SOBRE PALOMAS Y PALOMARES
Actualmente, no es un asunto baladí la
presencia de las palomas en recintos urbanos. No lo ha sido nunca. Para bien o
para mal, se les ha sobrestimado su valor con el empleo de las palomas
mensajeras o con la producción de abono procedente de su excremento para usos
agrícolas. Ha inquietado su proliferación por ser reproductoras de diversos
tipos de enfermedades y atentar el medioambiente y la urbanidad, según comentan
otros. Y no ha sido esta problemática
exclusiva del siglo XXI, ya que en anteriores tiempos la
comunidad columbina preocupaba a personas particulares en sus viviendas,
a las autoridades públicas en su conservación de los edificios, donde suelen
refugiarse en los chapiteles, torres, campanarios, áticos de
viviendas, mansardas y tejados, incluso se les reservan unos receptáculos para
alojamiento de palomas con el nombre de palomares. Recuerdo un tiempo en el que
fueron letales para los templos alcalaínos-y sigue siendo-, rompiendo
travesaños, tijeras, puentes de armazones y tejaroces y espadañas de muchos
templos de Alcalá, lo fueron en el majestuoso chapitel de la misma Iglesia
Abacial de la Mota.
Recientemente, varias
comunidades han manifestado sus quejas ante la presencia de colonias palomeras
en sus edificios y la proliferación de estorninos, mirlos, vencejos, gorriones
y golondrinos en las arboledas de las plazas y en los tejados de los grandes
bloques de pisos. Al mismo tiempo, el medioambiente les reserva un plan
preventivo y de protección, y se ejecutan medidas para paliar todos
estos inconvenientes. Unas, con acierto, y buenas intenciones; y otras caen
ante la desesperación de verse irresueltos estos asuntos por esta colonia tan
abundante.
Viene esto a cuento de
una sociedad que concertaron Manuel Castro y una serie de consortes con motivo
de la Observancia que había de guardar algunos aficionados de sus
palomares. Lo hacía en 18 de mayo de 1756 ante el
escribano José Gutiérrez y este
encabezaba la lista de un grupo de hidalgos, junto con don José
Serrano de Contreras, don Alfonso Briz, don Francisco Díaz de
Arjona, don Pedro Billoro, y don Pedro Ruiz de
Arias, que se consideraban aficionados y trataban de la
diversión de las palomares, y los hacían para evitar las diferencias
que habían tenido entre ellos y por regular todos los pleitos los
sueltos y en esta diversión, tomando las medidas en común y para aprobarlas de acuerdo con estas norma de régimen, buen
gobierno y observación al amparo de un juez fiscal. Desde la
primera, que trataba de los veinte días antes que se llevara a cabo la suelta,
y de la junta de los que disponían
palomares parea echar suertes del lugar , hasta la décima que trataba del juez o fiscal para revisar
palomares, hacer cumplir las normas, con el cobro de seis reales y el resto de lo que
se recaudare de penas se le pagaría al comisario o los comisarios de la imagen
de Nuestra Señora de las Angustias, se regulaban las penas de los
incumplimientos, las señales y el número de los palomos, la alimentación de las
palomas de suelta y de los palomos, el tiempo de la suelta, el hembramiento o
diversión, los entornos de los plomares y tejados, el número de palomos y
palomas en los palomares, las red de captura y enjaulamiento en días señalado y
curiosidades como la de que todos los
que soltaren hembra debían soltar los palomos bien
celosos, y estar sanos, y sin lesión alguna ni alebrada, y que la paloma
pelada no había de tener defecto alguno que le impidiera el vuelo, como tener
ala lastimada o alguna quebracía de suerte que no pudiera usar de su
vuelo, horario de apertura y cierre de palomares de la suelta y de sus alrededores, su limpieza,
y castigo a los que dispararan tiros y piedras a los palomos.
Se frecuentaban los palomares alcalaínos
en las torres, cámaras, azoteas y miradores de las antiguas casonas y en las
nuevas villas y quintas de los hacendados y labradores. Un claro ejemplo es la
Casa de Alonso Rubio, que se reconstruyó en el arrabal de la Trinidad por los
años cincuenta del siglo XX. Allí, levantaba un artístico y artesanal palomar
en consonancia con la Casita de las Muñecas de la mano de la familia de
albañiles Mesa Lozano, Domingo, padre e hijos. Recientemente se ha rehabilitado
para uso público este bello rincón con el nombre de Jardines de la Trinidad. No
tiene palomas, y estas proliferan en la ciudad. También, en la extensa
geografía hay concursos ornitológicos, protectores del mundo palomero,
federaciones deportivas, y las palomas mensajeras han sido sobrepasadas por el
Wasatch, Istagran, y las redes sociales. Se busca compartir el medioambiente
con este mundo palomero. Eso escuchaba muchas veces durante este verano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario