En la villa del Castillo de Locubín, a 15 de abril de 1574, se concertaron señor Bernardo de Aranda y el pinto Antonio Sánchez, y el entallador Salvador de Cuéllar, ambos vecinos de Jaén, que se comprometieron a tener fecho y acabado y del todo pintado un retablo para el primero. El retablo se debía colocar en la capilla que este hidalgo poseía en la iglesia de San pedro del Castillo de Locubín. Y de la composición y diseños establecía las siguientes condiciones:
- de de seis varas de largo y y tres y media de ancho.
-acabado conforme a una muestra que ha fecho para ello y firmada por los susodichos concertantes, Bernardo de Aranda y el pintor y entallador.
-que los tableros de la dicha muestra han de llevar las figuras que en ellos están puestas, con el Cristo y San Juan y la Magdalena han de ir de bulto.
-Y todo lo que no es de pincel con dos escudos en el bajo con las armas del dicho Bernardo de Aranda y de doñar Leonor su mujer.
-que entre la dicha muestra y dos diferencias de pilares se entiende que los que ha de llevar el dicho retablo los clavos, los a talla e molduras de oro bruñido
-Lo an de dar fecho y acabado en la talla de aquí al fin de l mes de septiembre de 1574 salavador de Cuellar y de pincel Antonio Sánchez y lo que toca al dorado para el día primero de Carnestolendas del 1575.
-el pago de la obra se ira pagando según la tasación de un maestro que buscare Bernardo de Aranda y dejarlo pagado cuando estuviera acabado..
PARA CONOCIMIENTO DE ESTOS AUTORES.
ESTOS TEXTOS
Es importante la presencia de Antonio Sánchez Ceria, natural de Andujar, en la abadía de Alcalá la Real, del que ya conocíamos que había estado en contacto con los hijos de Pedro Sardo y cooperando con el padre. Sánchez y Raxis unieron sus acciones en el retablo para don Pedro López de Córdoba en la iglesia abacial de La Mota, y mantuvieron contacto amistoso, de manera que el jaenero enseñó el ocio al hijo de su colega, Pedro Sardo Raxis. Un nieto de Pedro, hijo de Melchor Sardo, de nombre Pedro, emigró a Granada y fue cabeza de un equipo al que con reticencias se le atribuyen las grandes empresas pictóricas de los mencionados lugares giennenses, donde alguien ha querido ver la acción de Sánchez. Sabemos que este pintor ha sido confundido durante mucho tiempo con otra familia de artistas del mismo nombre: los Antón Sánchez, padre e hijo. Estaba casado con María de Quesada, hija del pintor Francisco Fernández de Quesada, sus descendientes también practicaron el oficio paterno. Se desconoce con quién se formó (posiblemente en el taller de su suegro). Sus conocimientos y ciertas relaciones con artistas vinculados a Granada hacen sospechar un aprendizaje en el foco granadino, siguiendo las tendencias marcadas por Aquiles, Mayner y Machuca. En su arte es palpable el deseo de adhesión al clasicismo que paulatinamente se va imponiendo sobre las tendencias gotizantes. Hemos puesto dos fvotografías relacionadas con este retablo.
En torno a 1550 ya tenía el título de maestro pintor. Este dato se confirma por el hecho de que fuera elegido por Juan Sánchez de Ocón, beneficiado de Begíjar (Jaén), para tasar las pinturas del retablo de La Quinta Angustia que Pedro Machuca había hecho para la capilla catedralicia de Pedro de Ocón, arcediano de Úbeda. Esta tasación inició un contencioso entre el comitente y el pintor, defendidos respectivamente por Antonio Sánchez y Pedro Sardo.
Antonio Sánchez fue un pintor muy reconocido en el ámbito giennense, y prueba de ello son la gran cantidad de encargos que recibió. En 1553 comenzó a colaborar con el pintor Miguel Sánchez, dorando el retablo tallado por Juan de Reolid para la capilla del clérigo Juan Ramírez de Morales, en la iglesia de San Miguel de Jaén. Ésta será la primera de una serie de colaboraciones entre ambos pintores.
Junto a su producción en lienzo, también está constatada su labor como decorador mural. Así se citan los murales ejecutados en la ermita de San Clemente de Andújar y en la fuente de la Magdalena en Jaén (obras desaparecidas).
Junto a la prolífica actividad pictórica —recibió encargos tanto religiosos como civiles—, fue requerido muchas veces como tasador de obras. Ello conllevó la formación de un amplio taller, capaz de poder acaparar todos los
Un poco menos escaso es el conocimiento que de Cuéllar poseemos, aunque tampoco existan más que algunos restos de su retablo de la capilla de Núñez de Vargas en la Catedral (1577), y nada del mayor de San Juan (1577) ni de la Santa Lucía, que hiciera para el de la capilla de los Millán en la Magdalena de Jaén (1585); tampoco se conoce exactamente lo que a él correspondiese en el perdido retablo de Colomera (Granada) (3). Sin embargo, el Cristo de la Clemencia que realizara antes de 1593, es de las pocas esculturas que podemos ver como suya —o más bien su melancólica cabeza tan sólo tras la restauración realizada en 1945— junto al de la Salud de la iglesia de la Merced de Jaén. Era Cuéllar al parecer el único de entre los escultores que hacía la competencia al más joven Solís. Sin embargo, pronto el último se alza con la dirección total no sólo de la escultura, sino de todo el ámbito de las artes religiosas giennenses, cuando es nombrado en 1592 visitador y veedor general de obras del Obispado por el obispo Sarmiento de Mendoza (4).Villacarrillo.
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