JAÉN. CUANDO GANDUL SE HACE NOBLE
De todo es sabido que
la palabra gandul alude a
aquel sujeto que no se destaca
por doblar la rabadilla, en modo alguno le gusta trabajar, y se caracteriza por que suele holgazanear,
dormir hasta muy avanzada la mañana y no dar un palo al agua.
A primera vista, Gandul es un despoblado
situado en el término municipal de la sevillana Alcalá de Guadaíra, a 6 km del
casco urbano en dirección a la vecina localidad de Arahal. Pero, para encontrar el origen
etimológico de este término debemos ir hasta árabe clásico ‘ḡundar’ (mimado, cuidado),
en concreto se refiere a un joven mimado y elegante cuyo cometido era el de ser
el acompañante de mujeres adineradas y vivir a expensas de éstas, otros lo
relacionan con milicias jóvenes musulmanas. Del árabe clásico, es evidente
que gandur aludía a un
joven de clase modesta.
Según se manifiesta, esta persona no era un
holgazán en sus primeros momentos de su existencia, pero algunos acabaron
viviendo del cuento. Aprovecharon la posibilidad de vivir a todo confort sin
tener que trabajar, de modo que se convirtieron en auténticos trúhanes, No es
de extrañar que esta palabra se quedara con la acepción peyorativa, motivo por
el que esa fuera la acepción cuando el término pasó al árabe hispánico ‘gandúr’
(truhan, pícaro, rufián) y de ahí al castellano gandul (vago,
holgazán), según conocemos y utilizamos en la actualidad y de acuerdo con su
definición en el Diccionario de la Real Academia.
La dignidad del término no fue óbice para que adquiriera un grado
aristocrático en la cadena cortesana. Se enroló en el cursus honorum de esta
clase privilegiada y dio nombre a un personaje sevillano al que rey Carlos II
le dio el título del marqués en 1698. Miguel de Jauregui, Leiva y Guzmán, Carvajal
y Valdés fue el primer Marqués de Gandul, y estuvo relacionado con las tierras
jiennenses. Además de Señor de Marchenilla, era caballero Veinticuatro, decano
de los de Sevilla, alcaide del Castillo de Constantina, y Gentilhombre de Su
Majestad Felipe V. Y entre el memorial de sus cargos fue nombrado 1708
corregidor de Alcalá la Real, Loja y Alhama de Granada, desde donde nombraba el
acalde mayor de sus territorios sevillanos representado por el fraile del
convento hispalense de San Benito Benito de Castro ante Pedro Monte, (14 de
marzo de 1708). Y no lo hacía solo de aquellos territorios, sino también en las
ciudades granadinas del corregimiento. Le tocaron tiempos difíciles en Alcalá
la Real, la guerra sucesoria entre Felipe V y el archiduque Carlos. Tuvo que
emplearse a fondo e implicó a la ciudad con sus bienes y tropas preparando una
compañía de soldados. En la fortaleza de la Mota, no era el raro el día que se
derrumbara un edificio público o privado. Nació el siglo con una nueva ciudad que había abandonado la fortaleza
de la Mota en el aspecto civil y administrativo, conservándose el poder
religioso en la Iglesia Mayor Abacial con un aspecto más testimonial que real.
Este corregidor impartió la justicia en casas alquiladas del Llanillo, el
ayuntamiento trasladó sus órganos gubernativos y administrativos en otras casas alquiladas de
la calle Real. Y la mayoría de los servicios religiosos de la parroquia de
santa María la Mayor se celebraban en la iglesia de san Juan. Incluso, la
cárcel no ofrecía seguridad en los altozanos de la Mota y era lo primero que se
traslada a la calle Tejuela. Muchos
servicios económicos como el Pósito se mantuvieron, pero pronto se pidió que se
construyeran otros nuevos. Las carnicerías eran ya una realidad en la calle
Real. Lejana estaba la época de varios hornos en la acrópolis de la Mota y se extienden
a lo largo de la ciudad. La vida comercial se había trasladado paulatinamente y
por completo desde la calle Real hasta el Llanillo, donde predominaban las
tiendas de comestibles, paños, posadas, mesones, barberías, quinquillerías,
escribanías y toda clase de servicios de papel y tabaco.
Por estos años, por otra parte, se creó una Junta de Guerra, presidida por este
corregidor y compuesta por eclesiásticos, regidores y caballeros de órdenes,
que trataba de cumplir los nuevos planes
de la Corona sobre un cuerpo de milicia nacional y otras funciones relacionadas
con los acontecimientos bélicos. Relacionada con la de Granada, agilizaba la
incorporación de los soldados a los regimientos de la Capitanía General de la
Costa, ubicados en Vélez Málaga. Toda su adhesión a la causa real le fue
recompensada por títulos de gentil hombre, de la Cámara del Rey y secretario de
su Majestad tanto a los regidores como al corregidor y al cabildo, que le
fueron solicitados en 1708 y algunos fueron concedidos posteriormente en 1711, siendo el marqués de Gandul corregidor
en Granada.
Los asuntos nacionales repercutían tanto en lo
religioso como en lo militar, lo mismo se acudía a la campaña de Oran en
1706 o las de Denia y Barcelona con una
compañía de soldados, que se celebraban los buenos sucesos de las batallas
contra las tropas enemigas Almansa en 1707.
Por eso se celebraron misas de acción de gracias, imitando a las de
Granada y Córdoba y desagravios en la iglesia mayor en la que se oficiaron con
ministriles, predicador y música, descubriéndose el retrato de Felipe V en medio
de ruedas de artificio. Estos gastos extraordinarios obligaban a buscar nuevas
fuentes de recursos, provisiones reales y al intercambio de cuentas de las
distintas partidas.
La ciudad, que nunca dependió de intereses
aristocrácticos, sino, directamente del Rey, apoyó la causa de Felipe V y en
1709 y 1710 ya habiéndose marchado el
marqués del corregimiento , contribuyó a
la barrera táctica del cordón de Sierra Morena en las luchas contra el
emperador austríaco con una compañía de infantería al frente de la cual estaba
el capitán alcalaíno Lorenzo de Valenzuela, y
de todas las compañías el brigarider de Granada era Antonio de Figueroa
y el mantenimiento y equipamiento de treinta caballos y sus caballeros( botas,
sillas y bridas ), enviadas a don Francisco Gutiérrez de Medinilla, inspector
de los Ejércitos. No obstante, era difícil soportar todas esta carga que debió
sacar de las creces del producto del trigo, doscientas fanegas del pósito y de
las aportaciones voluntarias de los vecinos. Todo ello alcanzó la suma de 1.550
fanegas que importaban 35.558 reales. En este clima no era de extrañar que el
abastecimiento de la ciudad no se surtiera de las recolecciones de las tierras
de la comarca alcalaína y la población tuviera que alimentarse, incluso de garbanzos,
habas y otras legumbres en 1708. Aún más, en 1709, se ocasionó una revuelta
significativamente popular, en la que participaron el pueblo llano y contó el
apoyo de la mayor parte de los regidores, que llegaron a ser apresados por el
corregidor.
No fue una simple reacción ante el hambre que
afectaba a la ciudad. Vino precedido de una insubordinación por parte los que
ejercían oficios mecánicos como
mesoneros, zapateros y cordoneros a pagar un apremio militar, que se llevó a
cabo por una tropa de 150 hombres al frente de un coronel, alegando que eran
miembros de la Santa Cruzada. Aunque la respuesta del cabildo no fue la más acertada, invitando a pagar o
renunciar de sus oficios, nos muestra una población que ya no podía soportar
mayores cargos como el alojamiento de estos soldados con su coronel.
Al mismo tiempo, eran ya cinco los años de corta
cosecha, esto dio lugar a que no quedara por el mes de mayo ningún
abastecimiento entre los seglares, y resultara imposible afrontar los gastos de
los receptores de la Real Chancillería de Granada, que habían venido a cobrar
los réditos de acreedores de préstamos. Uno de ellos Sebastián Fernández de
Saavedra, llegó a consumir todos los propios de la administración de la ciudad
sin permitir ni siquiera que se estableciera una orden en el que primaran a los más antiguos y privilegiados.
Incluso, prevaleció en su ejecución el cobro de sus
salarios a través de obligar a los labradores, que pagaban arbitrios, a que se
los entregaran violentamente. Todo esto
motivó que, ante los continuos excesos de los ministros, los vecinos se
levantaran, movidos por el hambre y carestía de granos y quitaran los granos
que estaban reservados para la Real Capilla de Granada. Y en palabras de
aquellas fechas fue un alboroto que sucedió
en esta ciudad sobre embarazar el que se sacase trigo. Aunque el asunto
simplemente trascendió a un pleito con la Capilla Real de Granada en la
Audiencias, sin embargo nos manifiesta la oposición que esta medida provocaba
en Alcalá[1].
A ello se
añadía que los cobradores y receptores de impuestos no solían ser acompañados
por comisarios locales que les facilitaban la moderación en el cobro de los
impuestos, ocasionando, por ello, difíciles conflictos como levantamientos de vecinos, ataques a corregidores o alcaldes
mayores como el de Francisco Franquis Lasso de Castilla contra el alcalde Mayor
Simón Pérez de Leyva en 1702, e, incluso, la muerte o reyertas con los
alguaciles.
Por otra parte, a los anteriores impuestos de
millones, medias annatas, la lanza del abad,
valimientos de oficios enajenados, arbitrios y milicias-pajas y
utensilios- de los reinados anteriores, se añadieron otros nuevos y algunas
medidas impopulares: el de la tercia parte de los montes y yeguas que gravaba a
los ganaderos que pastaban en los montes del término y el crecido importe de la
sal, que perjudicaba los ganaderos que no podían hacer frente para darla al
ganado y abandonaron esta rama de riqueza que conllevaba la pérdida del abasto
de la carne en detrimento de los
vecinos.
Tras el corregimiento en la ciudad de la
Mota a finales de 1708., en Madrid, a 8 de marzo de 1712, se le despachó el
título de Corregidor de la Ciudad de Granada. El monarca borbón se ligaba con
la clase aristocrática enrolando en el mundo de la gobernación de los pueblos
de España a estos miembros de la élite territorial con el título de
corregidores de capa. Tras su paso por Granada, no hay noticias de
nuevos destinos. Y se mantuvo con el ejercicio de sus otros cargos y
administrando los bienes de su Señorío de Gandul. No llegó a tener descendencia
y surgieron algunos conflictos, al mismo tiempo que con sus herederos y
descendientes se fueron eclipsando aquellos territorios. Actualmente, so lo
quedan de la villa de
Gandul, algunas edificaciones, una torre de la época Medieval, la iglesia San
Juan Evangelista que data de los siglos XV a XVI, el palacio de los Marqueses
de Gandul y la Casa del Consejo que pertenece al siglo XVIII. Sin embargo,
llegó a ser un importante municipio hasta 1840. Pero actualmente solo se
mantiene en pie y habitado el palacio de los marques, que otea todos los
territorios del Señor.
Del marqués, en tierras alcalaínas, tan
solo queda el recuerdo de la frase “Eres un Gandul”, Pero ni siquiera, conserva
el sentido originario ni el que algunos aluden sobre la milicia musulmana que
se afincó en este pueblo sevillano, hace referencia a la forma de desprecio a
las personas, cuando este gentilhombre se gana este título con la campaña a
favor del Rey en su guerra dinástica.
[1]Amar. Cabildo de 7 de junio de 1709. Se recoge la
solicitud de la ciudad ante el corregidor para que intervenga solicitando
piedad ante la Audiencia.
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