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miércoles, 29 de diciembre de 2021

EL HOSPITALICO DE LOS POBRES EN LA CALLE FUENTE NUEVA



Hace unios años escribía un artículo  la   
FUENTE NUEVA, UNA REFLEXIÓN URBANA. Y me centraba en aquella calle. 
Siempre que acompaño a algunos grupos, visitantes o amigos en la visita a la Alcalá Moderna, me detengo y hago la primera estación de Alcalá la Real en la renacentista y elegante Fuente de los Álamos. Es nuestra carta de presentación de la ciudad de la Mota, con su escudo ornado de castillos y leones y centrando el frontis y los tenantes y grifos representando el mundo de fronteras a lo largo de la historia local (castellanos y musulmanes, caballeros cristianos y adversarios de miles conflictos...). Esta fuente cerraba el perímetro de la ciudad del valle tras bajarse la población  a la Mota a finales de siglo XIV. El dos de agosto del 1529 se encontraba el corregidor Hernán Pérez de Torres en Alcalá y llevó a cabo personalmente la visita de las veredas, caminos reales y cañadas junto con los miembros comisionados por el cabildo municipal. Se nos describe la existencia de esta Fuente Nueva de los Álamos de la siguiente manera: hágase otro mojón en el haza de Pedro de Pineda, y otro en la haza de Hernando de Aranda;  y, en el cabo de esta haza,  se hizo otro mojón que alinda junto al ejido de la Fuente Nueva;  y queda por ejido,  desde este mojón del camino, do quedó una piedra grande hasta el arroyo,  y hay,  desde este mojón  mirando hasta la Fuente Nueva,  de ejido y eras concejiles cinco cuerdas  y un estadal hasta el camino del Pilar y en cada cuerda diez estadales. En 1533, en la ciudad intervenía un tal Florentín, yerno del herrero Juan Muñoz en la obra de esta Fuente, de modo que recibió un pago por valor de dos mil maravedís. En el pilar de los Álamos continuaron labores de cantería por parte de Diego Martínez Izquierdo, y, en tiempos del corregidor licenciado Mora, se acabaron las obras del frontis y pilar. En 1555, visitaron la obra como veedores de la obra de Miguel de Bolívar, Juan de Alcántara y Andrés de Vandelvira.  El pilar se convirtió en eje fundamental de aquella sociedad agroganadera y comercial por ser paso del camino de la Corte, que transitaba en su cercanía.
 Por encima de esta Fuente, se fue trazando una nueva calle, que los censo y padrones denominaban, “la que va por encima de la Fuente Nueva”: Y, con este nombre, se quedó para la posteridad. La calle de la Fuente Nueva desembocaba al final del Llanillo, en el arrabal de la Veracruz, y, se surtía de aquellas aguas, que paliaban la sed de sus vecinos y de los animales que acudieron a pastar en el ejido de la ciudad, antes de que fuera alameda y parque. Esta calle, fue mayoritariamente del sector primario, agricultores por excelencia, algún miembro del sector secundario y terciario. Pero, conforme avanza el tiempo, en la primera sección junto a la Fuente, se alojaron algunos hidalgos y hombres de oficios y profesiones liberales. Y, estacionalmente, esta fuente surtía de agua a los feriantes de casetas, ganado y artilugios e ingenios que se arremolinaban por este recinto en los días finales de agosto por ser la feria dedicada a San Agustín, y, posteriormente, en diversos días de septiembre, que se escalonaron a lo largo de los siglos hasta establecerse en la penúltima quincena de este mes. 
Si la fuente define la calle, no menos importancia fue adquiriendo en los últimos años por otros establecimientos y lugares públicos. En los años cuarenta del siglo XX, llegó a ubicarse el colegio de la Sagrada Familia en los primeros pasos de su fundación; y fue entrada poterna del COPEM, y del colegio Martínez Montañés por los años cincuenta. Por cierto, este año se celebra el sexagésimo segundo aniversario de aquel centro de Enseñanza Media, que fue el precursor del Instituto de Enseñanza Media "Alfonso XI", inaugurado en el mes de octubre de 1969 (0tro quinto Aniversario de un centro que amplió la formación escolar en otras capas de la sociedad alcalaína y dio significativos frutos desde aquella fecha hasta hoy día).  Desde su patio, antiguo jardín del Palacio Abacial, se encontraba y contemplaba en contrapicado la prisión del Partido Judicial.
En la primera sección de esta calle, no faltaron los edificios dedicados a  otros servicios de la sociedad alcalaína:    estuvo la pensión de Isabel Sánchez, y las oficinas del Registro; se  abrieron tiendas agropecuarias, se construyeron las primeras viviendas de bloque de pisos y,  oficinas; no muy lejano de tiempo, se abrió el Casino Liberal y Republicano; la Oficina de Correos abrió sus puertas en esta calle a mediados del  siglo XX, y no faltaron algunas agencias en el mundo de la administración. 
Una institución procedente de las fundaciones del Antiguo Régimen, el Hospitalico de los Pobres, se ubicaba en la última sección de esta calle. Y  me detengo en este edificio. Me resultaba algo extraño que aquella casa que pertenecía a los propios del ayuntamiento se ubicara en un sitio tan alto de la calle, en el último tramo. Además, que  hoy  nadie se acordara de ese uso, tan sólo pude comprobarlo por algunas personas, y por ser residencia y alojamiento de una familia. Podemos manifestar la razón de ser de su ubicación. Corrían los años posteriores a la marcha de franceses de la ciudad de Alcalá la Real. Era 27 de diciembre 1815, y ante el escribano Domino Saenz de de Tejada, acudió el administrador del Hospital del Dulce de Nombre de Jesús el cura Manuel García Berlango, también provisor y vicario abacial,  y José María de León. El  primero regentaba una casa en la calle del Pradillo, que se titulaba el Hospital de los Pobres, donde se recogia a estos y transeuntes; era lindera con otra que hacía esquina en la misma calle  y por lo alto con casa del que proponía el trueque. 
El segundo disponía de una casa en la la calle Fuente Nueva, que estaba gravada con una memoria de misas en la Iglesia de Consolación y perteneció a la monja dominica María López de Avila; la casa disponía de un gran corral, alejado de otras viviendas donde podían bajar a tomar el sol los pobres transeuntes, suficientes  habitaciones para los dos sexos y para evitar el hacimnamiento y estaba situada en un sitio ideal alejada del posible escándalo público.  La primera, sin embargo,  era objeto de este para los vecinos de la ciudad, según comentaban los actores del trueque entre ambas casas. Alegaban que en el centro del pueblo se encontrara  este alojamiento perjudicial para la buena urbanidad y moralidad;sin embargo, más radicaba en razones particulares del vecino comnprador que extendía una sere de acusaciones y protestas calificando a los moradores del Hospital como pobres forastresros transeuntes, que se reunían en los corrales compartidos sin división de sexo, casi desnudos con mucha indecencia, llenos de parásitos, y provocan altercados, quineras y enfrentamientos entre ellos; no olvidaban que la casa era muy pequeña, poriue en la primera planta tanb solo había un porta, cocina y alojamiento de todos estos pobres, y , en la segunda planta, se hallaba la vivienda del enterrador que bajaba a la calle y se desempulgaba dando lugar a infecciones públicas.
Tras los reconocimientos y valoración por parte del maestro de obras y alarife Manuel Granados, se preparó el correspondiente expediente ante el Señor Abad que dio la licencia y la casa del Pradillo quedó en manos de José María de León y el Hospitalico se trasladó a la casa  de la calle Fuente Nueva, lindera con la casa de don Esteban Peralta y unos corrales.
Esta calle disfrutaba de un privilegio especial: el ocio lo tenía gratuito. Desde las viviendas de estas casas por sus patios, se contemplaban las películas del Oeste y artistas españoles que se proyectaban en el Cine de Verano por los años sesenta del siglo XX.  
Muchas anécdotas podrían comentarse en esta calle: desde la casa de la costurera  de túnicas nazarenas en el último tramo del final de la calle hasta los primeros gorilas y monos de goma que se compraban  junto  con el regalí en la tienda de Ramón  Delgado; las primeras escapadas de las clases haciendo las nonas por parte de los alumnos de Bachillerato, las novedades del  cine de verano, la primera escritura que las familias firmaban, la subida de artistas  al Teatro Martínez Montañés...Esta calle, pina y de gran desnivel,  decumana, de muchas viviendas de tipología andaluza (blanca fachada, y pequeños huecos), se ha deformado con algunos bloques de pisos,  y solo mantiene alguna casa modernista de principios del siglo XX, vetusta propiedad de las familias privilegiadas e hidalgas; esta calle sigue   acercando  al Teatro Martínez Montañés. Ha dejado su dedicación agrícola, pero se sangra y se despuebla por las últimas secciones. En la sociedad del ocio i






nvita también a la subida del parque periurbano, y a un replanteamiento funcional para el nuevo plan interior de reforma urbano.


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