LAS DOS RIBERAS (ii)
Como el Nilo
en Egipto, el río Velillos o Frailes es el padre vertebrador de estas vegas,
que proceden de la Cardosa hasta las Vegas de Paz, pasando por las de Huéscar.
Gracias a sus aguas se formaron los dos núcleos de la Ribera Alta y la Ribera
Baja, sus huertas, sus molinos y sus batanes. Hoy, quedan algunas viviendas como
testigos de aquellos molinos del Cubo, Cabrera, Cerrato, Huéscar o Arriba y
Abajo, Vaochiquero, y, tan sólo Francisco Madrigal conserva su horno de pan
entre la antigua maquinaria del molino harinero y junto el caz y el estanque,
que proyectaba a las aguas al eje que movía las piedras molineras. Es un
testigo de los hombres de pan que surtían a las tierras del municipio
alcalaíno. Algunos se han transformado en casas residenciales, de turismo rural
o, simplemente de apero de labranza. Otros han desaparecido como los batanes, que
han dejado su nombre a las tierras que rodeaban a esta industria artesanal en
siglos pasados. Estas tierras siempre han sido fértiles y productivas, sus
gentes pasaron de los productos de hortaliza, remolacha, patata y maíz a los
nuevos cultivos de los espárragos, dando lugar a ser un centro muy productivo
con su almacenaje en la nave de la Ribera Baja.
Sus
viviendas pasaron de las casillas y chozones de retama, salvo los cortijos que
ya recogía Madoz, a acrecentarse con viviendas de uno o dos cuerpos, blancas,
con pocos vanos y cámaras, incluso con algunas muestras de edificaciones de
mayor número de cuerpos y habitaciones desde el siglo XX. Es verdad que no se distinguieron, al menos oficial
y documentalmente, los dos núcleos de la zona de la Ribera Alta y Baja en
tiempos de la elaboración del Diccionario estadístico-histórico de España y sus
posesiones de Ultramar editado por ese ministro a mediados del siglo XVI. Se
mostraba como el partido de campo, con alcalde pedáneo del partido jiennense
municipal de Alcalá la Real, y resaltaba la capitalidad de la zona en la aldea
de la Ribera Baja, donde comentaba que “a una legua al este de la ciudad de
Alcalá la Real, y en la orilla del río de Frailes, tenía 78 casas y en el centro
la iglesia servida por un capellán, que al mismo tiempo era maestro de escuela,
al que concurrían 25 niños, por cuyo concepto disfrutaba de 400 ducados anuales”.
Su fisonomía urbanística distinguía tres tipos de viviendas: las casas cortijos, las casillas (de retama,
chozones y casas de teja) en terrenos de propios y los 8 molinos harineros que
permanecían en uso. Como no se marcaban las líneas divisorias entre las dos
Riberas, los 13 cortijos y casas notables eran compartidos entre ellas:
Cerrillo, Perales, Ojuelos, Cerrato, Vaochiquero, Camarilla, Carrillas,
Albarracín, Blancares, Cucharero. Encinar. Cabeza del Molino, Huerte y
Abulagar, ocupaban las zonas de riego y las más fértiles, descendientes de las
familias hidalgas en manos de nuevos labradores; la casilla diseminada quedaba
en manos de los nuevos colonos y en terrenos de propios y linderos a tierras en
procesos de roturación de montes y nuevos cultivos, en el paso del cereal al
olivar. Sus 78 casas cubiertas de teja y otras de retama
formaban los dos núcleos concentrados, salvo algunos diseminados. En toral 597
habitantes.
Sesenta años después, en Guardia
Castellano no distinguen tampoco los dos núcleos ribereños. Para todo el partido de campo, 301viviendas y una población 963 habitantes; y adjudica 681 para la Ribera Alta, en su mayoría
dedicados a la agricultura como campesino, pujareros y, sobre todo jornaleros. Y
conforme van sucediéndose las décadas se aumenta en población, alcanzando su
mayor población en 1940 con 804 habitantes, que descienden la década posterior
a 585 con motivo de la emigración de una población dedicada a la ganadería y
agricultura hacia los lugares industriales y de las nuevas colonizaciones de
España.
La luz, el teléfono, la
restauración de la ermita de San Juan tras el susto de la caída de la
techumbre en 1963, los lavaderos, los cambios escolares por la comarcalización
asientan la población, aunque e baja a 429 en 1975. También, se dieron cabida a
la transformación de los molinos por fábricas harineras; la presencia de almazaras
con las instalaciones de la extinta UTECO, y, con la Sociedad Cooperativa de
San Adolfo. A partir de los años ochenta, con una población entre 376 de 1996
y los loa 339 de la actualidad, siempre esta zona estuvo abierta a las reformas
y las nuevas formas de la sociedad. La antigua vivienda en torno a los caminos
y calles de campo, comenzó a abrirse en nuevas plazas como la Manuel Mudarra,
ese buen alcalde, ejemplo del servidor público en los primeros años como lo fueron
sus sucesores José López y Francisca Mudarra. Desde los años noventa, gracias a
su buen hacer y la gestión municipal
los ribereños dieron ejemplo del autoconstrucción de sus casas en aquel gran
espacio de depósitos de aceite, donde se albergan también, el centro social,
la guardería y el consultorio médico, la plaza y las instalaciones deportivas.
Au
nque la escuela siempre distinguió
a esta zona ribereña, nunca faltó el maestro desde mediados del siglo XIX, y se
salvó de los tiempos de concentración escolar reforzándose en los tiempos de la
LOGSE
La campana de su iglesia se alza
altiva como sede parroquial bajo la advocación de san Juan Bautista desde 1893
y fruto de varias reformas, al que se le honra en el solsticio de verano con una
fiesta de entrañable sabor rural, y donde llegaron a convocar un congreso de estudios
en años pasados.
Ribera Alta y Ribera Baja
alcanzaron su mayores cotas de población hacia mediados del siglo XX. La mecanización de sus campos y su esencia agrícola,
paliada por las viviendas de turismo rural le dan a la Riberas una fisonomía peculiar,
que atrae como lo hizo con los Baños ya perdidos y muy pujantes en los siglos
pasados. Se ensayan fórmulas de servicio y de ocio, y nuevos cultivos. En tiempos pasados, fueron su revulsivo la
roturación de los campos y los Baños, en los momentos actuales ofrece un lugar
propenso al turismo rural y a zona de servicios de ocio, sin olvidar su riqueza
agrícola de sus olivares y huertas.
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