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miércoles, 27 de octubre de 2021

La Alcalá la Real de Martínez Montañés Francisco Martín Rosales Investigador en las Actas


Actas de los Encuentros

con Martínez Montañés

en Alcalá la Real

2 y 3 de noviembre de 2018


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La vida alcalaína de la familia de Juan Martínez Montañés se encuadra

prácticamente en la segunda mitad del siglo XVI, un periodo comprendido en

tiempos del reinado de Felipe II. Su presencia en tierras alcalaínas coincide con la

abdicación del emperador en su hijo Felipe y gran parte de su reinado, ya que, al

menos se constata la vecindad en la ciudad de Alcalá durante tres decenios. Alcalá

la Real, ciudad de realengo se consolidaba dentro de su entorno de los reinos de

Granada, Jaén y Córdoba gracias a su posición estratégica y a su organización

administrativa. Para ello, tres factores jugaron principalmente un gran papel en

este desarrollo. Por un lado, era la capital de un corregimiento tripartito, del que

era su capital y administraba la ciudad de la Mota junto con las granadinas de

Loja y Alhama; en segundo lugar, al ser sede abacial, proyectaba su influencia


en tierras cordobesas ejerciendo su poder religioso en tierras de Priego y Carca-

buey, junto con la jiennenses de Castillo de Locubín y Noalejo; y, por último,


su municipalidad, como cabildo independiente de las ciudades de Cortes, vivía

en la encrucijada de su representatividad por la ciudad de Jaén y de su relación

como ciudad de behetría, amparada por la tradición hidalga de su regidores y

jurados. Estos tres ejes, el cabildo municipal, el eclesiástico y el corregimiento

constituyeron una red de equilibrios sociales, que permitieron una prosperidad

muy notoria en la segunda mitad de Felipe II.

CONTEXTO HISTÓRICO DE ALCALÁ

Alcalá la Real compartió las mismas circunstancias sociales, económicas y

políticas que acontecieron durante el reinado de Felipe II. Desde la participación

de sus compañías de soldados en las campañas bélicas (interiores y exteriores)

hasta un resurgimiento cultural y artístico dentro de los primeros pasos del Siglo


de Oro pasando por el nacimiento de una nueva ciudad renacentista, que se apar-

taba cada vez más de la ciudad fortificada de frontera. En cuanto a su término


La Alcalá la Real de Martínez Montañés


Francisco Martín Rosales

Investigador


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Actas de los Encuentros con Martínez Montañés en Alcalá la Real 2 y 3 de noviembre de 2018


municipal era más bien escaso, tal como referían a la Corona continuamente a la

hora de las perennes peticiones económicas para paliar el déficit de presupuesto


municipal , o para apaciguar el conflicto perenne entre la ganadería y la agricul-

tura “Bien constaba y era notorio que el término de la dicha ciudad era muy corto, que


por lo más largo tenía legua y media”1


. Desde comienzos del siglo XVI, sólo estaba

cultivado un poco más de un diez por ciento de las tierras alcalaínas, pero, unos

años antes de la llegada de la familia del padre de Martínez Montañés, en tiempos


de Carlos V, se llevó a cabo una profunda labor roturadora que afectó al reparti-

miento de diez mil fanegas entre los vecinos de Alcalá la Real, y todavía quedaron


por repartir unas 50.000 fanegas, que estaban dedicadas a la ganadería en el

monte. De ahí que en la segunda mitad del siglo XVI, coincidimos con el profesor

Rodríguez Molina, cuando afirma: Estos espacios dispersos aquí y allá contaban aún

con una extensa superficie de aprovechamiento comunal, uno de cuyos trozos arrojaba

la medida de una legua2


. Este municipio era un término áspero, de relieve acci-

dentado, que comenzaba a acrecentar el cultivo básico del cereal en parajes rotu-

rados alejados del ruedo de la ciudad y de los cortijos primeros que los caballeros


alcalaínos habían heredado del primer repartimiento del rey Alfonso XI, y donde

predominaba la actividad vitivinícola, destacando las viñas de torrontés y albillo

que se vendían en mercados fuera del término municipal como Granada, Málaga

y ciudades de Jaén.

LA SITUACIÓN ECONÓMICA

En palabras del profesor Rodríguez Molina, esta era la situación de la

comarca alcalaína: “ Había desempeñado desde su conquista por Alfonso XI hasta

finales del siglo XVI, funciones eminentemente comerciales representadas en la aduana

y mercado mantenido siempre en funcionamiento entre moros y cristianos, y luego entre

granadinos y castellanos, funciones administrativas de una amplia zona, que rebasa los

estrictos de su concejo, significadas por la abadía, y funciones militares mientras jugó

el importante papel de frontera. Sus términos esperaban la ocasión propicia para ser

roturados. El espectacular dinamismo de las áreas rurales de la Campiña y del sector

subbético, experimentado a finales del siglo XVI, llegó tarde a Alcalá, quizás cuando

las sequías y los despiadados y esquilmadores impuestos arrojaban de esas tierras a


medianos y pequeños labradores., que, desesperados, se dirigían a lugares que asegu-

rasen a los medianos y pequeños labradores de las pesadas cargas de los tributos reales y


concejiles. La ciudad de la Mota reunía unas condiciones idóneas para ejercer el atractivo

idóneo sobre estas gentes necesitadas de tierras y bienes de subsistencia. Su transitado

1 AMAR. Libro Primero de Ejecutorias y Privilegios. Fol. 98-99.

2 V.V.A.A. Alcalá la Real. Historia de una ciudad fronteriza y abacial. Tomo I.Pág.52. Alcalá la

Real. 1999.


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La Alcalá la Real de Martínez Montañés

Francisco Martín Rosales

camino le había dado a conocer en todas partes, la frontera se había terminado, sus

privilegios de exención eran interesante y su término, casi sin roturar y con posibilidades

de irrigación en ciertos enclaves, constituía un poderosos reclamo. Se erige, por tanto,

Alcalá en un modelo especial de desarrollo demográfico y de distribución de poblamiento

en medio de un mundo, que, como Jaén, Córdoba o Granada, siguen pautas homólogas

y completamente diferentes de la ciudad y tierra de la Mota3


. Desde los primeros años

del reinado, disfrutó la ciudad de una situación económica bastante holgada, pues

todavía no se vio obligada a entregar las dos partes de las tercias del diezmo a la

Capilla Real, pues se había producido una demora o aplazamiento gracias a las

gestiones del abad Juan de Ávila hasta su muerte para colaborar con sus ingresos en

la iglesia mayor abacial. Para valorar su repercusión económica, sirvan de ejemplo


que en el año 1570 se evaluaban por un término medio todos los frutos, pertene-

cientes al abad, de los cinco novenos en la cantidad de 8.000 o 9000 ducados e,


incluso, hubo años que llegaron a los 15.000 ducados. Pero, a partir del adveni-

miento del abad don Diego de Ávila, cada año, seis mil ducados debían entregarse


de la parte que le pertenecía a la Capilla Real. Las consecuenciasconsecuencias que se percibieron

en este reinado son claras y notorias. El emperador parece que se ha desembarazado

de la abadía y parece que se le ha quitado, además de las rentas, y los clérigos naturales,

que en ella viven o forasteros están muy pobres e se van los hijos de los nobles, porque no


hay prebendas y los hay nobles, virtuosos y letrados. Ante la dificultad que se impi-

diera sacar los diezmos con destino a la Capilla Real, al menos se pretendió que


fueran nombrados algunos capellanes de las ciudades de la abadía con el fin de

compensar estos ingresos que se detraían de las arcas alcalaínas.

Sin embargo, juegan un gran papel los años de escasez y carencia de

trigo, en una comarca, en la que, en gran parte, se regía por una economía

autárquica e, incluso los particulares podían permitirse la posibilidad de vender

excedentes de sus producciones a las ciudades comarcanas, como Granada,

o, más alejadas, como Vélez, con un intercambio de los arrieros, trayendo el

pescado de la ciudad malagueña y cambiando a la vuelta por venta de trigo, sin

olvidar otros productos de intercambio como venta de esclavos, paños o seda.

Es verdad que hubo años de extrema sequía entre 1568-1570, 1584 - 1585,

1590-1, 1598 y 1599, junto con otros de muchas lluvias como el 1596, y de

algún que otro terremoto como el 1581, que derrumbó el lienzo emblemático

de la muralla del Gabán.


En este contexto, su hacienda municipal apenas podía mantener los servi-

cios básicos como el pago de las autoridades y oficiales del cabildo, algunas obras


básicas y caminos, y las fiestas principales. Ante cualquier nueva obra de enver-

gadura, tuvo que acudir al endeudamiento por medio de censos, que se pagaban


3 AAVV- Tomo 1. RODRÍGUIEZ MOLINA, José. Óp. Cit. P 72.


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Actas de los Encuentros con Martínez Montañés en Alcalá la Real 2 y 3 de noviembre de 2018


por el sistema de arbitrios roturados. Si a esto añadimos los servicios extraordi-

narios a la Corona en forma de proporcionar efectivos o recursos militares y otras


formas de arbitrios, como donativos, repartimientos, millones, sisas o alcabalas, la

situación se complicaba en demasía y daba lugar a angostar los recursos naturales


ganaderos que, en palabras de los regidores de su tiempo, era la principal gran-

jería4


a favor de la agricultura mediante la roturación de los campos. Simplemente

para describir este paisaje, entre los servicios militares, se pueden enumerar la

cooperación intensa en la guerra de las Alpujarras mediante el envío de varias

compañías, el abastecimiento de recursos a los ejércitos reales en la campaña de

Portugal, o el envío de tropas a la Costa en un periodo que las incursiones no

dejaban tranquilos a los vecinos de las ciudades del antiguo reino de Granada, ni

siquiera un año, ante cualquier incursión turca o musulmana.

Y se agravó la situación con el endeudamiento de su hacienda municipal

para hacer frente a los años improductivos, la reconstrucción de su recinto


amurallado, gravemente afectado por el terremoto, la contribución a los servi-

cios y repartimientos de la Corona, principalmente en los años ochenta, uno


para la navegación del río Tajo y otro para el muelle de Málaga. De ahí que

hubiera necesidad de realizar varios empréstitos que hipotecaron una parte


de las arcas municipales. Si detalláramos más explícitamente, nos encontra-

ríamos, uno más puntual de 20.000 maravedíes con el fin de comprar trigo


para repartirlo por los cuarteles o barrios de la ciudad y varios de 5.000 y

10.000 ducados5


. En cuanto a las obras emprendidas, se asistió a un momento

de construcción de edificios municipales; el nuevo Pósito, La Casa de la Escuela

de Niños, la de las Mujeres del Mundo o Mancebía, la restauración del Gabán,

el arreglo del derrumbamiento de la Torre del Homenaje y de la Imagen, las

nuevas Carnicerías y el Peso de la Harina obligaron a asumir, en parte, la ayuda

de las penas de Cámara, siempre que el rey se las aprobara por una provisión

real y las prorrogara, o adoptando nuevas roturas de algunas tierras comunales

y concejiles y el arrendamiento de la bellota6


. No pueden pasar por alto las

nuevas obras eclesiásticas o frases de su edificación (la Iglesia Mayor Abacial,

los monasterios de Consolación, San Francisco, Trinidad y Encarnación, los

templos de la Veracruz, San Juan, San Marcos o Santa Ana).

4 AMAR. Acta del cabildo del 23 de marzo de 1593.

5 AMAR. Acta del 26 de junio, donde se recoge el traslado de la provisión real, escrita en

San Lorenzo, a 12, de junio de 1584.

6 AMAR. Acta del 26 de abril de 1585, en la que se señalan los sitios de roturación y el

correspondiente arrendamiento de la bellota para hacer frente a la restauración del Gabán. Los sitios

marcados fueron 700 fanegas, situadas en el arroyo de las Parras junto al límite con provincia de

Granada, las Juntas en la mojonera donde se unen los arroyuelos de Palancares y Velillos, los altos

de Juan Garrido, Cañada Honda y Alfábila.


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La Alcalá la Real de Martínez Montañés

Francisco Martín Rosales

En esta segunda mitad del siglo XVI Alcalá la Real se distinguía por ser una

ciudad en plena expansión, a donde un gran flujo de inmigrantes había acudido en

los decenios anteriores a expensas de la buena situación geográfica para adentrarse

en otros mercados. En este periodo, gran número los mercaderes de los diversos

reinos de España, junto con portugueses, moriscos, algunos franceses, y muchos

judeoconversos, controlaban el comercio en las plazas de la ciudad fortificada y


frecuentaban la zona en un constante trasiego, en el que los productos básicos-

el trigo, el aceite y el vino-, las prendas de vestir y otros productos alimenticios


pasaban por la ciudad desde la Campiña hasta Granada, desde Málaga al Alto

Guadalquivir y desde Murcia a las tierras cordobesas, sin olvidar otros mercados

más internos de ferias locales, como la de Guadajoz o la de Noalejo, famosas por

aquel tiempo. En esta economía prácticamente agroganadera, las tierras alcalaínas,

en los tiempos de cosechas y de la vendimia, se vieron necesitadas de mano de

obra ajena de los pueblos comarcanos y de otros vecinos de tierras más lejanas.

DE LA CIUDAD FORTIFICADA AL LLANO.

UN DESARROLLO POBLACIONAL SINGULAR


Alcalá no sólo era una ciudad en expansión económica, sino también urba-

nística, donde el flujo de habitantes se estaba desplazando desde la fortaleza de


la Mota hacia el Llano y los altozanos del cerro del Calvario, en medio de una

oposición municipal e hidalga, avecindada en la ciudad fortificada de la Mota,

que se sentía amenazada por las pérdidas de los privilegios, mercedes, franquezas

y toda clase de dádivas concedidos por los reyes antepasados.

Durante la estancia de la familia de Montañés en Alcalá la Real, su zona

urbana ocupaba toda la ciudad fortificada y otra serie de barrios denominados

nuevos, juntamente con el Viejo de Santo Domingo de Silos en medio de un

viario procedente de antiguos e caminos y el nuevo damero diseñado por la cardo

del Llanillo y la decumana de la calle Real. Entre viviendas de dos cuerpos y

solares colindantes, acotados para construirse, entre portadas adinteladas y muros

de mampostería. Así se describen los nuevos barrios en 1569, con motivo de

establecer el sistema de protección durante la guerra de la Alpujarra: el de la

Mota que se expandía desde la Puerta de la Plaza cara arriba con el Bahondillo;

el Arrabal Viejo, San Bartolomé y Entrepuertas; el de la Cuesta del Cambrón y la

Cava, descendiendo por la calle de Mari Nieves llegaba a la esquina de las casas

de Pedro Martos, se extendía por la calle Pozuelo hasta las hazas a mano derecha;

el Arrabal Nuevo desde la casa de Mari Nieves abajo hasta salir a la Fuente Nueva

de la Veracruz por la mano izquierda y por la acera mano derecha de la calle Real

desde el mesón de Luis Martínez hasta la casa de Peña Redonda; y el Arrabal de

San Sebastián por la acera de la calle Real abajo hasta el Llanillo y hasta las hazas y

la vuelta hasta la Peña Horadada y vuelta hasta la casa de Miguel Muñoz Herrero.


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Actas de los Encuentros con Martínez Montañés en Alcalá la Real 2 y 3 de noviembre de 2018


Pero los barrios antiguos de la Mota ofrecían un aspecto desolador, como

manifiesta el primer libro de capellanías correspondiente a estos años, en los que

muchas casas estaban abandonadas en el Bahondillo dentro de la Mota7

; por otra

parte, en el barrio antiguo de Santo Domingo se encontraba la misma desolación

con solares y casas vacías, donde vivía la gente pobre8


. De ahí que, hasta el 1582,

no se llegara a realizar un padrón fiable de población, y los vecinos oscilaran entre

los 3.500 vecinos y los 1.800, pasando en algunos años por 3.000 o 2.500. Como


afirma el profesor Rodríguez Molina “el conocimiento de la población ofrece tantas difi-

cultades, ya que durante esta centuria se elaboraron censos y padrones, aunque, a menudos,


muy separados en el tiempo, fragmentarios e impregnados de cierta heterogeneidad”9

. Pues,


Alcalá la Real se constituyó en una ciudad, que, a lo largo del siglo XVI, experi-

mentó un gran incremento de población junto con su villa del Castillo de Locubin.


Y concluimos con el profesor Rodríguez Molina: Alcalá la Real, sin embargo, cuando

todas las poblaciones merman su vecindad de forma tan clara y se estancan en un deterioro

sin remedio, aumenta notablemente su población, de manera que, en 1591 proporcionaba

el censo, junto con Locubín, la cifra de 11.056 personas, que crecen incesantemente, hasta

conseguir, en 1787, la cifra altamente significativa de 14.487 personas, caracterizadas por

vivo dinamismo y panorama lleno de ricas iniciativas”10. Incluso, algunos historiadores

se acercaban a esta última cifra, ya a mediados del siglo XVI11.

LA CALLE REAL Y LA CASA DEL PADRE DE MARTÍNEZ MONTAÑÉS

En este nuevo recinto urbano, la calle Real fue el eje vertebrador junto con

el Llanillo, para estructurar la nueva trama. Basándonos en un vecino de mediados

de siglo XVI, vamos a destacar estos datos de su contexto. Si se dirigía a la ciudad

de Jaén con motivo de realizar algún contrato, se encontraba con una puerta de

nombre de Villena, que debía esta denominación a Tomé de Villena, el cual tenía


un mesón cerca de esta puerta. La calle Tejuela, por otro lado, estaba menos urba-

nizada y poblada de viviendas que actualmente se encuentra, entre solares, casas


cubiertas de teja y mansiones hidalgas. Se entraba por las Azacayas que eran unas


huertas canalizadas por el agua que descendían de los Llanos y también del rema-

7 APSM. Primer libro de Actas de la Parroquia de Santa María la Mayor. Martín Rosales,


Francisco. “Fuentes económicas de la abadía”. II Congreso de la Abadía de Alcalá la Real. Alcalá la

Real. I998.

8 AMAR. Acta del cabildo del 25 de noviembre de 1586. Declaraciones de los regidores

Gamboa, Clavijo y Pineda en esta sesión.

9 V.V.A.A. Alcalá la Real. Historia de una ciudad fronteriza y abacial. Tomo I.Pág.61. Alcalá la

Real. 1999.

10 Ibídem. Pág. 67.

11 MURCIA ROSALES, Domingo. Alcalá la Real en tiempos de Carlos V. Carolus. Alcalá la

Real. 2016.


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La Alcalá la Real de Martínez Montañés

Francisco Martín Rosales

nente de agua que provenía de la fuente de la Mota. Las tenerías de la ciudad se

localizaban por estos lugares, las alfarerías, el molino de zumaque, el remojo del


pescado y las tintorerías. Por un documento de dación de censo y tributo, cono-

cemos este aspecto entre urbano y rural, que desembocaba en el camino de Jaén.


(la antigua carretera) “catorce sogas e media de tierra y solar que he y tengo sobre la

Fuente Beber de esta ciudad e Azacayas, junto con una haça, que la solía tener dada a

censo a Luís de Torres, y es linde con solar de Andrés López, albañil, y solar de Alonso

López de Linares y solares de vos el dicho Diego Hernández”. (A esta calle, entre otras,

confluían la del jurado Alonso Martínez de Écija, que le dio la denominación por

el sitio donde provenía este personaje o su familia, Gala y Antigua).

La ciudad fortificada de la Mota y su vida comercial, social, religiosa y plaza

estaba relativamente cerca de la casa de del padre de Juan Martínez Montañés.

Pero también, la nueva ciudad, que se abría en el Llano, le ofrecía cercanos los

edificios religiosos de los monasterios de San Francisco y de la Trinidad y de la

Madre de Dios de Consolación. Cercano estaba el Barrero y un horno por encima

junto al haza del Cristóbal Gallego.


Pero, en la calle Real compartía vecindad en su derredor con personas dedi-

cadas a todo tipo de oficios del sector primario, secundario y terciario frente a la


mayoría de los barrios nuevos, dedicadas al sector primario. En concreto el padre

de Martínez Montañés vivió en esta calle desde unos años antes que naciera su hijo

Juan. Incluso, en esta casa arrendada, nació su hija Ana en 1565. Antes de esta

nueva vecindad, no hay constancia de la presencia documental de la familia de su

padre en la ciudad de Alcalá la Real, salvo un contrato de un estandarte que realizó

para la cofradía de La Virgen de la Cabeza en 156012. Incluso, aparece una estancia

alcalaína y vecindad de Granada encabezando algunos documentos. Pero, por los

documentos recogidos en el Archivo Provincial de Jaén, se encuentra un poder de

Juan Martínez Montañés al vecino alcalaíno Pedro de Frías y Valderas, recogido en

la escribanía del alcalaíno Juan de Rotaesta. En concreto, el documento procede

del escribano sevillano Mateo Díaz que lo había firmado en 17 diciembre de 1620.

Aunque en la nota marginal aparece el título de Poder entre ambos escribanos, el

del escultor viene con el nombre de Juan Martín Montañés, frente en el texto de

escritura y traslado de poder que aparece como nombre, apellidos y títulos Juan

Martínez Montañés, maestro escultor y arquitecto, vecino de la ciudad de Sevilla en la

colación de la Magdalena. Le concedió todo el poder al presbítero don Pedro de

Frías y Valderas, que por aquel tiempo era estante en la ciudad de Sevilla. El objetivo


del poder no era otro que lo representara en la ciudad de Alcalá la Real o en otro cual-

quier lugar ante las Justicias y otras personas para hacer las probanzas e informaciones


12 MARTÍN ROSALES, Francisco y otros. Historia de la Real Cofradía de la Virgen de la

Cabeza de Alcalá la Real. 2015.


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Actas de los Encuentros con Martínez Montañés en Alcalá la Real 2 y 3 de noviembre de 2018


de su limpieza de sangre e nobleza e como soy hijo legítimo de Juan Martínez Montañés

y Marta González, mis padres difuntos, que Dios guarde, que fueron vecinos de la ciudad

de Alcalá la Real, y de cómo la dicha Marta González fue hija legitima de Francisco

González Moreno y Elvira Jiménez, su mujer, mis abuelos asimismo difuntos, vecinos de

la ciudad de Alcalá la Real, y asimismo de los demás ascendientes y descendientes, de los

susodicho , y de como todos ellos fueron cristianos y de limpia generación sin mota mora


ni judía ni de los nuevamente convertidos a la fe católica”. Y facultaba para que se reali-

zara todo tipo de probanzas e interrogatorios, recogida de testimonios, codicilos,


o escrituras de bautismo13. Pero, en el Archivo Provincial no se halla contenido

alguno del legajo de la limpieza de sangre.

Sin embargo, todas las probanzas afloraron en Argentina ya que habían sido

conservadas por el doctor Julio César Ortiz de Zárate, descendiente del ilustre

imaginero. A partir de este momento, se completaron algunos datos biográficos

de la estancia de la familia montañesina, pues hasta ahora tan solo se sabía que

había ejercido el oficio de bordador en una hipotética calle con el mismo nombre,

y que había complementado su oficio con el de alguacil de la Santa Cruzada en

la iglesia abacial14. Por este documento, se supo que su padre se llamaba como el

hijo, y su abuelo, que procedía de Zaragoza y, a su vez, de los Montes de León,

como un miembro emigrante más, que acudió a la ciudad de la Mota. Se casó por


segunda vez con la alcalaína Marta González habiendo dejado del anterior matri-

monio un hijo de nombre Francisco en la villa de Castillo de Locubín.


En 1564, alquiló esta casa de la calle Real, esquina de la calle Llana, donde

nació Juan Martínez Montañés (1568) y lo hicieron Tomasina (1573), otra Ana

(1575) y Catalina (1579). Aunque la hidalguía residía en los altos de la Mota, el

padre de Montañés gozaba de respeto y prestigio social, porque sus hijos fueron

apadrinados por miembros privilegiados de la sociedad (regidores o familiares

de los miembros del cabildo municipal como Gutierre de Burgos o Bernabé

Serrano de Alférez o el mismísimo Diego Hernández provisor de la abadía). Por

sus buenas relaciones con las autoridades eclesiásticas, ejerció de hermano mayor

de la Santa Caridad y administrador mayordomo del Hospital del Dulce Nombre

de Jesús, por los años setenta, unos años que se trasladara su edificio al Llanillo

de la Alhondiguilla, frente al entorno del convento de la Trinidad15. Además, esta

13 El dieciocho de enero de 1621, le trasladó el poder Juan Frías al procurador Francisco

Gutiérrez ante el escribano Juan de Rotaesta, siendo testigos el presbítero del Castillo Pedro Duran,

el escribano y procurador de número Antón de Santillán y Juan de Moya. En certificado aparte,

aparece el traslado de Juan de Fonofaya ante el escribano sevillano Francisco de Castro.

14 Juan Lobera, Carmen. Nuevos y muy importantes datos sobre Juan Martínez Montañés.

Boletín de Estudios Jiennenses. Núm. 154. 1994.

15 MARTÍN ROSALES, Francisco. Martínez Montañés y el Dulce Nombre de Jesús. Revista

de la Real Cofradía del Dulce Nombre de Jesús y Santa Caridad. Alcalá la Real. 2018.


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La Alcalá la Real de Martínez Montañés

Francisco Martín Rosales

calle comenzaba a convertirse en una zona comercial, donde se ubicaron muchos

oficios y tiendas que se bajaban de la Mota. Por la parte alta de la segunda sección

de la calle Real, vivían los miembros de la familia artística de los sardos, con los

que el padre mantenía muy buenas relaciones amicales y de profesión, porque


alguno de sus hijos declaró ser prestamista del bordador en la compra de mate-

riales para el estandarte de la Virgen de la Cabeza en 1561.


Su nacimiento tuvo que acontecer en esta casa de esta calle y se basa en


otro documento del Archivo Histórico Provincial de Jaén, firmado por el escri-

bano dibujante Gómez Muñoz Monte, en el que se manifiesta que Juan Martínez


Montañés registró un contrato de arrendamiento de unas casas en la calle Llana16.

El documento data cuatro años antes que naciera el artista. Lo firma el propio

padre Juan Martínez, bordador como arrendatario y vecino de Alcalá la Real. Lo


contrata con Bernardino de Escaladas que no sabía firmar. La ubicación se espe-

cifica con “unas casas que vos tenéis en la calle Llana, que lindan con casas de Marcos


Ruiz del Moral e con casas de Leonés el Viejo e la calle Real”. Su alquiler consistió en

3 ducados. No eran otras que las que hacían esquina de la calle Llana, frente al

antiguo convento del Rosario, pues no podían ser linderas de dos calles a no ser

que fueran esquina o el corral diera a una de ellas17.


A pesar de ello, la familia de Montañés pudo comprobar que se sobreva-

loraba el recinto fortificado como centro comercial, político, religioso y judicial


en detrimento de la nueva ciudad floreciente, dando lugar a una pugna entre los

grupos privilegiados y los nuevos advenedizos junto con un estancamiento de


su desarrollo, pues impedía que los centros de servicios básicos, públicos y reli-

giosos, se trasladaran a nuevos barrios en detrimento de la economía local y de la


estética de la ciudad, aduciendo que estaban formados por gente que no sabían

defender los valores de sus antepasados.

16 AHPJ. Escribano Gómez Muños, folio 13 Cinco diciembre de 1564.

17 En esta casa contratada por su padre debería colocarse la placa de la pintura velazqueña

de Martínez Montañés, en lugar de la primera mansión de la calle Bordador, donde, en 1927, se


puso, a instancias de un grupo de vecinos, siendo alcalde don José Benavides. Este mosaico perte-

nece a la escuela sevillana de pintores ceramista, un tal Bernardo que trabajaba en la fábrica de la


viuda de José Tova Villalta, copia del rostro y medio busto de Velázquez. Se creyó que en esta calle

había nacido el Dios de la Madera por llamarse en el primer tercio del siglo XVII, calle del bordador.

Curiosamente, en marzo de 1914, se le cambió el nombre de la calle Llana de Gutierre de Burgos

por la de Juan Martínez Montañés. Unos años después, en 1955, se erigió una estatua en honor de

Martínez Montañés, Este monumento fue encargado al escultor jiennense Jacinto Higueras, que se

valió de algunos modelos anteriores, sobre todo Velázquez y la nariz de algunos paisanos. Según

cuenta Jacinto Mercado, director del Museo Jacinto Higueras, el busto del insigne escultor fue la

última obra de Jacinto Higueras antes de su fallecimiento en 1953, el resto de la obra, corrió a cargo

de su hijo, el también escultor Jacinto Higueras Cátedra. Y fue inaugurado, dos años después, por

el ministro Joaquín Ruiz Jiménez.


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Actas de los Encuentros con Martínez Montañés en Alcalá la Real 2 y 3 de noviembre de 2018


UN CONFLICTO URBANO

Se percibe este conflicto entre la población de la ciudad fortificada, que

había recibido, por su carácter fronterizo, una serie de privilegios y mercedes, y

el asentamiento de las capas sociales no privilegiadas, que residían en los nuevos

barrios surgidos tras las mercedes concedidas por los Reyes, donde habían

acudido estos nuevos vecinos al aire de iniciar negocios, establecer tiendas y

ejercer oficios artesanales. Hasta mediados de siglo, se había mantenido la medina

de la ciudad de la Mota como recinto donde las familias hidalgas conservaban sus

mansiones; a su vez, para el mercado se reservaba como centro la Plaza Alta de la

Mota y, por peso histórico, los representantes de los poderes- religiosos, políticos,


judiciales y económicos- establecieron los edificios de sus organismos e institu-

ciones dentro de los muros y del Arrabal Viejo de Santo Domingo. En el reinado


de Felipe II, sin embargo, los nuevos vecinos comenzaron a abrir los negocios en

los nuevos arrabales, el comercio derivó en muchas ocasiones a las afueras de los

recintos fortificados, en el rastro, alhóndiga y casas particulares, y la Iglesia se vio

envuelta en el conflicto de la apertura de algunos conventos y parroquias. Esto se


manifestó claramente con motivo del intento de la creación de una nueva parro-

quia en el año 1586 en el arrabal de la Veracruz, apoyada por un amplio sector de


vecinos. También, el corregidor y los escribanos llegaron a abrir sus dependencias

en el llano de la ciudad. Tampoco, dio tiempo al corregidor a que llevara a cabo

una exhaustiva información para construir una carnicería y un matadero, con el


fin de agilizar las compras matutinas y los inconvenientes que suponía el despla-

zamiento de la población de los barrios bajos18.


Sin embargo, este periodo fue un preludio de lo que aconteció el siglo

siguiente con la ejecución de las iniciativas no permitidas. Pues, en este tiempo, se

denegó la apertura de establecimientos públicos como el matadero o la carnicería,

y se vetó la nueva parroquia de la Veracruz, porque razones de honor primaron a


principios económicos. Pues subir al recinto fortificado no era sino un inconve-

niente para la mayor parte de la población que perdía mucho tiempo en realizar


los negocios burocráticos y abastecimiento por la lejanía de sus domicilios con los

edificios comerciales, institucionales y religiosos.

No sólo se añaden a estas nuevas circunstancias el aumento de la población

y los nuevos campos de producción que comienzan a ser rentables, sino también

que el recinto fortificado comienza a sufrir las consecuencias derivadas de los

fenómenos naturales, del abandono de sus casas y de su transformación de ser

una posición militar en un espacio civil y eclesiástico, quedando su funcionalidad

primera en un testigo histórico, cuyo personaje más representativo era la figura

18 AMAR. Acta del 25 de noviembre de 1586.


25

La Alcalá la Real de Martínez Montañés

Francisco Martín Rosales

honorífica del alcaide de la fortaleza. En los años ochenta, además de lo anterior


comentado, la ruina del flanco suroriental de la fortaleza causó una pérdida irre-

mediable con la caída del Gabán, Cañuto, muralla y dos torres muy importantes,


como las del Pendón y del Farol, a pesar de que se hicieron los mayores esfuerzos

con la llegada de maestros de cantería como Ambrosio de Vico, maestro mayor de


la Iglesia de Granada, y del cordobés Navarrete. Sin embargo, no se pudo recons-

truir y se sustituyó por un antepecho para sujetar aquella mole, en la que estaban


adosados los corredores, escribanías y algunos edificios de la plaza. En estos años

ochenta del siglo XVI, fue el golpe mortal para el recinto amurallado del Gabán,

que ya no pudo recuperarse y marcó el cenit del recinto fortificado cuando dejó

herida de muerte la vida burocrática y comercial de la parte noble de la Mota.

A pesar de esta tendencia natural al crecimiento poblacional de muchas

ciudades, que corresponde a un periodo de mayor expansión urbana que al

mantenimiento de un recinto privilegiado y militar, en la ciudad fortificada se

restauraron las murallas del Trabuquete, de Santiago, del Rastro, y el propio

Gabán. Esto, sin olvidar la propia fortaleza o castillo, donde Ginés Martínez de

Aranda llevó a cabo unas trazas que se mantendrán hasta el presente siglo con

leves remodelaciones. En su entramado urbano, se remodeló su centro básico

con una nueva plaza, más amplia y de mayor perfección estética, rodeada de las

Casas de Justicia, de nuevos corredores, una gran parte de la nueva Iglesia Mayor

y la demolición de edificios que hicieron perder la simetría de la Plaza Baja. Se

corrigieron y ampliaron las calles angostas de la Calancha, la de Góngora, o la

del Taller y se ubicaron en su recinto el convento de la Encarnación, la Casa de

la Mancebía, las Carnicerías y el Palacio Abacial. Sin embargo, cuatro años antes

de que acabara el siglo, el barrio de la Mota, con el que se denominaban los

de Santo Domingo, Bahondillo y Despeñacaballos, menguó de 1600 vecinos a

cuatrocientos19 en favor de los barrios nuevos.

Por otro lado, en este tiempo, nuevos edificios religiosos se extendieron por

la ciudad del valle y Llanillo de modo que, frente a las directrices urbanas de la

oficialidad del cabildo, el clero secular y regular ofreció unos servicios cercanos a


los vecinos que no podía ofrecerlos el cabildo abacial. Así, desde 1550, se mantu-

vieron las iglesias de San Juan y San Marcos, (a veces monasterio) y se levantaron


las nuevas iglesias y ermitas de la Veracruz y de la Magdalena, los conventos fran-

ciscanos de los Mínimos y de la Orden Tercera en los templos de San Francisco


y Consolación, y algo más tarde el monasterio de los dominicos del Rosario20,

19 AMAR. Acta del cabildo del 2 de agosto de 1595.

20 AMAR, Acta del cabildo del 29 de noviembre de 1591. Ya estaba fundado el convento en

una casa de la calle Real, su prior era el padre prior Juan de Montoya, famoso por escribir un libro

sobre el Santísimo Sacramento, dedicado a la ciudad de Alcalá la Real.


26

Actas de los Encuentros con Martínez Montañés en Alcalá la Real 2 y 3 de noviembre de 2018


en el centro de los nuevos barrios, lo que van a dar nombre a sus alrededores

y urbanos. También se produjo el traslado y nueva obra del hospital del Dulce


Nombre de Jesús21 a la parte llana y el de la Veracruz junto con la iglesia, cemen-

terio y edificios anexos (1550), la apertura de dos nuevas puertas, la de la Tejuela


y los Álamos, y, dentro de los servicios privados, se multiplicaron las posadas y

mesones que a lo largo del Llanillo jalonaban el camino de la Corte. Por citar

un ejemplo de oficios fuera del recinto fortificado, tan sólo había algún que otro


mercero, lencero, y especiero, y abundaban los agricultores, y los oficios contami-

nantes como las tenerías, curtidores, batanes, y herreros. No obstante, conforme


se acercaba el final del siglo, la calle Real se convirtió en mansión de hidalgos,

de clérigos, gente de servicios y profesiones liberales, como notarios, tenderos,

artesanos y artistas como los Sardos-Raxis.

Junto a la expansión de la ciudad, hay que relacionar el asentamiento y


dispersión de un gran número de viviendas rurales, relacionadas con las activi-

dades agroganaderas. En su mayor parte, eran de estructura efímera o de piedra


seca, como chozones, cuevas, o corralones, y, otros, estables como los cortijos

de los grandes labradores, que provenían de antiguas alquerías y villas romanas.

Incluso, surgieron o se desarrollaron núcleos rurales procedentes de varios cortijos

de la zona en terrenos baldíos, a los que se les permitieron edificar ermitas como


la Coronada y Santa Ana en el entorno de la Fuente del Rey, en Frailes, la dedi-

cada a Santa Lucía, y en Charilla a San Miguel en 159022.


COMPOSICIÓN SOCIAL

En cuanto a la composición de la sociedad, los estudios posteriores

demuestran un alto componente superior de clase jornalera y labradores frente

un grupo reducido de oficios artesanales y profesionales, administración y clero.


A finales de los ochenta, constituyen los grupos minoritarios los moriscos dedi-

cados al comercio y arrieros (los gaçis), los franceses y la minoría portuguesa


dedicada también al comercio y a las tiendas de la Mota a través de una red que

partía de Sanlúcar donde tenían su centro de compra al por mayor de lencería y

mercancías23. En cuanto los gitanos citamos varias conclusiones de la historiadora

y archivera Carmen Juan Lovera. Y así hasta dieciocho bautizos de hijos de gitanos,

entre 1539 y 1599, lo que da una proporción superior al uno por mil, en la parroquia, y

21 AMAR. Acta del cabildo uno de febrero de 1597. Se recogen las obras de dicho hospital,

que empezaron en 1594, y la petición de limosna al ayuntamiento porque estaban en obras,

tenían muchos gastos de botica, médicos de entierros, enfermos y transeúntes, el salario de cuatro

hermanos de san Juan de Dios.

22 AMAR, Acta del cabildo del 21 de agosto de 1590.

23 AMAR. Acta del cabildo del 3 de abril de 1576.


27

La Alcalá la Real de Martínez Montañés

Francisco Martín Rosales

que durante este tiempo tuvo un total de 16.708 bautizaos...Como suponemos que en la

otra parroquia la de Santa María la cifra es semejante, se pude decir que, en la sociedad

alcalaína del siglo XVI, había una importante representación de la raza gitana...24. Al

mismo tiempo, son numerosos los nuevos vecinos, que aparecen en los libros de

actas desde el año 1570. Poco a poco trataron de evadir el control municipal que

establecía la ubicación comercial en las plazas alta y baja de la Mota, instalándose

en otros barrios de la ciudad en perjuicio de los tradicionales comercios y oficios

y abusando del privilegio de vecindad que les permita entrar en otros mercados

beneficiándose de las exenciones de la ciudad25.

Desde la Mota se habían bajado hacia la ciudad del valle algunos oficios

liberales como los abogados Jerónimo de Torreblanca, Juan de Aranda o Martín

Ruiz de Hermosilla, que compartían vecindad con clérigos como Jerónimo de


Hermosilla o Martín Cano, el escribano Pedro de Baena,- por cierto muy colin-

dante con la casa de Pedro Sardo que heredó su hermano el pintor Miguel de


Rages-, el escribiente Hernán Pérez de Jerez o los medidores de tierras como

Andrés Martínez de Cazorla, expertos en los recudimientos de los reparticiones y

de las valoraciones de tierras y cosechas a la hora de evitar desfalcos e impagos;

no era extraño que algunos médicos como Diego López de Molina viviera junto

a su vivienda como el doctor Civantos y el boticario Sebastián de Quesada que

regentaba una de las boticas principales de la Plaza Baja de la fortaleza de la Mota.

COMERCIO

Alcalá la Real se había convertido, a mediados del siglo XVI, en un gran

centro comercial, donde predominaban los mercaderes, comerciantes, tratantes,

merchantes y corredores. No sólo, comercializaban productos para abastecimiento


interno o externo, sino que intervenían de intermediarios y como centro distri-

buidor de otros lugares comarcanos (los había en Colomera, Campotejar, Monte-

jicar, Iznalloz, Priego, Castillo de Locubín, Alcaudete, Montefrío, Moclín...). El


comercio del vino, por los datos de profesores como Rodríguez Molina o Carmen

Argente, se remontaba al alto medievo, pero nacieron nuevos mercados como los

de los pueblos de los Montes Orientales de Granada y del Obispado de Guadix26.


Por otra parte, el comercio del aceite también tenía como centro de distri-

bución a los comerciantes alcalaínos. Su abastecimiento procedía, sobre todo, de


la villa de Luque y pueblos cordobeses. Era muy frecuente que se coaligara con el


24 JUAN LOVERA, Carmen. Aportaciones documentales a la historia de los gitanos en Anda-

lucía. Boletín de Estudios Jiennenses. Diputación de Jaén. Cita que muchos eran alabarderos y danzantes.


25 AMAR. Acta del cabildo del 10 de mayo de 1585.

26 AAVV. Alcalá la Real. Historia de una ciudad real y abacial. Tomo I.


28

Actas de los Encuentros con Martínez Montañés en Alcalá la Real 2 y 3 de noviembre de 2018


del vino en la comercialización. Tampoco, podemos olvidar otros puntos y otros

géneros de mercancías, como el comercio de la seda, tanto para abastecimiento


como para exportarla a lugares, a veces tan lejanos como Toledo. Un claro testi-

monio de ello lo tenemos con la presencia de mercaderes toledanos en los mesones


de esta ciudad contratando el transporte de esta valiosa mercancía a su ciudad27.


No faltaban, en esta calle, los mercaderes de cereales y otros abasteci-

mientos como Martín de Córdoba, Alonso Díaz de Castilla, Gonzalo de Palma,


que se especializó en el comercio de la cera (velas, velones, hachas, hachones

para uso eclesiástico y doméstico), Alonso Pérez de Contreras, o Rodrigo Pérez.

Tampoco, hay que olvidar la presencia de mercaderes foráneos. Entre ellos

destacaba el comercio de la lana, en un tiempo en que la ganadería, sobre todo

lanar, predominaba frente a la agricultura. Tenemos constancia de la presencia

de comerciantes genoveses, castellanos y sevillanos en la compra de las lanas

locales. Entre estos últimos se hallaban n los hermanos Alonso y Agustín de la

Torre, representado por Juan Ramos, que mantenían relaciones comerciales con

los hijosdalgo alcalaínos28[2] o en las mismas condiciones con Pero Fernández de


Alcaraz) . Entre los genoveses hay que destacar a Peligro Maiolo, un gran comer-

ciante financiero afincado en Granada con una red comercial que abarcaba hasta


las minas de Almería, y en el último decenio Pedro Veneroso.


Pero los oficios manuales como los de la rama textil ocupaban las prin-

cipales casas de su vecindad; se elaboraba, sobre todo, el paño pardo29. En esta


calle, se encontraban el calcetero Juan Rodríguez, los sastres Bartolomé Rodrí-

guez, Carranza y su mujer Anda de Narváez, Pedro de la cruz, Cristóbal Camacho,


y Hernán Martínez; los tejedores de paños, seda, terciopelo, tafetán estaban

presentes como Francisco Mariscal, con un comercio que derivaba incluso a tierras

americanas, o Juan de Jaén, tejedor de sedas; el estebador Pedro Fernández, el

tintorero Domingo Moreno (para ello usaban tintes basados en la ceniza del

lentisco, como hemos podido comprobar en algunos documentos de contrato30; en

la rama de la piel , el tundidor Cristóbal Gallego, los zapateros Martín de Peñalver

27 AHPJ. Contrato entre el toledano Francisco de la Torre y Gonzalo Hurtado ya arrieros

alcalaínos, Antón Jiménez y Pedro del Moral, vecinos de Jaén para transportar nueve fardos de seda

que se encontraba en el mesón de Francisco Muñoz. 12 de junio de 1562.

28 AHPJ. Ante Hernán Sánchez 560 vuelto. 22 de junio de 1562.Ccontrato del beneficiado

Pedro de Aranda, tío de Baltasar de Aranda en 1562 de 250 arrobas de lana merina al precio de 20

reales cada arroba.

29 Ibídem Dote de Antón Muñoz, hijo de Blas y Gutiérrez López. 15 de julio de 1562 a

precio de siete reales la vara y cada paño alcanzaba unas 22 varas en telares veintedocenantes con

tres peines y una retiña de siete mil canes con sus aderezos.

30 AHPJ. Contrato entre Alonso Peláez y Juan García Espejo por compra de ceniza de

lentisco. 30 de marzo de 1562.


29

La Alcalá la Real de Martínez Montañés

Francisco Martín Rosales

y Pedro Álvarez Cañuelo; la rama del metal estaba presente en la familia “del

Moral”, herreros que brillaron en el manejo del hierro destacaban en la cerrajería

de las capillas de las iglesias, entre ellas la de la Iglesia Mayor Abacial con Andrés y

Miguel del Moral, o Francisco López, otro herrero compartió vivienda con Pedro

Martínez.

OTROS ESTAMENTOS

En cuanto a las relaciones de los diversos estamentos civiles y eclesiásticos,

no se percibe en este periodo un enfrentamiento, sino que, en la mayoría de

las ocasiones, la colaboración entre ambas instituciones es la norma común de


comportamiento, teniendo en cuenta que, salvo la autonomía municipal, el corre-

gidor y el abad son nombrados o propuestos por la Corona. Aún más, coinciden


en reivindicar ante el rey dos cuestiones fundamentales para la abadía de Alcalá:

su conversión en Obispado y la reserva de dos capellanes de la Capilla Real de

Granada para los vecinos de Alcalá. En cuanto al primer asunto, el principal

defensor fue el abad Maximiliano de Austria, emparentado con Carlos V, que

usó de todas sus artes de influencia para ello, pero tuvo el impedimento de los

obispos cercanos a Felipe II, y probablemente, los obispados del entorno, sobre

todo, el de Jaén. Y eso que se enviaron comisarios a la Corte, se contó con el

apoyo del Duque de Sesa y de otras personas influyentes en ella, como el marqués

de Priego31. En cuanto a la participación en el nombramiento de capellanes, habrá

que esperar un siglo, más o menos, para que, con el abad San Martín, consiguiera

que se reservase dicho nombramiento a sacerdotes de la abadía de Alcalá la Real.

El grupo noble y de caballeros del regimiento se confundía entre ellos y

muchos de ellos participaban de las preeminencias y protocolos sin necesidad

de ser miembros del cabildo, hasta el punto que no llegó a fundamentarse una

división o excepcionalidades hasta finales del reinado por el simple hecho de

ser munícipe, tal como ocurría en las celebraciones de san Sebastián o en las

procesiones fijadas en la tabla del cabildo, donde no había distinción. Además,

se percibió cierta apertura en este círculo cerrado, fruto de la reproducción de


enlaces continuos entre los miembros de las mismas familia y la endogamia fami-

liar, por medio de la incorporación de nuevas familias a través de la compra de


oficios y su venta aceptada por parte dela Corona, creando otros nuevos, con lo

que llegaron a acrecentarse a veintisiete regidores y a ocho jurados mediante una

mercantilización, en el que el precio oficial de ochocientos y quinientos ducados

se había sobrevalorado en los contratos de los escribanos en mil ochocientos

ducados. Claro ejemplo de ello es la protesta de los antiguos regidores cuando

31 AMAR. Acta de cabildo del 19 de agosto de 1586


30

Actas de los Encuentros con Martínez Montañés en Alcalá la Real 2 y 3 de noviembre de 2018


manifestaban en 159332: No se creen más regimientos ni jurados que ay veintisiete

regidores y ocho jurados por dos mil vecinos

A imitación de otras ciudades, surgieron compañías de caballeros como

la de san Sebastián, se reguló el protocolo de ciudad en el Corpus y el de los

regidores y jurados, anunciando un nuevo periodo más fastuoso y de oropel

que de entrega a los servicios de la Corona. No obstante, estaba muy enraizado

el sentido caballeresco de los regidores, pues llegó a impedirse prerrogativas

como las de la alcaldía del Castillo de Locubín a los nuevos regidores, de origen


distinto a la descendencia de sangre y procedentes del enriquecimiento econó-

mico. Sobre todo, nos referimos a unas familias denominadas los Zamoranos,


que emprendieron en este periodo una serie de pleitos contra los hidalgos del

cabildo por razones de linaje, inventándose, como era frecuente en aquella época,

falsas genealogías que se remontaban familias de origen castellano y leonés (33).

Pero, esto no impidió que, incluso, entre los nuevos regidores algunos extranjeros

como la familia de los genoveses alcanzara un regimiento de Alcalá la Real con el

nombramiento de Pedro Veneroso en 159834.

La ciudad se organizaba institucionalmente por medio del cabildo, bajo la

presidencia del corregidor. Éste, a su vez, ejercía como voz de los ciudadanos en


forma de acuerdos, propuestas y ejecución de órdenes, y, al mismo tiempo comi-

sionaba a sus miembros en distintos apartados y asuntos. Entre ellos, nombraba


comisiones de abastecimiento, aguas, o milicias y alcaldes de oficios, entre los

que destacaban los sastres, zapateros, caldereros, jubeteros, herreros, curtidores,

sederos, tundidores, aguadores, albañiles, carpinteros, odreros, fieles del peso de

la harina, de la carnecería y padres de menores.

La vida del corregimiento vivió en un periodo de relajación y descontrol

durante los primeros años del reinado de Felipe II, hasta la llegada de Zarco de

Morales, juez de cuentas por nombramiento real, que levantó, en 1584, un auto

contra las autoridades locales acusándolas de malversación de fondos públicos,


defectuosa administración, y partidas aprobadas sin consignación, así como usurpa-

ción de tierras colindantes con los cortijos de los hacendados. Desde este momento,


32 AMAR. Acta del cabildo del 20 de abril de 1593.

33 AMAR. Acta del cabildo del 10 de diciembre de 1596, que recoge el fallo de la Chancillería

del 10 de noviembre del mismo año. En el acta del cabildo del 2 de agosto de 1597, se encuentra un

traslado de una provisión real, en la que se relata la historia de la familia, Pedro Hernández de Jaén,

había llegado a ser regidor, tras una vida próspera, por la que se había enriquecido con el comercio.

Ello dio lugar a que su yerno y dos hijos (Juan y Cristóbal Zamorano) alcanzaran nada menos que

tres regidurías y la categoría de hidalgos por medio de una serie de probanzas relacionadas con los

montes de León. Incluso un hijo se emparentó con la familia de Francisco de Pineda.

34 AMAR. Acta de cabildo del 24 de julio de 1598.


31

La Alcalá la Real de Martínez Montañés

Francisco Martín Rosales

se endurecieron las relaciones entre el poder local y el representante de la Corona,

con una serie de pleitos interpuestos contra los corregidores por el salario.

CULTURA, EL ARTE Y RELIGIÓN

La nueva ciudad del llano y la reconstrucción de los edificios municipales

y del corregimiento contribuyeron a la llegada de famosos artistas a la ciudad de

la Mota como los arquitectos Ambrosio de Vico, Jacobo Florentino, Juan de Orea,

Machuca, Lázaro de Velasco, o Ginés Martínez de Aranda; el propio Vandelvira

fue veedor de las fuentes de los Álamos. Como muy bien manifiesta Lázaro Gila

Medina, “Esta fecunda y variada actividad , fruto de la paz, de la pujanza que alcanzaron

en este territorio y en estas centurias las principales actividades económicas-básicamente

cerealistas, vitivinícolas y ganaderas- no solo afectaron al campo de la arquitectura, sino


que también , una vez hecha realidad esta variada gama de edificaciones, había que equi-

parlas de todos los muebles necesarios(...) así pues, piezas tales como retablos, rejas,


lámparas, órganos, imágenes sueltas de pinturas o de talla, tronos procesionales etc. Son


a partir del segundo tercio del siglo muy solicitados35” También, la iglesia abacial repre-

sentó un fuerte impulso para el desarrollo de la ciudad. Su mecenazgo benefició a la


formación espiritual y cultural de muchas personas. Por otro lado, todos los campos

del arte se vieron beneficiados de todos los movimientos que surgieron a lo largo

del siglo XVI en el ámbito religioso. Sus iglesias, sus retablos, sus ornamentos, las

obras de pintura y escultura y artes menores, se acrecentaron tras la contrarreforma

y las nuevas directrices emanadas desde el Concilio de Trento. En esta línea hay

que entender la presencia de muchos artistas que acudieron a la ciudad de Alcalá la

Real para el diseño y construcción de sus edificios, desde las iglesias a sus palacios y

centros educativos hasta la ornamentación y equipación de objetos e instrumentos.

Por eso, Martínez Montañés no olvidó nunca la relación alcalaína con su tierra,

a pesar de que el pueblo sevillano lo consideraba como su artista universal y no

es de extrañar que el retrato de Francisco Valera lo pintara en su madurez como

un escultor sevillano. En su obra, la huella del entorno cultural siempre estuvo

presente a la hora de sus primeros pasos de su carrera artística. Aquel entorno de

la calle Real de la ciudad alcalaína y de su parroquia de Santo Domingo de Silos no

pasaron de baldío en su formación artística. Sin lugar a dudas, junto con su padre


debió frecuentar el retablo plateresco del altar mayor y sus colaterales que refle-

jaban un arte que partía del Renacimiento, se adentraba en el manierismo, como


se demuestra en las referencias documentales que recogiera el comisario Romero de

Torres, allá por los años treinta del siglo XX, y cuyos restos perviven en la capilla

del Sagrario de Nuestra Señora de las Angustias. A través de su padre, del mismo

35 AAVV. Lázaro Gila Medina. Tomo IV- P33.


32

Actas de los Encuentros con Martínez Montañés en Alcalá la Real 2 y 3 de noviembre de 2018


nombre y oficio de bordador, contactó con la familia italiana de los Raxis-Sardos,

como se constata en algún documento notarial, en la que, Pedro de Raxis el Viejo,

le prestaba unos fondos para elaborar las letras del estandarte de Nuestra Señora de

la Cabeza, cuando se ponía en marcha la cofradía alcalaína36. Y, junto a los Raxis,

el escultor y entallador Martín Pérez, cuya obra se contemplaba en la torre de la

Imagen y en las Salas de Cabildo de la ciudad fortificada, Rodrigo de Figueroa (que

puede identificarse con el desconocido Rodrigo Moreno que enseño a su maestro

Pablo de Rojas), que se detalla en los inventarios de la mayoría de los enseres y

objetos de escultura de la iglesia y cofradía de la Santa Vera Cruz (el Cristo de las

Penas, la Cruz Verde, la Madre de Dios),y Jusepe de Burgos a quien se le atribuye

la imagen de la patrona de Alcalá la Real, la anterior imagen de Nuestra Señora de

la Antigua. Y, en la arquitectura, la familia de los Bolívar que procedían de Granada


bajo la égida de Diego de Siloé, se afincaron en esta ciudad y difundieron el manie-

rismo arquitectónico en todos los templos abaciales y de su entorno.


Además, su infancia alcalaína contribuyó a que ingresara de aprendiz

en torno a los ocho años y bajo la maestría del miembro de la familia sarda


el famoso escultor Pablo de Rojas, exponente máximo de la Escuela Grana-

dina. Y, a través de sus primeros pasos de aprendiz, en su taller pudo recibir la


formación basada en los grabados y estampas que conocía de la casa de Pedro

Sardo, dibujos y láminas que traían de Italia cuando sus padres y hermanos se

desplazaban a tierras sardas y volvían cargados con una muestra de referencias

mitológicas y religiosas a la manera de los grandes artistas que identificaban

como artistas a lo romano. Ir de la mano de Pablo de Rojas no debió costarle

mucho a su padre a la hora de acudir a los talleres de la calle Elvira para que

el niño Montañés se ejercitara en la madera y diera sus primeros pasos entre

gubias, bocetos y modelinos.

Y, ya instalado en Sevilla, no olvidó tampoco su pasado alcalaíno. A su

taller acudieron varios alcalaínos o relacionados con el entorno de la ciudad de

la Mota37. Desde Gaspar de Rages, sobrino de Pablo de Rojas, hijo de Melchor de

Raxis, que le policromó muchas imágenes, hasta el escultor Francisco de Villegas,

casado con la alcalaína Mayor de Raxis, hija del escultor Melchor Sardo, hermano

de Pablo de Rojas. No es de extrañar que Martínez Montañés sintiera la muerte

de su maestro Pablo de Rojas, al comunicarle los sobrinos en 1611 y solicitarle

permiso para acudir a su pueblo natal para recoger la herencia de su tío. Años más

tarde, se ofreció como embajador alcalaíno para avalar los tesoros y mensajes de los

36 MARTÍN ROSALES, Francisco. Historia de la Real Cofradía de la Virgen de la Cabeza.

Alcalá la Real. 20

37 MARTIN ROSALES, Francisco, y ROSALES FERNÁNDEZ, Francisco, Pablo de Rojas,

maestro de Juan Martín Montañés. Alcalá la Real. 2000.


33

La Alcalá la Real de Martínez Montañés

Francisco Martín Rosales

indianos en tierras americanas, como lo hizo con la familia Sánchez de Hinojosa38.

Siempre mantuvo el cordón umbilical con su ciudad, y, por eso, en los momentos

precisos, recordó a la familia de los Frías a la hora de solicitar su expediente de

limpieza de sangre. Por eso, se acuerda perfectamente hasta el segundo decenio del


siglo XVII, de sus orígenes alcalaínos remontándose a sus abuelos maternos y enor-

gulleciéndose de una familia privilegiada que no se veía relacionada en ser judío o


cristiano nuevo. De ahí que su pasión por el Dulce Nombre de Jesús, una advoca-

ción que le impulsó su padre, cuando en Alcalá la Real regentó el Hospital de este


nombre en los años sesenta, le animara a ser miembro de esta cofradía sevillana39.


En el Archivo Municipal de Alcalá la Real, varios documentos, de memo-

rias y constituciones de cofradía y hospital, entre ellos los libros de cuentas, entre


los años comprendidos entre el veinte de abril de 1570 y el mes de julio de

1572, manifiestan que ejercía de mayordomo de la cofradía y Hospital su padre

el bordador Juan Martínez Montañés de modo que aportaba un nuevo dato a la

presencia de la familia del imaginero Juan Martínez Montañés en Alcalá la Real.

Pues, refrenda que su padre fue mayordomo por estas fechas y administró sus

bienes y, como es natural, se vio inmerso en el espíritu caritativo de este hospital

dedicado a los enfermos, pobres de solemnidad, transeúntes y personas de mayor

edad. Y amplía la información de la biografía de padre e hijo, pues, tan sólo se

databan hasta ahora su presencia con un préstamo de seis fanegas y media de

trigo que le hizo el cabildo alcalaíno en 1559, el nacimiento de su hermana mayor

Ana en 1565, nuevos préstamos de trigo en los años posteriores ante la carestía

del pan, y, recientemente, el arrendamiento de la vivienda paterna en la calle

Llana, esquina de la calle Real, tres años antes que naciera el Dios de la Madera.

Con el legajo de cuentas del Hospital no se cierra en el ejercicio de 1570, ni

Alcalá estuvo ajeno a esta persona, y se ratifica con un pago de dinero en el cabildo

en 22 de diciembre de 1570, por el que se recogían varias libranzas o partidas


de gastos que procedían de las órdenes del alcalde mayor. Por cierto, muy inte-

resantes, porque aluden al trasiego entre los soldados que acudían o regresaban


desde la Guerra de las Alpujarras y manifestaba el lamentable estado con el que


38 MARTÍN ROSALES, Francisco y MURCIA ROSALES, Francisco, Alcalá la Real, Cancio-

nero, relatos y leyendas.


39 En concreto, su padre fue mayordomo y, a la vez, prioste de la cofradía de la Santa

Caridad. No alcanzando el sexenio de gestión, porque solo se mantuvo entre tres años. Fue un

momento, en el que el Hospital todavía no se había trasladado al Llanillo, sino que se ubicaba en

la Almondiguilla, frente al torno del convento de la Trinidad. De este edificio junto a la Alhóndiga

por la calle Cava, bajó al Llanillo por los años ochenta para acabar definitivamente, en 1601, la

zona entre este y la calle que la iglesia de la Caridad del Hospital del Dulce Nombre, dio el nombre

a la calle Ramón y Cajal o Caridad donde se mantuvo hasta mediados del siglo XIX. Todavía nos

podemos fijar en la veleta de la iglesia de la Caridad.


34

Actas de los Encuentros con Martínez Montañés en Alcalá la Real 2 y 3 de noviembre de 2018


debían ser socorridos. Se escribía “descárguensele demás mil e doscientos e noventa e

dos que pagó a Juan Martínez Montañés, mayordomo del hospital del Nombre de Jesús,

de esta ciudad para que con ellos se enviase, como se envió, ciertos soldados enfermos que


se llegaban a dicho Hospital”. En estos reembolsos, aparecía como bordador, mayor-

domo del Hospital y hermano mayor de la cofradía de la Santa Caridad. Su labor


debió afrontar varias dificultades, porque hubo un gran movimiento de tropas por

Alcalá; tuvo que pagar varias deudas anteriores y realizar algunas reformas en el

Hospital, entre ellas una chimenea40. Su padre mantuvo la estancia en Alcalá la Real

hasta 1580, como se constata en la libranza del segundo estandarte de la Virgen de

la Cabeza41 y una referencia de contrato de un terno negro para la iglesia abacial.


Curiosamente, como señala el profesor Lázaro Gila Medina “dedujimos que sus posi-

bilidades económicas serían bastante limitadas, Hasta el punto que esta pobreza de medios


sería la razón fundamental que le empujaría a la emigración. Así pues, diremos que Juan

Martínez Montañés, el 24 de marzo de 1579- su hijo rondaría los 11 años- tras reconocer

que estaba obligado a bordar el terno negro completo, pedía al mayordomo de su fábrica

le adelantase 6.000 maravedíes, ya que de no ser así no podría continuar el trabajo. La

iglesia accedía a ello y en contrapartida él se obligaba a dar acabadas la casulla y la capa

pluvial en el plazo de mes y medio”42. Una fecha que concuerda con el proceso del

posible contrato de aprendizaje de Martínez Montañés de las manos de Pablo de

40 Para paliar los gastos, debió vender un asno y una bandeja de plata, que le contrastó el

platero granadino Miguel de Montalbán. Además, se multiplicó el reparto de limosnas de pan a los

pobres, que no podían salir a demandar por las calles. Con un presupuesto de 435. 278 maravedíes

y 18 fanegas de trigo y ocho celemines de trigo y ocho fanegas de cebada y ocho celemines, tuvo


que hacerse frente a los gastos ordinarios (las deudas del año anterior que le había dejado el mayor-

domo Bartolomé Hernández de Arjona, el sustento y los enterramientos de los pobres y enfermos, el


médico, el barbero sangrador, las medicinas, el muñidor las fiestas litúrgicas de misas, cera, comida

de las Pascuas, pago de transporte de transeúntes, portero, y deudas no cobradas de censo). En

este año 1572, precisamente se recibieron las casas de Luís Arnedo hornero, y del regidor Antón

García de los Ríos en la Alhóndiga, y estaban vinculadas posteriormente a una memoria de misas

de don Juan de Villalta. Dentro del hospital hubo una pequeña capilla, donde el niño Montañés

pudo contemplar una imagen de Nuestra Señora (la Virgen Coronada, dentro de un retablo) y los

ornamentos sagrados, cruz de entierros y cofradía, las andas procesionales, sus horquillas, las dos

coronas de palta de Madre y Niño, los objetos sagrados como el cáliz, lámparas. Patenas y manteles


del altar, una cruz con un Cristo Pintado (se dice que algunos los pintos Pedro Sardo). El aloja-

miento del hospital disponía de nueves camas con todo su ajuar y otros objetos como bacines, y


curiosamente, disponía de “un hábito para los que llevaban a hacer Justicia con la cruz verde y caperuza

de lo mismo y es blanco”. La fiesta de la Natividad de la Virgen era la oficial de la cofradía de la Santa

Caridad junto nueve misas de aguilando, tres misas dedicadas a los humanos fallecidos.

41 MARTIN ROSALES, Francisco. Historia de la cofradía de la Virgen de la Cabeza de Alcalá

la Real. P 111- Se recoge el acta del acuerdo para la contratación del guion para dicha cofradía en 8

de enero de 1580. Y en el libro de libranzas se recoge que las cobró el 22 de abril del mismo año.

42 GILA MEDINA, Lázaro. Arte y artistas del Renacimiento en torno a la Real Abadía de

Alcalá la Real Ayuntamiento de Alcalá l Real y Universidad de Granada. 1991.


35

La Alcalá la Real de Martínez Montañés

Francisco Martín Rosales

Rojas43. En los mismos términos, se manifiesta la profesora Carmen Juan, que alude

al foco de atracción para todos los artistas que significaba la ciudad de la Alhambra

a la hora de permitir el traslado de su hijo para que se formare en el talle de Pablo

de Rojas, y, al mismo tiempo, la falta de recursos y penuria económica que debían

pasar la familia, cuando manifiesta Pide ayuda a esta ciudad, en lo que pudiese, para

hacer un guion para la dicha cofradía, que va haciendo, e atento a la pobreza y necesidad

de dicha cofradía, se cometió a los señores alcalde mayor y Juan de Aranda Figueroa ,

regidor y Sancho de la Guardia, jurado, lo hagan aderezar y hacer como convenga al

servicio de Nuestro Señor, y a la autoridad de la ciudad, en los escudos y armas de esta

dicha ciudad que se han de poner en él”, Recibió estos encargos del entorno de los

Raxis en una de las visitas de ambos, padre e hijo, y se trasladó junto con Pablo a

Granada. Aunque es una pura anécdota de su vida, se constata posteriormente con

las palabras de Ceán Bermúdez, sin lugar a dudas, debió influir el entorno artístico


de Alcalá la Real en medio de un contexto interfamiliar de colaboración e intercam-

bios palpables entre los Raxis y los Martínez Montañés.


Además, lo más importarte radica en la puesta al día del conocimiento de

este personaje alcalaíno para la cultura universal. Ya no queda en un simple dato

de archivo parroquial consistente en su partida de bautismo, que lo identificaba

como un alcalaíno nacido el 16 de marzo de 1568. La estatua de Pablo de Rojas

se erige en el reconocimiento de su maestro y el descubrimiento de otro personaje

famoso de Alcalá; las tablas de Santo Domingo de Silos en la sacristía de Nuestra

Señora de las Angustias ejemplifican el testimonio de numerosos artistas nacidos

en nuestra tierra con el nombre de los Sardos Raxis que expandieron su arte por

tierras andaluzas e introdujeron el humanismo italiano en las tierras del Sur; la

cerámica velazqueña de la calle Bordador autentifica una renovada biografía de

la infancia de Martínez Montañés por estudiosos e investigadores locales; la otra


efigie de bronce del hijo del bordador de su mismo nombre y apellidos ha alcan-

zado el grado de ser símbolo de la ciudad alcalaína como la silueta de la Mota, y la


vida y obra de Montañés se ejemplifica con todos los descubrimientos documen-

tales que trascienden las insinuaciones y atribuciones de los años setenta del siglo


pasado para conseguir su comprensión total gracias a los avanzados estudios de

estos últimos años. Y, sobre todo, la historia como maestra de la vida, nos aporta

una lección del esfuerzo humano de las instituciones, en este caso en el mundo de


las artes, para poder compartir una obra y recrearnos estéticamente de una apor-

tación universal al mundo cultural que no suelen prodigarse por muchos lares.


Como decía Virgilio: “flava seres mutato sidere farra”, una frase que le

cuadra perfectamente al Dios de la Madera, que se hizo el Lisipo español en

tierras sevillanas. De aquella siembra, esa cosecha alcalaína en su madurez.

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