CAPÍTULO XVI. LOS JUEGOS EN TIEMPOS DEL ESCRIBANO PINTOR
º Como
tenían prisa para finalizar el contrato
de mosto, el oficial y el escribano no
se entretuvieron mucho comentando el solar abandonado, paraíso de aventuras
infantiles y juveniles. Rellenaron los dos folios del contrato, hicieron copia
al arriero y se fueron al almorzar. Volvieron pronto y, de nuevo, se pusieron a
la tarea. Gómez Muñoz le sacó a la conversación el solar y el tiempo vivido
durante su infancia en aquel recinto lúdico y, casi erótico para los mayores.
Se
quedó embobado Antón, porque el simple hecho de tirarle de la punta de lengua a
su señor se distendía en una serie interminable de anécdotas, relatos, leyendas
y descripciones de juegos populares. Le encantaba relatar cómo, siendo jóvenes,
emulaban a las cuadrillas de los mayores vistiéndose de caballero para las
mascaradas de las vísperas de San Juan y de Santiago y los juegos de cañas del día
mayor. Cogían varas de almendro en los Apedraícos y las
de álamo
en el ejido, a escondidas de los
alguaciles, y, tras colocarle unas cabezas de trapo en la punta gorda del garrote, las convertían en ficticios caballos de
guerras simulando a los de sus nobles
padres. Se repartían en grupos de cuatro y viniendo desde la calle de los Izquierdos
y la cruz de Juan Vázquez Mesía; tras
pasar por la carrera vieja, un
joven pequeño con una trompeta de hojalata era la ilusión de los niños anunciando esta manifestación civil con sus
chirimías y atabales que le acompañaban y adentrándose en el corralón. Simulaban
la plaza Alta de la Mota con los asientos en el suelo del montículo
del muladar, y, en el sitio más alto, equipado con varias piedras
en forma de sillón , colocaban a un niño
que hacía las veces de corregidor, rodeado de un grupo de señores regidores, que los saludaba y les daba la salida para los juegos.
Parecían personas mayores cumpliendo a rajatabla el protocolo que los caballeros desarrollaba en sus juegos
de la Plaza de los corredores .
Antón,
bajó de la balda un
Tesaurus para ratificar , a manera de Diccionario,
todo lo que le exponía su patrón
y dijo:
A.-¡Qué gran ( me dice el libro) juego
o" fiesta de a caballo, que introdujeron
en España los Moros, el cual se suele ejecutar por la Nobleza, en ocasiones de
alguna celebridad”
G.-Como
hemos dicho , en las sanjuaneras y santiaguinas, y ahora, se ha puesto de moda
den las fiestas de Santa Ana, la protectora de la ciudad..
A.-Y tampoco no han faltado en las fiestas extraordinarias
de cabildo, los partos de la reina, las
proclamaciones de los reyes , los tratados
de paz, las llegada de un corregidor o un abad…Y no digamos la última, la
celebración de la batalla de Lepanto.
G.-
Se derrocharon todos los fondos que disponíamos de los bienes propios del
cabildo municipal.
A.
No podía ser menos. Aquella memorable batalla no podía ser celebrada de otro
modo: lo pedía el rey; murieron 20.000 turcos, se rescataron 16.000 cristianos,
cautivamos 8.000 turcos y treinta galeras,
y la galera del jefe turco.
G.¡Que
días tan buenos pasamos! Luminarias o lumbradas mayores en los altos del
castillo, Iglesia Abacial, miradores del Gabán y en muchos rincones de la
fortaleza...Y, mucho cielo abierto por el colorido de aquellos estruendosos
cohetes y tiros de arcabuces..
A.
Y el desfile en forma de mascarada caballeresca de todos los hidalgos-regidores
y no regidores-. A su marcha y repiqueteo
de los cascos con las piedras, se reflejaban las sombras por la luz
amarillenta de los hachones y antorchas
en las paredes de mampuesto de Rompezapatos, Calancha y de la
Encarnación
G.
-Vayamos al grano. En mi juventud, calcamos a los mayores en todos los detalles
Formábamos cuatro cuadrillas, aunque, según dice los cánones, ordinariamente
son ocho, y cada una solía consta de cuatro caballeros, en los
mejores tiempos y en sitios distintos a la plaza de seis ù ocho, según
la capacidad de la plaza. Nos
hacíamos caballeros montados
en filas de jineta y nos rifábamos los colores cada cuadrilla. Vestidos como
militares a caballo, en el brazo izquierdo llevábamos una adarga o escudo con la divisa y mote que elegía mi cuadrilla.
El nuestro era siempre caballeros de la
Cruzada. Se completaba nuestra vestimenta en el derecho una manga muy bien bordada, la cual
se llamaba Sarracena, y la del brazo izquierdo la ajustábamos, porque con la
adarga no se veía. Recuerdo que había también , cuadrillas que se llamaban los
turcos, los moros, los cristianos,
caballeros de San Juan, de Santiago,
y …hasta los Piratas.
A.-Ya habíais llegado al corral de la vieja Tinajería, y ¿
qué hacíais?
G.- Dábamos, como hacían los mayores dos vueltas a la plaza con el acompañamiento
de nuestros jóvenes músicos (estos no se aburrían , seguían tocando durante todo el juego de
cañas) .Cada pareja entraba realizando destrezas ecuestres, y finalizábamos con una carrera conjunta de
todos los caballeros blandiendo nuestras
lanzas.
A.- Y ya en lo serio..
G.- Déjeme el diccionario para
que no me pierda y no rompa el orden
como hacíamos de chiquillos: ” Se
procedía a la recogida de las cañas y adargas, situándose cada cuadrilla en el
lugar designado. Muy bien acompasada, cada cuadrilla se movía al unísono,
dirigiéndose hacia la cuadrilla que tenían en frente. Lanzaba sus cañas cuando
estaban lo más cerca posible. No debían encontrarse con otras cuadrillas
mientras ejecutaban estos movimientos. Ninguno podía tirar a otro, cara a cara,
era considerado mal jugador y mal caballero. Al final del juego, cada cuadrilla
recorría la plaza de dos en dos o todos juntos en hilera, tirando cañas por
alto. Los atacados replicaban en igual forma y unos y otros procuraban
adargarse, evitando el choque de aquellos proyectiles, empuñando con la diestra
su adarga, como escudo protector, mientras que con la izquierda sostenían las
riendas de su corcel. La fiesta resultaba vistosa por las diferentes posiciones
de los caballeros y el ruido de las
cañas al chocar entre sí en el aire, y al romperse contra las adargas de
los caballeros. Después de correr sus cañas todas las cuadrillas, los padrinos
bajaban del estrado donde habían contemplado la lid, se metían en medio y los
caballeros debían dejar caer las cañas y poner fin a la escaramuza. Para
finalizar se solían cerrar las puertas y soltar un toro o más, los caballeros
que querían podían tomar rejones, con lo cual la fiesta se daba por terminada.
Para que los encuentros fueran limpios, según la ley del juego, se habían de
hacer de frente, tirándose las cañas rostro a rostro o de lado”.
A.- Y eso que decimos “las cañas se vuelven lanzas“.
G.- Se refiere a las veces en que
el juego crece en violencia provocando verdaderas peleas, en cuyo caso las
cañas se sustituían por venablos o espadas.
A.-¿Cómo se desarrollaba vuestro juego?
G.-Lo mismo. Nos dividíamos en cuatro
cuadrillas, dos de una parte y otras dos
de otra en el corral que simulaba la
plaza, y corríamos en parejas encontradas; después con las espadas de madera en las manos, partidos la mitad de una parte y
la otra mitad de otra, formábamos una escaramuza partida, de diferentes lazos y
figuras.
A, Lo mismo que en las lanzas, pero
en chiquito. Cada cuadrilla se juntaba aparte, y tomando cañas de la longitud
de tres a cuatro varas en la mano derecha, unida y cerrada igualmente toda la cuadrilla,
la que empezaba el juego corría la distancia del corral, tirando las cañas al aire
y tomando la vuelta al galope para donde estaba otra cuadrilla apostada, la cual
la carga á carrera tendida y tiraba las cañas á los que iban cargados, los cuales
se cubrían con las adargas, para que golpe de las cañas no les tocara y asíi sucesivamente se van cargando unas cuadrillas
à otras, haciendo una agradable viíta.
-A .- ¿ Cuál es el final?
G.- Cuando todas las cuadrillas han corrido sus
cañas, los padrinos se meten en medio y ponen fin a la escaramuza.
A.-Entonces suelen cerrar las
puertas y soltar un toro o más, hasta cuatro daban los menuderos de las
carnicerías de Alcalá...
G.-y ya sabe los caballeros que
quieren pueden tomar rejones con lo cual acaba la fiesta. Nosotros con las
cabezas de los diablillos del
Corpus simulábamos las corridas…
A.-Bueno, vamos por partes, don
Gome. Comencemos con las cañas.
G. –Eran de dos tipos: unas cortas llamadas bohordos,
provistas de contrapesos de yeso o arena; y otras largas que llevaban en su parte central un pali
atravesado para arrojarlas con fuerza.
A.- Las sujeciones eran
fundamentales
G.- Claro, para facilitar el
lanzamiento en la caña se colocaba un amianto por donde se cogía la caña. Debía
quedar apretado y tirante.
A.- Aquí no abundaban las
cañas, ¿ de dónde las traían?
G.-De Pinos Puentes o Puente de
Pinos, no se aclaran los viajeros al
denominar esta villa. Los niños, como supondrá, no teníamos ni tantas exquisiteces ni
refuerzos, tan sólo íbamos a los
cañizales de las Azacayas y cortábamos
las cañas palmeadas mientras les
quitábamos las amplias hojas ásperas y las alijábamos para que hiriera su
superficie no nos nuestras manos.
A.- Y, ¿qué me dice de los
escudos?
G..- Las adargas, Antón, es su
nombre. Las nuestras eran de cortezones
de animales, que cogíamos en el Matadero, ensamblados con ramales y secados al
sol. Nos escondíamos en los corralones cercanos a las carnicerías, y de noche
nos llevábamos aquellas pieles de vacas o bueyes para hacernos de ella nuestras
adargas.
A.- “Se usaban en el juego –lee su definición en grueso tumbo- y debían tener ocho tercios de largo y ser
lisas y derechas, era necesario que fueran rígidas en su mitad superior y
flexibles en la inferior, para que pudieran doblarse sobre el anca del caballo.
En su parte central llevaban una embrazadota. Las adargas eran adornadas, tanto
en su parte exterior como en el interior por colores plateados dorados”.
G.- En ellas solían aparecer
motes, cifras o el relato de alguna empresa realizada. Nuestro mote era
“Santiago Matamoros”.
A.-¡Qué equilibro, qué dominio en
el manejo del caballo, que perfección
para armonizar velocidad, lanzamiento y parada en seco!
G.- Ahí radicaba nuestro saber y nuestro experimentar, desde
niños nos hacíamos caballeros e imitábamos las revueltas, los
lanzamientos, el recorte del estribo….
Esto es lo que se llama el uso de la
jineta, o el arte de montar a caballo.
Ya nos venía de los árabes, la
jineta que se distinguía por una
silla de montar con arneses altos, de manera que permitía al jinete las
manos libres para manejar las armas, estribos generalmente cortos y ceñidos a
la silla,… además teníamos una ventaja:
el caballo andaluz, de estatura
mediana, es más ligero, grueso, fuerte y por último la doma del caballo es más
natural y espontánea.
A.-Por eso, estos juegos se han
metido en el pueblo, vienen de muy antiguo,
no nos extraña que la gente cante el romance “Mañanitas de San Juan/al tiempo que alboreaba, /gran fiesta hacen los
moros/ por la Vega de Granada./ Revolviendo sus caballos/ y jugando de las
lanzas. /Ricos pendones en ellas/ broslados por sus amadas:/ricas marlotas
vestidas, /tejidas de oro y grana./
G.-Si pero el final es muy
desgraciado para nuestro pueblo, pues
esto trata de la toma de Antequera y la venganza granadina que llega a
Alcalá y se transforma en muerte de los
cristianos. Pasaron del juego a la guerra: Manda juntar a los suyos/hace muy
gran cabalgada,, y a las puertas de Alcalá/ que la Real se llamaba,/ una escaramuza
trababan. Los cristianos eran muchos/ mas llevaban orden mala;/ los moros que
son de guerra,/dádoles ha mucha carga; de ellos matan, de ellos prenden/de
ellos toman en celada./Con la victoria los moros/van la vuelta de Granada; a
grandes voces decían:/”la victoria es ganada.
A.- Mi señor se ha vuelto muy
poeta. Y estábamos en el momento de las justas.
G.- No es una fiesta del
pueblo, como habrás presenciado, más bien entre caballeros y nobles, donde incluso
solía participar el propio Rey.
A.- Cómo dice!
G.- Sí , aquí su representante
era el corregidor que solía ser el jefe
de una cuadrilla.
A.- ¿ Quién ganaba?
G.- Una vez estas cuadrillas de jinetes se asaeteaban unos a
otros con las lanzas, el caballero más hábil del juego era el que conseguía
librarse de los golpes y , a su vez, golpeaba a sus contendientes con sus
lanzamientos, teniendo cuidado de que no cayera la lanza sobre las ventanas
donde las damas miraban el juego. Bueno, en nuestro caso, procurábamos que no traspasara
la baja tapia del huerto de las monjas o no le diera a una de aquellas mujeres asomada en la ventana de su dormitorio.
A.- ¿Cómo van vestidos los caballeros?
G.- Al ser el juego de origen
moro, en muchas fiestas, sobre todo de las antiguas, las cuadrillas se
disfrazaban la mitad de moros y la otra mitad de cristianos.
A. - ¿ y qué me dice de las
sortijas? ,
G. Es el que más nos gustaba a
los niños, pero con tamaño más pequeño y A. – “Fiesta de a caballo,-interrumpe Antón
leyendo el folio donde se explicaba el juego-
que se ejecuta poniendo una
sortija de hierro de tamaño de un ochavo segoviano, la cual esta encajada en
otro hierro, de donde se puede sacar con facilidad, y este pende de una cuerda
o palo a tres o cuatro varas alto del suelo: y los Caballeros o personas que la
corren, tomando la debida distancia, a carrera, se encaminan a ella, y el que
con la lanza se la lleva, encajándola en la sortija, se lleva la gloria del mas
diestro y afortunado”
G.- y…nosotros colocábamos una pulsera de nuestra madre por donde pudiera pasar
la lanza.
A, ¿Tenían premios?
G.- Claro que sí , unas veces
eran monedas de oro, otras un agnus Dei,
; otras veces juegos de pañuelos de seda que nos colgábamos a nuestros cuellos.
Me refiero a los mayores; nosotros, un paño catorceno, viejo y haraposo. Y ,a
lo más, un maravedí.
A.- Pero, había otros juegos…
G.- Lo que más no encantaba era
simular el juego de la alcancía, envolviendo con barro secado al sol cenizas, manzanas y
huevos podridos y apedrear a la cuadrilla contraria. A veces, esta llegaba
hasta los espectadores e, incluso, a las ilustres damas del convento.
A.- ¿Y siempre llevaban cosas
inmundicias?
G.-No, yo me reservaba una
alcancía, con una carta de amor envuelta con hojas grandes de coles y flores y atada con hilos de seda.
A.-¿Y a qué dama se la tiraba?
G.-Déjeme, Antón, que esa fue mi
cruz. Desde que se encontró aquella alcancía mi amante, estoy desvariado.
Volvamos a lo que le contaba sobre los
juegos. Y queda el del ganso, la barra, las danzas, las invenciones, los
ingenios, las tablas….
A.- Pare, pare, mi señor, que
anochece y ya no se ve ni la puerta.
G.-Dejémoslo para el descanso de
mañana. Pero, no olvide
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