El
partido de SANTA ANA
Vestigios
de asentamientos anteriores a la conquista de Alcalá por Alfonso XI se
encuentran en las tumbas algáricas en la
zona limítrofe con los Llanos cercanos al cementerio, los restos ibéricos en
las faldas de Entretorres y la Pasailla, algunas villae romanas como la del
cortijo Biedma, la misma Pasailla, la Fuente Rey, y sus huertas, y las
cercanías del cortijo Utrilla y de la cañada Carril que posteriormente se
convirtieron en alquerías musulmanas y cortijos medievales.
Son
varios elementos los que contribuyen al partido de Santa Ana: la Fuente Somera,
la Fuente Rey y la ermita de Santa Ana,
Fuente
Rey:
La
Fuente Rey parte de una población y concentración de cortijos superior a la de
Santa Ana y Fuente Somera en el año 1587 para ir integrándose poco a poco en la
aldea de Santa Ana. Su importancia radica en la riqueza de sus huertas en torno
a los manantiales de la Fuente Somera, Gallardo, la Hostia y la Fuente Rey que
forman una serie de terrenos aptos para el cereal, moral, las nogueras, las
hortalizas y el viñedo. Una ermita, dedicada a la Coronada y el lavadero, obra
de Martín de Bolívar, serán los
principales elementos de diseño urbano junto con un pequeño molino. Muchas de
sus huertas aparecen ligadas a censos y arrendadas a hortelanos, afincados en
los terrenos comunales al lo largo del siglo XVIII, que consiguen buenas
hortalizas, morales y cereales. Debido a este tipo de propiedad, algunas
quedaron en manos de eclesiásticos: la administrada por la Iglesia Mayor, que luego
pasó al Hospital del Dulce Nombre de Jesús, la del Convento de la Trinidad, la
de las monjas de la Encarnación , heredadas de la fundación de Alonso de Dueñas
en 1543 con huerta y casa, y otras de la capellanía de el cura Cejalbo, y
Antonio García o de las familias Pedro Serrano de Alférez, Los Leyba, los Cano,
los pinedas, los Valenzuelas y los Sotomayor.
La
Fuente Somera suele
aparecer unida a la anterior y tiene pocos vecinos, uno y dos en el siglo XVII.
La
ermita de Santa Ana
aparece el siglo XV, según manifiestan las obras de su iglesia en sus años
finales y las donaciones de las mandas
testamentarias como las de Fernando de Aranda. La ermita adquirió gran
prestigio como santuario de la patrona de la ciudad hasta tal punto que era
frecuente el peregrinaje desde y hacia
Alcalá a lo largo de los siglos XVI y XVII con motivo de calamidades y, de
forma ordinaria para la procesión del Corpus.
Ello
contribuye a que se levante una hermosa iglesia que mantenía el culto, el enterramiento
y misas de hermanos así como las obras y ornamentos de la iglesia a través de
una hermandad cuyos miembros son en su mayoría alcalaínos. Los abades, los
hermanos y los devotos se esmeraron en acrecentar el patrimonio con ornamentos
y objetos sagrados, retablos, pinturas, esculturas y renovaciones de la
iglesia. En el año 1785, acabó esta procesión y romería por desavenencias entre
los párrocos de Alcalá en las iglesias donde se celebraba la misa y la
recepción de la imagen que era recibida por ambos cabildos, el civil y
eclesiástico.
Las
primeras noticias de datos de la población del Partido de Santa Ana nos los
manifiesta el Padrón de 1587, que no tendría ningún vecino salvo el santero de
la ermita de santa Ana, pues la mayoría se concentraba en las zonas fértiles de
la Fuente Somera y la Fuente Rey con
dieciocho vecinos. Posteriores repartimientos de impuestos durante el siglo
XVII nos muestran la población diseminada sin un número significativo de vecinos.
a lo más que se acrecienta eran dos vecinos. Hay que tener en cuenta que la
concentración urbana de vecinos trataba de evitarse por varias razones. En
primer lugar, significaba un peligro para cualquier intento de venta de una
nueva villa por parte de la Corona. Los propios vecinos, la mayoría en el casco
alcalaíno, no pretendían perder sus privilegios de pastos comunes para sus
ganaderías ni verse gravados por nuevas imposiciones al ser una villa nueva. La
supremacía de la ganadería era evidente en estos años y no necesitaban sus
pastores o propietarios sino pequeños chozones, cuevas o albergues de madera,
retama o chamizo para proteger y guardar a los animales.
No es
extraño que en los años 1637-1640, año de repartimiento de impuestos con motivo
de la nueva moneda, se encuentren la
siguiente situación que vamos a describir. De los 122 vecinos que habitaban en
los cortijos del campo, tan sólo citan uno en Santa Ana Pedro Caballero,
aunque, repartidos por cortijos del partido de Santa Ana, probablemente
hubieran ocho vecinos, y en la Fuente del Rey, cinco, entre los que destaca la
viuda de Escobar, Cano el Ciego, Francisco Gutiérrez, el clérigo Gutiérrez y un
tal Gallardo. En estos años comenzó a afectarle a la zona algunas medidas de
roturación de los terrenos cercanos a los Llanos, extendiéndose algunas viñas,
entre las que destaca la de don Pedro de Contreras Boar, que fundó una
capellanía para se dijera misa todos los
años en las festividades y octavas de la Santísima Trinidad, Limpia Concepción,
san Juan Bautista y santa Ana. Esta se pagaba con catorce aranzadas de viñas y
un pedazo de tierra calma con la única casa de teja y lagar, que se encontraba
por esta época, en el sitio de Santa Ana, lindero con realengo y los Llanos y
una zona de viñas que eran propietarios
Juan de la Rosa e Isabel Reyes. Lo mismo aconteció con algunas tierras
del Salobrar, donde adquirieron tierras Pedro Fernández de Aranda, o en el
arroyo de la Fuente Rey, y la Pasaílla, donde poseían tierras Teresa Hernández
María Garrida Peñalver. Muchas posesiones de este tiempo estaban en manos de
los eclesiásticos, de ahí que, por ejemplo, la capellanía de los Peñalver:

se
digan seis misas, las dos en la fiesta del nacimiento de Jesucristo, otras dos
en la de la purificación y otras dos en las de Nuestra Señora de la Asunción
cargadas sobre una guerta de tres fanegas con morales y nogueras en el valle de
la Pasadilla, linde con guertas del Lcdo Alonso de Roxas, presbítero, y huerta
de Juan del Castillo Burgos, presbítero y Francisco de Moya Cano.
Es
frecuente que a lo finales del siglo XVII y a lo largo del siglo XVIII, se acreciente la devoción de santa
Ana. Algunos se remontan al año 1579 como Cristóbal de las Valderas que fundó
una capellanía para que dijeran los beneficiados de la Iglesia Mayor de la
Mota durante todos los años en la
festividad de Santa Ana. Otras como Isabel Castillo, Clara de Aranda, familia
de los Cano, ya son fundaciones del siglo XVII. Muy significativa es la familia
de don Pedro de Pineda Mejía y doña Beatriz Cívico, que con la compra de una
huerta de Pedro Cano Serrano en la Fuente del Rey, dedicaron desde el año 1643,
una misa rezada cada año a san Joaquín y santa Ana en la iglesia
Mayor. Por este tiempo tenemos noticias de que ya existía la cruz del
Humilladero, en la capellanía de María de Montoro, mujer de Alonso Hernández
Carrillo, se escribe en 23 de agosto de 1654:
se
digan cuatro misas reçadas sobre la haça del moral que alinda con el
humilladero de señora santa Ana y la huerta del ldo. Juan del Castillo burgos,
presbítero, y con tierras de Francisco de Cáceres cano, rexidor, y con el
camino que ba de la fuente de él a
Señora Santa Ana.
De ahí que en las medidas que
se producen en los años de la peste del 1676-1682, su vecinos no son citados
como los de Frailes para trasladarlos a Alcalá con el fin de evitar cualquier
contagio. Formaban parte de los diseminados 122 vecinos diseminados del campo
en el año 1637 y de los 250 cortijos y alquerías, procedentes de los
descendientes de los conquistadores y de sus colonos y arrendadores a lo largo
de toda la comarca alcalaína a finales del siglo XVII. Eran ,en concreto, tres vecinos en el sitio de Nuestra Señora
Santa Ana, Alonso de Toledo y la viuda
Ana de Martín con una casa de retama y Jusepe Hernández con otra de chamizo;
propietarios, estaba Mariana de Alcalá que tenía dos casas en la calle del peso
Viejo tenía 26 fanegas en tres hazas de Santa Ana y tres cuartas de viña en
Monterrey.
Sin embargo hay varios vecinos en la Fuente
del Rey, entre ellos, María Ramírez; la
mayoría de los propietarios, labradores y pujareros vivían en Alcalá y
compartían la labor con el arrendamiento de memorias y censos. Así Lorenzo
Calvo, vecino de la calle Mesa, poseía una fanega de huerta en la Fuente del
Rey, y cuatro de tierra calma en Valenzuela; lo mismo el vecino de la Calle los
Caños Gabriel Muñoz tenía siete cuartas de tierra; Alvaro Gutiérrez, registraba
una casa en la Puerta Martín Ruiz y media fanega en la Fuente del Rey; algunos
como Juan de Alcalá poseía una extensiones más grandes: una casa de retama y 54
fanegas de labor en Vaochiquero veinte fanegas en Puertollano- por cierto
cargadas para el reparo de la capilla del Santo Cristo del Convento de la Santísima Trinidad, y seis fanegas en la
Fuente Rey. Un caso típico de las familias nobles alcalaínas , era Ana de
Cabrera, descendiente de familia de conquistadores poseía un cortijo de 100
fanegas en el Alamoso, dos aranzadas y media de viña en Monterrey, que labraba
Francisco Cortés, tres fanegas en san Bartolomé, una huerta de media fanega en
la Fuente Rey- estas dos últimas tenían que pagar un censo a la iglesia- y la
casa en la calle los Caños. El caso de Baltasar Serrano de Pineda nos muestra
la concentración de bienes de distintas familias en una misma persona,
poseyendo ocho fanegas en el sitio de la Fuente del Rey y una cantidad de
tierra que se elevaba a dos cortijos con 400 fanegas de tierra en Cerro Gordo y
300 en la Loma del Carril y 300 fanegas
en el Alamoso, además de pequeños peculios que rondaba entre una a 100 fanegas
en los sitios adquiridos en anteriores repartimientos como la Rábita, la
lancha, Fuente la Negra, Pasada Baena, Peña Horadada, carrera de san Bartolomé,
huertas de Azacayas, Fuente de la Salud, Boca de Charilla, junto a Capuchinos,
Tablero, Yerbatunal, vereda de Cabrera, un molino de Huéscar y dos casas en
calle Veracruz y san Francisco. Otros nobles como doña Ana María Benavides
y don Gonzalo de Valenzuela tenían unas
huertas y hazas en este mismo lugar.
Tan sólo, el lavadero de la Fuente de Rey es
un lugar significativo por su concentración humana en la higiene y fue cerrado
para evitar la epidemia. Los niños y mujeres de este lugar también fueron
trasladados a casas del casco; tan sólo
se les permitió a los labradores comerciar las hortalizas y los molinos a
través del camino de los Llanos, que se iniciaba en la Cruz de los Moros de
Alcalá y recorría como camino real toda aquella extensión hasta llegar a las Riberas
y Fuente del Rey para el abastecimiento de harina en los molinos.
La
roturación de tierras de los terrenos cercanos a la ermita y la transformación
de alguna dehesa cercana en labor -Llano de Mazuelos, Nogueruelas y bordes de
los Llanos-, así como los pagos de Entretorres durante el siglo XVII y XVIII y
la Cañada de la Fuente Somera, de la Torre, Boca de Charilla, Nogueruelas,
Chaparral de Viedma y Portichuelo,
dieron lugar al nacimiento de casas, albergues, cortijos y otros
asentamientos aumentando la población a lo largo de los reinados de Felipe V,
Fernando VI y Carlos III y IV.
En el
año 1750, se mantienen como terrenos de regadío los conocidos de la Fuente
Somera y Fuente Rey, que la mayoría de ellos estaban manos de propietarios
alcalaínos arrendados a hortelanos y labradores pujareros, abasteciéndose de
las fuentes mencionadas a través de
acequias y se consideraban de mayor estimación. Estas propiedades
producían frutales como morales,
higueras, peros, duraznos, albaricoques, perales, granados, guindos , cerezos,
ciruelos, nogueras, zamboos, membrillos, níspolos, manzanos, almendros y
melocotones. En la Torre de los Llanos, había parras y viñedos; por su parte,
en los Llanos algunos olivares comenzaban a plantarse por estos pagos de la
comarca alcalaína. No obstante en torno
a la ermita existía una extensa alameda, lo mismo que en la Lancha.
Solía sembrarse por fanega cinco cuartillas de
habas, 9 celemines de trigo, un celemín de maíz, dos fanegas de linaza, una
fanega y seis celemines de cañamones, 100 ristras de ajos, bajando las medidas
por fanega en habas, ajos, y trigo en las de segunda calidad.
Los
cortijos, que tenían tierras de secano, sembraban 3 celemines de habas, 9 de
trigo, y 4 de garbanzos, bajando las de segunda calidad en 6 celemines de trigo
y 1 de cebada. Los hortelanos recogían uvas de parras, melones , sandías,
berenjenas, tomates, pimientos, pepinos, coles, cardos, nabos, zanahorias,
papas, cebollas, rábanos y lechugas. La seda, aunque en pequeñas cantidades
también se producía, lo mismo que la bellotas en los terrenos de la dehesas.
Existía, por aquellos tiempos, un molino , que era propiedad de Francisco
Alcaide, vecino de la Fuente Rey, que le producía 30 fanegas.
Su
población alcanzaba la cifra de 31 vecinos junto con la Fuente Somera que daba
lugar a unos 139 habitantes, repartidos en los cortijos de los hacendados
alcalaínos, las casas de las huertas, las nuevas roturaciones y el nuevo núcleo
que se formaba en torno a la ermita. La totalidad de la población se dedicaba a
la agricultura y se repartía en 10 jornaleros, que no tenían más subsistencia
que sus brazos para ellos y su familia, 5 labradores pujareros que labraban las
tierras propias y arrendadas, 3 hortelanos que cobraban el jornal diario a
razón de dos reales y 7 labradores jornaleros con yuntas que tenían una jornal,
añadido con sus hijos y mozos, de seis reales. En total, de todos los vecinos
25 se dedicaban al campo, cuatro pobres de solemnidad, algún que otro administraba sus propias
tierras o arrendaba, y el capellán asistía la ermita de Santa Ana, el santero
ayudaba a la iglesia Todos los restantes de complementaban con piaras de
cerdos, cabras u ovejas, caballos y algunas yuntas de mulos y asnos.
Existía bastantes casas albergues, algún que
otro lagar con su casa y muchas de retama. Importantes cortijos fueron el de la
Cabeza el Carnero, con 250 fanegas y el
de la Mesa, con 330 fanegas que eran propios del cabildo alcalaíno y subastados
al mejor postor. También existía otra pieza en Santa Ana, propiedad del
Ayuntamiento de 40 fanegas. Su fisonomía
actual era fruto de los continuas reformas que llevaban a cabo en sus pajares,
caballeriza, comedor, dormitorios cuadras de animales., También, las
propiedades de la Obra Pía del Abad Moya, que administraba don Pedro de Biedma.
Pero más importante eran las nuevas tierras concejiles que fueron roturándose y dieron lugar al
asentamiento de nuevos colonos en la
Cañada del Carril, con 2.335 fanegas y 6 celemines, las Nogueruelas y la Cuesta,
con más de 1157 fanegas. La primera que fue mucho tiempo una dehesa de la
ciudad, protegida de los ganados y repartida definitivamente a finales del
siglo XVIII. Y otro lugar que se mantuvo de pasto común de ganados hasta
finales del siglo XIX la zona de los Llanos, cuyos límites sobrepasaban a los
actuales alcanzando hasta la Fuente Somera, el Comendador y llegaban hasta la
Boca de Charilla. De todo este extenso territorio se repartieron unas 606
fanegas de tierra, que resultaban muy improductivas hasta tal punto que solían
ser pronto abandonadas por los campesinos al no poder pagar las rentas al
segundo o tercer año. En algunos repartos que se producían a manera de renta y
censo anual por un espacio limitado de años solían repartirse lugares cercanos
a la vereda del Salobral y de el arroyo de la Fuente del Rey, en torno a 76
celemines, cosa que provocaba bastante conflictos con los ganaderos que veían
invadidos sus abrevaderos, descansaderos, y fuentes.
Por
este tiempo, se nombraba por el Juez Eclesiástico de Rentas un sobresalientes
del campo, generalmente, capellán o sacerdote que se encargaba de cobrar los
diezmos del campo, a los labradores y
tenía una renta de 18 fanegas de trigo y 9 de cebada, a lo que había de añadir
las limosnas de la ermita. Así lo manifestaba, el cura Antonio Cano en una
declaración de bienes en 1771. El capellán vivía en la parroquia de Santo Domingo y compartía los bienes
declarados por el ejercicio del culto con otras fincas pequeñas heredadas de
sus antepasados así como los distintos censos de misas.
Una
acontecimiento crucial tuvo lugar en el año 1784, el 3 de septiembre, año de
intensas lluvias en el primer trimestre
del año y tormentas en agosto, y nevadas y hielos en el invierno, con motivo de
la epidemia de fiebres tercianas que dio lugar a una serie de medidas en las
que debieron tomar tanto las autoridades locales, provinciales y nacionales.
Nos ilustra de las situación de la
población la mayoría de las actas de finales del año. Así, se componía ya de 80 familias, que residían
solo en la llamada Cortijada de Santa
Ana y correspondía a unas 360 personas. Fueron afectadas por la enfermedad
141 personas, más de un tercio de la población. Tan fuerte el impacto de ella
que murieron siete personas en ocho días. Por las circunstancias en las que se
encontraban demuestran los hechos que vivían en la mayor indigencia hasta tal
punto que reflejan las notas
que
no tenían alimento ni para una taza de caldo por su pobreza
Ante
ello acudieron las autoridades, que enviaron los dos médicos titulares, el
cirujano, el médico del Regimiento de Alcántara que se encontraba alojada en
los cuarteles de Alcalá y el del Castillo de Locubín. Llevaron a cabo un
exhaustivo informe y encomendaron la administración de los recursos que
alcanzaron los 10.000 reales al capellán Antonio Cano Hinojosa para paliar la
situación con el reparto de alimentos y ropa. Hubo que acudir al abad Mendoza y
Gatica, al intendente y al mismo Conde Floridablanca para que se les informara
de la situación y permitiera los pagos de aquellos gastos. Se descubrió que la
causa de la epidemia había sido el estancamiento de las aguas en las zonas
pantanosas de la Casería de Biedma, afectando sobre todo a los pequeños,
recomendándose a las madres que dejaran sus hijos durante un tiempo al cuidado
de amas sanas. La iglesia invocó a la providencia, como curiosidad no ayudó
materialmente, ya que la Obra Pía del abad Moya, según el abad, se dedicaba
enteramente a una casa de huérfanas y
a becas de algunos estudiantes, y
a las obras de restauración de sus propios cortijos.
Sin embargo, al mismo tiempo, el propio
corregidor dio de su propio peculio seis fanegas de tierra y seis carneros para
alimento de los enfermos consumidos. A finales del mes ya se habían
curado algunos, pero no obedecían las órdenes del médico que les impedía el
consumo y contacto con frutales como las uvas y melones que colgaban de sus
cámaras y, aunque tuvieron dificultades para el zanjeo de las aguas estancadas
, al final las derivan hacia el Salobrar consiguiendo salvar la situación. A
mediados de octubre, la epidemia se extinguió y se felicitaba al cura capellán por su dedicación, el
intendente de Jaén hacia lo mismo con los regidores alcalaínos y el propio
conde Floridablanca permitía todos los
gastos y apoyaba con su agradecimiento las gestiones realizadas[1].

La
misma epidemia se propagó en el mes de agosto del año 1800, y por idénticos
motivos, cuando la población alcanzaba
96 vecinos y 417 almas, lo que nos demuestra una relación de un vecino por 4´3
almas. Se vieron afectados más de la mitad con unos 282 enfermos y la mortandad
de 23. El método de hacer frente a la epidemia fue más expeditivo porque se
aplicaron los dos mil reales de la bula de carne para el socorro de los
enfermos, se puso un médico, se dieron quince comidas diarias y varios
asistentes colaboraron con el capellán Antonio Cano y Bolívar que llegó a
administrar otros doce mil reales y
recibió por su celo la prestamera de 800 ducados en Morente, reino de Córdoba.
Fue mucho más fuerte ya que murieron 79 personas. De nuevo se reconoció el prado
de Biedma como origen del foco de infección, que, según las acusaciones del
cura Juan de Dios Sánchez del Peral, extendía la peste a todas las casas.
En el
siglo XIX cuando Madoz elabora su Diccionario Geográfico y hace estadística de
todos los pueblos, la aldea tiene ya 232 vecinos y con la proporción
establecida anteriormente de 4.3 habitantes alcanzaría la suma de 997, que
vivían distribuidos 181 en la propia aldeas en 131, 25 en cortijos( tres en la Fuente Rey) y 23(
siete en la aldea) en casillas diseminadas. Tenía tres molinos harineros , el
de la Fuente Rey, el de la Lancha y Veinte Novias y uno de aceite que se
concluyó en el año 1844, lo que nos demuestra el desarrollo de la producción
aceitera por estos pagos con la roturación de las tierras. Además existían dos
ventas, la del camino de Granada o de Góngora , aunque esta estaba más cercana
al núcleo alcalaíno. Tiene escuela de primaria con 18 niños, dotada con 100
ducados . Existía una plaza frente a la iglesia y dos fuentes la de la Iglesia
y la del Comendador, abrevaderos del ganado, construidos en el siglo XVII
y el importante lavadero de la Fuente
Rey, que databa del siglo XVI. Su extenso término ocupaba importantes cortijos
como los mencionados anteriormente y cercanos al camino de Iznalloz Polinar, El
Ciego, La cuesta y Media naranja, Piqueras, la Dehesa, de León y Salograr.
Próximo al camino de Granada Merced, Melgar, Pernilla, Pernia, Peña el Yeso y,
cerca el camino de Frailes, León , Noveruelas, Alhambra, Frailes , Durán además de las Pinedas y Peñuelas.
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