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miércoles, 6 de febrero de 2013

MANOLO RUÍZ LÓPEZ


 
 


Si tuviéramos que identificar las tierras de la Abadía con el nombre de un monumento o un elemento del paisaje, a Alcalá la  Real le adjudicaría la fortaleza de la Mota; a Priego, el Adarve; a Frailes y Castillo de Locubín, con los nombre del los ríos, San Juan y Velillos ( denominado  con el nombre de la villa frailera por estos lares); pero si a cada época tuviéramos que bautizarla con nombres de personajes que hicieron patria supramunicipal, en el medievo, señalaríamos   los señores de Alcaudete; en la Edad Moderna con la familia de artistas de los Raxis ( Pablo de Rojas, Migue, Nicolás, Pedro y Melchor Sardo); en los años de la Ilustración, con la palabra de colono que dieron lugar al nacimiento de las aldeas y al asentamiento definitivo  la villa de Frailes. Pero si tuviéramos que hacerlo en los últimos siglos, formaron comarca los diputados Abril (Gregorio y Rafael), Pablo  Batmala y Carlos León Álvarez  Lara y Juan Montilla Adán  Adán. Pero, por encima de todos ellos, Manuel López Ruiz ocupa el lugar privilegiado de agrandar aquella abadía y las tierras del conde de Alcaudete con el abrazo que forjó entre muchas gentes de las  tierras de la comarca de la Sierra Sur (desde los Villares hasta la aldea de Ermita Nueva). Curiosamente, sus manos no emplearon los fines legítimos de la política, como muchos de los personajes mencionados anteriormente. Manolo, haciendo gala de la virtud de su apelativo “Sereno”, empleó otras artes para atraer a su tierra adoptiva el optimismo vital, la generosidad compartida y la pasión por lo auténtico.

            Cualquiera de los muchos que han conocido a Manolo podría rememorar muchas anécdotas acaecidas con su persona, divulgar historias, relatos y reminiscencias de costumbres que transmitió a eruditos, artistas y viajeros de la Sierra Sur. Tuve la fortuna de conocerlo allá por los años setenta,  y siempre me quedé cautivado de su generosidad y de  su alma de servicio hacia los demás. Fue, con motivo del descubrimiento de una tumba romana en el límite de Alcalá la Real y Frailes. En aquel  encuentro descubrí que Manolo reflejaba pasión por el conocer y el saber,  capacidad para escuchar y empapar los frutos del espíritu   y solidez para valorar la cultura. Este encuentro se encadenó en otros muchos momentos, de generosidad compartida  en las citas culturales de la comarca, en los ágapes fraternales  en su privilegiada casa, más bien en su mansión de todos; en los actos que organizó como  mecenas  poniendo a disposición de  muchas personas todo lo suyo; y , sobre todo,  aportando la sonrisa  en sus labios sin caer nunca en el desaliento.

            Hace unos días leía estos versos de Nacha Guevvara, que  me recordaban su actitud ante la  vida: Cuando no hay más que amor/para abrir el camino / y forzar el destino/ en cualquier ocasión, / Así habrá que forjar/ nuestro mundo y luchar/ sin tener nada más / que la fuerza de amar./ Ahora  me viene a la mente  que siempre que me adentre por los bellos parajes de la villa de Frailes, tu espíritu volará entre las callejas dando abrazos y saludos de amor. Pues, no sólo hiciste comarca  sino que forjaste la intrahistoria del estallido diario de tantos encuentros, cooperaste en   efusiones de alegría compartidas, fraguaste  mañanas de proyectos humanistas  entre pueblos y armonizaste un coro de manos entrelazadas porque, como decía la anterior poeta cuando no hay más que amor/ como única sed, como única fe, como único don… la deuda con tu persona será un reto para los hombres de la Sierra Sur.    

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