UN RELATO DE
VERANO EN LA PLAZA ALTA. EL ASESINATO DEL CORREGIDOR SANTA CRUZ Con la conquista
de Alcalá Banu Said por el rey Alfonso XI, las
También se
definieron algunos edificios públicos y religiosos, destacando el palacio del
alcaide. La configuración de la plaza de la fortaleza de la Mota y su entorno
espacial no ofrecían, en modo alguno, el aspecto que actualmente podemos
contemplar. Esta primera plaza fue testigo de reyertas y de la muerte del
corregidor Bartolomé de Santa Cruz. Así, en la mañana del cinco de mayo de 1492
subía el corregidor a la plaza para adentrarse en la posada en la que residía,
junto a la plaza baja, cuando se le acercaron dos jóvenes. Le rodearon y le
asestaron varias puñaladas creyéndolo mortalmente herido al suelo. Los
regidores de la Torre del Rey contemplaban el espectáculo por las rendijas de
sus casas. Ninguno se acercó a prenderlos. Los dejaron escapar por las
callejuelas de las Cuatro Esquinas hacia el Bahondillo. Tras un prudencial
tiempo para la evasiva de sus cómplices criminales, se acercaron al lugar y lo
recogieron dando sus últimos alaridos, herido de muerte. Lo llevaron a la
posada, avisaron al físico y al cirujano, que le limpiaron la sangre y le vendaron
con gasas. Pero no pudieron hacer nada y con un fuerte esténtor
Al día
siguiente, la ciudad se sentía liberada. Sobre la cabeza de los vecinos se movían
los comentarios más rencorosos que un ser humano pudiera comprender. Se juraron
y transmitieron aquel dicho que no hay culpa alguna ante la muerte de los
tiranos, sino que era una liberación del pueblo. Para ellos, morir y matar era
algo familiar, acostumbrados como estaban con los moros en la frontera.
Sin embargo, los
reyes no estaban por estos derroteros, pues se habían propuesto meter en vereda
a los insubordinados a su poder. Para este cometido habían elegido a los
corregidores. No les importaba tanto su capacidad de adquirir más recursos para
sus empresas militares, sino someter a todos los jefezuelos de la piel de toro
bajo su jurisdicción. Primero, lo hicieron con las grandes ciudades y ya les
había tocado a los últimos reductos de su vasto territorio: las ciudades en
primera línea de frontera. No importaba que tuvieran que agrupar varias
ciudades bajo un mismo corregidor. Y, este era el caso de Alcalá la Real,
cabeza del corregimiento tripartito entre Loja, Alhama de Granada y la ciudad
de la Mota. Sólo les interesaba que tuvieran sometidos a las personas indómitas.
En Alcalá los había, pues, por los servicios, se excedían en los abusos con los
territorios regios y con la política emprendida. Con estos precedentes, se pusieron
manos a la obra. Primero enviaron un pesquisidor para investigar un crimen de
lesa majestad, (un representante suyo asesinado en presencia de todo el pueblo,
y sin ningún delator). El pesquisidor se las vio y las deseó. En primer lugar,
pregonó un bando en la peña de la plaza obligando a todo el mundo a que
declarara quienes habían sido los promotores o autores del crimen.
El
asunto resultó espinoso, pues, nadie quería desvelar nada. Convocó a los
regidores y escribanos para que les relataran qué maquinaban aquel día en el
cabildo. Ninguno confesaba nada, pero, se entreveía que algo ocultaban. No se
sentían autores del crimen, y el pliego de descargos y eximentes fue y extenso.
Que el corregidor era un entrometido, no les dejaba relacionarse con sus
clientes en el reparto de tierras, les impedía el trato, les atosigaba con
nuevas sisas, les acumulaba cargos por invasión de tierras comunales… una sarta
de falsas alegaciones con las que querían justificar aquel magnicidio. Por
ello, el pesquisidor los envió a la Corte para que se presentaran ante el rey y
les castigara. La ciudad quedó gobernada tan sólo por Pedro de Aranda y
Escabias. Nada consiguieron y se envió un alguacil real para ejecutar y cortar
de raíz la situación. Hubo algunos tormentos en los vecinos y tenderos de la
plaza, que lograron manifestar alguna declaración al detalle. Habían sido los
hijos de Antón Hortelano juntamente con el padre y otros vecinos. A los
primeros les confiscaron los bienes, les derrumbaron las casas y fueron
ajusticiados. Sin embargo, los otros acusados y en concreto, los dos hermanos, lograron
escapar de la cárcel. Se fueron a Granada y allí rehicieron sus vidas. La pista
se perdió y eso que su madre Mari Sánchez quería que se les devolviesen los
solares donde tenía su casa para reconstruirla.
Años
más tarde, arrepentidos, los asesinos enviaron desde Granada a Alcalá una
misiva que desvelaba toda la trama del crimen. (En una capilla de Santo Domingo
de Silos se celebraba una misa por el alma de estos dos asesinos, que pagaron
sus descendentes de Granada hasta el siglo XVII). El asesinato había sido
perpetrado por dos hermanos que se habían ido a Granada los años siguientes a
la entrega de la capital del reino nazarí por Boabdil a los reyes Isabel y
Fernando. Habían combatido hasta el final con los reyes y esperaban el momento
de recibir mercedes, por eso vendieron sus bienes de Alcalá y se trasladaron a
Granada.
Eran
de la familia de los Gadea, de los Montesino, de los Aranda ¿Quién sabe? Lo
cierto que se arrepintieron de sus actos y mandaron en su testamento una gran
cantidad de dinero para fundar una capilla en la primera de la iglesia de
Alcalá.
Además de estos
acontecimientos notables, destaca el desarrollo histórico
durante
distintos momentos de este espacio urbano, que presidía el palacio del conde de
Cabra, la Iglesia Mayor Abacial, los Corredores, Tiendas, el Gabán, la Casa de
la Justicia, la Cárcel y las Casas de Cabildo. Un rincón singular de esta
ciudad de la Sierra Sur.
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