CANDELARIA Y
LUMINARIA
Francisco Martín Rosales
Desde la Candelaria hasta el
día de Andalucía, febrero se mostrará do
con un tiempo propio del crudo invierno alcalaíno, repleto de escarchas,
heladas matutinas y algunas que otras lluvias, muy escasas, y tan solo se
echarán de menos aquellas nevadas con sus correspondientes carámbanos y
chupones de hielo que pendían de los aleros de las casas. Lo que primero salta
a la vista del mes de febrero hace referencia al verbo latino
"februare" cuyo significado se concreta en "purificar". Por
eso, los romanos purificaban, en este mes, los campos y a los hombres y en las
fiestas se llevaban a cabo actos religiosos de purgación dedicados a los
dioses; de ahí hay un paso a que el cristianismo se apropie de este significado
y recristianice el día dos de febrero con el de la Purificación. Ahora,
cualquier asunto, por nimio que sea se transforma en un asunto de estado o hay
que purificar, pero también ser, purificados. Tomar el romero e imbuirse en su
aroma y sabor de la amabilidad, como lo ofrecen en esta ceremonia candelaria.
Pero si importante es la relación de este mes con su raíz etimológica, no es
menos actual la adjetivación de locura que siempre salta a la conversación de
los vecinos del lugar. Pues el refranero se hace eco de su carácter movible y
complicado al formar el frecuentado sintagma de febrerillo loco. Algunos
parecen como si respondieran a aquel refrán que dice Febrerillo el orate, cada
día hace un disparate. Lo malo que esta locura lleva a considerar y cuestionar
hasta lo más simple y normal y lo convierte en un disparate. Un palomo se hace
toro, y una ofrenda en una declaración de guerra. Una música de resonancia
nacional. Parece como si acabara el mundo, por el simple hecho de mantener una
tradición que acataron, disfrutaron y difundieron muchas generaciones. En la
Sierra Sur de Jaén, nadie podía imaginarse que la celebración de la Candelaria
pudiera impactar de un modo tan exagerado en algunas personas, que logran la
mayor difusión con el mundo de las redes. Dos palomos, sumisos y observadores
de su entorno en una procesión y sobre un trono, representan una ofrenda de
varios milenios, pero, en estos tiempos del tercer milenio, a ojos de otras
personas, se convierten en dos novillos de una popular corrida de toros. Nadie
pensaba que el mes de febrero era la mejor manera de purificarlos y que existen
fórmulas para celebrar una ofrenda universal de la religiosidad popular. Hay
que respetar, pero también ser respetados, de cámara, en un potro de tortura; y
un atuendo pontifical en una camisa de fuerza, toda una locura de este mes. En
el final de la los efectos del nuevo virus; se desea que se cumpla aquel
refrán: Febrero loco y marzo otro poco. Menos mal que la locura del este
virus ya no castiga tanto a la salud, pero la ha dejado en muchas
cabezas.
Por febrero, se prendió la candela,
En busca del fuego, heraldo de marzo
Y la luz le clavaba un duro cuarzo,
Las cuitas de amor de noches de vela.
Por la Candelaria, la luna revela
Embrujos de sueños, pira de trastos,
Los miedos furtivos y los días nefastos,
Vanos pabilos de la roja hoguera.
Con el tirso de Baco, suena a fandangos,
Ensueños de valses, ritmos y danzas,
El alegre jolgorio , de bailes y chanzas,
Derrama el vino, del tonel estanco,
Con aires solemnes de un triste tango,
Echando las penas a ver si se abrasan.
En la Víspera se anuncia con el repique de
campanas y estallido de cohetes a la hora del Ángelus, por la noche la famosa
candelaria, luminaria anunciadora de la fiesta en el Compás de Consolación reúne
a una gran multitud de gente. Y las lumbres se multiplican en muchos
rincones de Alcalá y sus aldeas entre banquetes compartidos y vino de la tierra.
Durante la
noche se hacen muchas fogatas en diversos rincones de la ciudad, donde los
convocantes disfrutan del vino y viandas
de la comarca.
Pero la fiesta
se hace solemne y religiosa, el día dos de
febrero . Siempre celebraron los
cultos en muchos templos y conventos. Actualmente, en el templo de
Consolación son las ceremonias solemnes donde
las tradicionales fiestas de la Candelaria se organizan de una manera
conjunta, ente las cofradías del Dulce
Nombre de Jesús y Santa Caridad, y Virgen de las Mercedes llevándose a cabo varias reuniones
preparatorias entre ambas cofradías para fijar la participación de los
miembros en los actos de culto y procesionales.
Como es tradicional, a las 11 de
la mañana, tras la bendición de la luz, tartas y pichones, se lleva a cabo
la procesión con los dos tronos
de los pichones y tarta de ofrenda, a la manera de la antigua tradición judía,
que este año se inmortalizará con un nuevo monumento en su honor en la víspera
de la fiesta. El recorrido de estas pequeñas andas y la Virgen de las Mercedes,
recorrerá la calle Real (Paseo de la
Mora), Compás de Consolación y templo. Tras la misa, se invitarán a los
cofrades y a todo el pueblo cristiano a participar de estos actos. Y en la
tradicional tarta. Los palomos irán vestidos de
penitentes los del Dulce Nombre de Jesús y los de la Virgen de las
Mercedes, ahora simulacros colombinos, vestidos a la moda o
festividad del momento, siempre
elaborados por la hermana de la Junta Directiva Mariqui Gutiérrez.
En las antiguas salas del convento franciscano, las
autoridades, cofrades y los devotos degustarán la tarta y algún que otro
anisete. Se reservará otra tradicional tarta para los conventos y otros centros
asistenciales.
No
serán estas fiestas las únicas del invierno. De primeras,
surgen las interrogantes sobre los elementos constitutivos de la fiesta: el
fuego, los objetos de la hoguera, los ritos y los fines. No falta quien osado
se lance a la justificación sociológica de primera mano, y convierta
estas fiestas en una catarsis griega, donde el pueblo se purifica a la manera
del público de su tragedia clásica.
Sin embargo, por mucho que se quiera y se pretenda, no se encendieron desde
tiempo inmemorial las hogueras ( cuya palabra degeneró, a partir de su
evolución fonética, en lumbradas y lumbrás en detrimento de la bella
luminaria) con la acertada intención de anunciar, en el día de la
víspera, un acontecimiento festivo e importante de modo que nuestros
antepasados colocaban las luminarias para que, de lejos, se vieran,
encima de las murallas y de las torres de la fortaleza de la
Mota y, atrajeran a las personas a las fiestas; luego bajaron a las plazas
de la ciudad baja, se hicieron urbanas. Es decir, ofrecían una misión
pregonera, un anticipo festivo y una llamada al disfrute colectivo por una
fiesta que rompía la monotonía del valle de lágrimas de cada día.
Ojalá las luminarias significaran un cambio brusco y se convirtieran en la
víspera de unos nuevos tiempos en los que se inauguraran la entrada de un nuevo
tiempo.
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