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jueves, 19 de septiembre de 2013


 

           

CAPÍTULO XI. EL ESCRIANO PINTOR Y DON GOME MESSÍA DE FIGUEROA

 

El escribiente se había interesado  mucho  por el mundo de la esclavitud, le encantaba el asunto de los libertos, y no hacía sin pensar si tenía algún antepasado esclavo. Repasaba  todos los legajos referentes a este tipo de personas,  y bajando la escalera, se fijó en la carpeta del corregidor Gómez Mesía de Figueroa. Tenía de  fecha de apertura, finales de 1567, pero no la había cerrado en portada del legajo,  como había escrito  en los anteriores corregidores.

Ni corto ni perezoso. Se lo llevó a su casa, tras bajarla de la balda de la estantería de la tienda de la escribanía.

En su casa, el escribiente  se sentó en el banco y en una mesa pequeña, abrió el legajo atado con cuerda tranzada de esparto y, encima,  una cinta de tela basta que le daba cierta prestancia.

Leyó la primera página que decía " CORREGIDOR DON GOMÉ MESSÍA DE FIGUEROA".

 

Entusiasmado por este personaje con el que compartía  muchos  momentos a la hora de levantar autos, edictos y órdenes, siguió leyendo folio tras folio. No quiso detenerse mucho sobre su genealogía y los problemas relacionados con cierto antepasado  judío que aludía a su abuelo Alonso de Mesía. Había escuchado que estaba relacionado  con la  rama de los Figueroa de la provincia de Jaén y con el Duque de Feria, pues don Fernando de Figueroa, obispo de Canarias era natural de Sabiote y fue confesor del rey Felipe II; por  la  parte de los Mesía, tanto en Úbeda, y Baeza  como en Jaén, eran numerosos los miembros de la familia relacionados con el cuerpo de gobierno del emperador. Lo que sí daba por seguro que esta  rama de los Figueroa y Mesía  mantenían  gran influencia en el mundo de la Chancillería de Granada, en el cabildo de Córdoba y en ciudades como en Ocaña, cuyos linajes se asentaban por estos años en dichas ciudades   Daba por seguro que  sus padres eran don Gómez de Figueroa, caballero principal de Córdoba, veinticuatro de ella, señor de Villaseca y el Encinar,  casado con doña Lucrecia de Mesía de Alarcón.  Que  su familia residía en la Corte de Madrid , tal como se deducía de la carta que  recientemente  había enviado a   la ciudad durante su estancia en la guerra de las Alpujarra, allá por el mes de marzo de este  año 1570.

De su aparato de gobierno, hizo un breve resumen: Fueron sus alcaldes mayores Francisco Téllez en Alcalá en los primeros años, y , después, el licenciado Alonso Sánchez de Frías, vecino de Priego. Por estas fechas, también nombró por alguacil mayor a García Márquez. No olvidaba que el corregidor  tenía entablado un pleito con el cabildo municipal por su cabezonería de aumentar el número de alguaciles: antes lo fueron  también Francisco Gómez  y Juan Martínez de la Fuente en Alcalá la Real. También el escribiente tenía anotados los de Loja ,  en los primeros años los   mayores Pedro Sánchez de Carranza y Lope Garrido, en último año Juan Alans Fonseca  y Lorenzo Sancho Cornejo y por alguaciles menores  tuvo Alonso Magaña. De Alhama, no le habían enviado  datos.  En una nota aparte, señalaba que, a finales de agosto de 1567, tuvo lugar el recibimiento del corregidor en  Loja , nombrando al  licenciado Garci Rodríguez de Cabrera como alcalde mayor, y por alguaciles, mayor y menos, Pedro de Carranza y Juan Álvarez de Fonseca y Juan de Casas.
Pasó los  apartados  de genealogía y cargos, se le vinieron ante sus manos unos folios que   revivieron inmediatamente en su memoria las miserias de aquellos crueles años de sequía y hambre. Pues, en las primeras notas de su legajo,  leía los hechos que tuvo que afrontar en  primeros meses de su corregimiento  para controlar el abastecimiento del trigo en la ciudad de Alcalá la Real. Debido al bajo precio de este cereal,  dio lugar a que los agricultores, sobre todo los labradores, evadieran los controles comerciales y gubernativos,  y una gran partida de  trigo saliera  del territorio abacial a otros lugares comarcanos. Por eso,  no le faltó energía ante esta  injusticia , ausencia de perjucios y el egoismo imperante entre los poderosos,  y  adoptó una serie de medidas de control y reparto creando  seis panaderías en los  cuarteles de la ciudad (que es como llamaban a los barrios y  por los que estaba dividida Alcalá la Real). Estas racionaban los panes provenientes del trigo del pósito y de los propios  y de algunos particulares, entre ellos los de Loja.
 En un medio folio, se dio cuenta que tenía anotado:

  Acta del siete de abril de 1570, el mecanismo consistía en sacar trigo del Pósito a razón de cincuenta fanegas diarias: cuarenta para Alcalá y diez para el Castillo.  Se llevaba la entrega de trigo en la plaza de la Mota y  las paneras  repartían cuarenta panes a las personas señaladas con vales. Estos  les permitía acopiarse de pan amasado de libra de 32 onzas,  y, posteriormente, se nombraban comisarios, (dos miembros del cabildo municipal), que lo controlaban a lo largo de los cuarteles de La Mota, Consolación, Arrabal Viejo, San Juan, San Sebastián, y cuesta del Cambrón “.

 

Siguió leyendo  y se dio cuenta que,  en Loja,  tuvo que emprender continuas y reiteradas  medidas para almacenar  trigo:  pues. primero,   1567  fue un año de gran escasez, que afectó a muchos meses de 1568; y  la situación  se repitió en el primer mes del año 1570, agravada por la guerra de los moriscos.

            En el folio sexto de este corregidor, tenía anotado un asunto importante: "Cofradías y Hospitales". Parece que no llegaron a plasmarse  algunos acuerdos, que habían surgido de las Cortes castellanas en materia financiera religiosa. Se trataba de desamortizar algunos bienes, que, en Alcalá incidieron en el gran número de pequeñas cofradías.  Entre ellos  se incluía  la reorganización de las instituciones religiosas, que afectaban a  las cofradías, hospitales y otras dependencias relacionadas con la iglesia católica,  y afrontar los gastos ocasionados con motivo de  la expulsión de los moriscos. En concreto, debió ejecutar y cumplir una cédula real de marzo de 1568, por la que se pretendían unificar todas las hermandades en dos. Y lo hizo con energía porque  llevó a cabo personalmente un interrogatorio, con el fin conocer el funcionamiento, organización, bienes e inventario de cada una de ellas. Se presentaron en la audiencia de las tiendas  centrales de los corredores de la plaza los hermanos mayores y los  priostes y mayordomos de las cofradías de Nuestra Señora de la Antigua, Veracruz, Santa Ana, san Bartolomé, Monserrat, san Antón, Virgen de la Cabeza, y  los mayordomos de los  hospitales de la Veracruz y  los Monteses, y del Dulce Nombre  de Jesús.

            También  en dos cuartillas, cosidas a los folios con hilo, había anotado:

 

.COFRADÍA DE LA ANTIGUA.  El mayordomo Diego Hernández de Hinojosa, declaró que  era la más antigua, surgida en  1398, ubicada en la parroquia de Santo Domingo de Silos, disponía de limosna y de quince censos que alcanzaban 105.625 maravedíes, dedicados a una misa por los hermanos difuntos los sábados de cada semana.”

 

“COFRADÍA DE LA VERACRUZ. Se fundó en 1550 con licencia del abad don Juan de Ávila, según las declaraciones del 19 de marzo de 1568,  por el mayordomo Antón de Alcalá, con el fin de edificar una iglesia, hospital. Es cofradía de disciplinantes”

 

 

Tuvo que ejercer su mandato en el difícil momento del levantamiento de los moriscos del reino de Granada.  En su ausencia, ejerció de alcalde mayor en Alcalá la Real, el licenciado Francisco Téllez y el corregidor se trasladó a Loja en la base de las operaciones. Éste le sustituyó como teniente de corregidor en todo el periodo comprendido entre  la Navidad del 1568 hasta el año 1570, pues el corregidor ejerció en la mayoría de las ocasiones el mando de las tropas desde la ciudad de Loja, donde estableció su alojamiento por estar más cerca del  escenario militar y desde donde se comunicaba con el resto de las ciudades.  La labor de la Justicia fue esencial en estos momentos, pues fue la que canalizó todo el correo, moderó las posturas contrapuestas entre el interés nacional y los miembros del cabildo, más preocupados de la subsistencia de la ciudad que de la guerra, y  ejerció su autoridad cuando las situaciones llegaron al límite por la sangría que provocaba tantas medidas militares.. El carácter de alto riesgo daba lugar a que las reuniones con el cabildo se hicieran en horas  inoportunas y en la propia casa y aposento de la Justicia

            En el folio décimo aparecía un título “ Milicias y  Guerra de los morisco”.  Se lo acercó ante sus ojos y empezó a leer : “ En estos momentos  bélicos,  la ciudad  sufrió una sangría de personas y recursos importantes por encontrarse en una zona fronteriza de Granada, que le obligaba acudir inmediatamente,  con su milicia urbana, a proveer a la capital del reino granadino con los recursos esenciales para el mantenimiento- trigo, cebada,  carne,....- y a ejercer  servicios de  recepción, alojamiento  y manutención de las tropas castellanas y de los  moriscos trasladados a otros lugares de Castilla. Por otro lado, en la ciudad alcalaína, según nos refieren las  declaraciones de los regidores en las actas del cabildo, llegaron a residir más de veinte mil personas que iban y venían al campo y ejército de Su Majestad”. 
 

 


Cuando comenzaba a leer este párrafo “En cuanto al aspecto militar, desde el  primer aviso que le comunicaron el levantamiento de los moriscos en Órgiva y la petición de que  acudiera la caballería alcalaína, lojeña y de Alhama  en su auxilio,  por don Iñigo López de Mendoza, marqués de Mondejar,  conde de Tendilla y duque de Sesa , capitán general del reino de Granada…” , lo llamó, a grandes voces,  su esposa que venía de la calle. Salió a la puerta y le dijo

-¿Qué quieres,  Leonor?

-Te llama don Gome.

-A estas horas.

-Algo urgente debe ser, Antón. Me ha dicho el alguacil que te  presentes inmediatamente en la  sala de la audiencia.

Subió inmediatamente trochando por los adarvejos del Cañuto  y adentrándose en el Gabán, jadeó en la puerta del Peso de la Harina y saludó al caballero de guardia del cuartel de la Mota. Lo saludó  y le dijo:

-Corre, que otra vez nos ha tocado la china de un morisco rebelde.

Se hizo de sus instrumentos de escribanía y de algunos folios antes de llegar a la audiencia, que  un candil  iluminaba todos sus bajos, donde estaban Gómez Muñoz y el teniente de corregidor. Un poco inquietos por una posible tardanza, le  agradecieron  que hubiera acudido tan puntual, porque no se fiaban mucho de él , ya que acostumbraba a jugar a los naipe en los antros más ocultos y en las primeras horas de la noche.

-Te reclamamos, porque hay que levantar un auto judicial urgente. Asunto de guerra.

-Díganme, pues señores. Pluma, tintero y  tinta  están preparados. Tomo nota.

-Ponga lo siguiente “Proceso contra el morisco Diego Moçate”

-¿Denunciante?

En este momento, salió del bajo de la tienda el denunciante.

- Juan Rodríguez de Cebreros.

-¿Hecho?

- Yo, Juan Rodríguez de Cebreros, ante el alcalde mayor licenciado Francisco Téllez, declaro  haberlo cautivado en Encina Hermosa.

-Y¿ qué más datos  tienes?- le dijo Téllez.

-Procedía de Martos y, durante cierto tiempo, se ocultó en un cortijo de las sierras castilleras, viviendo con otros moriscos afincados en el Castillo de Locubín.

-Quedaron pocos aquí, las hilanderas de la seda para la industria sedera, algunos comerciantes y tenderos en la Mota, los gacís para transportar el vino, los buenos hortelanos de las Riveras y del  Castillo,...y algunos esclavos. Y mira qué casualidad, no aprenden, no saben qué les puede caer encima,  un castigo ejemplar  y una  pena muy costosa…

-Abre las diligencias, don Gome, y tú alguacil, llévalo a la Cárcel Real.

Don Gome se retiraba de la audiencia y conversaba  con su escribano Antón.

-Otra noche me toca sin dormir entre escrituras  de moriscos y  mi mente puesta en averiguar la trama  y desenlace de mis amores.

Pasaron varios días sin que el oficial de escribanía fuera llamado por su señor escribano, y eso que la ciudad se hallaba un poco alterada porque algunos regidores no se conformaban con el incremento de nuevos regidores que desestabilizaban el difícil equilibrio del cabildo municipal. Las medidas regias venían impuestas por la necesidad de recoger nuevos fondos por parte de la Corona para afrontar las muchas guerras emprendidas en Europa, y, la más reciente, en su propio territorio de  la Alpujarra contra los moriscos. El corregidor se encontraba ausente de la ciudad, y, aunque parecía que lo tenía todo atado y bien atado,  no las tenía todas consigo. Al final, las aguas llegaron a su cauce y aquello no fue sino un incidente resuelto de los muchos que  se presentaban.

 

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