La ausencia de datos sobre el nacimiento alcalaíno de
Pablo de Rojas contrasta con el hecho de que, en años posteriores, su biografía y la de su familia se olvidaran.
De ahí que la crítica María Elena intuyera una aproximación a sus vidas y obra
: María Elena Gómez-Moreno: Pablo de
Rojas, nacido hacia 1560, trabajó en Granada entre 1581 y 1607, sin que se sepa
la fecha de su muerte; colaboró en el citado retablo de San Jerónimo e hizo
numerosos retablos e imágenes, en que abandona las normas italianizantes para
inspirarse en la realidad, aunque manteniendo una gran corrección anatómica.
Sin ser Rojas un artista genial, tiene una simpática sencillez y el
extraordinario mérito de ser el verdadero padre de la escultura andaluza, no
sólo en Granada, sino en Sevilla, como maestro de toda una generación, en la
que descuella Montañés, en cuyo estilo se advierte siempre la huella de su
maestro. Él creó varios de los tipos de la imaginería andaluza, popularizados
luego por Montañés y los granadinos: el Crucifijo, la Purísima, los santos
Juanes. Sus crucifijos forman serie, con escasas variantes; siempre muertos,
con tres clavos, la caída sobre el hombre y el perizoma, muy sobrio de
pliegues, sujeto con un nudo.
Sin embargo, las noticias de sus familiares granadinos fueron significativas
por estar enterrados en Granada. Pues, mientras su hermano Pedro de Raxis,
pintor y escultor, murió en el año 1614 y fue enterrado en Alcalá, su sobrino
el famoso pintor del mismo nombre lo hizo, por su parte, en la iglesia de las
Angustias en 1626 y también su hijo el pintor Bartolomé de Raxis, unos años
después, lo fue en el mismo sitio. El contraste está claro: mientras que Pablo
de Rojas actualmente ha sido recordado
por los descubrimientos r, los Raxis granadinos han dejado una profunda huella
en la pintura granadina. Sirva de ejemplo que uno de los mejores retratos de
San Juan de Dios es de Pedro de Raxis y nunca ha quedado en el anonimato.
LAS HIJAS DE PEDRO SARDO
Es necesario que nos detengamos en la historia posterior que aconteció a
esta familia de artistas por la trascendencia en el arte andaluz. De todas las
ramas, las mujeres olvidaron pronto el apellido hasta el punto que su hermana Ana, nacida en 1537, ya figuraba en
los diversos documentos de la familia con el apellido de Rojas. Además, ésta,
casada con Pedro González de Molina, según el profesor Gila y basándose en el
testamento de su hermano Miguel, murió
sin descendencia antes del año 1598. Sin embargo, por la dote de su hija María
que casó en Priego con Juan de Alcalá, hijo de Rodrigo de Alcalá, en 1592 ya
había fallecido el matrimonio, y la hija estaba bajo la tutoría de su tío
Gaspar Sardo Rages. Por eso, este familiar asistió de testigo y le concedió
todos los bienes de su peculio particular, consistentes en una huerta y finca
de las Navas y algunos maravedís más que importaban la suma de 95.000 maravedís
como dote para contraer matrimonio, al
mismo tiempo que manifestaba que sus padres habían sido vecinos de Priego. Lo
que nos pone de manifiesto que debió ser muy importante la presencia de la
familia de los Sardos en esta ciudad cordobesa. Curiosamente, el testamento de
Ana de Rojas viuda de Pedro González de Molina nos aclara una serie de interrogantes, que los
anteriores documentos dejaron un poco en la penumbra. Por un lado, no era
cierto que hubiera fallecido en el año 1598 sino que quedó viuda de su marido
Pedro González de Molina. Como su hermano Gaspar, también en 1607 fue sepultada
en la Iglesia Mayor de Priego con el hábito de San Francisco y recibió las
mismas honras o parecidas a la de su hermano, a quien le dedicaban varias
misas, con un entierro de doce
capellanes, varios novenarios de misas dedicados a San Agustín y San Amador,
era devota de la Oración en el Huerto, Nuestra Señora de la Cabeza, Santa Ana,
y Nuestra Señora del Rosario. Dejó a su sobrina mayor de Pedro Sardo, el famoso
Pedro de Raxis, 30 ducados. Su marido de su primer matrimonio tuvo un hijo llamado Pedro González de Molina,
y con ella otro llamado Miguel. Entre sus bienes heredados estaban los de María
de Rojas, hija de Juan de Alcalá y los hijos de Juan de Molina, su otro hijo ya
muerto.
Catalina, su segunda hermana, nació en 1540 y se casó con el prieguense
Tomás Ortiz por el año 1567 con una dote
de 52.000 maravedíes. Tuvo dos hijos que heredaron algunos bienes de Miguel de
Raxis consistentes en 10 fanegas de tierra de la Hortichuela con cargo de dos
misas anuales, una a San Miguel y otra al Ángel de la Guarda. Con el paso del tiempo se redujo a nueve
fanegas, tenía arbolado y 57 encinas grandes y tres quejigos y la casa de nueve
varas de frente y cuatro de fondo con aposento, cocina en tajo, una cámara, y un chozón de retama. Le rentaba
unas cuatro fanegas. En el siglo XVIII, un miembro de su familia se vino a
vivir en Alcalá y, como labrador arrendatario vivía en la calle Llana y
administraba los cortijos de las monjas del convento de la Encarnación en la
Rábita, mientras su hermano se mantenía en Priego. El cruce con otras familias
alcalaínas era claro, pues su nombre
completo era Matías Jiménez Rajis y el de su hermano Juan que, sin
embargo, era vecino de Priego. mantenía el cortijo de la Fuente el Soto u
Hortichuela .
La
rama femenina de Pablo de Rojas se
extinguió con sus tres hermanas. Su vecindad en Priego puede aclarar la
presencia de la obra de Pablo de Rojas en la imaginería de esta ciudad
prieguense. Sin embargo, los hijos de
Pedro Sardo dieron sus frutos. Como muy bien los contextualiza el profesor Domingo Sánchez Mesa en la que da su maestría al
escultor alcalaíno:
En conclusión, de los autores manieristas, tales como
Isidoro de Villoldo, Diego de Pesquera, Jerónimo Hernández y, en parte, Juan
Bautista el Viejo, reciben o practican estos otros, como Vázquez el Mozo,
Gaspar Núñez Delgado, Andrés de Ocampo, y el mismo Juan de Oviedo, un arte
preocupado aún por la tradición clasicista pero tendente hacia un naturalismo
que triunfará tras la genial obra del propio Martínez Montañés que, sobre ellos,
y aun practicando un mesurado y contenido manierismo de concepto, hará escultura
propiamente barroca.
Y esta veta, distinta y nueva, hay que buscarla-
primero y, ante todo- en su propia genialidad de escultor, atento a los nuevos
aires que la cultura artística imponía, y después en su maestro, esa otra
figura también rompedora con humanismo heredado y que fue el alcalaíno Pablo de
Rojas González.
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