II
LA TRADICIÓN DEL ROMERO
Esta fe fue mi primera razón La segunda razón se acerca más a nuestro tiempo,
se basa en la tradición que no ha pasado ningún quebranto. La engarzaría a
finales del siglo XVIII o principios del siglo XIX. Doscientos años
contemplados en la visión retrovisora de la historia de las crónicas de nuestra
cofradía.
Recogiéndola en los versos de
la misma poetisa alcalaína dirigidos a la Virgen de la Cabeza, la afirmo,
cuando dice:
Visten de gala los
pueblos,
en las andaluzas tierras,
cuando la fiesta anual
de la Virgen celebra.
porque su historia bendita
vive en las almas impresa.
Ya en verdad que la romería alcalaína y la hermandad estaban completamente consolidadas en el
pasado histórico de la gente alcalaína, impresas en sus almas. Solían manifestarse
en su constancia, sin desmayo, se plasmaba en lo que llamamos su tradición
siempre mantenida desde el paso de los años.
Como distintivo exterior, ya en los primeros años de la cofradía existían
sus insignias y sus vestimentas, que encontré un acta de la cofradía prieguense
en la que acudían en forma procesional con roquetes de encajes, y en Alcalá,
según los protocolos, que se cubrían de sombreros de fieltro blanco para paliar
el sol y como signo de postín a la manera de los antiguos ganaderos. En torno a
las insignias y banderolas iban dieciséis hermanos uniformados Con el orgullo
de ocupar ya el tercer lugar dentro de aquellos órdenes escrupulosamente
guardados por la cofradía matriz.
Como otro signo distintivo de hermandad, se manifestaba en la
fundación de aquella casa que ya tenían construida desde hace más de dos siglos
nuestros antepasados, pues ya no podían soportar las inclemencias del tiempo.
Le dejaron un terreno, poco pero suficiente, donde albergar una comitiva que
era un modelo de todas las que visitaban a la reina del Cabezo. Construyeron,
al principio, una choza de retama, Sencilla como la que existían en los
terrenos roturados en nuestras aldeas. Pero, al menos, podían protegerse y guardar
todas sus insignias, resguardar los bellos vestidos y las insignias durante los
días de la romería. Más tarde edificaron una casa de mampostería. Y así nos lo
recoge el libro de Francisco Gimena y Reche, publicado en 1857 y que se exhibe
en el museo de la iglesia de san Juan. Cuando topé con aquella joya de libro,
de su lectura me llamó la atención que siempre iba al frente de la cofradía alcalaína
su capellán. Me imaginaba que este comentaría que la Virgen era originaria de
la que esculpió en un cedro san Lucas y trajo a la provincia de Jaén san
Eufrasio.
Es verdad que en la fiesta se desborda la alegría, pero a mi gustaría
ser un romero como aquellos. Fiel a la enseñanza religiosa, que recibían del
sacerdote que los acompañaba y que en el camino presidía todos sus cultos.
Rezaría el rosario de la aurora al amanecer En los descansos del mediodía,
dirigiría el rezo del Ángelus. Por la tarde, al anochecer las Vísperas. Y por
la madrugada, al grito de la Virgen de la Cabeza los romeros se despertarían
con rezos de maitines. En los descansos
de la tarde les explicaría por qué
María eligió aquel lugar para el santuario.
Porque
“...los hijos de Andújar,
conducidos por el mismo presentimiento de salvación de muchos pueblos del
mundo, aunque con más acertada elección en su objeto, levantaron en la cúspide
del monte de la Cabeza este magnífico Santuario, esta elevada torre de
fortaleza y muro expugnable, bien persuadidos de que habita en él esta Señora,
que es la verdadera arca de la alianza, la cual nos ha salvado de la inundación
y naufragio de la culpa, que puede admirarse, pues su altura nos remonta hasta
el cielo”
Y otra
vez la campana como reclamo inundaría a todos aquellos romeros:
Únese al marcial saludo
Las campanas, que no cesan
De tocar, dando sus notas
De regocijo a la fiesta
En años de crisis se demuestran quienes son los verdaderos devotos y
quienes mantienen sus tradiciones. Pues,
hace doscientos años, corrían los tiempos en los que ya no acudían las
cofradías que provenían de lejanos sitios ni se hacían tantos donativos ni
ofrendas al santuario, porque, según parece, habían remitido muchas lámparas de
plata que se conservaban en la iglesia. Ya la gente tampoco se fascinaba por
los numerosos relatos de milagros que en siglos anteriores comentaban los
poetas populares.
Sin embargo, transformado en un
romero de hace doscientos años, acudiría a tu templo de una nave, en donde dos
piedras cóncavas se albergaban la imagen que se apareció a Juan de Rivas, y que
estaban situadas al lado del evangelio. En la misa de dedicación de la
cofradía, me gustaría cantarle a la Patrona de la provincia de Jaén y le
ofrecería mi oración, este diálogo íntimo con la Señora :
Me he puesto ante tus plantas
y vengo a cantarte con gozo
No soy ya joven ni mozo,
y mi salud se quebranta.
He pasado media vida
bajo tu manto y cobijo.
Protégeme como a tu hijo,
Madre y Señora querida.
Líbrame de las ilusiones
Las vanas y pasajeras,
De los sueños y quimeras,
De todas las tentaciones.
Sé ante la prueba, cimiento,
Ante la cruz, mi sostén,
Ante la duda, mi fe,
Mi esperanza y mi alimento.
Cuando recorra el camino,
Y acuda en tu romería,
En medio de la algarabía,
No me perturben tu sino.
Sé mi verdad y mi camino,
Marchando en esta vida,
Para no perder la vía,
Que me marcaste con tino.
Y si volviera a la vida,
Y me bautizaran de nuevo,
apellídame Cabezo,
Y de nombre Juan de Rivas.
Tenemos que agradecerte,
Que en Navidad has traído
El Esperado, el Ungido
Y la Estrella de Oriente.
Tenemos que venerarte,
Por ser madre singular,
Modelo, esposa ejemplar
De los quieran imitarte
Y si queremos seguirte,
En el mundo peregrinos,
No tendremos mejor amigos
Que aquel al que tu nos diste.
Después, escucharía la misa de fiestas, desde el altar situado en el
balcón que costeó el obispo de Jaén, don Sancho Dávila y Toledo. Rodeado de una
inmensa muchedumbre que se esparciría por la montaña (como ahora, no era
posible escucharlas dentro del templo): Aquel capellán alcalaíno nos
acompañaría y debería ser un consuelo para los pocos sacerdotes que regían el
santuario: tres capellanes y un rector. Aunque
era época de incredulidad, siempre acudiría a la cita del domingo de abril
acompañados de las únicas cofradías que todavía se mantenían: Voy a citarlas
por curiosidad, y porque reflejan la historia de la devoción de la Virgen de la
Cabeza. La primera como es lógico, la de Andujar; por Granada, Colomera y Santa
Fe unidas en segundo lugar; tras ellas, en tercer lugar Rute, que ocupaba el
puesto décimo sexto en el orden
fundacional, la cuarta, Martos ( que era la vigésima primera), la quinta Alcalá
la Rreal ( que fue la vigésima segunda fundada) y tras nuestro pueblo Montoro(
24º), Baileén (33º), Lopera(48º); Arjonilla (69; Puertollano (70) y cerraba el
orden procesional Jaén (71º). Como sería
tradicional, la cofradía matriz nos fijaría el orden, nos daría permiso para
tomar las andas. Os voy a recoger las palabras de este autor anteriormente,
porque no puede haber mejor elogio para la gente de nuestra cofradía con
relación a las demás:
Otra de las cosas que llaman la
atención es el piadoso comportamiento de las Cofradías. Las más traen su
capellán, la de Alcalá la Real se distingue porque a pesar de la distancia de
quince leguas presenta todos los años más de cien personas y el digno sacerdote
que les acompaña, diariamente les dice Misa y exhorta a que guarden el respeto
debido a la religiosa romería, si han de obtener las mercedes de María
Santísima ....Esta corporación no omite ni medio ni gasto para enaltecer las glorias de la Virgen....Ha
construido al pie del Santuario una casa de ocho mil reales. En su pueblo tiene
un templo dedicado a Nuestra Señora y celebra todos Los años dos fiestas solemnísimas
Los días de Pascua de Navidad y de Pentecostés, sin otras varias que promueve
la piedad cristiana, Loor a todos Los devotos de María.
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