Archivo del blog

jueves, 22 de abril de 2021

EL CORTIJO DE LA MERCED Y EL TOQUE DE LA QUEDA

 El toque de campanas se sentía  esta noche, era primnavera; se convertía la ciudad en un lugar de misterio en esta estación del año, pues en verano a las diez de  la noche casi apagaba los últimos rayos de la luz del sol. Sonaban nueve campanadas de tres en tres en volteo de la campana María, intercaladas por la de Santo Domingo como  si se asemejara al toque de entierro. Todos reconocían el anuncio de salir del puesto de trabajo y encerrarse en las casas, las primeras que cerraban eran las puertas del Hierro, Lanzas, Imagen; luego Zayde, el  Aire, Peso de la Harina, Nueva, Rastro, Cañuto  y Arrabal. Y acababan con la de losÁlamos,  Granada, Villena y del Campo. Una vez entrado los vecinos en sus casas , cerraban sus puertas, portones , grilletes, verjas  y ya no los abrían hasta  el alba. Raro era el día en que se rompía aquel cierre de la ciudad de la Mota y la ciudad del valle que comenzaba a llenar el valle  que cerraban los cerros de l Mota y Los Llanos. A veces, se escuchaban a los animeros y a los que llevaban la santa comunión a los enfermos, pero eran en determinados días, en otoño.  Este toque de queda se distinguía por llamarse toque de ánimas, ya que las familias rezaban por sus difuntos al escuchar estas campanadas, sonaba diferente al del toque de laudes,  ángelus o vísperas .

La campana María sobresalía con su toque lánguido y pausado y  se diferenciaba de cualquier sonido llamando a una misa o repique general.   Duraba un décimo de hora  y se escuchaba en toda la ciudad, los campaneros solían ser los mismos de siempre. Esta noche de 29 de junio de 1612 ,  lo hacían los sacristanes.  Tocaban las campanas con cierta alegría a pesaar de que la oscuridad del bocel de la torre del campanario no se identificaba salvo por el fulgor del candil que les había llevado a la Sala del Reloj, donde pendían las sogas  de las campanas.  Gerónimo Jiménez y  Pedro de Arjona  se intercambiaban los silencios con la mirada y jadeaban tras subir las más de cien escalinatas, desde la puerta de la capilla del baptisterio. En el rellano del coro, se cruzaron la mirada, mientras recordaron la entrevista con el alcaide don Antonio López de Gamboa:

-Nos dijo cuánto llevamos de sacristanes- dijo Gerónimo.

-Hombre, cada uno entró tras la prueba de Doctrina- contrestó Pedro de Arjona.

-Hoy, a lo mismo, pero más contentos.

-Me falta la respiración, pero es de alegría por el contrato.

-Nos hemos obligado, claro , es un compromiso muy serio, pero seguro.

-Sí, ya lo sabíamos y los habíamos hecho todas las noches.

-Y lo haremos, mientras seamos sacristanes de la Iglesia Mayor. Tañerermos este toque.

-El que llamamos Oración de las Ánimas.

-Mira el reloj, solo faltan unos minutos para la siete, todavía no ha llegado el verano, estamos en en el primer verano (primavera).

-Ya llegará cuando por San Juan toquemos a las nueve de la noche. 

-Qué señor más formal, don aAntonio. Nos ha renovado el contrato  por otros tantos años.

-Ha cumplido con el vínculo  que instituyó su madre doña Teresa de Eraso.

-Y nosotros tan puntuales como la pica de una lanza, a las siete, ni un día en falta.

-Y, don Antonio, hombre de palabra, nos pagó los seis ducados del año pasado, een el día de hoy.

-Y no faltará la paga en 1613 por este día.

-Bueno, él no lo paga, lo hace el arrendado de su cortijo de La Merced.

-Exactemente, Diego Ramírez.

-Dijiste la Merced. 

-Si fuera de día veríamos desde esta torre donde empiezan sus tierras y casi se pierde la vista en su extensión.

-¿Sabes su historia?

-Me llama la atención por el nombre. 

-Creo que está claro y evidente que responde a una merced real a uno de los capitanes que acompañaron a los Reyes Católicos en la toma del Reino de Granada.

-Sí, pero lo cierto que su nombre ya era una realidad en el siglo XVI.

- Y pasó por las herencia al alcaide a través de su madre.  

-Recuerdo un contrato de arrendamiento entre su propietario y el arrendador. Este era  mi pariente Antón de Arjona. Y el propietario el señor Benito López de Gamboa, que compró la alcaldía de la fortaleza de la Mota, oidor de la Chancillería Real y Consejero de las Indias de Felipe II. Su hijo Antonio López de Gamboa heredó la alcaldía y fue regidor perpetuo y escibió una monografía de los orígenes y antiguedades de Alcalá la Real. Lo representaba su hermano el licenciado y presbítero Francisco de Gamboa, que ejercía el cargo de provisor vicario del abad en 1570 (ambos Benito y Francisco eran hijos del capitán Antón de Gamboa que fue vecino de Alcalá la Real y formó parte de los ejércitos de los Reyes Católicos). Pero  lo importante del documento radica en los datos que aporta sobre el cortijo.

-


-Dime, dime, este cortijo  se componía de unas 300 fanegas y una casa de teja, denominada también cortijo. Se ubicaba en el paraje del Tablero  y le dicen de la Merced de Francisco  Grimaldo
-Ah, Grimaldo.
- Probablemente, los Gamboa lo adquirieron del mercader banquero Francesco Grimaldi.
-Un personaje que  ocupó un papel fundamental y económico en la Corte de los Reyes Católicos, y en la regencia de don Fernando. 
-Ya tengo datos. No sólo adquirió terrenos por estos lares sino que en los pueblos de la comarca de los Montes de Granada como Colomera hizo alguna adquisición. Responde a un colectivo  colectivo caracterizado por su movilidad en la Edad Media tardía, sin duda, el de los mercaderes que en  el Reino de Granada el grupo más destacado, en época nazarí como castellana, fue el de los genoveses. --Dejame que me centre en esta ocasión me voy a centrar en esta figura singular  de  Francesco Grimaldi, este mercader-banquero genovés, pues su perfil sobresale entre sus compatriotas establecidos en el reino granadino por la capacidad para adquirir un extenso patrimonio inmobiliario a partir del cual creó un mayorazgo, fruto de su inusual unión con una noble castellana, dama de honor de Catalina de Aragón cuando era princesa viuda de Gales. Precisamente el cruce de informaciones permiten seguir la pista de sus actividades y la de su familia desde la Península Ibérica hasta Inglaterra y vuelta entre finales del siglo XV y los primeros tres lustros del siglo XVI, si bien los datos sobre su mujer y sus hijos se adentran hasta mediados del Quinientos, revelando un proceso particular de integración en la oligarquía granadina. 
-Dejame, dejame que te diga. En los años finales del siglo XV, se encuentra más centrado en actividades financieras para conseguir préstamos, pero posteriormente se encarga de grandes contratos administrativos en las Mancebías de Málaga y en las Alpujarras para  conseguir su integración en el mundo de la Corte entroncándose con la nobleza al casarse con doña Francisca de Cáceres. En esta etapa emprendió una nueva gestión que se basó en la adquisición de numerosos inmuebles entre los que se cita el del cortijo de la Merced.  Finalmente sus hijos heredaron su mayorazgo que mantuvieron sus bienes a lo largo del siglo XVI. 

-Bueno, ya hemos hablado de Grimaldo.
-Vayamos al cortijo. Y al contrato de mi pariente. En el  arrendamiento se  cita expresamente su ubicación en el Tablero, en este paraje, lindero con las tierras de Bernardo de Aranda y Pedro  Fernández de Anchuela, terreno de los baldíos o comunes, de los propios de la Dehesa de la Hondonera y el arroyo de la Peña del Yeso. 
-Se ciñe al modelo de condiciones y claúsulas del momento: a pan terciado( dos de trigo y una de cebada), solo cien fanegas cultivables, imposibilidad de cortar árboles o mondarlos, mantener el cortijo en las mismas condiciones de entrega, pago de todo y al tercio de los productos incluso los diezmos, ejecutar las labores agrícolas a la perfección( siembra, escarda, alzado, siega...) y cobro a  finales de año y entregar la especie por el mes de agosto. 
-Lo firmó mi pariente por  octubre de 1572 ante el escribano  Luís de Cáceres.
-Bueno, pero nuestro contrato, no es para ser labradores de aquellas tierras.
-Claro que sí , solo nos relacionamos con el labrador en el pago del dinero.
-Nos tiene que pagar los ducados sacados de los frutos de la bellota.
-Allí hay mucho monte, y tierra de labor.
-Y buenas y hermosas encinas. 

-Mira fíjate en lo que me dijo su arrendador.

-Esta tierra esta mezclada, y hay una encina que sobresale, perdurará por el tiempo, le gusta su sombra al ganado

-Me cuentan que  esta  encina más antigua y de mayor sombra hace unos años un rayo hirió de muerte su tronco inabarcable por más de cinco personas

-Bueno vamos, da el toque que te has pasado de hora quince minutos.

Con el toque lúgubre, comenzaban a encenderse las cocinas y de las chimeneas francesas de la Mota salían unas columnas de humo, el murumullo de los rezos de ánimas se distinguía sin apreciar los rezos de los animeros, habían concluido las  actividades,  y el toque de queda invitaba a pedir por los difuntos. Se le fue el santo   al cielo a los sacristanes y lo prologaron treinta minutos.

-Que no es el día a 2 de noviembre, para dar un toque de treinta minutos,  y para pedir por los difuntos en su día.

La María emitía un sonido grave, un sonido muy especial. 

Cien quintales peso,

quien no me crea 

que me coja en peso

de la Mota los Llanos

y de los Llanos a la Mota. 


 

Ese cor

No hay comentarios:

Publicar un comentario