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domingo, 25 de junio de 2017

EN LA REVIST DEL JAÉN. EL POET QUEVEDO Y JAÉN.-














Me vino de mi archivo particular, entre mis papeles viejos, una carta firmada por Francisco de Quevedo y relacionada con un tal don Pedro de Pineda y Mesía. No ejercía de escritor en esta ocasión, sino que se declaraba criado del rey Felipe IV y actuaba como escribano y oficial mayor de Gregorio de Tapia, secretario de Cámara del Consejo Real en lo tocante a los asuntos de la Orden de Santiago. Redactaba las órdenes de su superior porque, vacante la secretaria de las Ordenes Militares, asumía todas las disposiciones, mercedes y gracias que emanaban de la Corona. En ese caso, el escrito hacía referencia al alcalaíno don Pedro de Pineda y Mesía, que constaba su incorporación como caballero de la Orden de Santiago en 1619, y, con este documento de le otorgaba la licencia para poder casarse con otra hidalga doña Florencia de Sotomayor, hija de don Fernando de Sotomayor e Isabel de Castillejo en 1626. No era raro que el solicitante recibiera el cargo de caballero y se relacionara con la Corte, porque los tentáculos de su poder de esta familia alcanzaron muy importantes privilegios y mercedes desde los Reyes Católicos. Recibieron muchos títulos y mercedes, entre ellas a uno de sus antepasados se le hizo merced de algunos cortijos significativos   entre los términos de Jaén y Granada (por cierto, todavía los vecinos de Mures, actualmente le denominan el cortijo de don Pedro) por su estrecha colaboración para acabar con la conquista del reino nazarí. Y muy conocido fue el conseguir de la sede pontifica que el altar de su enterramiento recibiera el título de privilegiado en la capilla de la Virgen de las Mercedes de la parroquia de Santa María la Mayor. No es de extrañar los beneficios de este documento en tiempos de Felipe IV por una familia de notables hidalgos que siempre estuvieron relacionados con la Corte y alcanzaron varios títulos de alcaide de la ciudad fortificada. 
Probablemente, la presencia de Francisco de Quevedo no se queda en este caso puntual ni anecdótico en el antiguo reino de Jaén. Hay que tener en cuenta que son muchas referencias de las ciudades jiennenses que visitó a lo largo de su presencia en la corte de este rey. En concreto, le acompañó en el viaje de Andalucía que emprendió a lo largo de 1624. En su epistolario y en las actas municipales se recogen detalles de aquella comitiva que tuvo que pasar el mal trago de los caminos embarrados por los parajes de Santisteban del Puerto y Linares, o los duros trances para vadear las aguas del río Guadalimar o las del Guadalquivir a su paso por Andújar que se hallaban crecidas por las lluvias.  Y, esto le aconteció en la ida, porque a la vuelta, Quevedo conoció algunas ciudades de la Sierra Magina como Cambil y Pegalajar, y la patrimonial Baeza, donde pernoctó, a pesar de que se desechó la visita desde Loja y Granada por la misma Alcalá la Real, donde se habían preparado todos los mesones, ventas, posadas y casas particulares para alojar esta corte andante que dejaba sin despensa y manutenciones al pueblo más rico.
Hace años, Genaro Navarro López publicaba en el Boletín de Estudios Giennenses un artículo titulado “Andanzas de Quevedo por tierras de Jaén” abría una nueva perspectiva quevediana para reconocer su presencia en las tierras del Santo Reino. Daba por hecho que el escritor frecuentaba las villas de Beas y Segura de la Sierra por su relación con su familiar Sancho de Sandoval y su amigo Alonso de Mejia y Leiva. Y añadía que le servía de una evasiva agradable para superar los malos tiempos de su estancia en Torre de Juan Abad. No le causaba ninguna sorpresa que algunos lugares y personajes de estas ciudades se citaran o cantaran en la producción artística de Quevedo. Citaba textualmente al Yelmo y las fuentes del Guadalquivir y el Mundo. Partí aquel día derecho/ antes sospecho que zurdo/a Segura de la Sierra/ que es un corcovo del mundo. //También, hace cábalas con los nombres de Belisa, Lisi e Isabel con algún personaje femenino relacionado con el poeta y entroncado con estos lugares.
El condado fue otro de los lugares, en los que Francisco de Quevedo se relacionó con tierras jiennenses, ya que el poeta mantuvo amistades con los condes de Santisteban y el marqués de Jabalquinto a través de su vecindad con el marqués de Santa Cruz, yerno del VII Marqués de Santisteban. Y, por eso, en su carta desde Linares, se muestra a Santisteban del Puerto en medio de las típicas fiestas · con chirimía de acarreo, caballeros de Úbeda y Baeza, mucho linaje arredrado de tapiz, abundante refacción, presente numeroso por todo el estado, tiendas con pan y queso y no deja su dardo satírico al manifestar que era imposible probar los vinos para la carencia de vasos.

Desde Segura a Andújar, y desde Santisteban a Cambil, el poeta palpó el alma de esta tierra. Se lo hicieron ver sus amigos y su estancia, su vivencia y sus pasiones. Por eso, Francisco de Quevedo se merece una ruta, por su presencia física y literaria, por su pluma artística y cortesana. Por sus relaciones burocráticas y por sus descripciones insuperables.   

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