VERACRUZ
La calle de la Veracruz debe su nombre a la iglesia de la Veracruz, que se
fundó en torno al 1550, junto con una
cofradía, corral de comedias, cementerio
y hospital del mismo nombre, complejo que subsistió hasta finales del
siglo XX reconvertido en Escuela de Cristo y transformado en viviendas con el
sello de Manuel de la Morena al ser vendidas por la diócesis de Jaén en el
segundo decenio del siglo XX. La vida de la sociedad del Antiguo Régimen la mantuvo
como complemento festivo y del sector servicios en esta calle, desde los
sanitarios hasta los de ocio con el local teatral, por donde pasaron las
mejores compañías en tiempos de fiestas.
Tras la desaparición del teatro en el siglo XVIII, en sus dependencias se instaló aquella mistérica escuela, junto a la iglesia que ocupaba la el primer edificio a mano derecha mirando hacia la Mota. En esta calle se reflejó el espectro social de la vida alcalaína en sus diversos tramos o secciones de cada uno de sus viarios. En los primeros, habitaron e hicieron vecindarios las familias hidalgas, mayores pudientes y personal del aparato de servicios de la ciudad. Conforme la ciudad subía a los aledaños de la Mota, se avecindaban las clases populares que eran en sus mayorías, labradores, pegujareros, campesinos, jornaleros. Se establecieron en casas unifamiliares y de vecinos en las mansiones de fachadas de piedra , muchas de ellas cubiertas de cal blanca. Finalizaba esta calle con ochenta vecinos ( casas o viviendas en la terminología actual) , más los diez religiosos. Abundaban los oficios ( escribano, médicos, hornero, panadero, zapateros, albañiles sastres, organista, etc.) y casi se equilibraban con pegujareros, rentistas y jornaleros. Eran casas, en su mayoría, de mediana extensión salvo casos aislados de mayor amplitud. Los hidalgos estaban ligados con los Rivilla, Ruíz Ruano, Ramírez, Robles, y los Cedillo. Muy ilustrativo era el famoso hidalgo Juan Beltrán de Callaba, por ser un poeta y extravagante personaje que dio nombre a una venta que comunicaba con las tierras de Iznalloz en Mures. El clero y sus instituciones religiosas poseían muchas casas en forma de capellanías, censos o memorias. Donde se hacinaban los miembros de las clases populares El formato de casas se mantuvo hasta muy avanzado el siglo XX, como sociedad rural, con viviendas compuestas de corral, patio, bodega de tinajas, portal, cocina, cuarto principal, segundo, y algunos más según la extensión de la vivienda, y cámaras en torno a tres cuerpos .
Ya llegado el siglo XX, nuevos miembros
de empleados (banca, enseñanza, correos, telégrafos, sacerdotes, maestros)
industriales, hacendados y propietarios como
Caldas, Castillo, Serrano, Montijano, Muñoz, Rodríguez, Belbel, Muñoz,
Córdoba, Belbel, Santaolaya, González
de Lara, o Sierra sustituyeron a los antiguos hidalgos
conformando y residiendo en las nuevas
viviendas que, en los primeros tramos, sustituyeron la fachada blanca de diseño
andaluz por las nuevas de tendencia ecléctica y modernista, diseñadas por La
Morena, Domingo Sánchez, Granados o
Cándido García. Comenzaron, por estos años, a disfrutar del servicio de agua, alumbrado público y el arrecifado de la calle
por ser vía del itinerario oficial de las procesiones públicas. Los tramos
altos se mantuvieron con diseño
tradicional de corte andaluz, salvo las
casas de vecinos como la del Cura en el tercer tramo ( de finales de los siglos
de la Ilustración). En esta sección hasta mediados del siglo XX, no se disfrutó
de servicios como el agua a nos sr de los pilares públicos.
La calle ofrece una perspectiva bellísima con el fondo majestuoso de la fortaleza de la Mota contrastando con la línea de suave curva serpeante de sus blancas fachadas de los dos últimos tramos. Es un canto a un tiempo que refleja una ciudad que baja al llano y se hace comercial manteniendo el recuerdo de una sociedad agrícola en sus partes más elevadas. Es una trova y una llamada a la pervivencia de un casco antiguo, que se transforma en estos nuevos tiempos de una sociedad del ocio, donde hacen aparición el turismo rural y nuevos planteamientos que se adapten a una sociedad no rural y modo que sustituyan al antiguo vecindario que ya no depende de la agricultura. Es el momento oportuno para ese cambio. La Veracruz ya no es una calle de tinte religioso, ni suenan las ruedas del carro de Tespis, tampoco los negocios de servicios abundan como en los primeros años siglo pasado, pero se están abriendo otros establecimientos con muy buenas perspectivas, en esa línea se recuperará totalmente aquella calle de la Vera Cruz.
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