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jueves, 24 de octubre de 2013

CAPÍTULO XVI, JUEGOS DEL ESCRIBANO PINTOR.


CAPÍTULO XVI. LOS JUEGOS EN TIEMPOS DEL ESCRIBANO PINTOR

 
TABLA CATEDRAL DE JAÉN SE VE UN NIÑO CON UN CABALLO DE MADERA COMO EN EL RELATO

 

º           Como tenían prisa para finalizar el  contrato de mosto, el oficial  y el escribano no se entretuvieron mucho comentando el solar abandonado, paraíso de aventuras infantiles y juveniles. Rellenaron los dos folios del contrato, hicieron copia al arriero y se fueron al almorzar. Volvieron pronto y, de nuevo, se pusieron a la tarea. Gómez Muñoz le sacó a la conversación el solar y el tiempo vivido durante su infancia en aquel recinto lúdico y, casi erótico para los mayores.

            Se quedó embobado Antón, porque el simple hecho de tirarle de la punta de lengua a su señor se distendía en una serie interminable de anécdotas, relatos, leyendas y descripciones de juegos populares. Le encantaba relatar cómo, siendo jóvenes,  emulaban a las cuadrillas de  los mayores vistiéndose de caballero para las mascaradas de las vísperas de San Juan y de Santiago y  los juegos de cañas del  día  mayor. Cogían varas de almendro  en los Apedraícos  y  las de  álamo  en  el ejido, a escondidas de los alguaciles, y, tras colocarle unas cabezas de trapo en la punta gorda del garrote,  las convertían en ficticios caballos de guerras simulando  a los de sus nobles padres. Se repartían en grupos de cuatro y viniendo desde la calle de los Izquierdos y la cruz de Juan Vázquez Mesía; tras  pasar por  la carrera vieja, un joven pequeño con una trompeta de hojalata era la ilusión de los niños  anunciando esta manifestación civil con sus chirimías y atabales que le acompañaban y adentrándose en el corralón. Simulaban la  plaza Alta de la Mota  con los asientos  en el suelo del  montículo  del muladar,  y, en el  sitio más alto, equipado con varias piedras en forma de sillón , colocaban a un  niño que  hacía las veces de  corregidor, rodeado de  un grupo de señores regidores,  que los saludaba  y les daba la salida para los juegos. Parecían personas mayores cumpliendo a rajatabla el protocolo  que los caballeros desarrollaba en sus juegos de  la Plaza de los corredores .

            Antón, bajó  de la balda  un  Tesaurus  para  ratificar , a manera de  Diccionario,   todo lo que le exponía  su patrón y dijo:

A.-¡Qué gran ( me dice el libro) juego o" fiesta  de a caballo, que introdujeron en España los Moros, el cual se suele ejecutar por la Nobleza, en ocasiones de alguna celebridad

G.-Como hemos dicho , en las sanjuaneras y santiaguinas, y ahora, se ha puesto de moda den las fiestas de Santa Ana, la protectora de la ciudad..

A.-Y tampoco  no han faltado en las fiestas extraordinarias de cabildo, los  partos de la reina, las proclamaciones  de los reyes , los tratados de paz, las llegada de un corregidor o un abad…Y no digamos la última, la celebración de la batalla de Lepanto.

G.- Se derrocharon todos los fondos que disponíamos de los bienes propios del cabildo municipal.

A. No podía ser menos. Aquella memorable batalla no podía ser celebrada de otro modo: lo pedía el rey; murieron 20.000 turcos, se rescataron 16.000 cristianos, cautivamos 8.000 turcos y treinta galeras,  y la galera del jefe turco.

G.¡Que días tan buenos pasamos! Luminarias o lumbradas mayores en los altos del castillo, Iglesia Abacial, miradores del Gabán y en muchos rincones de la fortaleza...Y, mucho cielo abierto por el colorido de aquellos estruendosos cohetes y tiros de arcabuces..

A. Y el desfile en forma de mascarada caballeresca de todos los hidalgos-regidores y no regidores-.  A su marcha y  repiqueteo  de los cascos con las piedras, se reflejaban las sombras por la luz amarillenta de los hachones y antorchas  en las paredes de mampuesto de Rompezapatos, Calancha y de la Encarnación 

G. -Vayamos al grano. En mi juventud, calcamos a los mayores en todos los detalles Formábamos cuatro cuadrillas, aunque, según dice los cánones, ordinariamente son ocho, y cada una solía consta de cuatro caballeros,  en los  mejores tiempos  y en  sitios distintos a la plaza de seis ù ocho, según la capacidad de la plaza.  Nos hacíamos  caballeros   montados en filas de jineta y nos rifábamos los colores cada cuadrilla. Vestidos como militares a caballo, en el brazo izquierdo llevábamos  una adarga o escudo  con la divisa y mote que elegía mi cuadrilla. El nuestro era siempre caballeros de la  Cruzada. Se completaba nuestra vestimenta  en el derecho una manga muy bien bordada, la cual se llamaba Sarracena, y la del brazo izquierdo la ajustábamos, porque con la adarga no se veía. Recuerdo que había también , cuadrillas que se llamaban los turcos, los moros, los cristianos,  caballeros de San Juan, de Santiago,  y …hasta   los  Piratas.

A.-Ya habíais  llegado al corral de la vieja Tinajería, y ¿ qué hacíais?

G.-  Dábamos, como hacían los mayores  dos vueltas a la plaza con el acompañamiento de nuestros  jóvenes  músicos (estos no se aburrían ,  seguían tocando durante todo el juego de cañas) .Cada pareja entraba realizando destrezas ecuestres,  y finalizábamos con una carrera conjunta de todos los caballeros blandiendo nuestras  lanzas.

A.- Y ya en lo serio..

G.- Déjeme el diccionario para que no me pierda y no  rompa el orden como hacíamos de chiquillos: ” Se procedía a la recogida de las cañas y adargas, situándose cada cuadrilla en el lugar designado. Muy bien acompasada, cada cuadrilla se movía al unísono, dirigiéndose hacia la cuadrilla que tenían en frente. Lanzaba sus cañas cuando estaban lo más cerca posible. No debían encontrarse con otras cuadrillas mientras ejecutaban estos movimientos. Ninguno podía tirar a otro, cara a cara, era considerado mal jugador y mal caballero. Al final del juego, cada cuadrilla recorría la plaza de dos en dos o todos juntos en hilera, tirando cañas por alto. Los atacados replicaban en igual forma y unos y otros procuraban adargarse, evitando el choque de aquellos proyectiles, empuñando con la diestra su adarga, como escudo protector, mientras que con la izquierda sostenían las riendas de su corcel. La fiesta resultaba vistosa por las diferentes posiciones de los caballeros y el ruido de las  cañas al chocar entre sí en el aire, y al romperse contra las adargas de los caballeros. Después de correr sus cañas todas las cuadrillas, los padrinos bajaban del estrado donde habían contemplado la lid, se metían en medio y los caballeros debían dejar caer las cañas y poner fin a la escaramuza. Para finalizar se solían cerrar las puertas y soltar un toro o más, los caballeros que querían podían tomar rejones, con lo cual la fiesta se daba por terminada. Para que los encuentros fueran limpios, según la ley del juego, se habían de hacer de frente, tirándose las cañas rostro a rostro o de lado”.

A.- Y eso que decimos  “las cañas se vuelven lanzas“.

G.- Se refiere a las veces en que el juego crece en violencia provocando verdaderas peleas, en cuyo caso las cañas se sustituían por venablos o espadas.

A.-¿Cómo se desarrollaba  vuestro juego?

G.-Lo mismo. Nos dividíamos en cuatro cuadrillas, dos  de una parte y otras dos  de otra en el corral que simulaba la plaza, y corríamos en parejas encontradas; después con las espadas de madera  en las manos, partidos la mitad de una parte y la otra mitad de otra, formábamos una escaramuza partida, de diferentes lazos y figuras.

A, Lo mismo que en las lanzas, pero en chiquito. Cada cuadrilla se juntaba aparte, y tomando cañas de la longitud de tres a cuatro varas en la mano derecha, unida y cerrada igualmente toda la cuadrilla, la que empezaba el juego corría la distancia del corral, tirando las cañas al aire y tomando la vuelta al galope para donde estaba otra cuadrilla apostada, la cual la carga á carrera tendida y tiraba las cañas á los que iban cargados, los cuales se cubrían con las adargas, para que golpe de las cañas no les tocara  y asíi sucesivamente se van cargando unas cuadrillas à otras, haciendo una agradable viíta.

 

-A .- ¿ Cuál es el final?

G.-  Cuando todas las cuadrillas han corrido sus cañas, los padrinos se meten en medio y ponen fin a la escaramuza.

A.-Entonces suelen cerrar las puertas y soltar un toro o más, hasta cuatro daban los menuderos de las carnicerías de Alcalá...

G.-y ya sabe los caballeros que quieren pueden tomar rejones con lo cual acaba la fiesta. Nosotros con las cabezas de  los diablillos del Corpus  simulábamos las corridas…

A.-Bueno, vamos por partes, don Gome. Comencemos con las cañas.

G. –Eran de  dos tipos: unas cortas llamadas bohordos, provistas de contrapesos de yeso o arena; y otras largas que  llevaban en su parte central un pali atravesado para arrojarlas con fuerza.

A.- Las sujeciones eran fundamentales

G.- Claro, para facilitar el lanzamiento en la caña se colocaba un amianto por donde se cogía la caña. Debía quedar apretado y tirante.

A.- Aquí no abundaban las cañas,  ¿ de dónde las traían?

G.-De Pinos Puentes o Puente de Pinos, no se aclaran los viajeros al  denominar esta villa. Los niños, como supondrá,  no teníamos ni tantas exquisiteces ni refuerzos,  tan sólo íbamos a los cañizales de las Azacayas y cortábamos  las cañas palmeadas  mientras les quitábamos las amplias hojas ásperas y las alijábamos para que hiriera su superficie no nos nuestras manos.

A.- Y, ¿qué me dice de los escudos?

G..- Las adargas, Antón, es su nombre. Las nuestras eran  de cortezones de animales, que cogíamos en el Matadero, ensamblados con ramales y secados al sol. Nos escondíamos en los corralones cercanos a las carnicerías, y de noche nos llevábamos aquellas pieles de vacas o bueyes para hacernos de ella nuestras adargas.

A.- “Se usaban en el juego –lee su definición en grueso tumbo- y debían tener ocho tercios de largo y ser lisas y derechas, era necesario que fueran rígidas en su mitad superior y flexibles en la inferior, para que pudieran doblarse sobre el anca del caballo. En su parte central llevaban una embrazadota. Las adargas eran adornadas, tanto en su parte exterior como en el interior por colores plateados dorados”.

G.- En ellas solían aparecer motes, cifras o el relato de alguna empresa realizada. Nuestro mote era “Santiago Matamoros”.

A.-¡Qué equilibro, qué dominio en el  manejo del caballo, que perfección para armonizar velocidad, lanzamiento y parada en seco!

G.- Ahí radicaba  nuestro saber y nuestro experimentar, desde niños  nos hacíamos  caballeros e imitábamos las revueltas, los lanzamientos,  el recorte del estribo…. Esto es lo que se llama  el uso de la jineta, o el arte de montar a caballo.  Ya nos venía de los  árabes, la jineta  que se distinguía  por una  silla de montar con arneses altos, de manera que permitía al jinete las manos libres para manejar las armas, estribos generalmente cortos y ceñidos a la silla,… además teníamos una ventaja:  el caballo  andaluz, de estatura mediana, es más ligero, grueso, fuerte y por último la doma del caballo es más natural y espontánea.

A.-Por eso, estos juegos se han metido en el pueblo, vienen de muy antiguo,  no nos extraña  que  la gente cante  el romance “Mañanitas de San Juan/al tiempo que alboreaba, /gran fiesta hacen los moros/ por la Vega de Granada./ Revolviendo sus caballos/ y jugando de las lanzas. /Ricos pendones en ellas/ broslados por sus amadas:/ricas marlotas vestidas, /tejidas de oro y grana./

G.-Si pero el final es muy desgraciado para nuestro pueblo,  pues esto trata de la toma de Antequera y la venganza granadina que llega a Alcalá  y se transforma en muerte de los cristianos. Pasaron del juego a la guerra: Manda juntar a los suyos/hace muy gran cabalgada,, y a las puertas de Alcalá/ que la Real se llamaba,/ una escaramuza trababan. Los cristianos eran muchos/ mas llevaban orden mala;/ los moros que son de guerra,/dádoles ha mucha carga; de ellos matan, de ellos prenden/de ellos toman en celada./Con la victoria los moros/van la vuelta de Granada; a grandes voces decían:/”la victoria es ganada.

A.- Mi señor se ha vuelto muy poeta. Y estábamos en el momento de las justas.

G.- No es una fiesta del pueblo,  como  habrás presenciado, más bien  entre caballeros y nobles, donde incluso solía participar el propio Rey.

A.- Cómo dice! 

G.- Sí , aquí su representante era el corregidor que solía  ser el jefe de una cuadrilla.

A.- ¿ Quién ganaba?

G.- Una vez estas  cuadrillas de jinetes se asaeteaban unos a otros con las lanzas, el caballero más hábil del juego era el que conseguía librarse de los golpes y , a su vez, golpeaba a sus contendientes con sus lanzamientos, teniendo cuidado de que no cayera la lanza sobre las ventanas donde las damas miraban el juego. Bueno, en nuestro caso, procurábamos que no traspasara la baja tapia del huerto de las monjas o no le diera a una  de aquellas mujeres  asomada en la ventana de su dormitorio.

A.- ¿Cómo van vestidos  los caballeros? 

G.- Al ser el juego de origen moro, en muchas fiestas, sobre todo de las antiguas, las cuadrillas se disfrazaban la mitad de moros y la otra mitad de cristianos.

A. - ¿ y qué me dice de las sortijas? ,

G. Es el que más nos gustaba a los  niños, pero  con tamaño más pequeño y A. – “Fiesta de a caballo,-interrumpe Antón leyendo el folio donde se explicaba el juego-  que se ejecuta poniendo una sortija de hierro de tamaño de un ochavo segoviano, la cual esta encajada en otro hierro, de donde se puede sacar con facilidad, y este pende de una cuerda o palo a tres o cuatro varas alto del suelo: y los Caballeros o personas que la corren, tomando la debida distancia, a carrera, se encaminan a ella, y el que con la lanza se la lleva, encajándola en la sortija, se lleva la gloria del mas diestro y afortunado”

G.- y…nosotros colocábamos  una pulsera de nuestra madre   por donde pudiera  pasar  la lanza.

A, ¿Tenían premios?

G.- Claro que sí , unas veces eran monedas de oro, otras un  agnus Dei, ; otras veces juegos de pañuelos de seda que nos colgábamos a nuestros cuellos. Me refiero a los mayores; nosotros, un paño catorceno, viejo y haraposo. Y ,a lo más, un maravedí.

A.- Pero, había otros juegos…

G.- Lo que más no encantaba era simular el juego de la alcancía, envolviendo con barro secado al sol  cenizas, manzanas  y  huevos podridos y apedrear a la cuadrilla contraria. A veces, esta llegaba hasta los espectadores e, incluso, a las ilustres damas del convento.

A.- ¿Y siempre llevaban cosas inmundicias?

G.-No, yo me reservaba una alcancía, con una carta de amor envuelta con hojas grandes de coles y flores  y atada con hilos de seda.

A.-¿Y a qué dama se la tiraba?

G.-Déjeme, Antón, que esa fue mi cruz. Desde que se encontró aquella alcancía mi amante, estoy desvariado. Volvamos  a lo que le contaba sobre los juegos. Y queda el del ganso, la barra, las danzas, las invenciones,  los  ingenios, las tablas….

A.- Pare, pare, mi señor, que anochece y ya no se ve ni la puerta.

G.-Dejémoslo para el descanso de mañana. Pero, no olvide   

 

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