CON LA ACEITUNA, LUGARES HABITABLES
De nuevo, se
repite la misma historia del final de todos los años. Es un rito, y no por
cierto muy agradable ni digno. Son los mismos actores, y, en el año actual,
parece que se ha cambiado de escenario de interpretación de los papeles.
Hasta octubre,
la ciudad dormía en medio de la tranquila cotidianidad y el trabajo.
Desarrollaba su vida normal y otros se preparaban para afrontar la puesta
escena. Pero, ante las nuevas perspectivas de una cosecha superior a la de la
media, se rompieron todos los esquemas. Ya no vale las respuestas de la tierra
quemada, al destruirse los insanos asentamientos que se han mantenido los años
anteriores. Aquí, no son enemigos sino aliados de los cosecheros que trabajan
en sus predios para poder sacar una recolección esperada, que tienen que
afrontar, con sus medios, y recursos humanos provenientes de otros lugares. Y
estos no son los caballeros de una razzia que talan panes, sino que, gracias a su
trabajo, pueden sacar sus beneficios y cobrar el PAC. Por eso, ya no valen las
respuestas provisionales, ocasionales o fruto del azar. Ahora, la situación es
imprevisible. Pues, aunque no es de extrañar que se repitan escenas de seres humanos
durmiendo en cajeros bancarios, y se reproduzcan los sueños bajo los techados
más insólitos, pueden sorprender con los escenarios más insólitos. Ya se
escucha entre los vecinos la alarma de la invasión de las viviendas del casco
antiguo, unas utilizadas como segunda de vivienda, otras empleadas de almacén
y, las más esperando la suerte de un inquilino que las vayan a comprar.
Todo el mundo
es un analista excepcional, que sabe diagnosticar y promover propuestas. Pero
nadie ha cogido el toro por los cuernos. Hay que partir de una población en la que
se mezclan los minifundistas y los medianos propietarios. No hay que tener
oídos sordos a las personas e instituciones que se implican en campañas de
lograr una nueva situación para la llegada de inmigrantes. No hay que responder
con palabras, sino con hechos a un aspecto que solucione
esta situación y erradique de todas las miserias, porque las otras medidas de
manutención, de vestido y de asistencia social, son complementarias, pero no
arreglan el problema en su totalidad.
La vivienda es
el nudo gordiano entre los trabajadores que acuden a nuestras tierras. Y,
algunos más aventajados y con mayores propiedades o campos arrendados, han
podido dar solución, pero, muchos pequeños propietarios y medianos no pueden
arrostrar un alojamiento digno, y hay que afrontar medidas que permitan pasar
una vida digna de los trabajadores en una campaña aceitunera. Se han intentado
campañas de bolsas de viviendas por las instituciones, y han puesto su esfuerzo
a lo largo de todo el año, nadie puede hacer la vista gorda. Es el momento de
dar una respuesta por los propietarios, y por los patronos, pueden buscarse fórmulas
muy variadas que partan desde el aval y seguro de la vivienda ante cualquier
deterioro, a la manera de que contrata y arrienda a todo hijo de vecino, como
recurrir a la unión cooperativa de servicios. Mientras tanto no se solucione la
vivienda, y no se tome conciencia de la realidad sangrante que se nos ha echado
encima, parece cono si quisiéramos cerrar los ojos a la hora de aportar
soluciones y mal camino emprendemos.
Si
la comarca depende, en una gran parte, de los recursos agrícolas, debemos
plantearnos una postura inteligente para hacer frente a la situación. No se puede
caer en la confusión tan común y demagógica de confundir la sociedad con el
poder institucional. Pues, si una sociedad se estructura desde arriba,
probablemente no le queda nada de iniciativa a individuo. Y viene esto a cuenta,
a la muestra de escenas que se nos repetirán estos días: las largas filas de
demandantes de trabajo en los derredores de las Estación de Autobuses, los inhumanos
lugares de dormir y en los días de los más altos fríos, los numerosos demandantes
de una comida, la llegada de muchos emigrantes que exceden el cupo de la oferta
… Y, en medio de esta trama, se violentará el lenguaje, y lo que es un
asentamiento ilegal se transformará en un hotel, una arruinada casa en un
albergue, y un cajero un hacinado en un lugar de pasar tristemente a noche. Tan
sólo se salvan los alberques municipales y aquellos patronos que previeron y
dignificaron la vida de sus trabajadores temporales.
Ahí está el reto, que es mucho
más comprensible, si nos quedamos con estas palabras de Luigi Ferrajoli que, en
sus “Derechos y garantías. La ley del más débil”, considerando la vivienda y
residencia como derecho fundamental y universal para cualquier ser humano lejos del simple carácter ciudadano
perteneciente a un Estado o comunidad determinada , afirmaba: “Y desvincularlos
de la ciudadanía significa reconocer el carácter
supranacional –en los dos sentidos de su doble garantía constitucional e
internacional- y por tanto tutelarlos no sólo dentro sino también fuera y frente
a los Estados, poniendo fin a esta gran apartheid que excluye de su disfrute a
la gran mayoría del género humano contradiciendo su proclamado universalismo. Significa,
en concreto, transformar en derechos de la persona los dos únicos derechos que
han quedado reservados a los ciudadanos: el derecho de residencia y el derecho
de circulación en nuestros países privilegiados”. En campaña electoral, es hora
de baremar lo que cada grupo propone, pero también lo que realiza para
dignificar ese derecho. Obras son amores y no buenas razones.
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