CHARILLA,
LA TIERRA DEL FANDANGO VERDIALERO.
Alcalá
la Real se reparte en su piel de paloma entre catorce plumas aldeanas y otros
núcleos rurales, que no llegan a constituir entidad por su dispersión. Cada una
es como una perla dentro de la diadema de la corona de la ciudad fortificada de
la Mota. Acercarse a estos rincones de población rural, invita y estimula a
cualquier visitante, en cada rincón se respira y contempla un latido histórico
del hombre que mantiene, desde hace siglos, el mundo rural. Charilla es uno de
estos lugares atractivos de la comarca. Pues algo oculto debe tener esta
tierra; o algún espíritu especial baja todos los días desde el portillo
Cerrado de los Llanos hasta la ermita de San Miguel. Ese arcángel que le dio
nombre a esta ermita a finales del siglo XVI cuando se fundó al amparo de algún
noble hidalgo, tal como se conserva en el escudo de una fuente cercana a la
tahona de Charilla (al fogón y el horno, rica dulcería y pan de la zona pueden
adquirirse). Este arcángel que debió insuflar este espíritu superador entre sus
gentes, para conseguir el entronque tan perfecto entre el personaje y el
paisaje, el paisanaje y la naturaleza. Una aldea que logró superar los mil
habitantes y fue la más populosa a principios del siglo XX, y se renueva como
un bastión dentro de la lucha por la resistencia del mundo rural con sus varios
centenares de vecinos.
Se
goza al llegar a su plaza, rodeada de un bello pilar de los años treinta del
siglo pasado, un lavadero de mediados, la escuela de primaria (antigua Casa del
Pueblo o Centro para los aldeanos), la ermita remozada por el actual párroco
con una sala muy apropiada y encajada perfectamente en su fachada principal
para servicios religiosos, la pequeña biblioteca y botiquín farmacéutico, e
instalaciones deportivas. Pues, parece que, en estos lares, sucediera algo así
como si se entablara un bello diálogo de amor entre sus
aldeanos y la tierra, un diálogo de orgullo entre el ser y el
ensueño, un bello vínculo que se identifica con todos aquellos enamorados
de la poesía, el mismo que cantaba Ben Jakán, poeta
charillero, cuando lo hacía con estas bellas palabras ( por cierto muy
de acuerdo con el inesperado encuentro
que tuvieron los paisanos con el humorista Santi Rodríguez) b: Me perdí, y
dejé mi continencia en el desierto;/Y monté mi gozo a rienda suelta./Me ofreció
la rosa de sus mejillas,/Y la recogí con la mirada sin pecado./Quise
abstenerme de su amor, pero no pude,/Mostrándole seriedad en medio de la
broma./Y dejé que mi corazón fuese, por el ardiente afecto,/Como un ave con la
que vuelan, sin ala, los deseos./
Ya
hace ciento setenta años, el diccionario del ministro Madoz en tiempos de
Isabel II retrataba perfectamente a Charilla. Con dos alcaldes pedáneos en la
provincia de Jaén, hoy se elige uno solamente. Formaba parte de uno de los doce
partidos de campos de la ciudad de Alcalá la Real (catorce en la
actualidad), y, por tanto, corresponde a su partido judicial y abadía, distando
de ella media legua, es decir unos cuatro o cinco Kilómetros en la actualidad
según el itinerario escogido. Está al sur al pie del cerro de la Torre,
sobre la cañada de la Boca de Charilla, en terreno bastante pintoresco,
por las muchas aguas que fertilizan sus ruedos y la multitud de cerros que la
circundan, formando variados paisajes. Su figura urbanística es irregular, que la mantiene,
aunque se ha extendido en su entrada por la ermita y por la salida de Fuente
Grande, sus once calles tortuosas y la mayor parte sin empedrar,(hoy día,
asfaltadas y pavimentadas), aunque casi todas llanas y anchas ( hoy han
surgido algunas calles por la ciudad de Flora ); sus 184 casas por aquel tiempo
( han aumentado y se encuentran solares, solarines, casas abandonadas) , unas
de un piso, dos de tres y las demás de dos pisos, que mantienen su
fisonomía de pueblo andaluz.
Esta tierra tiene vida, y el agua oculta que llora, se esconde y lagrimea de
sus manantiales para convertir las tierras áridas en ricas huertas. Esta
tierra, la del nacimiento del río Juncal, con el que se regaban los ricos
frutales y hortalizas en otros tiempos, la de la Fuente Grande y las de la
Mojadillas, Hoyo del Peñón y Joya. Se rememora como lugar de la diáspora de
aquellos que siempre tienen su alma puesta en volver al sitio donde los vio
nacer, o la añoran en sus escritos o sus estudios literarios, o, como decía su
famoso poeta: Mis alas se agitan cada vez que se te menciona/ O pasa tu
céfiro perfumado.
Se
pueden recorrer gran número de rutas en medio de un paraje montañoso, de olivar
y arrañal. El aire que baja de las Sierra del Marroquí, Rompezapatos, los
Tajos, la Martina o la Acamuña les deja una huella imperdurable, e
imborrable de la victoria del hombre ante aridez de la tierra y el disfrute de
la huerta conquistada. El emigrante siempre añorará estas tierras
labradas y roturadas por sus manos en los parajes agrestes de la
Dehesa o de los aledaños de los tajos cercanos al portillo de los
Aspadores; las tierras de olivos arrancadas de la madre tierra
de la Celada o de los parajes asilvestrados de las Entretorres;
soñará con los prados del pastor en las majadas cercanas al
Rompezapatos, La Lastra, Balazos, portillo de Alcalá o el Zurreadero;
su pensamiento se difuminará
n los ensueños y encartaciones plasmados en las
leyendas y cuentos de fantasmas y bandoleros de vuestras sierras,
en María Solís, la bella durmiente charillera de uno de vuestros cortijos
desimanados, donde se plasmaron tantas ansias de amor. Si hablaran las paredes
de las tinas, los techos de las caballerizas, se podría formar una ruta
turística de las leyendas imaginadas, de relatos compartidos y de vivencias
bucólicas al amparo de viejas alquerías. ¡Cuánto podrían hablar de ensueños y
triángulos de amor los cortijos del Hoyo del Peñón, la Nava, el Pozuelo,
los Sordos, Sotillo, Balazos, ¡la Charloca o los Barrios!
En
suma, esa lucha que hizo del charillero, adalid del dominio de la naturaleza, y
excelente labrador que porfía en convertir en paraíso muchos lugares en torno a
los riachuelos, a los pozos de las entrañas de la tierra y, sobre todo, en
torno a la rica ribera del arroyo del Guadalcotón.
Escuchaba
sus delicias gastronómicas, con la visita de una caravana de este periódico.
Pero este rincón no solo atrae por su gastronomía, atrae por sus gentes,
emprendedoras como los molinos de aceite, actualmente el de Camilo que elabora
los aceites de la primera cosecha. Tradición y Mundo rural, tierra del
académico Alfonso López, de la santa Flora, del diputado por Barcelona Paco
Parras y del poeta Ben Jakán. Por ella pasa la ruta del Califato, testigo de
una vía que se remonta a los tiempos del Cobre y se mantuvo hasta tiempos de la
Guerra de la Independencia, un hito fundamental, ruta esencial que renace y une
esas dos bellas ciudades andaluzas: Granada y Córdoba. Ruta que nos quiere
marcar la senda de un progreso asentado en la historia, pero fundamentado en el
esfuerzo de los pueblos. No es extraño que, bajo la luminaria de la torre
musulmana, se inspiraran los playeros para cantarle a su gente. - La luna se va, se va.../- Déjala tú
que se vaya, / que la luna que yo espero, /sale por esa ventana. / Esta noche
voy a ver/ la voluntad que me tienes:/ si me cierras la ventana/ ya sé que tú
no me quieres. /Quiéreme, charillerita, /mira que soy charillero, / y están
tocando en la plaza/ fandangos del mundo entero. No tocaron fandangos, pero
Charilla hizo el reclamo para muchas personas que ensueñan con este paraje
idílico.
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