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domingo, 11 de julio de 2021

LAS CASAS ABACIALES DEL LLANILLO, PRECEDENTE DEL PALACIO ABACIAL.

 




SOBRE LA HISTORIA DEL PALACIO ABACIAL EN EL LLANILLO

 

EL PALACIO ABACIAL

 

 

 

 

 





 

 

 

 

 

En un manuscrito sobre la historia de Alcalá la Real, se escribía por parte de su autor Agustín Garrido Linares,  que

 

 "así mismo el Ilustrísimo Señor Don Maximiliano de Austria hiço la torre de la iglesia Parroquial de Santo Domingo de Silos, y el Ilustrísimo Señor Diego de Ávila las Casas Abaciales que  existen tan próximas a su ruina inmediatas a la dicha Santa Iglesia Matriz, solicitando su maior cercanía para su maior asistencia i régimen de su Culto"

 

Estos datos sobre los precedentes del Palacio Abacial nos manifiestan que, en un principio, estuvo situado en la fortaleza de la Mota y adosado junto a la Iglesia Mayor. Pero, por las fechas aproximadas del documento, las casas abaciales se abandonaron en torno al primer decenio del siglo XVIII. Unos años antes, algunos abades ya  habían intentado el traslado de la residencia abacial a la parte baja de la ciudad moderna, dejando el recinto fortificado, a pesar de que el cabildo municipal se lo había impedido en reiteradas ocasiones.

 

 

 

Las Casas Abaciales del Llanillo

 

 

 

En el año 1725, hay constancia de la presencia de los altos cargos del cabildo eclesiástico en unas casas situadas en el Llanillo, donde convivían el provisor y gobernador eclesiástico, un presbítero, el secretario del Gobernador y un capellán con su familia( Padrón 1725. Casco Alcalá la Real). Podemos concretar algunos detalles más sobre estas casas, pues partieron de varias compras de casas desde finales del siglo XVII. En 25  de octubre de 1732, el mayordomo de las iglesias parroquiales de Alcalá la Real llevó a cabo una operación para acrecentamiento de las casas, que recogemos del escribano Francisco Montes ( Legajo  folio 403). Catalina del Rosal, esposa de don Fernando de Aranda, vecino de Loja, había aportado en 1669 [i]un censo  a la Iglesia de Santa María la Mayor, en la cantidad de  4.200 ducados, con los que sufragó el costo de un  tabernáculo al Santísimo Sacramento, y  con la obligación de decir una misa cantada perpetuamente  en cada un año. Pero se llevó a cabo la compra de  las Casas Abaciales, y posteriormente, en la cantidad de 18.323 reales y nueve maravedíes se adquirieron otras nuevas situadas en el mismo Llanillo para la fábrica de la Iglesia Mayor, linderas con las casas principales de las dichas fábricas por alto, y por lo bajo  con Casas del

capellán Juan Cedillo de Baeza  ( que desde 1725 figuraba lindero con ellas. Debieron ser la casas de María Hidalgo, que se mantuvieron con la obligación de la manda de la memoria de la misa cantada. ,

 

No debía preocupar mucho en este tiempo su buen decoro  ni se construyó una mansión palaciega para el abad, porque los cardenales  Borja y de la Cerda y don Álvaro de Mendoza, abades de Alcalá la Real, no residieron en ellas y,  hasta muy avanzada la segunda mitad del siglo XVIII, no hay testimonio alguno de una estancia prolongada de abad alguno.

 

Por los años cuarenta y cincuenta, las fuentes documentales hacen referencia a dos casas abaciales, que eran parte de patrimonio de la abadía y que demandaban servicios del cabildo municipal. Por un acuerdo de los regidores, en concreto, en los años cuarenta, se les concedió la licencia de agua de la red municipal que transcurría desde la arqueta del Pilar de Mari Ramos hasta la Fuente de los Álamos a través de la calle Pastores. Otro acuerdo posterior del año 1749, ante la escasez y sequía que sufrían los vecinos, obligó a una revisión de la cañería  en las casas que se denominaban Abaciales, Palacio Abacial  o del Señor Gobernador de la Abadía.


 

Aquellas casas debieron estructurarse en torno a una planta central de arcadas y un cuerpo de doble crujía, que daba a una sencilla fachada. En su interior se distribuían el resto de dependencias, tanto  oficiales- la Cárcel Eclesiástica, la Biblioteca, el Archivo, la capilla del Abad, en este caso, la del Gobernador, la sala de audiencias- como  particulares, dedicadas a  los aposentos del abad y al resto de miembros de su curia eclesiástica. De esta época, debe datar el claustro, con sus doce columnas superpuestas de orden toscano, y la capilla de los abades.  Como típico de las casas de la ciudad llana, además se le adosó un huerto a las espaldas del edificio que se describe en algunos documentos, provisto de un bello jardín y, en su parte alta, unas habitaciones que, en el resto de las viviendas de la ciudad, solían destinarse a graneros.

 

Todo ello estaba en consonancia con las casas y palacios señoriales que solían estructurarse con el mismo claustro y la escalera frente a la puerta; en este caso, en un lienzo lateral, fruto de reconversiones anteriores. Varios son los arquitectos que intervienen en las obras municipales desde principio de siglo hasta mediados del XVIII, pero no es de extrañar que en diversas fases de esta obra imprimieran su huella  los maestros locales Manuel de Álamo, Mateo Primo y Felipe García Peinado. Por este último nos inclinamos principalmente  porque  la semejanza de las bóvedas de las escaleras y la sencillez arquitectónica y decorativa del interior del Palacio Abacial están muy  relacionadas con las de las  Casas del Ayuntamiento y las de Enfrente que en el año 1734 se estaba construyendo.

Otras nuevas aportaciones radicaron con la compra de otras casas que se cambiaron por otras de las Casas de las Rentas Decimales de la calle Real, para ubicar esos servicios, junto con las Casas Abaciales, como comentamos en otra ocasión.

 La siguiente fase radicó en una transformación muy importante del Palacio Abacial por parte del abad Mendoza y Gatica, que rectificó la alineación de la calle y levantó nueva fachada (Años setenta del siglo XVIII). Pero esto lo comentaremos en otra ocasión..

 

 



[i] Se hizo memoria ante el prelado Abad  y se obligaba a pagarle cada a los beneficiados de la Iglesia mayor 16 reales de vellón por la misa cantada. Ante el escribano Manuel Monte Lizcano.

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