DICIEMBRE
Acabamos la serie de
artículos sobre los meses, ansiosos de iniciar un nuevo año que traiga
renovados aires a todos, pues la contaminación pandémica no alcanza su final y
se reproduce en olas cíclicas cuando menos uno se lo espera. Ojalá aconteciera
como la crisis de 1680 que tuvo su final en 1682; pero eran otros
tiempos, cuando la globalidad solo se ceñía a los desplazamientos de unos
lugares a otros por tierra y mar, y no con el incremento del aire. Antes los
vecinos se defendían de los contagios con procedimientos muy similares de
confinamiento, aislamiento y algunas medidas sanitarias y
hospitalarias de acuerdo con los recursos disponibles. Ahora, con el
dominio y avances de la ciencia, ha dejado marcada a la sociedad esta pandemia
de una manera que ha resquebrajado la autosuficiencia de los seres
humanos del siglo XXI. Se creía que había dominado el paso por esta
tierra en todos los terrenos, y nos ha lanzado grandes interrogantes en la
seguridad vital.
Pero, diciembre es un
mes constitucional, desde hace ya más de 44 años. Inicia la celebración de un
hito real, que simplemente hay que comparar con otros periodos de la Edad
Contemporánea para sacar conclusiones de un periodo histórico y de un
ordenamiento jurídico que se mantuvieron por encima de otros
anteriores. Me refiero con visos de constitucionalidad, aunque fuera
censitaria. Y no tiene ni un mínimo de comparación con otros tiempos nefastos,
en los que la democracia y la libertad no aparecieron por el suelo español. Por
eso sorprenden celebraciones, en los que el fundamento de estas
leyes se base en estamentos, que son simplemente garantes,
sino que fue el pueblo con su sentir democrático y su espíritu de
consenso. Al pueblo representado se le deben los avances de la constitución y
su reforma. Y ya está bien de tratar de maquinar sobre la constitucionalidad de
los que supieron estar a las alturas de las circunstancias, primando el bien
público sobre el partidista. Y menos aún, los que dieron hasta su
propia vida y sus ideas.
Diciembre es un mes
intimista, de hogar, de celebraciones familiares. Se mantiene el espíritu de la
Navidad en su parte central y en los días más señalados. Se refleja en las
calles con la simbología de unas luces que alumbran en la oscuridad, despiertan
en la penumbra del abatimiento y nos guían con su resplandor. Se fomenta la
fraternidad y la solidaridad por las causas de los más desfavorecidos,
proliferan las campañas por la recogida de alimentos, la ayuda a los sin techo
y el reparto de un juguete para todos los niños. Se reviven los nacimientos con
la acogida de otras personas emigrantes que acuden a nuestra tierra para sacar
el aceite de nuestros peculios. Invita a la vecindad, a la visita y el
encuentro en los hogares con el montaje de los belenes, de los pasionales
a los artesanales pasando por los meramente familiares.
DICIEMBRE es final de
año. Cierra la última página de la agenda. Se realiza el último consejo de
administración de cuentas, el punto final de todo el movimiento de entradas y
salidas aportando el saldo positivo deseado y el coronamiento con la
celebración del banquete laboral entre patrono y trabajadores. Se cubren etapas
de equipos políticos, sociales, vecinales, culturales, y de diversa índole,
donde se rinden cuentas y se anuncian un nuevo año y unos futuros tiempos de
renovación.
Esta es mi postal de
diciembre. Y, en medio, la celebración del patrón que simboliza el liberador de
la esclavitud, tal como porta con sus grilletes de apresamiento y el báculo de
la buena nueva de la paz. Bueno, esto era para una sociedad que todavía creía
en Señor de Silos, como protector del pueblo; ahora tal vez convendría que nos
liberara de las nuevas esclavitudes del consumo digital a través de
los negocios foráneos y fomentara las buenas ideas con el
báculo del comercio de los productos de nuestra tierra.
Felices Fiestas de
Navidad y Un año Nuevo 2022.
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