EL CARRUAJERO MIGUEL RIBERA
-Buenos días.
-Por Deus, bondia es un decir. Mala suerte me ha acompañado en este viaje.
-A su disposición , me pongo; me han llamado para lo que me demande.
-Ya ve, estoy, en las últimas- le contesta dando unos quejíos profundos el carretero.
-Le pido que conteste a mi escribiente.
-Lo quie quiera.
-Espere, espere, no corra-le interrumpe el notario-. Mientras escribe su ayudante en una mesita, que le ha proporcionado el mesonero, el preábulo del testamento :"En el Nombre de Dios Nuestro Señor , Todo Poderoso".
-Gracia y bendición- le dice el escribiente.
-Amen- responde resignadamente el carretero.
-Es notorio como yo- dice y escibe el notario.
-Yo, Miguel de Rivera. Hijo de otro Miguel y María, ambos con el mismo apellido que el hijo.
-Casado o soltero.
-Soltero, mi notario.
-Y, de qué lugar proviene?
-De la Villa de Calaf, allá por el obispado de Vich.
-Pero, ahora reside en esta localidad.
-Claro, no me queda más remedio. Han dado mis huesos con esta tierra y no me puedo levantar. ¿No me ve aquí que me hallo enfermo y no puedo ni hablar?
Mientras le comenta su andaanzas con su carro y sus cuatro mulas, arredándolas a personalidades, en sus primeros años , desde Barcelona hasta Madrid, le detalla el accidente, cuando iniciaba la vuelta a Madrid desde Granada por el camino que se diriía por tierras alcalaínas, por el camino de ruedas, que aqui llamaban de la Corte, y que debía salvar varios escollos y barrancos como el de Moriana y de los Postigos. El notario dicta la declaración de fe cristiana para que la redacte el escribiente. El carretero refrenda con ,la anuencia del movimeinto vertical de su frente la creencia en Dios, la Trinidad, su Encarnación y el Santísimo Sacramento. Lo mismo hace al confesar ssu pertenecia a la Iglesia Católica.
-Apostólica, y Romana-interrumpe con palabras entrecortadas y se declara fiel cristiano.
-¿Esta de acuerdo con el testamento?
-Claro que sí, siga, lo hago como última y firme voluntad.
-Por lo tanto, ¿está de acuerdo que las mandas y las declaraciones siguientes, las hace para que estén `prevenidas y dispuestas las casas tocantes al descargo de su conciencia?
-Evidentemente. No se olvide que me encomiendo a la Virgen María, y mi alma también la pongo en manos de Jesucristo...
-Ya lo está escribiendo el ayudante, "que que nos redimió con su Sagnre de Pasión y Muerte·
-No lo olvide, mi mortaja debe ser vestida con el hábito de San Francisco.
-Lo esperaba. Como la mayoría de las personas. Pocos usan los hábitos blancos de la Virgen de la Cabeza. Y escasean los que comienzan a vestirse con los hábitos carmelitas o de nazarenos.
-Yo, franciscano.
-Me dijo que era del Principado de Cataluña.
-Sí, mi señor. Del Principat de Catalunya. Me dicen que se remonta a la Edad Media y actualmente es el territorio de Cataluña y de la parte francesa de los Pirineos Orientales, salvo la comarca de la Fenolleda.
-Lo sé. Principado, del latín principatus, - aclara el escribiente- se utiliza a partir del siglo XIV para nombrar al territorio bajo jurisdicción de las Cortes Catalana, cuyo soberano (en latín, princeps) era el conde de Barcelona, título que coincidió con el de soberano de la Corona de Aragón y ahora de la Corona de España y durante durante la mayor parte de la historia del Principado.
- Les aclaro, no son auténticos reinos como en Castilla , pero e halla legal e institucionalmente a la par con el resto de estados que integraban la Corona de Aragón (los reinos de Aragón, Mallorca y Valencia, entre otros), cuyo único nexo común era la figura del monarca.
-¿Un condado?
- Tampoco es un condado , ya que el condado de Barcelona no abarca toda Cataluña. Le voy a decir que se usa también la expresión «condados catalanes».
-¿Dónde quiere enterrarse?
-Depende. Si muero por estas tierras abaciales, me celebran un entierro llano en la parroquia de la ciudad que falleciere, creo que este mesón pertenece a la iglesia de laVeracruz, dependiente de Santo Domingo de Silos. Si me recupero, me trasladan a Calaf y con un entierro ordinario en mi parroquia.
El carretero desgrana todas sus intenciones de misas, sus donaciones a los acostumbrados patronatos piadosos y, al citar el Patronato de Huérfanas Doncellas, le interrumpe el notario:
-Se olivida de los Cautivos y de la Santa Iglesia de Jerusalén.
-¡Qué va! pongale tres reales de vellóin a cada una.
-¿Cual es su oficio?
-Carruajero
-Eso es catalán.
-No , mi señor, nosotros decimos carruatger o carreter.
-Vengo leyendo un libro la diferencia entre el espíritu de Señorío de Castilla y el sentimiento burgués catalán.
-Ah ese que le traje de Granada, el de Francisco Gregorio de Salas, que se titulaba “Juicio imparcial o definición crítica del carácter de los naturales de los reinos y provincias de España”- matiza el escribano.
-Alli aparece la palabra carruajero y qué bien lo reflejaba, con este poema sobre Cataluña:
El catalán oficioso carruajero y navegante mercader y fabricante
jamás vive en el reposo
a costa de mil afanes
marca tierras, hace planes,
y aunque sea en un establo al fin por arte del diablo hace de las piedras panes.
-A ese me refiero yo.
-Entonces, no a la persona que fabrica carruajes. No soy tan osado para exclamar " mis vehículos no volcaban nunca".
- Ah, comprendo, carruajero como carretero, conductor de carruajes. Hombre que guía las caballerías o los bueyes que tiran de los carros y carretas.
-Esta claro que así lo interpretamos en España,
-No es el caso de los americanos que con esta palabra se refieren al que se dedica a manufacturar o fabricar carruajes.
-Por Dios, no iba yo estar en estas tierras sin taller.
-Ya veo que no blasfemas como un carretero.
-Claro que no, soy un hombre educado. Dispongo de un carro con cinco caballerías mulares, que tiran de mi carro.
-Ya hemos visto que su carro se encuentra en la puerta, para pasar junto a las caballerizas del mesón y el equipaje con todas las balijas, maletas, maletines, y cofres en el cuarto bajo.
- He procurado que no se pierda nada, a pesar de mi mal estado. Me lo ha encomendado una persona distiinguida e importante. Nada menos que el señor don Ignacio Martínez de Villela.
Muestra su estupor y extrañeza el notario ante escuchar este personaje y le refiere a su escribiente que lo conocía por las relaciones que mantenía al levantar los expedientes y autos con la Chancillería de Granada.Según le refiere, este magistrado zaragozano era consejero de Castilla, y de la Cámara y de la Suprema, e, incluso llego a ser gobernador del Consejo de Castilla. Tras su paso por la canonjía de la catedral zaragozana y el doctorado en Bolonia, fue nombrado alcalde del Crimén y de Hidalgos en la Audiencia de la Alhambra, y ahora se encontraba enfrascado en la lucha con el contrabando. Desde 1793 revisaba todas las causas criminales del territorio al mismo tiempo que llevó a cabo una leva general, nada menos que, para el servicio de las armas, reclutó más de siete mil hombres. Y no paraba, también fue comisionado por el Rey para investigar las causas del atentado de Coín y para limpiar su tierra de la multitud de contrabandistas y forajidos que había en ella, apadrinados por su justicia. Y hace meses, una vez convertido en alcalde de Casa y Corte, se le atribuyó la judicatura de vagos, restableciéndose así este juzgado que había extinguido el ministro Urquijo.
-¿A quien se los llevaba?- le inquirió el notario.
-A Don Benito Puente, que en Madrid es secretario de Campomanes en el Consejo de Su Majesta de Castilla.
.-Y ahora, me encuentro a tres velas y a punto de morir. Al desbocarse los caballos, caí de la silla del carro y fui arrastrado y arrollado al arroyuelo del Palancares. No solo me siento herido, sino también sin haber recibido un real del porte para afrontar todos los gastos,
-Mi señor notario, guarde secreto, y comunique al corregidor que son asuntos de Estado lo que se contiene en algunos de estos bagajes.
Comienza a darle vueltas el notario al sigilo del transporte manifestado por el carretero. Pero continua con la escritura del testamento. Miguel Ribera le hace varios encargos, entre ellos, un pago de la deuda que deba a su paisano Antonio, mandadero de Jaime Llorent, y al mesonero de Cambrils. No olvida tampoco a sus deudores, muchos de ellos catalanes, del gremio de la carretería. Curiosamente, se apodaban entre ellos: uno el Diputado, otro el Rector, y otro era Ignacio, carretero de Benito Ferrer.
-No tengo más que mis caballerías, el carro y mi casa catalana. Con ellos que responda mi albacea mi hermano Pablo en Calaf; y aquí en Alcalá don Ramón Segura, el del correo.
-Y, ¿cuales son su herederos?
-Si yo no tengo donde quedarme muerto, pero tampoco obligaciones con nadie. Soy soltero.
. -Y, ¿a mí con quién me paga?
-Diez doblones de a ocbo guardo en la bolsa.
Mientras el carretero terminó de hacer las mandas, el escribiente quiso hacer un registro de los documentos y enseres. Pero no le dio tiempo, aparecieron dos fornidos personajes con un pequeño trabuco y se llevaron en sus mulos el equipaje.
-!Qué peligro entraña ese camino de la Corte¡ exclamó el notario.
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