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domingo, 3 de febrero de 2019

EL BAHONDILLO, EN LA SEMANA DE DIARIO JAÉN


EL BAHONDILLO




No siempre coincide la denominación ortográfica de la palabra Bahondillo, se encuentra desde la forma Vaondillo o Vahondillo hasta la más frecuente Bajondillo. Por esta forma, e encuentra en muchos pueblos malagueños y cordobeses, donde suele ocupar un barrio cercano a la antigua ciudad fortificada y descendiendo a la parte baja de la muralla, y, a veces fuera de la muralla en el extrarradio. Muy curioso es este barrio de Bajondillo en Torremolinos, un barrio testimonial que solo contaba unos sesenta vecinos hasta el siglo XX, y hoy día, ha pasado de la actividad pesquera de sus miembros a la actividad turística y hotelera, dándole una nueva fisonomía; según se desprende de recientes investigaciones, una cueva neolítica, con el nombre del barrio remonta su pasado a tiempos de los hombres de Piedra. El caso de Priego de Córdoba se enmarca en tiempos de conquista, donde en el entramado de su villa esta calle invita a un recorrido desde la Plaza de Santa Ana hasta el adarve, donde la calle Real, muy frecuente en los barrios antiguos para marcar su diseño geométrico, y la del Bajondillo se cruzan y entrecruzan en medio de jazmines, enredaderas y portadas de casas blancas con macetas de geranios. Si nos acercamos a nuestra provincia, Pegalajar, Rus y Martos, se encuentra esta calle; y se frecuenta en los municipios de la Sierra Sur con una tipología muy similar haciendo eco de su nombre:  Valdepeñas, Castillo de Locubin y Frailes mantienen o, al menos, recuerdan estos lugares con calles de su nombre. Suele ser una vía que acerca a las partes bajas de los pueblos, donde, en el caso del municipio frailero, pasó de las casas de retama en torno a las huertas y el agua del río a la casa de labriegos.

Dentro del recinto fortificado de la Mota, se distinguió el Bahondillo, una zona que se orientaba hacia el ocaso del sol, el occidente, mirando las tierras que se encuentran entre las torres Dehesilla, Gibralquite y de los Pedregales. Está claro que formaba un pequeño barrio entre la antigua muralla de la torre de la Especería y la nueva muralla de Santiago o del Aire. Si, por la parte oriental, el nombre del Albaicín del cerro recuerda a la ciudad del Alhambra, por la zona opuesta y occidental el aspecto de antros, cuevas, y de interior perdido y pétreo de las antiguas viviendas transforma el cerro en un Sacromonte alcalaíno, una visita ineludible. Donde la Mota pierde su identidad musulmana y cristiana, y se hace prehistórica, donde la conquista del espacio vivencial se percibe por todos los rincones.
El Bahondillo alcalaíno aparece descrito en documentos y listas de padrones y censos con diversas formas y grafías: Bahondillo, Vaondillo o Val del Hondillo. Comunicaba la parte noble de la fortaleza y con el arrabal de la Puerta Nueva. Se extendía desde las Caballerizas hasta la casa de Antonio López de Gamboa, rodeado del Palacio Abacial, las murallas occidentales. Entre torres y cuevas, vecinos del acamo y de oficios, de viudas y pobres de solemnidad. Y, en su interior, se distinguían estos dos distritos bien definidos, el Bahondillo Bajo con viviendas de caballeros arrendadas a las nuevas gentes y el Bahondillo Alto, con mansiones de hombre de campo y bodegas del tráfico comercial del vino. Por un documento de una carta dotal de principios del siglo XVI, el escribano Cristóbal Gallego recogió los bienes esponsales entre Rodrigo Alonso de Espinosa con su esposa Marina López, hija de Juan Martínez de Espejo. No fueron muy importantes, solamente alcanzaban los 1.815 maravedíes entre joyas, bienes y alhajas. Pero era muy interesante que se fijara la data y el lugar de la escritura que fija el lugar del Bahondillo. Pues dice así:
 Que esta fecha era de esta carta dotal en la ciudad de Alcalá la Real, en las casas de Juan Martínez de Espejo, que son el arrabal del Bahondillo Alto, linde con el adarve real, en catorce días del mes de enero del año del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo de mil e quinientos quince".  Con lo que se deducía que, tras la conquista de la ciudad ya se había formado el barrio del Bahondillo. Y este arrabal se componía de las dos subunidades comentadas y que las sitúa muy certeramente: el alto que lindaba con el Adarve Real y el bajo que estaba bajo la roca formado entre casas adosadas con cuevas y cámaras superpuestas. Por otro lado, en 12 de noviembre de 1514, un testamento de Martín, hijo de Fernando Martínez de Bedmar lo firmaba en las casas de Salvador de Jerez, linderas con la de   Pedro de Jerez y las de Antón de Martos, el viejo, en el Bahondillo Bajo. Y muestra claramente que también ya existía el Bahondillo Bajo, más encerrado entre casas, con un aspecto troglodita, que rememora tiempos prehistóricos, como en Torremolinos. Como muestra de la imbricación de las casas y viviendas y elementos defensivos, por la carta dotal de Leonor Alonso que recibe Juan García de Extremera, su casa se encontraba en el Bahondillo Alto lindera con la Torre de la Especería casas de Francisco de Loja, carta de dote de 19 de dicimebre de 1539.   Se percibe una urbanización forzada por la pendiente del cerro, donde los amplios viales que en forma de uve distribuyen las dos zonas del Bahondillo. Se salvaba por calles entre adarves cubiertos, escalinatas por encima de cámaras y viviendas; en la misma roca imprimía un aspecto cavernario que lo acercaba a la cultura argárica, y donde se muestran esos antros convertidos en lagares y bodegas con tinajas que frecuentaron los vinos torronteses, baladíes y de todo tipo de vidueños. No es de extrañar que el pozo de la nieve se haya ocultado en un recinto mistérico, donde comparte el alojamiento funerario de los hombres prehistóricos con una amplia habitación, mansión de los hombres que se asentaron por estos lagos allá en los milenios anteriores a la Edad actual.
A veces, la arqueología ofrece muy buenas noticias, en este caso al dejar al descubierto el esqueleto de la ciudad, convierte la Roca del Ándalus en la belleza de la esencia de un cerro, que desnudaba y dejaba al descubierto las partes íntimas del cuerpo humano, en este caso, de la ciudad fortificada.

 

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