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lunes, 2 de noviembre de 2020

MIGUEL FERNÁNDEZ ÁLVAREZ

 

Lo despidieron sus compañeros de la Agrupación Musical “ Pep Ventura” en el Compas de Consolación a los acordes de la marcha de Nuestro Padre Jesús, del maestro Cebrián. No pudo ser mejor despedida, me  fijaba en el saxofonista marcando el paso de la partitura, y veía a Miguel Fernández Álvarez entre nosotros. Se merecía ese homenaje, siempre había vivido para la música. Desde su mocedad, lo recordaba con su pose especial  colgando el saxofón de su pecho. Ensayando en la casa de sus padres de la calle Rosario, frente al Hospital Viejo. Deleitándonos a los niños con canciones de la época. Luego asistí a algunas verbenas en las que participaba con otros músicos de la banda música en algunas orquestas populares, especialmente en la orquesta Florida, de la que me dedicó varias pasquines de las partituras y una foto de aquella familia música (con Pepe López, Matías Bailón que marcaba el ritmo, Manuel Hermoso López, el  director que compuso las bellas marchas del Gallardete y el Himno de la Virgen de la Cabeza y el de Alcalá la Real, Rafael Civantos y Gregorio El Sargento). Recorrían los más recónditos rincones y fiestas populares, en las aldeas, en las eras de los Cortijos y rincones de los barrios de la ciudad.  No olvidaré nunca los años sesenta, cuando lucía por el Llanillo de la ciudad  su túnica y su capa morada de forro amarillo de la banda del Gallardete de Jesús Nazareno interpretando las bellas marchas de Manuel Hermoso. Las saboreaba y se deleitaba con ellas, oraba con ellas en la soledad. Como lo hacía con los acordes de todas las obras del Maestro Cebrián.

Fue miembro de una saga artesana del mundo de la albañilería, los Fernández Álvarez. Su padre dejó su huella en Villanueva del Arzobispo y en Alcalá la Real ante de la Guerra Civil de la mano del famoso maestro Manuel de la Morena. Él se mantuvo activo hasta su jubilación en la cooperativa alcalaína como otro gran profesional y dejó su huella en otro estilo que se mantiene en la ciudad actual de los años del desarrollismo.

Amaba su pueblo, paseaba por su entorno todas las mañanas realizando el senderismo por los alrededores del ruedo de Alcalá. Siempre se paraba amable y cariñoso. Parecía como si la música le hubiera transmitido la armonía y el equilibrio  en  las relaciones sociales, cuando se topaba uno con él.

Se fue en los últimos años de nuestra tierra. Y quedó huérfana la música de un puntal fundamental  dentro de la Agrupación que tanto amaba y se engrandecía. Pero de nuevo revivió con sus exequias interpretando la marcha que tanto amaba ante la presencia de su familia y amigos y su hijo Juan de la Cruz, por el que sentía una pasión suma. Me hago eco de un compañero suyo. Adiós, a un buen músico y excelente persona.

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