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domingo, 13 de mayo de 2018

EB SEMANA. DIARÍO JAÉN. MI COLABORACIÓN CON JOSÉ SÁNCHEZ JIMÉNEZ, PINTOR DEL SUR.


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En el entorno comprendido entre la comarca de Los Montes de Granada, del sistema subbético y de  la Sierra Sur, los artistas encuentran su lugar elegido para captar las vivencias personales y colectivas envueltas en medio de un paisaje cautivador que se aloma desde las primeras estribaciones de Sierra Nevada. Desde tiempos de los Raxis-Sardos hasta pintores actuales como Dolores Montijano  han proliferado los artistas en todas las ramas del arte. Desde los escultores Pablo de Rojas y Martínez Montañés, hasta Pablo Rueda en la cerámica artística pasando por  los pintores Pedro de Raxis en siglos pasados  o Rafael en nuestro tiempo, o por  ilustres maestros de la cantería como Juan de Aranda Salazar o Manuel de la Morena.  José Sánchez Jiménez es un pintor nacido en tierras alcalaínas, y cuya obra trasciende en el localismo para expresar contenidos universales. Se formó en la escuela de Bellas Artes de Granada y en el entorno de famosos pintores del mundo artístico de la docencia alcalaína. Le marcaron la impronta de pintores como Diego Ruiz Cortés, Lola Montijano, Povedano y Antonio Campaña, pero bebe de las fuentes clásicas  de la pintura y de los primeros movimientos renovadores de la obra de Van Gogh, en sus primeros tiempos de aprendizaje. Toda su obra está imbuida de una gran carga de humanismo y de espiritualidad en el sentido amplio de este término, que convierte a la obra un ente significativo, y no en una mera descripción plástica o simplemente figurativa. Superó  los inicios académicos a través de diversas propuestas afines a los movimientos de modernidad y vanguardia. En sus obras de sus primeras etapas, más cercanas a un realismo sugerente,  culminan con el cuadro del Descendimiento  de la iglesia de San Juan, una obra que se entronca en la composición clásica,  y la exposición colectiva de personajes retratados siguiendo el modelo del Greco en medio de una  atmosfera de contraste entre  la desnudez del alma humana y el paisaje cálido y abrasador de la noche oscura en torna a la figura cristiana.

 En la siguiente etapa, predominan los bodegones y los paisajes bodegones (especialmente los dedicados al zumaque), en los que se abre el camino del esquematismo geométrico y la simplicidad, basado en la armonía del número y geometrías pitagóricos.  Le aporta a cada obra ese elán, o fuerza que se  define y plasma en el trazo de la paleta y en la gama del color. En palabras del pintor y  catedrático madrileño Antonio Zarco con motivo de una exposición anterior(Alcalá la Real 1998) que resumía  su obra hasta aquel momento. :   producía, a primera vista, una impresión general de vigor, fuerza y casi arrebatos volcados exclusivamente en los modos de comunicar, más que en las temáticas, si es que a estas alturas o bajuras del arte, se puede hablar de estos  temas”. Si el girasol fue el emblema definidor del famoso pintor holandés o las etapas azul o rosa en otros pintores contemporáneos, el zumaque y la gama de su metamorfosis cromática definió una etapa de este pintor alcalaíno, de modo que convirtieron a este arbusto, antaño  con fines de productividad artesanal y hoy en un paraje de entorno patrimonio paisajístico,  en un discurso de un relato de emotividad vivencial entre el pintor y  el paisaje con un tratamiento que adquirió un nuevo paso en su libertad expresiva a la hora del tratamiento pictórico de los colores cálidos.

En la línea de entroncarse con el alma colectiva, Pepe Sánchez siempre se identificó y dejó su huella con el monumento o el  continente público, proporcionando en los  grandes murales  los nuevos pasos de una pintura más geometrizante, que dejó su huella en la pintura de estos  grandes frontales. Desde los años ochenta con el monumento a la besana y a la ciudad fortificada en el  frontal de rellano de la escalera de las Casas de Cabildo hasta en los murales de centro de la Sagrada   Familia. Sin olvidar su huella en cualquier pequeño rincón debajo el intradós de un muro de descarga o de un paramento de una iglesia, como lo atestiguan el claustro de la iglesia de Nuestra Señora de Consolación. No hay rincón o casa  alcalaínos, que, como Zabaleta, no conserve alguna versión artística y original de tratar la  imagen  patronal o de otras advocaciones; tampoco olvidó el mundo del bodegón, con cuadros como el pan encadenado, muy cercano a sus vivencias espirituales y de compromiso. Pero el paisaje y el retrato ha sido  la temática y el trabajo en el que ha tratado de abrir nuevos caminos de investigación técnicos con las técnicas más variadas y materiales –desde el acrílico al óleo- y desde aquellos primeros cuadros donde la reducción a la geometría se vestía de blanco y negro y, en  los actuales,  más policromáticos, en los que no olvida, para no caer en una simple composición geométrica,  el acercamiento muy acertado a la realidad  de la persona representada  con su estudio personal o del  ambiente que le sustenta. Desde  todos los ángulos,  sus nuevas obras abarcan su retrato psicosocial a la descripción física del individuo.
 Esta nueva etapa la presentía  el anterior profesor como “algunos grandes retratos-cabeza, y otros, menos, donde la figura humana anónima era representada. Pero sobrevolando esos elementos temáticos que pasaban a segundo término, estaban con una evidencia y protagonismo enorme, los distintos modos o intenciones plásticas con los que José Sánchez se planteaba y desarrollaba. En muchos lugares y exposiciones individuales y colectivas  de España desde aquel tiempo  ha expuesto su obra. Ahora se anuncia una nueva exposición en el Aula Magna del Convento de Capuchinos a partir del 21 de junio que culminará el 15 de julio, la maestría  artística de  este pintor y  el tratamiento técnico se centran en una magna muestra con exclusividad de más de setenta obras dedicadas al retrato, en la que llega a la culminación del equilibrio y la composición armónica a través de las grandes pinceladas , el color enfebrecido y la gradación de las gamas más sugerentes,  los buenos empastes, la captación del gesto humano, el juego de los planos geométricos compositivos, la ampliación del retrato  con gran arte del torso por encima de los primeros centrados  a la cabeza para conseguir un encuadre contextualizador. Estos retratos  gestuales como los anteriores, pero más entrañables, desnudan  el corazón y el alma de muchos personajes a los que el público tendrá la oportunidad de acercarse. Desde personajes públicos como políticos, papas, o  empresarios hasta más cercanos como  la gente de la Sierra Sur, se brinda un recorrido con ayuda del nuevo camino artístico emprendido por José Sánchez Jiménez.  



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