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viernes, 12 de abril de 2024

VERACRUZ, EN ALCALÁ LA REAL INFORMACIÓN



 VERACRUZ      

La calle de la Veracruz debe su nombre a la iglesia de la Veracruz, que se fundó en torno al  1550, junto con una cofradía, corral de comedias, cementerio  y hospital del mismo nombre, complejo que subsistió hasta finales del siglo XX reconvertido en Escuela de Cristo y transformado en viviendas con el sello de Manuel de la Morena al ser vendidas por la diócesis de Jaén en el segundo decenio del siglo XX. La vida de la sociedad del Antiguo Régimen la mantuvo como complemento festivo y del sector servicios en esta calle, desde los sanitarios hasta los de ocio con el local teatral, por donde pasaron las mejores compañías en tiempos de fiestas.

Tras la desaparición del teatro en el siglo XVIII, en sus dependencias se instaló aquella mistérica  escuela, junto a la iglesia que ocupaba la el primer edificio  a mano derecha mirando hacia la Mota.  En esta calle se reflejó el espectro social de la vida alcalaína en sus diversos tramos o secciones de cada uno de sus viarios. En los primeros, habitaron e hicieron vecindarios las familias hidalgas, mayores pudientes y personal del aparato de servicios de la ciudad. Conforme la ciudad subía a los aledaños de la Mota, se avecindaban  las clases populares que eran en sus mayorías, labradores, pegujareros,  campesinos, jornaleros. Se establecieron  en casas unifamiliares y de vecinos en las mansiones de fachadas de piedra , muchas de ellas cubiertas de cal blanca. Finalizaba esta calle con  ochenta vecinos ( casas o viviendas en la terminología actual) , más los diez  religiosos. Abundaban los oficios ( escribano, médicos, hornero, panadero, zapateros, albañiles sastres, organista, etc.)  y casi se equilibraban con pegujareros, rentistas y jornaleros. Eran casas, en su mayoría, de mediana extensión salvo casos aislados de mayor amplitud. Los hidalgos estaban ligados con los Rivilla, Ruíz Ruano, Ramírez, Robles,  y los Cedillo. Muy ilustrativo era el famoso hidalgo Juan Beltrán de Callaba, por ser un poeta y extravagante personaje que dio nombre a una venta que comunicaba con las tierras de Iznalloz en Mures. El clero y sus instituciones religiosas poseían muchas casas en forma de capellanías, censos o memorias. Donde se hacinaban los miembros de las clases populares   El formato de casas se mantuvo hasta  muy avanzado el siglo XX, como sociedad rural, con viviendas compuestas  de corral, patio, bodega de tinajas, portal, cocina, cuarto principal, segundo, y algunos más según la extensión de la vivienda,  y cámaras  en torno a tres cuerpos .


         Ya llegado el siglo XX, nuevos miembros de empleados (banca, enseñanza, correos, telégrafos, sacerdotes, maestros) industriales, hacendados y propietarios como  Caldas, Castillo, Serrano, Montijano, Muñoz, Rodríguez, Belbel, Muñoz, Córdoba, Belbel, Santaolaya,   González de Lara,  o  Sierra sustituyeron a los antiguos hidalgos conformando  y residiendo en las nuevas viviendas que, en los primeros tramos, sustituyeron la fachada blanca de diseño andaluz por las nuevas de tendencia ecléctica y modernista, diseñadas por La Morena, Domingo Sánchez, Granados  o Cándido García. Comenzaron, por estos años,  a disfrutar del servicio de agua,  alumbrado público y el arrecifado de la calle por ser vía del itinerario oficial de las procesiones públicas. Los tramos altos se mantuvieron  con diseño tradicional  de corte andaluz, salvo las casas de vecinos como la del Cura en el tercer tramo ( de finales de los siglos de la Ilustración). En esta sección hasta mediados del siglo XX, no se disfrutó de servicios como el agua a nos sr de los pilares públicos.

La calle ofrece una perspectiva  bellísima con  el fondo majestuoso de la fortaleza de la Mota  contrastando con la línea de suave curva  serpeante de sus blancas fachadas de los  dos últimos tramos. Es un canto a un tiempo que refleja una ciudad  que baja al llano y se hace comercial  manteniendo el recuerdo de una sociedad agrícola en sus partes más elevadas. Es una trova y una llamada a  la pervivencia de un casco antiguo, que se transforma en  estos nuevos tiempos de una sociedad del ocio, donde hacen aparición   el turismo rural  y nuevos planteamientos que se adapten a una sociedad no rural y modo que sustituyan al antiguo vecindario que ya no depende de la agricultura. Es el momento oportuno para ese cambio. La Veracruz ya no es una calle de tinte religioso, ni suenan las ruedas del carro de Tespis, tampoco los negocios de servicios abundan  como en los primeros años siglo pasado, pero se están abriendo otros establecimientos  con muy buenas perspectivas, en esa línea se recuperará totalmente aquella calle de la Vera Cruz.



 

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