No siempre se llamó este rincón
alcalaíno con el nombre de El Toril.
Ni se remonta su actualidad
informativa y deseos de recuperación a las ultimas semanas del verano pandémico,
como si algunos quisieran arrancar recientemente
las hojas del libro que no le interesan. Parece que han descubierto el nuevo bálsamo de Fierabrás que revolucionará
el casco antiguo de la ciudad. Sin embargo, la zona del Toril se encumbra a
tiempos de los romanos, donde se albergó la primera zona urbanizada de Alcala
la Real, cuando todavía no se llamaba
con el topónimo musulmán.
El profesor Sotomayor nunca se atrevió a poner nombre a Alcalá la
Real y dudaba entre Ebura Cerealis, Vicus Apuaclensis, Ipocubuola y Suculo entre otros topónimos
iberorromanos. Distinguió el recinto
fortificado de la Mota con la zona
urbana de la Tejuela. Esta fue el primer
proyecto urbano de la ciudad del valle, a modo de una aldea que nació a
expensas de las aguas que bajaban de los manantiales de los Llanos. El segundo
fue este mismo lugar reutilizado por los musulmanes entre el Cauchil y las
Azacayas, y, en medio de estos lugares, una serie de huertas y alquerías que los
árabes emplearon a las afueras de los caminos
que protegía el Castillo de la Mota. El jesuita no recogió ni dio fiabilidad a
la visita de Andrea Navaggiero que constataba en los albores de la Edad Moderna
la existencia de unas ruinas romanas por la zona de la Tejuela. Y este viajero italiano pudo perfectamente
comprobarlas en medio de un haza abandonada y donada como merced a los
regidores alcalaínos para iniciar el desarrollo urbano la ciudad del Llano,
cuando no existía ni Consolación y tan sólo las tenerías, tintorerías, molinos
de zumaque y cantarerías rondaban a los caminos que salían de Alcalá. Por
último, la urbanización de la zona de la fuente de la Tejuela y más abajo la de la Fuente Beber junto con el
convento de Consolación, cubrió aquellas
ruinas de modo que de una vicus, una
aldea romana, y de las alquerías musulmanas se convirtió en un nuevo arrabal con nombre de la Tejuela y
de la iglesia de Consolación que se subdivido en calles donde comenzaron a residir los nuevos
repobladores de la conquista de Alcalá de Aben Zayde. Este barrio fue el más comercial de la ciudad, con sus mesones y posadas, las
tiendas de los artesanos, los talleres de los telares y las alfarerías,
resistió y resiste con ese damero urbano, nada menos
que casi cinco siglos, oculta
todo el pasado comentado anteriormente. Esa aldea romana, carmen musulmán, y arrabal cristiano fueron
remodelados en muchos momentos : en
tiempos modernos los toros ocuparon
aquel claustro para encerrarlos antes de la corridas en el compás de Consolación y Llanillo; con la
desamortización de Mendizábal destruyeron
aquel claustro en el siglo XIX y la burguesía agrícola de aquellos
tiempos convirtió el solar del Toril en una fábrica de aceite; hubo intentos
municipales de preservar algunas dependencias con la ubicación en aquellos lugares de las Escuelas Municipales,
el Teatro Leyva y el Callejón de los Ángeles
para la Beneficencia de los Niños
Expósitos. En su entorno, el siglo XX cambió el paisaje urbano andaluz por
nuevas casas modernistas de la manos de los Granados, La Morena, Sánchez
Velasco y Alameda. En sus cimientos, la picota encontró el celebrado Hércules romano;
no fue un hallazgo más, fue en realidad la constatación de su pasado. Recientemente
en el siglo XXI se llevaron importantes excavaciones que rondan toda la zona
del Toril y expusieron a la luz la
vicus, con su diseño a lo Vitrubio y el descubrimiento
de otras piezas arqueológicas y un nuevo Hércules, el del can Cerbero. Es la
Domus Herculana que comenzó a trabajar el proyecto de volver a renovar la zona del
Toril, con los medios posibles para poder ejecutar un diseño que lleva más de
dos decenios. No es de extrañar que una remodelación de un plan interior urbano
tarde años. Somos víctimas de las prisas. Parece como si las cosas se arreglaran
en veinticuatro horas. Y de la vicos romana a la arrabal cristiano se tardaron
más de diez siglos. En el pasado hubo intereses humanos que impidieron y retardaron proyectos, lo que se denomina la
vulnerabilidad humana frente a la ideología de la autosuficiencia del hombre
occidental ufano de creer que todo se
consigue bajo su poder. En un entramado urbano y su
convivencia social, cambian los modos, las modas, los sistemas socioeconómicos,
el Toril no es solo un claustro, es algo más, es la ciudad de Alcalá la Real,
romana, musulmana, cristiana, moderna y posmoderna. El reto consiste en
conjugar todo lo realizado, con gran acierto en las últimas décadas, por medio de
una proyección futura de urbanismo que
sea una lección histórica, turística y de recuperación del patrimonio, urbana y
social.
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