón y Antonio Rufián. También, solía reunirse para compartir la vida púbica local Salvador Frías, presidente del
PSOE, y segundo alcalde de la II República. Y, como es lógico, otros muchos
miembros de los partidos Unión Republicana e Izquierda Republica y de la UGT y
de las Sociedades Obreras (la de Oficios Varios, Albañiles, la Emancipación y
Unión y Defensa) como Bernardo Regis Gabriel Pérez Bailón y Manuel Atienza,
Pronto, llamó la atención a los miembros de la corporación, los agrarios y los
de la derecha liberal republicana, hasta el punto que la tacharon malévolamente
de ser una nueva franquicia de la Casa
Cornelio de Sevilla. Y hace lo extendieron en la ciudad de la Mota.
Sin embargo, en medio de los cambios de gobierno
local, probablemente este establecimiento fue un lugar de encuentro y de
plasmar nuevas medidas, que favorecieron a las clases populares. Como anécdota,
sus miembros impedían que en este recinto se pagaran el sueldo de las jornadas
agrarias para evitar la contaminación etílica, que podría favorecer una merma
de ingresos. Incluso, se clausuró con las medidas de represión impuestas en
1934.
Esta franquicia alcalaína se
mantuvo tras la guerra, y no fue destruida a cañonazos. Pero, sus miembros
sufrieron las terribles consecuencias de concurrir a un lugar, tachado de sitio
conspiratorio por los compañeros de viaje en la primera corporación municipal
republicana. Pues la mayoría fue obligada a emprender la diáspora junto a miles
de alcalaínos un 30 de septiembre de 1936, otros fueron fusilados como Batmala
o Salvador Frías, algunos murieron en la cárcel en oscuras circunstancias,
y muchos pasaron años de presidio como el dueño del local. Tras la posguerra,
la Casa Cornelio se convirtió en una vivienda vecinal, que, incluso, quedó rebautizada
con una hornacina que presidía una litografía patronal y no quedaron ni restos
de aquella taberna, que unos años más tarde se abrió, al principio de la calle
Llana, en otra famosa taberna obrera con la denominación de Los Muertos. Pero esto es ya otra historia y otros tiempos.
Los muertos no aludían a los de la Casa
Cornelio, sino a los de las criptas de la capilla mayor del templo dominico.
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