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lunes, 17 de octubre de 2022

DIARIO DEL RUTERO DESDE LA TORRE DEL DAÑADOR

    






































 Este domingo día 16 de octubre nos reunimos 47 ruteros para conquistar la torre del  Dañador a las nueve de la mañana en la calle Figueras. Puntuales, salvando la salud pública con las mascarillas de turno, emprendimos viaje hacia Puertollano y, desde allí, por la carretera antigua de las Grajeras y Rábita hacia la cruz de las Mimbres. Bajamos del autobús, nuestra torta charillera y el  arresoli ruteño. Debíamos adquirir fuerzas para subir el primer repecho con dirección hacia los Chopos, A unos 750 metros, paramos y dejamos al lado un desvío de ruta ciclable hacia la ruta mozárabe para adentrarnos por un olivar muy bien solado, y otra pequeña cuesta llegamos a la torre del Dañador. Me corrige el primer rutero al llegar, diciéndome:

-No, esta es la torre de las Mimbres.

Y ni corto ni perezoso, le saco un cartapacio de datos por los que se llamaba el Dañador. 

- A través de un contrato de compraventa, registrado ante el notario Francisco Ordóñez en 10 día de agosto de 1539, se encuentra algunos datos interesantes sobre algunos parajes, cuyo nombre han desparecido y el sistema de reparto de tierras. Aparecían como testigos el propio escribano, Francisco de Montiel y  Miguel de Laguna. La suerte de tierra se definía con este párrafo "roza”. Los vendedores y propietarios del repartimiento eran  Gonzalo de Cabrera y su esposa doña Juana de  Aranda. El comprador era el escribano Antonio Blázquez, hombre culto y dominador de las lenguas clásicas y la paleografía. Las dos rozas  formaban una peonía de tierra y monte, y se componía de once fanegas y ochenta y nueve estadales de tierra medida por cuerda, que  son en la Roça del Dañador, linde de tierras de Francisco de Mazuelos y tierras de Juan  Ruiz de Saltafresnos, vecino del Castillo de Locubín y con el camino que va a Valenzuela". Más claro que el agua, la ubicación. El precio de la venta importó 16.833 maravedíes y medio. Y se pagaron a 1.500 maravedíes cada una de las fanegas s que se componía la roza.  Las tierras se vendían libres de carga, censo e hipoteca en todas sus entradas y salidas.

 Y el Conde de San José de la Rábita  me concluye:

-Se confirma que estas tierras se repartieron a los soldados que conquistaron la ciudad en 1341.

-Y, por eso, el término peonía, proveniente de peón, hace alusión a los soldados de infanterías (UNA porción de tierra que en un país conquistado se solía asignar a cada peón  o soldado de infantería, esta palabra era un préstamo latino del  relacionado con el término pedes, el soldado de pie)- le remacho la idea.

-Estas tierras se encuentran en el límite del término entre el municipio de Alcalá y Castillo de Locubín en aquel tiempo su villa, - me interrumpe el Conde.

-Por sus propietarios, se observa que algunos eran del Castillo de Locubín. La situación del terreno  por las descripciones de sus linderos era precisamente El Dañador, y el camino que se dirigía a Valenzuela, lo que actualmente es la torre de Las Mimbres, que en tiempos del rey Alfonso se llamaba la Torre del Dañador, según recoge el Libro de la Montería.

Todo el grupo que se ubica en los aledaños de la Sierra de San Pedro, por la carretera desde Alcalá la Real en dirección a la aldea de los Chopos, y se levanta la torre de las Mimbres, a la que le atribuyen que pudo disponer un cercado de protección. Hay que subir una pequeña pendiente que alcanza una altura similar a la de la fortaleza de la Mota, Y en verdad que el esfuerzo no es baldío, sino que permite contemplar una atalaya de un gran diámetro (7.61 m.)  y una nueva tipología constructiva, con una puerta de acceso orientada al nordeste, que permite su acceso a una sala interior, sobre la que se apoyaba otra habitación y la azotea, cuyo acceso se llevaba a cabo por medio de una escalera situada dentro del trazado curvo del muro. Dos vanos iluminaban el interior, uno sobre la puerta y otro en el lado opuesto, en forma de saetera.

- Comencemos con su  visión y sistema de comunicación.

-Si nos adentramos de nuevo en terreno del municipio de Alcalá la Real, a través de carreteras intermunicipales, que unen las aldeas de la Rábita, Grajeras, Fuente Álamo y las Caserías de San Isidro, quedan otras atalayas y vestigios de otras torres. Dejamos atrás algunos lugares con topónimos que recuerdan una antiguo ribat de lugar de frontera, donde se ejercitaban en la oración y en la preparación para la guerra los musulmanes.   En el entorno del paraje de la Jurada, entre el cerro de las Albarizas y de la Pelea, se encuentran dos restos de grandes muladares, que sugieren dos baluartes defensivos, muy adecuados para establecer comunicación con otras atalayas en dirección oriental y hacia el camino de Priego. En este camino, se encuentra la de Fuente Álamo, muy parecida a la de las Mimbres, en su tipología de dos cuerpos, la puerta de acceso, saeteras y el estado de conservación necesitado de restauración, pero de dimensiones algo más reducidas y a una altura de cima, algo más baja, a 670 meros sobre nivel del mar, con lo que se dominaba el tránsito entre Alcalá y Priego y puntos clave como el camino de los playeros y el arroyo del Salado. Responde a la línea de control que se estableció en tiempos de Al- Hakan II, Incluso no es de extrañar que, por su ubicación, se establecieran en anteriores de vías de penetración desde tierras granadinas a tierras cordobesas y jiennenses desde tiempos púnicos y romanos, aunque constructivamente su tipología responde a los siglos XIII y XIV. Esta torre se mantiene erguida y estuvo gobernada con título administrativo de un alcaide, que recibía remuneración del cabildo alcalaíno. El último fue el regidor y relojero Fernando de Tapia que ostentó su cargo hasta los primeros decenios del siglo XIX.Dejando atrás esta torre que debió comunicarse con otras torres, y controlando el camino prieguense por el lado opuesto al otro margen de la carretera que se dirige de Estepa a Iznalloz, se encuentra la torre de los Pedregales. Recibe el nombre del cortijo y cerro del mismo nombre, y es muy cercana a la fortaleza de Alcalá la Real. El acceso se encuentra en medio de olivares y ofrece un aspecto en trance de restauración y conservación por estar incrustado una encina en sus paredes, que pueden provocar su inminente derrumbe.  Es diferente a las dos anteriores con un suelo y cuerpo de habitación en la planta alta con un hueco de entrada y una tronera, y se halla en macizada toda su base. Por lo que se accede a través de una escalera de soga y madera en un vano que se abre en esta planta. Construida de sillarejos que forman hiladas con una gradación decreciente de altura conforme se acercan a la azotea y con un paramento exterior donde se muestran las huellas de los mechinales.
Está construida con sillarejos de tamaño mediano fijados con mortero muy rico en cal y formando hiladas regulares de mayor altura en la base y de menor en la parte alta. El paramento exterior conserva el rejuntado en la mitad este, apreciándose en él los agujeros de los mechinales para los andamios.

-Y en dirección al Castillo.

- Se han encontrado datos sobre la existencia de otra en Fuente Tétar, restos en la Acamuña y otra por la parte de la Fuente del Gato. 

-No es de extrañar que también se comunicara con las de dirección a Alcalá la Real.

-Claro que sí, con el castellon del cerro de la Jurada y el Hacho. 


        -Vayamos hacia la Cruz de la Jurada.

Bajamos unos pocos  a la carretera de las Grajeras, nos detuvimos junto a la cruz, como señal de término entre Alcalá la Real  y Castillo de Locubín y la casa de Bernabé. Y nos desviamos por un camino ciclable.   Nos acercamos al cortijo Bajo de las Mimbres. Un monumento a la piedra seca con su era y   cargadero. Y oteamos el barranco de Moriana, un paso que dio muchos dolores de cabeza a los caminantes de otros años. Comentamos que a la otra parte del cerro, se encuentra el cortijo de Valenzuela, que confundimos con las Mimbres. Y nos vino un episodio que ha recogido varios autores de la memoria histórica.

- Cuenta, cuenta- inquiere el conde.

- Recuerdo que Luís Sánchez Tostado me pidió los datos de la partida  del nacimiento sobre un episodio de la posguerra que se desarrolló por estos lares. También leí esto de Domingo Pérez. "  Sin que se puedan precisar exactamente los lugares, todo apunta a la presencia del grupo de Tomás Villén Roldán “Cencerro” en la zona de Fuente Álamo. La Guerrilla que se fue organizando después de la Guerra Civil para seguir combatiendo al régimen franquista llegó hasta el Cortijo de Valenzuela, término de Fuente Álamo. Dicho cortijo guarda una de las historias más negras sobre maquis u “hombre de la sierra”. En su barranco, tras ser delatados por un pastor, fueron sorprendidos por un tiroteo de la Guardia Civil y fusilados el 1 de noviembre de 1946, tres guerrilleros que se  habían integrado a finales del verano de 1946 en el grupo de “Cencerro”. Eran Diego García Gómez, “Chirri”, natural de Jaén; Juan Rivera Jiménez “Riverilla” y su hermano Carlos Rivera Jiménez “Hijo de Jeromo”, nacidos en Albolote. Sus cuerpos fueron expuestos dos días en las puertas del Hospital de Alcalá la Real, con alto significado ejemplarizante.

- - ¡Qué interesante!

- Si quieres profundizar acude al blog de Domingo en la Historia de Fuente Álamo.  

     -Pero, cuenta que este acontecimiento fue fundamental por la aparición de la foto del grupo de la Sierra.

    - Eso dice Sánchez Tostado. Aunque la foto procede de una persona de otro entorno. No obstante, esto es lo que dice el escritor jiennense.  Me he topado con fotografías similares en procesos sumarísimos de la dictadura y en los atestados e informes de la Guardia Civil de aquellos años. ¿A quién se le intervino? Tras consultar mi archivo y diversas fuentes, llegué a la conclusión de que esa fotografía, junto a otras que aún no han visto la luz, fue incautada por la Guardia Civil de Alcalá la Real el 1 de noviembre de 1946. Aquel día cercaron a un grupo de hombres de “Cencerro” en el barranco alcalaíno conocido como Valenzuela. En el tiroteo fueron muertos tres izquierdistas que llevaban pocas semanas en el monte. Se trata del jiennense Diego García Gómez, “Chirri”, colaborador de “Cencerro” y responsable local de las Juventudes Unificadas Socialistas. Se había unido a la guerrilla un mes antes, en julio de 1946, tras la redada contra un comité clandestino en la capital. Los otros dos eran los hermanos Juan y Carlos Rivera Jiménez, “Riverillas”, naturales de Albolote (Granada), enlaces que aquel verano huyeron de los interrogatorios y las torturas. A los muertos se les intervino: “tres pistolas, una carabina Remigton, cuatro cargadores, unos prismáticos, un cuchillo de monte, un reloj, 5.950 pesetas, así como propaganda política clandestina, fotografías y documentación procedente de Jaén y Granada” (Sánchez Tostado, 2010, pág. 188). Entre las fotografías intervenidas estaba la imagen que comentamos en el presente artículo.

-Muy interesante. Cuenta, cuenta.

-No, si quieres ampliar, el comentario de la foto se encuentra en un artículo del periódico Jaén de  6 de julio de 1916. Allí lo tienes.  Mi madre los vio los cadáveres colocados sobre una camioneta en el Hospital de la calle del Rosario en 1946. Con estas dos fuentes, puedes completar tu visión. 

Seguimos el camino y topamos con varios ciclistas de esta ruta, contemplando los álamos del cauce del barranco y en medio de un olivar que poco a poco alcanza esperanza de aceitunas para este año, hasta llegar al camino de la cruz de la Jurada hacia Fuente de la Encina y Valenzuela. Por él nos dirigimos hasta  la  cruz. Y allí, un mirador espectacular. Recuerdo que he recibido muchas veces lecciones de este lugar por parte de Antonio González, un vecino de este lugar durante muchos años. 

- ¿El de la Jurada? - me pregunta el Conde y los otros asienten.

- Exactamente. Antonio González el que representa el campesino, más bien el labrador devoto de la Virgen de las Mercedes. Le nacieron los dientes sabiendo los pronósticos del tiempo del año, y vivió en un  cortijo cercano a la Cruz, que siempre nos recuerda por sus vivencias históricas. Antonio sabe de tiempos del cereal, y de las roturaciones más recientes cuando el paisaje triangular mediterráneo se convirtió en prácticamente en olivarero. 

-Otro cortijo que se  remonta a  tierras entre los primeros repartimientos que hizo  el rey Alfonso XI, y fue merced de caballeros cristianos.

-También fue ocupado por patrullas militares republicanos  como punto estratégico en la Guerra Civil. Siempre la familia de Antonio nos ha  recibido con mucho agrado en su casa de campo, un cortijo que es un mirador de Alcalá la Real, situado  a la vera de la Cruz de la Jurada, donde recientemente se renovó gracias a las gestiones del ayuntamiento alcalaíno y la Escuela Taller. Y, hasta, de su propio bolsillo. Recuerdo una mañana que unos cincuenta ruteros se reunieron en el Punto Limpio para emprender la ruta de la Cruz de Jurada. Lo hicimos por el camino de la Pasailla de Baena, pasamos por la cruz del camino, la ermita de la santa Mercedes, y el mismo puente de la Pasailla, trochamos, a indicación de unos labradores, entre cerezos y olivos. Y, asfalto arriba, emprendimos la cuesta de la Jurada desde el Villar Alto, ya extinto, y  los Villares hasta llegar a un rellano, desde donde explicamos el Cerro de la Pelea, la Acamuña, las atalayas cercanas de la Jurada, y las hermosas vistas que se contemplaban de Alcalá la Real, musulmana. Solo las murallas y el castillo, no deja asomar la torre de la Iglesia Abacial.

Ya en la Cruz de Jurada. Contemplamos el horizonte en un día con cielo calino y no muy favorable para una foto  otoñal. Allí, nos remontamos al apellido de la Jurada. Montamos la hipótesis de la mujer de un jurado, que lo añadió a su apellido o el de su hijo (de la Jurada) a finales del siglo XVI (los Aranda). Comentamos el cortijo antiguo de los Jurada con más de 150 fanegas, lo que evidencia que es tierra de los primeros caballeros que recogieron esta donación del rey Alfonso XI y transmitieron el cortijo, de padres a hijos. Entre los legajos del Legado de Calonje, existe varios documentos que  hacen referencia a esta familia. Uno de ellos era un testamento de Alberto López de Mejorada, marido de doña María Jurada y después de doña Ana Monte, con fecha de 1598. Sepultado en Santo Domingo. Curiosamente  aludía que su mujer María Jurada era natural de Alcaudete. Tuvo de hijos: Pedro, Juan Bautista y doña Mariana de Mejorada. Casado  en segunda ocasión con n Ana Monte, hija de Antonio Monte, tuvo  a Leonor y Antonio. Esta rama se encuadra en los López de la Jurada, que se remontan a los jurados emparentadnos con los Aranda, hasta en el siglo XIV aparece una mujer esposa de Pedro Fernández de Aranda, Por cierto, se enterraban en la capilla de San Blas de la iglesia de Santa María la Mayor.  

    Pero nos  detuvimos en unos datos  de la inscripción de María de la Jurada y la fecha de 1660, la fiesta de la Cruz antigua entre los cortijeros del lugar. Su madre aludía, que verdaderamente el nombre era de Martín de la Jurada. Y apuntamos que esta familia se asentó en el Castillo de Locubín, indicamos que un testamento reciente de la familia fue puesto a la luz por Ricardo Sanmartín y ronda por estos años de la Cruz. Es una cruz lindera de tierras de cortijo, probablemente. En su peana, se encuentra la leyenda “1660 ESTA +PUSO POR SU DEVOCIÓN MARÍA DE LA JURADA.  Solía distinguir en documentos y lugares la cruz a estos hidalgos, en sus posesiones. Eta forma lindero de las tierras del antiguo cortijo de la Jurada y las  extensas tierras de los Cierzos. Tierras de hidalgos, que cayeron en manos de las familias de los Zafras, los Salazar y los Canos por el siglo XIX. Y luego pasaron, en algunos casos a sus labradores.

 

Comentamos que Antonio González fue el labrador, luego propietario de estas tierras cercaba a la Cruz de la Jurada; conoce hasta los mínimos detalles. Además, es el heredero actual de aquellos labradores que se ponían bajo el manto de la Patrona, Nuestra Señora de las Mercedes, en los momentos de sequía, lluvias torrenciales, pandemias y terremotos y cualquier adversidad. Heredero, también, de aquellos campesinos que acudían a las autoridades para sacar a la Virgen en rogativas. Fue testigo de aquella última de los años noventa cuando la Virgen salió, como acostumbraba, hasta las Tres Eras y la comitiva desbordó las previsiones hasta bajar a la carretera nacional en obras y continuar hasta la carretera de Montefrío-

. Y su antepasado  fue, además, miembro de su cofradía cuando pasó de esclavitud a cofradía. Recorrió con su vehículo la demanda por los cortijos, en tiempos que ya sobrepasaron la cuartilla que su padre daba a la Virgen sustituyéndose por dinero.  Compartió con estos labradores antiguos la vecindad en su cortijo levantado en 1905 por su padre Antonio González, y  se afincó como hacían los labradores de abolengo  en una casa del barrio de San Juan, en la calle del Rosario.  

Antonio es una enciclopedia del mundo rural, que guarda en sus notas de sus blocks, escritos con una caligrafía de imprenta cortesana, envidiable que le valió ya entrado en la madurez de su vida para alcanzar el Graduado Escolar. Y eso que  su bagaje no era sino la docencia en sus años de juventud de un maestro garrotero, su aplicación didáctica a la lectura de conocimientos científicos y enciclopédicos, pues es un lector empedernido y  un escritor que copia con su bella letra pasajes de la ciencia, de los inventos y de los inventos más trascendentales. También, una memoria viva que transmite desde su niñez  sobre la genealogía familiar. En un blog de memorias, modélico, recuerda a sus progenitores desde que llegaron los González Quesada a aquellas tierras, levantaron el cortijo con marca de fabricación de su padre José María González (El Pataleto, por los pies defectuosos), roturaron campos, ejercieron de pastores labraron los olivares y plantaron cerezos, criaron ganado de cerda, y, lo más importante descubrieron  la crianza y venta del jamón de marca de la Jurada, que ahora regenta su hijo. Si le preguntas, te establece el árbol genealógico con una clarividencia que supera sus 97 años. Y te describe fechas como la del 16 de agosto, san Roque, tras la fiesta de la Patrona, cuando levantaron el cortijo. Un cortijo, testimonio de una lección de vida, en la  que se pasó de la ganadería a la agricultura y a la industria agroganadera con la comercialización del cerezo y el jamón (del jamón para consumo familiar pasó curar meticulosamente 1000 jamones en su cortijo) e instalar molino de pienso, hacer un curso de ganadería. Ese jamón, cuyas carnes adquirían un sabor especial  en aquellas cámaras del mundo rural de altura, que aprendió Antonio de su madre y el comercializó en las cámaras del  cortijo, pasando de la compra de las carnicerías locales a las de la cooperativa UTECO. Antonio es un hombre de transición de aquella economía de la autarquía que tuvo que dar agigantados pasos para salvar el analfabetismo administrativo  con los pasos del ingreso en las normativas europeas. Un luchador que supo vencer obstáculos en oficinas y en mercados, pero que regentó y regenta una marca ganada con mucho esfuerzo.

Antonio supo transmitir a sus hijos su amor por el campo, y su casa guarda el producto más excelso del cerdo  en sus cámaras inmensas. Además mantiene el escudo de la Jurada en su puerta. 

Contemplando el cerro del Castellón, bajamos la pendiente asfaltada que conduce a la Pasada Baena, y, abandonamos la ruta por haberla hecho, nos desviamos por el Villar Bajo, llegamos a Puertollano, seguimos por los Prados de la Gitana, la Mata, el Puente Romano, subimos por el Camino Nuevo. Y nos postramos ante la Patrona, con los fieles en misa. Allí, nos hacemos poetas  y recordamos:

" Nos detenemos en los Villares, ya no queda nada del Villar de los BALLESTEROS y completamente renovado se encuentra el Villar Bajo.


Este  constante andar , ritmo  rutero,
lo marcan siempre todos caminando
al compás del bastón y emulando
los pasos de los guías compañeros.

Este constante andar se hace ligero,
si extiende la Camuña un viento blando
y se cubren con nubes Puertollano,
del oscuro tinte, el pago olivarero.

Este andar se convierte en cortesano
 si dejas atrás  el prado antes gitano
y te adentras en la calzada centenaria.

Ruta romana, antaño secundaria,
camino real y del pueblo llano,
conduce a la Alcalá hospitalaria.

Y, esta vía se pasa por el puente del Guadalcotón, seco y sucio, CON UNOS POCOS miliarios, Y OTROS  recientemente perdidos. Y por la cuestas, mirando a los cañaverales, la antigua huerta de Checa, los pisos de las eras de los Córdobas, nos adentramos al camino Nuevo de tiempos de Carlos III ante la Cruz de Villena.

Y allí nos reunimos
 un coro infantil formando
a los rapsodas porfiando
para conseguir la corona
 y el laurel del Parnaso
-unos caldos nuestra tierra
 para los más aventajados-
 Difícil lo puso PARIS
 ganar de BACO  regalo.
pues , aun siendo muy sencillos,
el Nuevo camino andado,
señor de Cruz  de Villena
y un arabismo del lado,
No hubo quien respondiera
y me quedé con los caldos.
Dejamos el camino viejo,
y tomamos ya e Nuevo
  del rey tercero don Carlos.
Las Azacayas eran las tierras
derrames de nuestros LLANOS
y VILLENA NO ERA OTRO
Que un vecino  de estos pagos.
Aquí se acabó la historia,
,la ruta y el itinerario.
Gracias a todos por haber pasado este buen día. Disculpas por las previsiones de 10 Kilómetros a los trece. 




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