Tras los tres primeros decenios del siglo XVII, en los que la familia de Luís
Melgar y Valladolid, padre e hijos, ocuparon un lugar importante en el mundo
artístico de la ciudad de la Mota trabajando y creando un taller de arte y
tienda comercial, en la que se contrataban obras de pintura, marquetería,
dorado y contratos de retablos, surgen nuevos artistas en la ciudad de Alcalá.
La familia de los Arenas comenzó a pujar por entrar en este mundo artístico de
la mano del pintor Manuel de Arenas, y de
su hija María Eugenia.
Más
que en la pintura figurativa de cuerpos e imágenes religiosos ( Vírgenes, Cristos y Santos ), su línea de escenas, por último, encuadra a esta familia . Avecindados en Alcalá, lograron, con
su pintura decorativa y anecdótica ocupar el puesto de los artistas granadinos
de la arquitectura efímera como los granadinos Perea. Pintura que trasladaron a
otros lienzos propios de paredes de capillas, como la Adoración de los Pastores
y de los Reyes Magos del convento de las Madres Trinitarias o la Resurrección
de Lázaro de la iglesia de Consolación.
Recogemos
un contrato que ilustra de los diversos campos que trataron con su modalidad
pictórica a través de un contrato[1]
con los comisarios de la fiesta del Corpus de
1737, los regidores don Manuel de Manrique de Estrada y Chumacero y don
Felipe del Rincón. Firmaba Manuel de Arenas como maestro de pintor y lo avalaban los vecinos don Antonio Cano y don Vicente Arenas. Se comprometía a la
composición de la Plaza, el altar en medio de ella con las 16 columnas y arqueada y otros cuatro costados con su adorno correspondiente a semejante festividad y
colgadura por encima de los arcos que hace,
cielo o toldo pintado. Y lo fijaba en la cantidad de 1.400 reales y debía
recibirlo en varios plazos así establecidos:
600 reales el último día del mes de febrero; otros 600 , cuando se
encuentre la fábrica del adorno en el primer cuerpo, otros 600 cuando esté fabricado el tercer
cuerpo de dicho alta ; y el último
de los 600 reales en la víspera
del día del Corpus a medido dúa , que era cuando debía estar acabada de adornar
dicha plaza conforme a la planta
realizada y firmada por los caballeros comisarios. Debía estar acabada en el
momento de la entrega y asumir las carencias e incumplimientos.
El contrato conllevaba otras
obligaciones. El pintor se obligaba colocar
todas las arañas que se debían poner para el adorno de la plaza en todos
los arcos y en todos los adornos que se componían los arcos de la plaza del
Ayuntamiento, y en el Altar las candilejas. Por su parte los comisarios debían
entregar al pintor el algodón y aceite que necesitara para las arañas y
lámparas, que debían encender Manuel de Arenas.
Y muy interesante por su labor
pictórica esta condición “ que
el otorgante ha de poner en los claros de los arcos de adentro y entremedias de
a pintura de Historia, de láminas, al
óleo finas, ya adornadas de caprichos”.
No sólo se obligaba al día del Corpus,
sino que era condición que el día de la
Octava a de ser y es obligado por el
dicho otorgante Manuel de Arenas a poner
la colgadura en la plaza de la Mota, y todo el derredor de ella y arco de la
puerta de la Iglesia y de las Casas Capitulares antiguas
A mediados de siglo se
constata que una familia granadina va ser la encargada de la organización de
todos los preparativos, ornamentos, aderezos, danzas, altares, y demás
elementos de la Fiesta del Corpus. Era la familia de los Perea, que provenían
del Corpus de la ciudad de la Alhambra y, mediante conciertos de siete y ocho
años, se obligarán de padres a hijos a organizar los principales actos y
adornos. En concreto, el 1757, Juan Perea firma un contrato cuyo memorial
recoge el acta del cabildo del día ocho de enero, donde se compromete a hacer todos los años la función del Corpus y
tener pertrechos suficientes, que eran los adornos y altar de la plaza juntamente
con las tres danzas de dichos días [3]. El período de duración del contrato suele
establecerse con una periodicidad de siete años, que a veces prorrogan como es
el caso de este mismo en el año 1763, aunque cada vez exigen nuevos elementos y
materiales: en este año precisamente las tablas, madera y rollizo de los
altares y de los toldos.[4] Al morir en el año 1772, sus hijos, tutelados
por Felipe Guillén, mantienen las mismas cláusulas[5]. En el año 1784, finalizó este contrato y el propio
cabildo quien organiza la tramoya del toldo e iluminarias[6].
Al perderse el eslabón con ellos, la ciudad va
a adquirir algunos elementos de tramoya y aparato, que eran sobre todo los
lienzos de damasco rojo que colgaban todos los ventanales de las Casas de
Cabildo y de las Carnicería y cubrían el altar levantado en el centro de la
Plaza del Ayuntamiento. Concuerda con el color de terciopelo rojo que tenían
los vestidos de los porteros y los trompeteros y los asientos del cabildo en la
Iglesia Mayor.[7] Muestra de esta situación es el año 1748,
cuando los comisarios Diego de Moya y Juan de Callava se ven imposibilitados a
traer un adorno decente de la plaza. Los motivos eran claros: no había
persona que se comprometiera a venir por la escasa cantidad librada para tal
efecto por la ciudad. Acuden , entonces , de nuevo al maestro Arenas, residente
en Alcalá, que pide un anticipo de doscientos ducados y se concierte con él un
período de ochos años. Así lo refieren los anteriores comisarios:
Han tanteado al
maestro Arenas que se halla en esta ocasión y este se obliga a hazer el adorno
nuebo para la plaza con la condición de que salgan con la anticipación
doscientos ducados y que éstos se extingan en ocho años a razón de veinticinco
en cada uno y con la condición que a de adornarla dicha plaza en los expresados
años de nueba pintura y a satisfazión de los caballeros comisarios en quien
entrase el turno en los ocho años.[8]
López
Guadalupe califica a Arenas como un
pintor eminentemente popular, cultivador de una pintura meliflua, decorativa y
anecdótica. Pero realza su gran
capacidad productiva en los diversos campos de la pintura, y además debemos cuidar
sobre la autoría por la participación de su hija. No nos extraña que cuadros
como la Divina Pastora y el Divino
Pastorcito sean de alguno de los dos.
ANEXO SOBRE EL CORPUS
El Corpus Cristi se
celebraba en la vísperas, que subían los miembros del Cabildo a la Iglesia
Mayor Abacial o a la de San Juan sin la presencia del corregidor ni los
caballeros comisarios, organizadores de la fiesta. El Día del Corpus, acudían a
la solemne función religiosa y procesión; durante todas las tardes de la Octava
acuden un determinado número de caballeros. El día Octava subía toda la ciudad
en pleno. Corría con el gasto de la cera y la que sobrara se la daba a Nuestra
Señora.
El día de San Pedro acude
invitada por el hermano mayor, que solía ser un clérigo.
LA FESTIVIDAD DEL CORPUS
CRISTI
Como fiesta capitular,
continuó celebrándose como la más importante de todas las fiestas hasta tal
punto que se mantuvo la obligación de nombrar comisarios en los cabildos
últimos del año, hacer presupuesto y contratar todos los elementos de la fiesta
del día del Corpus y su Octava, a pesar de las dificultades que asiduamente
fueron resolviendo los miembros del ayuntamiento para contratar y hacer
frente a los gastos. Se llegó incluso a tomar créditos por los comisarios hasta
que se les libraba de los más recónditos procedimientos: pagas de
arbitrios. Hay momentos de que incluso se anularon las suertes de los comisarios
y se aplazó su nombramiento en las fechas próximas de la festividad.
Lo normal de dicha fiesta
radicaba en que el cabildo municipal acudiera formado como ciudad desde
sus casas capitulares, yendo delante al clarinero de librea, seguido de los porteros
y el resto de la ciudad.[1] En la iglesia recogían los comisarios al señor
abad, vicario o gobernador, que lo acompañaban hasta el coro; en la despedida
los mismos comisarios lo hacían hasta la puerta de la Iglesia en el caso del
abad y hasta la sacristía con el vicario, de donde lo sacaron. En el coro se
repartía la cera por los porteros, parte al coro y otra a la ciudad sin
entregarle a los regidores, portadores de palio.
En la procesión general era frecuente que
acudieran todas las cofradías, comunidades religiosas y el cabildo eclesiástico
con sus estandartes, cruces e imágenes, asi como las danzas y los gremios
de la ciudad. Estos se vestían y formaban cuadrillas de diablillos
y no sólo con ropas y rostros de tales, sino con los de los
sayones de Semana Santa y otros ridículos y extraordinarios trages, que no
vienen al casso para el culto,ni cossa de razón, sino para executar
licenciosamente toda suerte de desórdenes. Al final de la
manifestación religiosa iba el cabildo, precedido con ochos sujetos vestidos de
librea y asistidos por un oficial del cabildo, el clarinero o timbales, los
porteros y el resto de la corporación. Al Cabildo eclesiástico- beneficiados,
capellanes y clérigos- lo presidía el abad o el gobernador, que era acompañado
por dos pajes en el primer caso, asistiéndole con un cojín para bonete.[1]
La villa del
Castillo de Locubín también mantenía la tradición festiva y no era extraño que
hasta muy entrado el siglo XVIII cooperara el ayuntamiento municipal. Así Juan
Beltran de Callava, regidor, contrataba en el año 1742 con Mateo de Molina y
Tomás de Santiago tres danzas de dieciséis hombres y ocho mujeres cons sus
intrumentos para el trabajo de los nueve días, la octava, fiesta y vípseras del
Corpus, dándose 1.100 reales por persona [2].
Los conflictos entre el estamento civil y religioso son frecuentes. No es
extraño que se firme un nuevo convenio de concordia el año 1721, donde se
recoge entre otras cosas anteriores como la salutación en los sermones y la
presidencia y llaves en el día del Jueves Santo, junto con el acompañamiento de
dos pajes en la procesión.[3] Se repiten en el año 1751, que se llegó a la concordia con el fin de
que todos los estamentos municipales ganasen el jubileo que había otorgado
Benedicto X.[4] Pero reverdecieron a finales de siglo, con motivo de llevar la silla
el abad, entabándose un pleito que se hizo comparar los privilegios con
el de otros obispados[5]. Incluso, en el año 1783 no acudieron a la fiesta por dicho motivo[6] prorrogando el
conflicto hasta el año 1793.
Nuevos elementos diferentes a los siglos anteriores se manifiestan en estos
siglos. En el año 1725, en la víspera del Corpus, aprovechándose de la
presencia del Regimiento de Dragones Pavía, se iluminó la plaza del
Ayuntamiento en la calle Real, se hicieron salvas de fusilería por las
tropas y una velada, alternada entre la capilla de música de la iglesia Mayor y
los cuatro obóes del Regimiento.
Por los años treinta del siglo XVIII, se escribe en el forro de las
portadas de los libros de Cabildo, el dato de la probanza de los dulces del
Corpus por parte de todos los regidores y oficiales del Ayuntamiento, señalando
la fecha exacta de dicho acontecimiento, como un acto importante de la
festividad.
Es frecuente que el cabildo costase la cera de la iglesia de los regidores.[7] Esta se dedicaba a altar de la Iglesia Mayor, al gobernador,
los ministros y el cuerpo de la ciudad. Por las circunstancias adversas o
económicas, en años como el 1744, se restringe el adorno de la plaza y se
sugiere que sea lo menos costoso posible, ocurriendo el caso de que se
suspendan las propinas que se daban a los munícipes y los gastos de danzas.[8]
En la misma línea de restricción de gastos, se aceptó en el año 1749 que se
cambiaran los dulces y propinas que daban a los miembros del Cabildo por la
parte correspondiente de tela de lana para las chupas.[9]
El año 1753 nos ilustra de los elementos constitutivos de la fiesta al
presentar las cuentas los diputados encargados de ellas: Los adornos de la
plaza, el altar, la cera, los dulces y, curiosamente, la Danza de los
Valencianos completaban el montante de unos siete mil trescientos cincuenta y
dos reales. Aunque no quieren introducir estilos ni perjudicar lo esencial de
la fiesta, la nueva danza de los Valencianos es una novedad de la fiesta, que
se repetió en el año siguiente en el día de la función en el de la Octava al
contratarse a Pascual Millares.[10] Esta
danza está relacionada con la moixiganga, que alude
a una serie de
danzas de torres humanas que se celebraban, y aún se celebran, en la Comunidad Valenciana,
en Cataluña y
en Aragón y
que, para muchos autores, son el origen común de la muixeranga, de
los castellers y
del Dance de Tauste entre
otras celebraciones aragonesas similares. Las moixigangas mantienen los
bailes, su altura no es tan elevada y buscan la vistosidad plástica y el
sentido religioso. Su origen es
pagano, pero con el tiempo se fue integrando en las manifestaciones religiosas.
Durante siglos, estuvo muy presente en los pueblos valencianos. Consistiendo en
la ejecución de diversos bailes, solía terminar con la formación de una torre
humana no demasiado alta. Aparecía sobre todo al frente de los séquitos
populares donde cada uno de los gremios ejecutaba un baile. La documentación
más antigua que se ha conseguido es del siglo XV. La tradición se
conserva actualmente en algunas poblaciones como Algemesí, Alcudia, Ollería, Forcall o Peñíscola y recientemente
se ha recuperado en la Safor. La más emblemática
es la de muixeranga de Algemesí. Según muchos
estudiosos, las moixigangas son el origen de la muixeranga y de los castellers.
Según estos estudios, los castells se originaron básicamente en el
área de Tarragona-Reus-Valls y, con los años,
perdieron los bailes y se centraron en conseguir torres cada vez más
altas. Los
siglos XVII y XVIII fueron los de su máximo esplendor en
los que la tradición estaba muy extendida por las comarcas valencianas. Así
lo demuestra un documento del año 1798. El
ayuntamiento de Sueca solicitaba
a la Capitanía General permiso para celebrar la procesión de la Virgen de
Sales. Este documento describe la fiesta como: "...delante de la
procesión, a corto espacio de su Cruz, vayan dos o tres Danzas (...) con Torneos
y Mojigangas, como se hace en essa Ciudad de Valencia y en la Processión del
Corpus, en las de sus parroquias, en la procesión de Nuestra Señora del Carmen
y en otras particulares...”.
La espectacularidad y el hecho de integrarse en un
baile de calle al estilo de las danzas procesionales provocó que la tradición
se exportara. Con el nombre de "baile de los valencianos" se integró
en diversos séquitos de España. Ya en el siglo XVIII se tienen
noticias de que en el 1762, concretamente en Lérida, los "valencianos"
actuaron en la colocación de la primera piedra de la nueva catedral y en 1774 participaron dos
grupos en el Corpus de Granada. Más tarde, en 1822, otro grupo volvió a
intervenir en la procesión del Corpus de Sevilla.
Unos días después, se nos especifica la reiterada probanza y convite de
dulces y además se manifiesta que la procesión salía de la iglesia de San Juan
hasta la Plaza Nueva. Una arroba de cera para la hermandad del Santísimo
Sacramento, veintitrés libras para
la iglesia (preste, diáconos, curas, beneficiados, sochantres, sacristanes,
organistas, maestro de ceremonias, capellanes, campanero y caniculario),
cuarenta y cuatro velas de media libra para el día del Corpus y Octava, catorce
velas de media libra para para el preste y altar en los días señalados, otra al
abad y gobernador, al fiscal, notario y mayordomo. No se olvidaban de la media
libra del paje del Gobernador. El altar de la plaza alcanzaba los dos mil
quinientos reales. Los dulces se repartían una arroba para el abad y media para
el gobernador, en la misma proporción el corregidor y el alcalde mayor y los
regidores y jurados recibían seis libras, dos los escribanos, tres los
abogados, dos el capellán del cabildo, dos el contador y el alguacil mayor,
administradores de propios y Pósito, y una en el mayordomo, el fiscal, el
portero y el trompetero. No obstante, este año se restringió el refresco del
Día de la Octava.[1] A veces, se amplía
el derecho de cera a los miembros del Tribunal Eclesiástico como en el año
1763. En otras ocasiones, se distingue al corregidor con una cera especial como
en el año 1780 [2]. Durante muchos años
los presupuestos fijados ascendieron los doscientas y cincuenta mil maravedís.
[1] AMAR. Acta del cabildo del 28 de mayo de 1831.
[2] AMAR. Acta del cabildo
del veintitrés de marzo de 1848.
[3] AMAR. Acta del cabildo del dos de junio de 1771.
[4] AMAR. Cabildo del trece
de enero de 1891.
[1] AMAR. Acta de Cabildo
del veintiuno de mayo de 1751. La ciudad acuerda comprar los toldos.
[2] AMAR. Libranza del cabildo del veintinueve de
junio de 1751.
[3] AMAR. Acta del Cabildo
del 16 de junio de 1807.Informe de Miguel de Cisneros, comisario del Corpus.
[4] AMAR. Acta del cabildo del once de agosto de
1891.
[5] AMAR. Acta del cabildo del diecinueve
de mayo de 1885.
[6] AMAR. Acta del cabildo del diez de junio de
1889.
[7] AMAR. Acta del cabildo del veintitrés de agosto
de 1900.
[8] AMAR. Acta del Cabildo del 26 de mayo de 1799.
[9]AMAR. Acta del cabildo del 26 de abril y 29 de
mayo de 1793, posteriormente, el cinco de junio de 1820 y.
[10]AMAR. Legajo 76. P.9.
[11] AMAR. Acta del cabildo del catorce de mayo de
1831.
Enel año 1747 va a tomar cartas en la organización de
las fiestas el propio Marqués de la Ensenada que transmite una orden a la
ciudad.
Junto los lienzos y la cera
del altar, se entoldaba todo el recorrido de las calles de la Plaza. Para las figuras y los
paneles de los cuadros se procuraba contratar un maestro pintor, que a veces se
quejaba de que no era su obligación el entoldamiento de las calles
de la plaza. Ante soluciones que ocasionalmente se habían producido con
encañados y verduras, el cabildo manifiesta que no le parece, no vaya a
que llueva y se haga irrisible funzión que debe ser de la mayor
venerazión. [1]
. Los toldos importaron dos mil cuatro ducados,
ochenta y cuatro reales y veintiún maravedís.[2] En el año 1798, se adquirieron ochenta
varas de damasco rojo que era para los distintos doseles, manteles
de altar, cubre balcones y ventanas. En dicho año finaliza el conflicto entre
el abad y el cabildo municipal acerca de las andas del Santísimo Sacramento. En
el año 1807, sufrió una importante desgracia al incendiarse el altar en la
noche del veintisiete de mayo " que se había construido en
medio de la Plaza Pública por la celebración de la festividad cuyo adorno
se reducía a colgaduras de
damasco, costeados por esta M.N.L.C. y han resultado quemados seis cortinas y
cuatro inutilizadas de las noventa y seis que le entregó el caballero diputado
don José Revilla, encargado para la custodia de ellas, se entera la ciudad y
obliga entregar las ochenta y seis restantes"[3]
La fiesta del Corpus se mantiene hasta entrado el
siglo XX y hay relación de gasto presupuestario en el 1891, recogido con la
nueva moneda y concretado en doscientas setenta y cinco pesetas[4] Algunos cambios se
producen como son la contratación de la Música que intervenía en la función
religiosa, la iluminación de las Casas de Cabildo, la velada musical en la
víspera y los fuegos artificiales [5] A veces , surgen problemas de competencia entre
los dos grupos musicales de la localidad como en el año 1889. La Sociedad
Lírica de Alcalá la Real, provista de su banda de música se vió alternar en las
distintas funciones y veladas con la banda de música de don Antonio Núñez López
a lo largo de las fiestas [6]. La capilla de música,
compuesta de músicos locales o foráneos suele ser parte importante en la
festividad los días del Corpus y la Octava [7]
La cera y la iluminación del alumbrado público con
bombillas solían ser uno de los gastos más importantes en el año 1920.
El itinerario sufre un cambio según se produce el
desarrollo urbanístico se va plasmando. A finales del siglo XVIII, se
desplaza a la iglesia de la Veracruz, Llanillo, Real, Llana y calle Veracruz,
pasando por alto el antiguo que llegaba por la calle Rosario.[8] Curiosamente, la
procesión va acompañada de la Virgen de las Mercedes que, por aquel tiempo,
permanecía en la Iglesia de la Veracruz. En el año 1793, se aprueba la Cofradía
del Santísimo Sacramento de esta iglesia y se comunica al cabildo para
conocimiento[9]. Esta hermandad se
mantendrá a lo largo del siglo XIX y, junto con la de las Animas de la dicha
iglesia, ocuparán el vacío dejado por la Cofradía de la Veracruz. La riqueza de
sus fondos nos muestra ya en el año 1842 una hermandad languidecida y pendiente
de las limosnas por los demandantes de las calles y de los campos para celebrar
una función de iglesia precedida de unos fuegos marciales y música marcial
cuando la llevaban a los enfermos.[10]
miércoles, 8 de
febrero de 2017
A mediados del siglo
XVII, se va a producir un movimiento de influencia de los distintos conventos
de la ciudad en la vida cultural. Hasta ahora, la cátedra religiosa
era ejercida en los momentos solemnes de las fiestas patronales y de
acontecimientos regios por el abad o por los famosos clérigos contratados de la
catedral de Granada, colegio de la Compañía de Jesús de Montilla y, a
partir de estas fechas, los priores de los distintos conventos celebrarán la
mayoría de las celebraciones litúrgicas. Otro dato importante es el incremento
de capellanías, memorias y fundaciones que reciben a lo largo del siglo XVIII
frente al mantenimiento de las que ya existían en las iglesias y parroquias
dependientes de la autoridad abacial. Como una obligación de muchas personas y
del propio abad, era mantener a los jornaleros y las clases desfavorecidas por
medio de las limosnas que otorgaban compartiendo el reparto con las autoridades
civiles, controlando los clérigos los repartimientos de pan. La preocupación
por el elemento religioso era compartida por los dos estamentos- el
eclesiástico y el civil- que frecuentaban las rogativas en los momentos
estacionales de sequía o de lluvias intensas. Aún más, la obligación de
ofrecer servicios religiosos les obligaba a la reformas de ermitas como la
de la Magdalena, situada a las afueras de la ciudad en el camino de
Granada:
se construyó para que los
vecinos hallavan sacando los agostos en las heras del Coto y Magdalena no
creciesen en los días de fiesta de ver el sacrificio de la misa, pues desde las
mismas parvas tienen el beneficio de oirlas y de lo carecen de él por no
abandonar sus parbas cf.22-10-1798.
o para evitar las irreverencias a un señor
Crucificado que existe en ella poralgunas personas que acuden de noche y evitar
los pecados mortales de no ira misa en los Agostos y evitar el refugio de
los contrabandistas que dirigen insultos a transeúntes cf 31-10-1798.
La iglesia va a extenderse
en todos los núcleos rurales por medio de los capellanes de las ermitas, donde
suelen celebrar misas dominicales y las fiestas de los partonos, así como el
cobro de diezmo y asistencia en los últimos actos de la vida.
Pervivencia de los siglos
anteriores son las tradicionales fiestas oficiales del Corpus
Cristi y la festividad del 15 de Agosto. La primera era una fiesta en
la que la intervención del cabildo tenía una gran participación organizativa.
De sus propios fondos y con permiso real, mantuvo las principales actividades
de la fiesta. La proximidad con Granada nos hace ver una ciudad , en la que se
le imponía las modas culturales de la ciudad de la Alhambra.
Los comisarios- diputados de fiestas contrataban las mejores danzas, los
mejores autores de comedias y los artistas de los distintos monumentos que se
encargaban de la procesión del Corpus y de la Octava. Al principio,
un elemento básico fue las danzas de cascabel y castañuelas, interpretadas por
gitanos, pero después se va cediendo paso a grupos de damas, hombres y
diablillos. Los coloquios de los niños nos recuerdan otras danzas que se
interpretaban en la iglesia mediante representaciones de pequeños relatos o
pasajes evangélicos y bíblicos como el Diálogo de los Niños en el Templo,
generalmente eran dirigidos por el maestro de capilla (cf.10.5.1624). También
eran frecuentes, la representación de autos sacramentales y la interpretación
de villancicos, sonetos o cantos poéticos durante la procesión en honor al Santísimo.
Uno de las preocupaciones más importantes va a consistir en la escenificación
de los tablados en los que se colocaba el Corpus Cristi
en la Mota, y, posteriormente, en las plazas del nuevo ayuntamiento de
la zona baja que se construyó en el siglo XVIII. Tampoco, se puede olvidar los
adornos de toda la estación así como la portada del propio cabildo.
Generalmente, se contrataba a los autores de comedias que llevaran a cabo las
danzas y a casas especializadas del Corpus granadino, tendiéndose en el siglo
XVIII a contratos de periodos fijos de ocho años, que solían ser prorrogados,
con familias como los Perea, por la complicación, artificio y fastuosidad
barroco de todos los elementos. Aunque suele ser muy
parecidas, las del año 1634, destacan por el número de danzas que
nos ilustran de la importancia de esta fiesta y que fueran contratadas con
Pedro de Contreras y Quiteria de Toledo, viuda del autor de comedias Juan
Rodriguez. Fueron cuatro danzas: la primera era de calza entera, cuatro hombres
y cuatro en hábito de mujeres; el vestido de hombres, con sus estelas y
ropillas verdes, con sus mangas vestidas y sueltas y bandas de tafetán verde y
puntas de oro con cuellos de solieras y las mujeres en aguas de la misma tela
de siete paños con armadores, con mangas pedidas largas y la guarnición de oro
y toda la tela nueva. Tanto hombres como mujeres llevaban penachos enteros y la
guía de la danza sacó laúd. La segunda danza fue de emperadores romanos
de ocho personas. Los vestidos de cordelan de cuatro colores, bordados de
hojuela de plata y lentejuelas, mantos de tafetan con puntas de oro y rosas en
los hombros, coronas de laurel y penachos y cabelleras con un violín por guía.
La tercera de hábito de bandoleros de ocho hombres, vestidos de tela verde con
guarnición de oro y ropilla que se entiende de gabardina abierta y bandas
donde vayan pendientes y pistolas que ha de dar el dicho comisario, sombreros
de color con penacho caídos, con un vitola por guía : La cuarta se visitó de
traje de indios de lana anacarada con cajetillas y calzones marineros con
puntas de oro y llorones de pasamano en lugar de guarnición, rostros de color
de pasa con estrellas de oro en la frente, cabelleras, cascabeles y un arco de
plumas en la cabeza y una guía pedida con tambor. los comisarios pagaban los
hombres en sus ensayos y los seis hombres que se vestían de diablillos con
vestido de lienzo y sus rostros. La fiesta religiosa era solemne, en la que
participaban todas las hermandades, cofradías y clero secular y regular,
acompañados del cabildo civil y religioso. El
primero llevaba las varas de palio, motivo que provocó gran número de
discusiones. El Barroco complicará los pequeños escenarios, tablados
de la Mota con arcos de frucias, columnas de decoradas,
colgaduras altares simbólicos, entoldando toda la plaza, colocando
grandes galerías a la entrada del cabildo y en todos los ventanales con
cornucopias, arañas e iluminarias al mismo tiempo [1] .
Añadir leyenda |
El
itinerario se mantuvo hasta que los abades pudieron en la Mota realizándose
la procesión en un recinto fortificado lleno de escombros, casas derrumbadas,
patios, corralones. Sin embargo, la nueva plaza municipal va a dar un impulso
barroco a la fiesta entoldándose para el paso de la custodia, adornándose con
templetes, acompañamiento de regimientos militares y nuevos itinerarios hacia
la calle Veracruz y calle Llana, evadiendo la calle Rosario, que un tiempo
perduró mientras salía la procesión de la
Iglesia de san Juan. Hay muestras de carocas en
la plaza como en Granada.
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