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viernes, 14 de noviembre de 2025

EN ALCALÁ LA REAL INFORMACIÓN ENTRE NECRÓPOLIS, ZUMAQUES Y EL VINO

 

ENTRE NECRÓPOLIS, ZUMAQUES Y EL VINO

Es curioso que el mes de noviembre, no haya sido bautizado con un sobrenombre de alguna divinidad de ultratumba como Hades. Conservó la denominación de la numeración novena dentro del calendario lunar. Sin embargo, en la comarca de la Sierra Sur no pasa sin pena ni gloria. Podemos citar varios lugares y acontecimientos que la podían definir. En los primeros días del mes, el culto a la muerte contextualiza  y da sentido a muchas actividades.   El Día de Todos los Santos se celebra desde la Edad Media como en todos los pueblos de España. Curiosamente, se ha recogido la tradición católica de conmemorar la muerte de todos aquellos santos que, según la religión cristiana, pasaron del purgatorio al cielo. Fue una fiesta principalmente de culto religioso, muy martirial, con sus horas lectivas y de rezo, y su función de iglesia correspondiente. Pero, en el pueblo quedó enraizada profundamente, y, sobre todo, en nuestros núcleos rurales, donde predominaron las cofradías de ánimas..
 Como es normal, en el rico folclore popular, abundaban los miembros demandantes de estas cofradías que paseaban por las calles de la ciudad de la Mota y por los cortijos de la aldea, vistiendo de capas llenas de cinta de colores; en otros lugares, de campanillas y cencerros hasta en el cuello de sus capas haraposas; y en Alcalá, con grandes capotes que fabricaban en los talleres artesanales de las familias alcalaínas. Se hacía a la hora de la queda, al anochecer, y adelantaron las misiones de los serenos de modo que se perdieron en medio del espíritu del silencio nocturno. Algunos comentaron que respondían a los cofrades de la Hermandad alcalaína del Pecado, y a los toros de caña y a los “tontos” del mundo rural para caracterizarlos.
    Pero llegó la globalización y se metamorfoseó por completo todo el calendario festivo y perdió su índole religiosa a convertirse en un eslabón del calendario comercial del mundo neoliberal. Como un vestigio del pasado, quedaron los momentos nostálgicos del encuentro familiar para realizar la visita anual a las necrópolis con motivo de esta fiesta; por el contrario, el desplazamiento a otras ciudades y los viajes de ocio se multiplicaron en muchas personas que prefirieron cubrir un puente turístico a honrar a sus antepasados, ya que la dispersión de sus cenizas esfumó la presencia familiar de muchas personas en los camposantos, primero en las iglesias; luego en la Mota y el Cerrico Vílchez.  
  Los grandes supermercados sustituyeron con sus huesitos de santo las patatas cocidas del terruño sazonadas con canela y miles de caña y las tradicionales gachas blancas que se calentaban en las sartenes de las abuelas, llenas de tropezones de picatostes.  Como en el tiempo navideño, era un rito de encuentro familiar en este día, tan esperado como celebrado en el día del Nacimiento.  Creaba vínculos, estimulaba sentimientos y aunaba a los miembros de las familias. Ahora, nos ha invadido la tradición sajona de Halloween, que intenta cambiarla algunos sectores con la mascarada de los santos.

 

        

          

          


  Es la estación otoñal, cuando el amarillo desprende de los castaños el fruto que calienta las manos en los primeros días de la presencia de los fríos; sin embargo, el humo de los viejos hornillos se quedó en el trastero de las cuadras de las casas del casco antiguo y, a lo más, saltan en las sartenes y barbacoas de algunas viviendas. En las siguientes semanas del mes de noviembre, el zumaque se ha convertido de una planta y  producto de consumo artesano en  un goce del mundo del ocio, que ha ampliado la oferta turística de la zona de la Sierra Sur olvidando su origen de tintorería y de                            curtido de las pieles y creando una ruta que se enreda con el bosque de las estatuas de Vicente Moreno y la casa de Piedra de los Tajos de San Marcos  en la ruta zumacal. Finalmente, en los últimos días de diciembre, cuando   parecía que  el célebre  dicho de "Por San Andrés, el mosto vino es", volvía .a renacer los tiempos de una comarca vitivinícola de los tiempos del torrontés, la sociedad alcalaína se ve sumida en una crisis de establecimientos de restauración  y , por el contrario, la cata del aceite temprano invade los comercios con nuevas  ofertas y  nuevos modelos. Los antiguos vidueños se ven acosados  por otras bebidas como   la cerveza y el  zumo verde se ve protegido por los buenos augurios de la diosa Atenea. Noviembre  más que panis et circum, es  principio de nuevos santos con un final alegre de Baco sonriente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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