Lo despidieron sus compañeros de la Agrupación Musical “ Pep Ventura” en el Compas de Consolación
a los acordes de la marcha de Nuestro Padre Jesús, del maestro Cebrián. No pudo
ser mejor despedida, me fijaba en el
saxofonista marcando el paso de la partitura, y veía a Miguel Fernández Álvarez
entre nosotros. Se merecía ese homenaje, siempre había vivido para la música.
Desde su mocedad, lo recordaba con su pose especial colgando el saxofón de su pecho. Ensayando en
la casa de sus padres de la calle Rosario, frente al Hospital Viejo. Deleitándonos
a los niños con canciones de la época. Luego asistí a algunas verbenas en las
que participaba con otros músicos de la banda música en algunas orquestas
populares, especialmente en la orquesta Florida, de la que me dedicó varias
pasquines de las partituras y una foto de aquella familia música (con Pepe
López, Matías Bailón que marcaba el ritmo, Manuel Hermoso López, el director que compuso las bellas marchas del
Gallardete y el Himno de la Virgen de la Cabeza y el de Alcalá la Real, Rafael
Civantos y Gregorio El Sargento). Recorrían los más recónditos rincones y
fiestas populares, en las aldeas, en las eras de los Cortijos y rincones de los
barrios de la ciudad. No olvidaré nunca los años sesenta, cuando lucía por el
Llanillo de la ciudad su túnica y su capa
morada de forro amarillo de la banda del Gallardete de Jesús Nazareno
interpretando las bellas marchas de Manuel Hermoso. Las saboreaba y se
deleitaba con ellas, oraba con ellas en la soledad. Como lo hacía con los
acordes de todas las obras del Maestro Cebrián.
Fue miembro de una saga
artesana del mundo de la albañilería, los Fernández Álvarez. Su padre dejó su
huella en Villanueva del Arzobispo y en Alcalá la Real ante de la Guerra Civil
de la mano del famoso maestro Manuel de la Morena. Él se mantuvo activo hasta
su jubilación en la cooperativa alcalaína como otro gran profesional y dejó su
huella en otro estilo que se mantiene en la ciudad actual de los años del
desarrollismo.
Amaba su pueblo,
paseaba por su entorno todas las mañanas realizando el senderismo por los
alrededores del ruedo de Alcalá. Siempre se paraba amable y cariñoso. Parecía
como si la música le hubiera transmitido la armonía y el equilibrio en las
relaciones sociales, cuando se topaba uno con él.
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