Archivo del blog

viernes, 23 de junio de 2017

EL BARRIO DE SAN JUAN





Acercarse al barrio de San Juan siempre rejuvenece el espíritu, porque significa que todavía se mantienen intactos algunos resortes de la juventud. Es pasar del llano al cerro, en una ascendida que marca y deja ya agujetas a las personas de la Tercera Edad. Pero, que, al superar el altozano y los aledaños de los Arrabales, se  respira una aire diferente del contaminado de los barrios bajos en medio de los Jardines de la Mota, junto al  Centro de Rescate de Animales. Sin embargo, a lo largo de su  recorrido se siente una sensación agridulce, entre la renovación y asentamiento de muchos espacios públicos, y, por otro lado,  el deterioro y el abandono de las viviendas del barrio.  Es lamentable recordar muchas familias que compartieron hogar y vecindad en un barrio floreciente de la segunda  mitad del siglo pasado. Muchas casas ahora se encuentran deshabitadas,  algunas otras convertidas en solares con el testigo de la pantalla de la fachada  de piedra recién restaurada y, en algunas calles, tan solo se mantiene en pie una ridícula representación de un barrio otrora populoso. Aquel barrio de blancas fachadas de cal, cenefas negras y rejas de hierro forjado sufrió el primer hachazo urbanístico con la incorporación de los balcones corridos atentando con su fisonomía de barrio andaluz. Recibió el segundo golpe mortal con las políticas desarrollistas de los años setenta que sustituyeron las mansiones de labriegos y campesinos por el traslado a las zonas frías de Alcalá la Real  de muchas familias que ya no supieron transmitir la antorcha a sus descendientes.
Y eso que siempre ha sido objeto de reclamo de todo tipo  de medidas. Se cambiaron en los tramos finales de las calles los pavimentos de los viarios, desde los escalonamientos por tapias ascendentes hasta rampas insanas para los vecinos, y, peores para los reventones de los coches. Se pasó del arrecifado  y de piedras de canto rodado al asfaltado o al pavimento mixto de cemento estriado y acera de pequeño empedrado. Se ubicaron algunos servicios públicos en sus calles: la Guardería en la calle del Rosario; la Uned y otras oficinas  municipales en la Casa Pineda… Otras asociaciones pusieron su sede en este barrio: varias hermandades, asociaciones de barrio o musicales, amas de casa no quisieron contribuir a la diáspora de  sus antepasados  y, al menos,  fijaron su encuentro social en el barrio a lo largo de las  convocatorias de sus vidas societarias. 
Se reclama como un último cartucho  la puesta en funcionamiento del rehabilitado exconvento de la Trinidad. Invita  a dar un paseo por todo su entorno  su nueva entrada   por el antiguo Camino de San Bartolomé o Carrera de los Caballos  pasando por el rincón bellamente renovado de la ermita de San Blas en medio del arco de triunfo de la portada del santo de la gargantilla. Un poco más complicado, y en medio de sus últimos derrumbamientos, el entorno de la placeta de  la Trinidad  junto a las casas de la Tercia Decimal y las viviendas de las familias de los Sardos.  
Hace  más de cinco siglo se levantaba la ermita de San Juan, parece como si recordara  una fiesta en la que se vivía ese mundo de frontera  con antiguas pervivencias musulmanas y la nueva presencia cristiana. Nació  en torno suyo un nuevo barrio, de labradores y gente artesana, reutilizando el antiguo el morabito como casa trinitaria para rescate de cautivos en tiempos de frontera, donde se recordaban las fiestas musulmanas que se correspondían  con las  ancestrales fiestas cristianas de San Juan: Mañanitas de San Juan/ al tiempo que alboreaba,/ gran fiesta hacen los moros en la vega de Granada./.  Sin olvidar la integración de las antiguas alquerías en el nuevo viario  de la ciudad en torno a la Carrera Vieja. Pero, como dice aquel romance en su segunda parte,  que debió celebrarse en el entorno de este barrio, se sufrió una fuerte celada de venganza por parte de los musulmanes contra los moradores cristianos que habían perdido la ciudad de Antequera. /que toquen todas el arma, /manda juntar a los suyos/hace muy gran cabalgada/y a las puertas de Alcalá, /que la Real se llamaba,//los crisitianos y los moros/una escaramuza traban
Es decir, se vive un momento muy importante de este barrio, de pervivencia y de una apuesta por el futuro como hicieron nuestros antepasados, cuya antorcha no supieron mantener sus descendientes ante la invasión de los nuevos tiempos del desarrollismo. Esperemos   que  no sea un canto heráldico de lo que sucedió en otros barrios como la Peña Horadada, San Bartolomé, el Rastro, Santo Domingo o San Francisco. Las generaciones futuras y  los nuevos proyectos de reforma del plan interior patrimonial tienen la palabra. Nos gustaría cantar como decía el juglar: Con la victoria los moros/ van la vuelta a Granada/ a grandes voces decía./-¡La victoria ya es ganada!//  
FELICES FIESTAS.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario