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domingo, 28 de febrero de 2021

OBITUARIO DE PACO ZÚÑIGA


 Siempre, en el día de Andalucía, me vienen a la mente los doce trabajos de Hércules, sobre todo el duodécimo que se refiere a la victoria del héroe sobre la misma muerte. Debía matar a Cerbero, el perro de tres cabezas y cola de serpiente que guardaba la entrada del  mundo de los infiernos. Y lo logró el hijo de Alcmena y de Zeus. A veces nos encontramos a los héroes, solamente en los mitos y las batallas. Pero son de carne y hueso. Lo puede ser en el ejercicio de la bondad, el espíritu de servicio  y la humildad. Parece una incongruencia, pues, generalmente, generan noticias los seres de espíritu bélico y vilento. Este es el caso de Francisco José Zúñiga Martín, un ejemplo donde contemplar cómo una persona logra superarse y entregarse a los demás, salvando todos los trabajos y dificultades que le pudiera presentar la vida desde su nacimiento para convertirse en una persona al servicio gratuito de los demás. 

Ya ofrecía visos de esta tendencia vital con su iniciación en el mundo del seminario diocesano, que no culminaron en su ordenación sacerdotal. Hijo de Antonio  Zúñiga y Eloisa Martín,  una familia muy arraigada en Alcalá la Real, en la que supo beber las fuentes de la generosidad, se  integró, primero, en la escuela, formacion psoterior y en vida laboral  de moso que demostraba su honradez y su responsabilidad compartiendo la amabilidad y el buen servicio para todas las personas que acudían  diariamente al Paseíllo de la Mora o al estacionamiento de los Álamos. Dignificó su trabajo en muchos lugares, en los que prestaba los servicios de conserje de expediciones, centros culturales, deportivos, acontecimientos de diversa índole. No sólo era el vigilante leal, sino también el guía de abrir campos a las personas que acudían desorientados y avidos de ayuda. 

    Compartía casa entre su vivienda personal y la iglesia de Consolación, donde prestó los servicios de diaconado no oficial, pero sí real, desde guardián que abría  y cerraba las puertas de este santuario alcalaíno hasta el lector y acólito de las ceremonias religiosas. Siempre colaboraba con todas las cofradías y parroquianos , y también con los guías turísticos, a llos que  ofrecía el templo del retablo barroco de la Virgen de las Mercede, que iluminaba  y compañaba como cicerone, siempre lleno de prudencia y humildad. Y no olvidaba colaborar en el voluntariado de  entrega a los demás. No no extraña que se le nombre guerrero de Nina, esa niña  con la que colaboró en las campañas de apoyo de una forma muy presencial. Ni qué decir que  su pasión por Cáritas, en la que raro no era el día en el que edaba nuestras de preocuparse por la atención de los excluidos, promoviendo actividades, relaciones con las vocalías de caridad de las cofradías y recabando fondos como la rifa que nos ha dejado como herencia de su último legado. 

Paco era muy cariñoso y afable, con todo el mundo se relacionaba, revivía historia y linajes, y daba su alma y cuerpo por todos los que le rodeaban. Nadie esperaba que las puertas del templo, que todos los días saludaba, fueron el lugar de sacrificio último de su entrega a los demás, sin que se pueda comprender ni justificar al cerbero terreno que  no le pudo apartar de  pisar el peldaño ante los pies de la Virgen de la Mercedes en la entrada triunfal del cielo. Es dificil relacionar su vida con el heroe hercúleo, imposible, porque Paco Zúñiga, solo era un rey de armas, un macero, a la manera mítica representando a la ciudad en los fastos oficiales. Más bien era un corredor de fondo como lo definiría san Pablo. "¿No sabeis que en las carreras del estadio todos corren, nás uno solo recibe el premio?¡Corred  de manera que lo consigais. Los atletas se privan de trodo, y esto, por una corona corruptible; nosotros, en cambio, por una incorruptible...".  Y refrendando a su párroco:Paco Zúñiga, hombre de servicio, cristiano comprometido, voluntario de Caritas,  y persona de Iglesia en este final de febrero murió siendo mártir. No es un héroe, ganó otras gracias , diferente gloria y otra vida. Su corona, muy merecida, es la incorruptible en el seno del Padre, bajo los pies de la Virgen de las Mercedes Coronada.

 

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