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lunes, 24 de febrero de 2025

EL ROMERO DE LA CABEZA.

 

 

                        LA FE  DEL ROMERO

 

I. Y a continuación ,  expone la primera razón del amor a la Virgen de la Cabeza:

 




porque en las almas creyentes .

            incólume se conserva

la fe en la divina imagen

            aparecida en la sierra.

                                  

 


Esta fe que se plasma en una profunda transformación de los primeros romeros  de la vida de NUESTRA cofradía.  Y a mi me gustaría convertirme en un romero de aquellos que LA fundaron. Corría el año del  1561. Un puñado de laboriosos agricultores y ganaderos, gente del campo, se reunían en la iglesia de san Marcos y acordaban formar aquella asociación religiosa, que tenía como luz y guía la Virgen de la Cabeza. Eran otros Juanes de Rivas que laboraban los extensos campos alcalaínos con sus  yuntas de bueyes,   y con sus manadas apacentaban los Cerros del Camello, de la dehesa de Mures, de Navasequilla o de la  sierra de san Pedro. Sabían que, en primavera, la Virgen se apareció, siglos antes, a un pastor que, de seguro, había contactado con algunos de estos antepasados trashumantes.  Debieron escuchar la voz de la campana que cantaba de esta manera Guardia Castellanos:

                       

            Yo de san Marcos soy la campana,

La más humilde, modesta y llana

De cuantas tiene la cristiandad.

Durante el año callada y muda

Ni un solo instante mi voz aguda

Turba el reposo de la ciudad,

 Mas, cuando llega de mi patrono

La renombrada festividad,

Me envalentono,

Y desechando mi encogimiento,

Cambio de tono

Y soy proclama que esparce el viento

Del territorio por el confín.

Mas cuando siento más energía

Y al cielo atruena mi voz de hierro,

Es cuando asoma la luz del día

En el que debe la cofradía

Que en pie sostiene la ermita mía,

Volver al Cerro.

Y en mi espadaña toca que toca,

Sugestionada por su grandeza,

Grito yo loca:

¡Viva la Virgen de la Cabeza!

 

Acudieron a su toque los primeros romeros, como el pastor de Colomera, y fueron convocados para  ver a la Virgen Morenita.  Nombraron su primer hermano mayor, por cierto lo llamaban prioste. Fue Aparicio Martínez de Coloma.  Y años más tarde recayó en Juan de Álvaro, un hombre ligado con la abadía, pues un familiar suyo llegó a ser nada menos que mayordomo de la Iglesia Mayor Abacial. De ahí no nos extraña que el abad Diego de Ávila diera anuencia a este grupo de vecinos para fundar la cofradía, y lo hicieron como decían algunos testigos por la gran devoción que aquellos hermanos tenían a Nuestra Señora de la Cabeza. Adquirieron una tienda de campaña para recogerse cuando fueran  a la iglesia donde estaba la imagen de Nuestra Señora, se hicieron un estandarte y banderolas. Y con toda su familia por el camino del barranco de los Postigo, Martos, Torredonjimeno hasta el Pilar de Moya, siguiendo por Escañuela, Arjona y Arjonilla se encaminaron hasta el Santuario. Deberían de estar contentos porque ellos, de seguro que lucieron todas las obras de arte que encargaron a la familia de Pablo de Rojas, y al padre Martínez Montañés.  todo lo mejor que se le podían ofrecer a la Reina del Cielo, los cetros, y el bordado del estandarte, que ocupaba, por aquellos tiempos, el importante puesto detrás de las cofradías de Martos y Écija.  Su organización se basaba en un sistema de rotación de cargos, el hermano mayor y los alcaldes que se nombraban año tras año. La componían setenta y seis hermanos que daban limosnas y una cuota de entrada de seis reales y un hacha de cera para las procesiones. Acompañaban con la cruz de enterramiento y el gallardete a los hermanos fallecidos. Y lo más me llamaba la atención de esta gente, su devoción a María la tenían tan impregnada que era su advocación preferida hasta tal punto que contribuyeron a extender su culto en tierras americanas como el inquisidor alcalaíno Antonio de Castro  y Castillo que reedificó una capilla de dedicada a la Señora en el año 1639. 

 

Y así le cantaríamos a estos hombres:

 

Señora de la Cabeza,

si me volviera romero,

cuatrocientos años ha,

portaría yo el primero

un gallardete bordado

con su tarja y terciopelo.

En una cara pondría

la bendición del cielo,

tu imagen de Morenita,

bendiciendo a nuestro pueblo,

Y, en el fondo, entre la llave

orlada de leones fieros

el abad santo Domingo

que, a los dos, va presidiendo.

 

Señora de la Cabeza,

Si me volviera romero,

cuatrocientos años ha,

no sería yo cicatero

en ofrecerte del campo

ramas del verde romero,

que crecen en nuestros montes

de la Martina y el Camello.

montado sobre mi potro

y a mis bueyes conduciendo

todas mi familia iría

en Abril a tu Cabezo.

 

Señora de la Cabeza,

si me volviera romero,

cuatrocientos años ha,

como un hombre pujarero,

Te traería pan y trigo,

mijo, cáñamo y centeno

de los llanos de estas tierras, .

que sembré con tanto esfuerzo.

Mi mujer te ofrecería

para ornar tu presbiterio

de tafetán bello terno,

que de seda te tejió,

las frías noches de invierno, .

 en el telar de su casa

con un candil ceniciento.

 

   . Señora de la Cabeza,

si me volviera romero,

cuatrocientos años ha,

como devoto primero,

abejas de mi colmena,

porfiando en el Cepero

libarían rica miel

y cera con  gran esmero,

que nunca se apagarían,

 ya corrieran  fuertes vientos.

 

Señora de la Cabeza,

Si me volviera romero,

cuatrocientos años ha,

cando nació aquel genio,

le donaría madera

de pino para tus cetros,

do Montañés esculpiera

el pastor con sus borregos

y, en medio, a la Virgen Santa,

bajando desde los cielos,

y, en sus brazos, le pondría

al Niño Dios bendiciendo.

 

Señora de la Cabeza,

Si me volviera romero,

con los sesenta cofrades,

que, al principio, compusieron

esta primera hermandad,

me haría tu tamborilero,

redoblándole a la Virgen

con un sombrero de fieltro

y de encajes un roquete

que me lo compró mi abuelo.

Y a la Virgen le diría:

“Señora tu eres mi Mota,

  mi peldaño para el cielo

sin ti no tendré la meta

Que, en mi vida de romero,

Te pedía en tu ermita

de san Marcos, en aquel cerro,

sin ti, nunca alcanzaría,

El premio de mis trabajos,

mis cruces, tus seguimientos

Tras acabar el camino 

de peregrino terreno”.

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