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martes, 27 de agosto de 2019

EN IDEAL ALCALÁ LA REAL, LA FUENTE DEL REY








LA FUENTE DEL REY

                   Se celebran las fiestas de la Coronada del sitio de la Fuente del Rey en la segunda mitad del mes de agosto. Las conmemoran los vecinos de estas huertas y los socios del Club del mismo nombre. En dos domingos diferentes de este periodo estival, el 18 y el 25. A pesar de que la piqueta ha hecho gran mella en sus viviendas tradicionales hasta el punto que ha surgido una nueva urbanización en este entorno comprendido entre los Llanos hasta la Pasadilla y desde Santa Ana hasta el Portichuelo, su historia se remonta a tiempos remotos.
                        Con la aldea de Santa Ana, la Fuente del Rey se enreda en la nebulosa de los millones de siglos que conformaron un paraje singular de frondosa vegetación. Bajo el llano casi desértico, todavía se yerguen las casas de labranza de las  huertas (muchas transformadas en casas de segunda residencia o de campo), entre olivares y tierra de calma, entre una pequeña concentración urbana  de segunda vivienda y hábitat disperso, entre algún que otro edifico  industrial y los asentamientos agrícolas, entre almacenes de servicios y fábricas abandonadas de licores, entre manantiales de agua y hortalizas de verano,  entre el monasterio trinitario de finales del siglo  XX y la ermita de la Coronada, entre el Lavadero de Mendoza y Gatica y el cenit de las casas modernistas,   y entre sendas, servideras y una carretera de asfalto, que ha destruido, en gran parte,  su encanto hortelano veteado de moreras, ciruelos y noqueras.

              Responde, por el oriente, su fisonomía natural a las huellas dejadas de mar de Tethys, aquel mar que anegaba todo el territorio comprendido entre el Norte de África y el Sur de Europa con sus aguas someras, y que, durante el Cretácico, hace más de 65 millones de años, cubría todas las estas tierras. Y dejó, entre los Llanos y el Cascante y el Portichuelo, este paraje singular que define y genera toda su naturaleza, agreste y frondosa, antiguos viñedos y nuevos cultivos. Unos milenios, antes de Cristo, el hombre trashumante del Argar comenzó a pastar en aquel páramo de medio monte, cubierto de una capa de tomillo, romero y de hierbas resistentes a las máximas temperaturas. Habitó en los refugios de las cuevas cercanas a sus Tajos, y se enterraron en la cistas muy propias de estos hombres del bronce; luego lo hicieron en sarcófagos romanos, como el que se encuentra en el Museo Local y siempre nos recordaba el fuenteño Pepe Ibáñez su descubrimiento, así como el ocultamiento de la imagen de la Coronada. Los manantiales de las fuentes de la Hostia, Gallarda, Somera, y, sobre todo, de la Fuente del Rey, surtieron de agua a las ricas huertas que se cultivaron desde tiempos romanos hasta la actualidad en forma de villas. Junto al Llano, la tierra de labor se multiplicó en villas romanas, alquerías y esos cortijos de frontera   que crecieron por entre aguas de caz del arroyuelo de la Fuente del Rey, fruto de los repartimientos para los caballeros, escuderos y ballesteros, con los que ocuparon las huertas y las hazas de sus derredores para abastecerse. 
Muchos repobladores de Alcalá la Real recibieron, entre sus mercedes, un solar o una casa en la Mota, una tierra del ruedo, una viña y una huerta en este entorno de la Fuente del Rey (que luego pasó a sus sucesores y a las fundaciones eclesiásticas a través de memorias de misas hasta que se desamortizaron en tiempos de Carlos IV y Mendizábal). La arquitectura de piedra seca levantó chozones de pastores, eras de trilla, bancales, cercas de corralones, y viviendas donadas en tierras de propios por el cabildo alcalaíno para hortelanos pegujareros y jornaleros. Cercanos a los caminos reales y pecuarios de Frailes, Guadix, Fuente del Rey y el de los molinos de Huéscar, se levantaron viviendas de un solo cuerpo, chozas de retama y algún que otro molino, hoy solo quedan algunos vestigios de estas construcciones en medio de viviendas blancas de los años posteriores a los sesenta del siglo XX. La Fuente del Rey, en la actualidad, se ha convertido en un nuevo núcleo de comunicaciones con su rotonda a la entrada del recinto hortelano, y, junto al paso senderista en el carril de la bicicleta.
Buen paraje para levantar en 1340 el campamento las huestes castellanas de Alfonso XI antes de la conquista del rey Alfonso XI. La ermita neogótica de principios del siglo XX es el epítome de este rincón alcalaíno, donde nació una de las primeras cofradías de la abadía de la ciudad de la Mota, la de la Coronada, que compartió nombres de la Caridad y de los Desamparados desde su fundación en el siglo XV hasta el siglo XVIII. Muy ligada a este territorio, nunca abandonó aquel rincón donde se alberga su imagen románica con el nombre de la Coronada. La Fuente del Rey, en la Edad Moderna, se constituyó como la primera zona de campo, incluso habitada con varias viviendas y calles, muy preeminente por sus huertas, molino y pastos además de sus razones históricas. No es de extrañar que hasta finales del siglo XVIII figurase como lugar muy importante que definía partidos de campos, zonas de recogida de impuestos, leva de soldados y otros relacionados con los servicios municipales y nacionales. Se señalaba como inicio de este partido el camino de Granada y Llanos hasta las Juntas, incluyendo el Palancares y Santa Ana. Por otro lado, marcaban el límite Los Llanos hasta la Boca de Charilla. Fue tierra de capellanes, beneficiados, hidalgos los Molina, los Miranda, los Núñez, los Cabrera, los Pineda, Cardera, los Aranda…y de los hortelanos y pegujareros que se asentaban junto a la Fuente Somera y la Fuente del Rey.
Aquel lavadero público levantado sobre el manantial construido por Martín de Bolívar (1550), se cubrió bajo la beneficencia de una abadesa jerezana (1780), que trató de cuidar la moralidad pública de aquellas mozas que hacía la colada en los poyos de piedra enfangadas hasta las rodillas con las frías aguas invernales. Recuerdo mis años de niño ayudándole a mi madre tender las blancas sábanas sobre el césped verde del centro y cantar aquellos versos.: Ay, Pobre barquito mío, / por el canal de las aguas, /desciende sin rumbo fijo, /buscándole una bocana. / Pobre barquito mío, /entre la blanca colada, /le presta un mástil y una vela, /aquellas manos muy blancas. Eran tiempos de segadoras de aquellos campos, de regantes nocturnos con las linternas de carburo, de anises matutinos de Garnica, y de hortelanos renteros de hacendados, que mantenían las propiedades de aquellas huertas, hoy es otra historia, la del bienestar, la de la segunda vivienda de unas nuevas clases sociales. Ya no es partido de campo, y mi barquito de madera puede navegar en la fuente. Si mi bisabuela Adelaida levantara la cabeza, no vería su casa de los Núñez levantada, ni encontraría pasto para sus vacas.  La fuente se ha hecho hidalga con los escudos de toda la heráldica alcalaína, realizados con motivo de su restauración de la I Escuela Taller de Recuperación del Patrimonio.




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