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domingo, 14 de marzo de 2021

EN LA SEMANA DEL JAÉN, LA TIERRA DEL FANDNAGO

 


CHARILLA, LA TIERRA DEL FANDANGO VERDIALERO.

 

Alcalá la Real se reparte en su piel de paloma entre catorce plumas aldeanas y otros núcleos rurales, que no llegan a constituir entidad por su dispersión. Cada una es como una perla dentro de la diadema de la corona de la ciudad fortificada de la Mota. Acercarse a estos rincones de población rural, invita y estimula a cualquier visitante, en cada rincón se respira y contempla un latido histórico del hombre que mantiene, desde hace siglos, el mundo rural. Charilla es uno de estos lugares atractivos de la comarca. Pues algo oculto debe tener esta tierra; o algún espíritu especial baja todos los días desde el portillo Cerrado de los Llanos hasta la ermita de San Miguel. Ese arcángel que le dio nombre a esta ermita a finales del siglo XVI cuando se fundó al amparo de algún noble hidalgo, tal como se conserva en el escudo de una fuente cercana a la tahona de Charilla (al fogón y el horno, rica dulcería y pan de la zona pueden adquirirse). Este arcángel que debió insuflar este espíritu superador entre sus gentes, para conseguir el entronque tan perfecto entre el personaje y el paisaje, el paisanaje y la naturaleza. Una aldea que logró superar los mil habitantes y fue la más populosa a principios del siglo XX, y se renueva como un bastión dentro de la lucha por la resistencia del mundo rural con sus varios centenares de vecinos.

Se goza al llegar a su plaza, rodeada de un bello pilar de los años treinta del siglo pasado, un lavadero de mediados, la escuela de primaria (antigua Casa del Pueblo o Centro para los aldeanos), la ermita remozada por el actual párroco con una sala muy apropiada y encajada perfectamente en su fachada principal para servicios religiosos, la pequeña biblioteca y botiquín farmacéutico, e instalaciones deportivas. Pues, parece que, en estos lares, sucediera algo así como si se entablara  un  bello diálogo de  amor entre sus aldeanos y la tierra, un diálogo de orgullo entre el ser   y el ensueño,  un bello vínculo que se identifica con todos aquellos enamorados de la poesía,  el mismo que cantaba  Ben Jakán, poeta charillero,  cuando lo hacía con estas bellas palabras ( por cierto muy de  acuerdo con el inesperado encuentro que tuvieron los paisanos con el humorista Santi Rodríguez) b: Me perdí, y dejé mi continencia en el desierto;/Y monté mi gozo a rienda suelta./Me ofreció la rosa de sus mejillas,/Y la recogí  con la mirada sin pecado./Quise abstenerme de su amor, pero no pude,/Mostrándole seriedad en medio de la broma./Y dejé que mi corazón fuese, por el ardiente afecto,/Como un ave con la que vuelan, sin ala, los deseos./

 

Ya hace ciento setenta años, el diccionario del ministro Madoz en tiempos de Isabel II retrataba perfectamente a Charilla. Con dos alcaldes pedáneos en la provincia de Jaén, hoy se elige uno solamente. Formaba parte de uno de los doce partidos de campos de la ciudad de Alcalá la Real (catorce en la actualidad), y, por tanto, corresponde a su partido judicial y abadía, distando de ella media legua, es decir unos cuatro o cinco Kilómetros en la actualidad según el itinerario escogido. Está al sur al pie del cerro de la Torre, sobre la cañada de la Boca de Charilla, en terreno bastante pintoresco, por las muchas aguas que fertilizan sus ruedos y la multitud de cerros que la circundan, formando variados paisajes. Su figura  urbanística es irregular, que la mantiene, aunque se ha extendido en su entrada por la ermita y por la salida de Fuente Grande, sus once calles tortuosas y la mayor parte sin empedrar,(hoy día, asfaltadas y pavimentadas), aunque casi todas llanas y  anchas ( hoy han surgido algunas calles por la ciudad de Flora ); sus 184 casas por aquel tiempo ( han aumentado y se encuentran solares, solarines, casas abandonadas) , unas de  un piso, dos de tres y las demás de dos pisos, que mantienen su fisonomía de pueblo andaluz.

  Esta tierra tiene vida, y el agua oculta que llora, se esconde y lagrimea de sus manantiales para convertir las tierras áridas en ricas huertas. Esta tierra, la del nacimiento del río Juncal, con el que se regaban los ricos frutales y hortalizas en otros tiempos, la de la Fuente Grande y las de la Mojadillas, Hoyo del Peñón y Joya. Se rememora como lugar de la diáspora de aquellos que siempre tienen su alma puesta en volver al sitio donde los vio nacer, o la añoran en sus escritos o sus estudios literarios, o, como decía su famoso poeta: Mis alas se agitan cada vez que se te menciona/ O pasa tu céfiro perfumado.

 

Se pueden recorrer gran número de rutas en medio de un paraje montañoso, de olivar y arrañal. El aire que baja de las Sierra del Marroquí, Rompezapatos, los Tajos, la Martina o la Acamuña les deja una huella imperdurable, e imborrable de la victoria del hombre ante aridez de la tierra y el disfrute de la huerta conquistada. El emigrante siempre añorará  estas tierras labradas  y roturadas por sus manos en los parajes agrestes de la Dehesa o  de los aledaños de los tajos cercanos al portillo de los Aspadores;   las tierras de olivos arrancadas de la madre tierra de la Celada o de  los parajes asilvestrados de las Entretorres;  soñará con los prados del pastor en  las majadas cercanas al Rompezapatos, La Lastra, Balazos, portillo de Alcalá o el Zurreadero; su  pensamiento se difuminará  n  los ensueños y encartaciones plasmados en las  leyendas  y cuentos de fantasmas  y bandoleros de vuestras sierras, en  María Solís, la bella durmiente charillera de uno de vuestros cortijos desimanados, donde se plasmaron tantas ansias de amor. Si hablaran las paredes de las tinas, los techos de las caballerizas, se podría formar una ruta turística de las leyendas imaginadas, de relatos compartidos y de vivencias bucólicas al amparo de viejas alquerías. ¡Cuánto podrían hablar de ensueños y triángulos de amor los cortijos del Hoyo del Peñón, la Nava, el Pozuelo, los Sordos, Sotillo, Balazos, ¡la Charloca o los Barrios!

 

En suma, esa lucha que hizo del charillero, adalid del dominio de la naturaleza, y excelente labrador que porfía en convertir en paraíso muchos lugares en torno a los riachuelos, a los pozos de las entrañas de la tierra y, sobre todo, en torno a la rica ribera del arroyo del Guadalcotón.

Escuchaba sus delicias gastronómicas, con la visita de una caravana de este periódico. Pero este rincón no solo atrae por su gastronomía, atrae por sus gentes, emprendedoras como los molinos de aceite, actualmente el de Camilo que elabora los aceites de la primera cosecha. Tradición y Mundo rural, tierra del académico Alfonso López, de la santa Flora, del diputado por Barcelona Paco Parras y del poeta Ben Jakán. Por ella pasa la ruta del Califato, testigo de una vía que se remonta a los tiempos del Cobre y se mantuvo hasta tiempos de la Guerra de la Independencia, un hito fundamental, ruta esencial que renace y une esas dos bellas ciudades andaluzas: Granada y Córdoba. Ruta que nos quiere marcar la senda de un progreso asentado en la historia, pero fundamentado en el esfuerzo de los pueblos. No es extraño que, bajo la luminaria de la torre musulmana, se inspiraran los playeros para cantarle a su gente.   - La luna se va, se va.../- Déjala tú que se vaya, / que la luna que yo espero, /sale por esa ventana. / Esta noche voy a ver/ la voluntad que me tienes:/ si me cierras la ventana/ ya sé que tú no me quieres. /Quiéreme, charillerita, /mira que soy charillero, / y están tocando en la plaza/ fandangos del mundo entero. No tocaron fandangos, pero Charilla hizo el reclamo para muchas personas que ensueñan con este paraje idílico.

 

 

 


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