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jueves, 18 de abril de 2024

JOSEFE DE MOLINA, MAESTRO DE CAPILLA DE LA IGLESIA MAYOR DE ALCALÁ LA REAL

  (31) Ibídem, Acuerdo de 15 de mayo. 18 BOLETÍN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS GIENNENSES La capilla de música con esta notable incorporación se compone, en 1606, de 7 cantores, 1 bajón y 3 ministriles más, probablemente 3 chirimías, ó 2 de éstos y 1 sacabuche, además del organista que tocaría también la guitarra o el arpa (32) para realizar el bajo continuo que la estética del barroco exigía, tal y como ocurría con el segundo organista en muchas catedrales españolas; todo ello, más los 5 mozos de coro que también podían intervenir, estaba dirigido por el maestro de capilla.

A lo largo del siglo volvemos a observar la inestabilidad de los maestros de capilla reflejada en el número de los que con rapidez se suceden a lo largo de los primeros 18 años; posteriormente, sin embargo, hay un largo período más estable en el que encontramos algún maestro, como Francisco de Medina Cobo, que permaneció en su cargo durante más de 40 años, de 1649 a 1690. Esto, quizás, sea debido, o al menos explicable en buena medida, al aumento que se observa, a partir de 1618, en el salario de los maestros de capilla; así, de los 20.500 maravedís a José de Molina (1611) que estuvo anteriormente en Alcalá la Real en su Iglesia Mayor, y debio vivir dificilmente pues en 1614 todoavía pagaba duedas y hacía el finiquito. 

, pasamos a los 29.322 de Manuel del Portillo (1618), o a los 28.000 maravedís de Francisco de Medina (1649). Los maestros de capilla se suceden de la siguiente manera: Cristóbal Suárez (de 1602 a 1661). José de Molina (de 1611 a 1616, año en que murió). Juan Benítez Riscos (en 1616). Bartolomé de Navarrete (en 1617). Manuel del Portillo (de 1618 a 1638, año en que murió). Diego Blas de Guedeja (de 1638 a 1648). Francisco de Medina Cobo (de 1649 a 1690). Juan Benito López de Contreras (de 1690 a 1702). 








LA MÚSICA EN LA SANTA CAPILLA DE SAN ANDRÉS. NOTAS HISTÓRICAS Por Pedro Jiménez Cavallé Catedrático de Música de la Escuela Universitaria de E.G.B de Jaén y consejero del Instituto de Estudios Giennenses T a Santa Capilla de San Andrés constituye una de las instituciones gienJ —menses más loables y seculares que mayor interés ha despertado entre los investigadores; no obstante, aunque muchos han sido los aspectos ya tratados por el estudioso, el musical, objeto de este trabajo, aún no había sido abordado. Creemos, que es éste uno de los más interesantes, al menos desde nuestro punto de vista, por cuanto la Santa Capilla fue uno de los centros musicales más importantes de toda la provincia, tras la lógica primacía de las catedrales de Jaén y de Baeza; y aunque la iglesia de San Andrés no ha disfrutado de la dignidad de colegiata, como las de Baeza, Úbeda, o la posterior de Santisteban, no sólo nada tuvo que envidiarles en cuanto organización musical se refiere, sino que, por el contrario, superó a varias de ellas, al menos. Esto fue posible gracias a la fundación (1515) en la iglesia de San Andrés, de la Santa Capilla y Noble Cofradía de la Limpia Concepción de Nuestra Señora, en época del obispo don Alonso Suárez de la Fuente el Sauce, por don Gutiérrez González Doncel de Baeza (1). (1) Mozas Mesa, M „ Una institución giennense de! siglo xvi: La Santa Capilla de S f,ndí eí’ J.ae" ’ ,192r9’. pag' 9; García de Quesada y Martínez Victoria, M., La Santa Capia de S. Andrés, Jaén 1950, pag. 5; González López, L„ «La Santa Capilla de S. Andrés» S u T f r wr;V 96° ’ PáÍT 1 2- " 9; ° RTEGA Sacrista, R„ «Arte y Artistas en la Santo Capilla», Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, 1961, núm. 30, pág. 1; López P érez M., La Santa Capilla de S. Andrés, un monumento ignorado (en prensa). 10 BOLETÍN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS GIENNENSES Rafael Ortega y Sagrista, al hablar de los fines de esta noble fundación, los divide en tres grupos: benéficos, docentes y piadosos (2); si los dos primeros se concretan en vestir pobres, casar doncellas y establecer una enseñanza gratuita a través de las Escuelas de la Santa Capilla, todo lo cual propicia el que Luis González López la califique de obra de «regeneración social» (3), los últimos tendrán como objeto el sostener el culto solemne en la iglesia de San Andrés, a lo que la música debía contribuir, como lo expresa el padre Samuel Rubio al decir que la función de las capillas de música será «la de contribuir con sus voces y sones al mayor esplendor de la celebración litúrgica» (4). Asimismo lo expresa el fundador de la Santa Capilla en los Estatutos de la misma, al justificar la presencia de los músicos en estos términos: «para que mejor sea servida (la Santa Capilla), y el Culto Divino aumentado: porque vna de las cosas que principalmente adorna y multiplican la devoción del Culto Divino, es la música concertada» (5). Desconocemos la exacta intención que el fundador da al término Música concertada y nos sorprende el temprano uso que hace del mismo; tal vez, se refiera al uso concertado («sonar conjuntamente») de las voces en la polifonía, e incluso de las voces y el órgano, en su acepción etimológica y genérica de «concertar varios cantos», como lo expresa Adolfo Salazar, y no en el sentido de contraste o concepto específico, con el que según dicho musicólogo había sido empleado en Italia desde fecha temprana (6); no obstante, tampoco hay que descartar la segunda posibilidad que podría explicarse por la estancia en Roma de Gutiérrez González Doncel. I. ORGANIZACIÓN DE LA CAPILLA DE MÚSICA La constitución de la capilla musical tiene lugar durante el primer tercio del siglo xvi, al amparo de los Estatutos de la Santa Capilla. Éstos fueron aprobados por el Papa León X, el cual otorgaría también una serie de bulas para su desarrollo: así, un Breve de dicho pontífice, en 1521, otorga- (2) García de Quesada y Martínez Victoria, M., ob. cit., págs. 6 y 7; Ortega Sagrista, R., ob. cit., pág. 1. (3) González López, L., ob. cit., pág. 2.120. De forma similar lo hizo Francisco Torres Zamorano en el «Juicio Crítico», que aparece en la edición del Libro de los Estatutos de la Santa Capilla..., Madrid, 1926, pág. 160. (4) Rubio, S., Historia de la Música Española. 2. Desde el «Ars Nova» hasta 1600, Madrid, 1983, pág. 14. (5) Archivo Histórico Diocesano de Jaén (A.H.D.J.). «Estatutos de la Cofradía de la Purísima Concepción», ¿1512? Tratado 2.°, cap. XI, f. 22 v.; Libro de los Estatutos..., pág. 61. (6) Salazar, A., «El concertó», en Juan Sebastián Bach, págs. 101-103. Ver P alisca, C., La Música del Barroco, págs. 90 a 93. ____________ LA MÚSICA EN LA SANTA CAPILLA DE SAN. ANDRES... 11 ba al gobernador y a los consiliarios de la Santa Capilla, «el poder nombrar y destituir, a su arbitrio, al sacristán y organista de aquélla» (7). En los Estatutos de la Santa Capilla se contemplan, entre los ministros y oficiales que han de servir, «ciertos cantores, vn tañedor de órganos,... quatro mo?os de coro... » (8); y al referirse a los cantores concreta que serán «quatro Cantores instructos en canto de Organo, de los quales el vno sera principal, o Maestro de Capilla» (9). Aunque las bulas de la Santa Capilla hablan de este número de cantores, no prohíben «poner cinco, de los quales el vno dellos sera Maestro de Capilla, al qual podran mejorar en salario, según la calidad y habilidad suya, tanto, que ni en el, ni en los otros Cantores no se pueda exceder la tassa de los dichos cien ducados en cada vn año» (10). Este número también sería superado, así como, lógicamente, la referida tasa. Los cantores tenían como primera condición, el residir continuamente en la Santa Capilla «Domingos, dias de fiesta de guardar y Fiestas que la Santa Capilla solennice; Misa, Vísperas primeras y segundas y todos los otros dias que los Estatutos disponen con sobrepellices los clérigos y con sus hábitos los legos» (11). En cuanto al organista, instituido «para solemnizar el Culto Divino y ayudar a los oficios della...», han de darle por su salario en cada año, «otro tanto como le diere la fabrica de la Iglesia de Santo Andrés, quedando libertad a los dichos Governador, Administrador y Conciliarios de poder crescer el salario que la Santa Capilla le ha de dar» según los méritos, no pudiendo exceder de 3.000 maravedís y 6 fanegas de trigo al año, «sin lo que le diere la dicha Iglesia, a no ser que exista evidente necesidad» (12). Entre sus obligaciones está también la de residir los mismos días que los cantores y además, los sábados a «la Misa de Alva, y Bisperas y Salve; y los lunes a la Misa de los Angeles» (13). Una de las obligaciones que destacan los Estatutos es la relativa a la enseñanza de la música; así, al hablar de las condiciones, nos dicen: (7) Higueras Maldonado, J., «Documentación latina en el Archivo de la Santa Capilla de S. Andrés, de la ciudad de Jaén», en Actas de la I Asamblea de Estudios Marianos Jaén, 1984, pág. 278. (8) A .H.D.J., «Estatutos de la Cofradía...», cap. I, f. 14. (9) Ibídem, cap. XI, f. 22 v. (10) Ibídem. (11) Ibídem. (12) Ibídem, cap. XII, f. 23. (13) Ibídem. 12 BOLETÍN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS GIENNENSES «La segunda: que el maestro de capilla ha de tener especial cuydado de dar lición de canto de organo cada dia a todos los capellanes y mogos de coro y los otros ministros y seruidores de la Sancta Capilla que quisieren aprender dello sin les lleuar cosa alguna. La tercera que el y los otros cantores sean obligados a dar ligion de canto llano a todos los mogos de coro ministros y seruidores de la Sancta Capilla vna o dos vezes cada dia repartiendo entre ellos el tiempo y trabajo por semanas o por meses o como a ellos mejor uisto fuere y le concertaren por manera que cada dia ordinariamente den ligion a los que la quieran oyr según dicho es sin les lleuar cosa alguna. Pero a los de fuera de la capilla bien podran lleuar lo que les paresgiere» (14). De ello parece desprenderse que la enseñanza musical de estos centros estaba abierta para cualquier persona, si bien, sin el carácter gratuito que disfrutaban los ministros y servidores de la Santa Capilla, y que efectivamente esto era frecuente, dado que fuera de los centros religiosos no existía una enseñanza musical sistemática, pues, como dice Lorenzo Serrallach, «lo que podríamos llamar música organizada o de escuela estaba casi exclusivamente al servicio de la religión» (15). Aunque los Estatutos no regulan la participación del organista en la enseñanza musical, suponemos que ésta sería efectiva y que la enseñanza del órgano, no sería descuidada. El fundador sólo señala la intervención del órgano en el Credo, el cual ha de ser siempre cantado con solemnidad, no tocando «si no fuere a verso cantado en el organo muy prononciado por algún buen cantor vn verso y respondiendo con otro verso en el choro» (16). En lo referente a los cuatro mozos de coro, que pueden aumentar a seis, los Estatutos expresan que éstos deben servir las misas e instruirse en canto llano y de órgano; a ellos se les asignan dos ducados de salario al año (17). Vemos, por tanto, que la enseñanza musical en la que se encuentran implicados, no sólo los miembros de la capilla de música, sino personas ajenas a la misma, es la única obligación específicamente musical que de for- (14) A .H.D.J., «Estatutos de la Santa Capilla de San Andrés donde esta la forma de casar Doncellas a que se rremite el Sr. Canónigo Doctor Villegas», cap. XI, f. LV; ver Casares, E., La música en la catedral de Oviedo, Oviedo, 1980, pág. 86; y también Jiménez CavallÉ, P., «Historia de la enseñanza musical en la provincia de Jaén», en I Simposio Nacional de Didáctica de la Música (celebrado en Madrid, 1984), Universidad Complutense, Madrid, 1986, págs. 130 y 131. (15) Serrallach, L., Historia de la enseñanza musical, pág. 108. (16) A.H .D .J., «Estatutos... donde está la forma...», cap. XI, f. LVI. (17) Libro de los Estatutos..., cap. XIV, págs. 64 y 65. ____________ LA MÚSICA EN LA SANTA CAPILLA DE SAN ANDRES... 13 ma muy explícita recogen los Estatutos. Aunque ella es, no cabe duda, una de las más importantes, habría otra de mayor relieve en cuanto a la interpretación y creatividad musical se refiere; a través de los libros de actas podemos comprobar que se mencionan para el maestro de capilla obligaciones como las de dirigir la capilla musical o componer diversas obras, chanzonetas y villancicos, sobre todo, para las distintas festividades religiosas, mientras que para el organista se señalaba la obligación de tener cada día dos horas de ejercicio: una en la «música», otra en el órgano, «...demas de las obligaciones que tiene por ragon del dicho su oficio...», y tocar el arpa o la guitarra en el coro cuando el maestro lo ordene (18). Bartolomé Ximénez Patón, al comentar los Estatutos, dice que Gutiérrez González Doncel, devoto de la Virgen, instituyó para ella muchas fiestas, así como «para las fiestas del nombre de IESUS, las del Santissimo Sacramento por toda la otaua del Corpus; la qual se celebra con gran Iubilo espiritual de instrumentos músicos, vozes, changonetas, dangas, bayles, saraos honestos» (19). Y al comentar el segundo Tratado de dichos estatutos menciona entre los músicos a «quatro mogos de coro, vn organista, maestro de capilla, siete cantores, cinco chirimías...» (20), lo cual implica un aumento no sólo en el número, sino en la calidad de los músicos al añadir los «chirimías» o ministriles, que no estaban contemplados en los Estatutos, pero que se incorporaron a la capilla de música al comenzar el siglo x v i i, en cuya época vivió Ximénez Patón. La organización de la música era similar a la de una iglesia colegial bien dotada; el maestro era el principal responsable y a él debían someterse todos los demás: organista, cantores, ministriles y mozos de coro. El acceso a los cargos más importantes, como era el maestro de capilla y el organista, tenía lugar casi siempre por el sistema de la oposición abierta a clérigos y seglares; no obstante, en el órgano hemos observado casos de sucesión por herencia familiar, siempre y cuando el candidato nombrado sucesor mostrase previamente su capacidad y preparación. El mismo sistema de oposición se aplicaba a veces a otros miembros de la capilla, como sucede en 1782 cuando se convoca la plaza de un músico instrumentista (21). La convocatoria se hacía a través de unos edictos que se colocaban en (18) Archivo de la Santa Capilla de San Andrés (A.S.C.S.A.), Libro de Actas del año 1632, Acuerdo de 18 de julio. (19) Ximénez P atón, EL, Historia de ia Ciudad y Reyno de Iaen, Jaén, 1628, f. 81. (20) Ib ídem, f. 85 v. (21) A.S.C.S.A., Libro de Actas del año 1782, Acuerdo de 23 de febrero. 14 BOLETÍN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS GIENNENSES las iglesias donde la presencia de capillas de música hacía presumible el interés de sus músicos hacia las plazas convocadas. Aunque en principio, durante el siglo XVI, se enviaban incluso fuera de la provincia, a ciudades como Granada, Málaga y Sevilla, donde existían músicos de un nivel apetecible para nuestra entrañable institución, el escaso interés que despertaría entre ellos, debido principalmente a los cortos salarios ofrecidos, obligó a limitar la colocación de los edictos en las iglesias de Jaén, Baeza, Úbeda y Andújar. En épocas posteriores, a mediados del siglo XIX, se aprovecharon también las amplias posibilidades que la prensa ofrece en todo tipo de convocatorias. En estas oposiciones actuaban como jueces, preferentemente, los maestros de capilla, organistas u otros músicos de la catedral de Jaén, junto a alguno de la propia Santa Capilla. Los aspirantes al magisterio eran examinados en contrapunto, canto de órgano y canto llano, junto a diversos ejercicios teóricos, y, sobre todo, debían componer una chanzoneta o villancico en el plazo de 24 horas y dirigir la capilla de música. Los candidatos al órgano tenían que interpretar en dicho instrumento obras polifónicas, como motetes, acompañar el canto gregoriano y, en épocas posteriores, tocar piezas de música propias del llamado «género orgánico». A los miembros de la capilla musical no sólo se les exigía el cumplimiento de sus deberes, sino que en el aspecto moral y de buenas costumbres estaban obligados a mantener una vida intachable, llegándose incluso al despido en caso de reincidencia en una determinada falta; así le sucede en 1742 a Miguel Roxo, músico tenor, por no privarse del vino y del juego de naipes (22). II. LA CAPILLA DE MÚSICA A TRAVÉS DEL TIEMPO 1. SIGLO XVI Durante el siglo xvi, época de esplendor que coincide con el aumento de la población jiennense, tiene lugar la formación de la capilla musical; la aparición de sus diversos miembros es constatable a través de los libros de cuentas más antiguos (1523), lo que hace pensar que su presencia pudo iniciarse algunos años antes. Encontramos organistas como Diego de Palma, en 1523, mozos de coro como Diego de Gámiz en la misma fecha, can- (22) Ibídem, 1742, Acuerdo de 19 de agosto. LA MÚSICA EN LA SANTA CAPILLA DE SAN ANDRES... 15 tores como Gaita (1526), maestros de capilla como Francisco de Ribera (1528)... La presencia de éstos, más las noticias en dichas fechas sobre la encuadernación de libros de canto, sin especificar, la compra de libros de «canto de organo» en 1531 (23) o la afinación de «los órganos» (24) en el mismo año, hacen pensar que la capilla musical funcionaba en dichas fechas, al menos, y que era capaz, sobre todo a partir de 1528 (en que aparece el maestro y varios cantores), de interpretar música polifónica para voces, acompañadas o no del órgano. El número de músicos no se mantenía estable durante largos períodos de tiempo; diversas circunstancias, entre ellas las económicas, incidían sobre ello. Si en el año de 1544 había 7 u 8 cantores, aparte de los mozos de coro que podían intervenir como tales, en 1564 se reduce a tres el número de aquéllos, para de nuevo incrementarse hacia el año 1590 en que existían 8 cantores. El salario de los músicos suele ser, por una parte, muy variable y, según sus «méritos y habilidad», es frecuente el que unos cantores doblen a otros, mientras que por otra, con la limitación de los 100 ducados impuesta por los Estatutos, resulta un poco corto; así, en los más calificados era difícil superar los 20.000 maravedís, excepción hecha de Alonso de Guescar, con 21.300 maravedís en 1590. Era, pues, vital para ellos el tener otros ingresos fuera de dicha institución, aceptando, por tanto, cualquier ocasión que se les ofrecía a dicho efecto y casi siempre con la licencia del gobierno de la Santa Capilla. Los organistas y maestros de capilla no estaban mejor pagados; el salario del organista que en 1523 se ofrece a Diego de Palma, de 1.500 maravedís más 12 fanegas de trigo, y que en 1531 se da a Pedro Rodríguez de 2.000, ascendería a mediados de siglo, con Baltasar de Paredes en el cargo, a 3.000 maravedís más la cantidad de trigo anteriormente mencionada. El correspondiente al maestro de capilla iría de los 6.000 maravedís en 1528 (a Francisco Ribera), a los 20.000 del año 1564 (a Diego Ximénez), y a los 38.744, cantidad excepcional, de 1596 (a Gil de Ávila). Aunque las cifras que hemos asignado al organista son las que aparecen en los libros de cuentas correspondientes, no expresan, sin embargo, el total de su salario, pues hay que tener en cuenta que en el Capítulo XII de los Estatutos de la Santa Capilla se dice que se le daría al menos «otro tanto como le diere la fabrica (23) A.S.C.S.A., Libro de Cuentas del año 1531 al 1543; en 1531 se libran 300 ducados y medio al cantor Gara Vatea de «vn libro de canto de organo...», f. 16. (24) Ibídem; libramiento de 500 maravedís a los que afinan los órganos; f. 15. 16 BOLETÍN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS GIENNENSES de la Iglesia de Santo Andrés» (25), lo que podría duplicar para dicho cargo las cantidades anteriormente dadas. La diferencia entre estas cantidades y las otorgadas por centros mejor dotados, como las catedrales, crearía en los músicos de la Santa Capilla el deseo de promocionar a puestos mejor retribuidos, originándose continuos traslados de unos centros a otros y creando cierta inestabilidad en los cargos con el casi continuo cambio de organistas y maestros. Esta razón puede explicar la cantidad un tanto excesiva por parte de estos músicos, que observamos a lo largo de unos escasos 60 años, habida cuenta que el primer organista aparece documentalmente en 1523 y que de 1578 a 1590 no existe documentación que nos permita el encontrar en dichos años un mayor número de organistas y maestros de capilla. Los organistas que se suceden durante la primera mitad de siglo son los siguientes: Diego de Palma (desde 1523, al menos, hasta 1526). Pedro Rodríguez (desde 1526 hasta 1534). Diego de Paredes (desde 1534 a 1548). Juan de Aguilera (desde 1548 hasta 1553, en que dimitió). Mientras que en la segunda mitad aparecen: Baltasar de Paredes (desde 1561, al menos, hasta 1578, como mínimo). Juan de Oñate (al menos desde 1590 hasta 1602). Entre los maestros de capilla observamos un mayor número, sobre todo en la primera mitad: Francisco Ribera (desde 1528 hasta 1532?). Martín de Fuente (desde 1533 hasta 1539). Juan de Vilches (desde 1539 hasta 1543). Martín González (en 1543, provisionalmente). Martín de Fuente (en 1544 y 1545, año en que muere). Antonio de Viana (en 1546 y 1547). Mientras que en la segunda mitad encontraremos: Diego Ximénez (desde 1548? hasta 1576, como mínimo). Gil de Ávila (desde 1596 hasta 1597). Cristóbal Zafra (de 1597 a 1602). El órgano que durante esta época, como en otras, sufrió diversas afinaciones, como la de 1531 o la llevada a cabo en 1537 por Pedro López (25) A.H.D.J., «Estatutos de la Santa Capilla...», f. 23. ____________ LA MÚSICA EN LA SANTA CAPILLA DE SAN ANDRES... 17 de Céspedes, se vendió hacia 1567 a la iglesia de San Lorenzo por la cantidad de 15.000 maravedís (26), lo cual supone el que con anterioridad se había conseguido un nuevo órgano o bien se disponía de varios. Respecto al magisterio de capilla, observamos la celebración de varias oposiciones, como la del año 1543, en que al marcharse Juan de Vilches se convoca la vacante para los cantores que deseen oponerse a ella. Se presentaron los opositores Luis de Vergara y Martín de la Fuente, que fueron examinados en contrapunto y canto de órgano por el racionero Francisco de Molina y por el maestro de capilla de la catedral de Jaén, Antonio de Viana, nombrándose a Martín de la Fuente (27). A éste le sucedería en el cargo el mismo Antonio de Viana, que constituye el único maestro que abandonó la catedral para venir a la Santa Capilla, y que, por cierto, no destacó como fiel cumplidor de sus deberes; en ambos centros se le llamó la atención por no dar lecciones a los cantores, bajo la pena, como era frecuente, de un real por cada lección que no diera (28). Durante este siglo la capilla musical o conjunto de cantores actuó fuera de su medio natural en algunas fiestas, como las celebradas en el año de 1573, en honor de Santa Catalina, y contratados por el cabildo de la ciudad (29). 2. SIGLO XVII Durante este siglo la Santa Capilla de San Andrés ofrece una importante novedad con la incorporación de los ministriles, o músicos instrumentistas, inexistentes en su música durante el siglo anterior. Éstos se incorporan en el año de 1605 por un acuerdo del gobierno de la Santa Capilla en que se dice: «se traigan ministriles por ser asi cosa muy decente y de mucho ornato y de augmento del culto diuino» (30), a través de un concierto de 10.000 maravedís entre el gobierno y Francisco de Morales, ministril, y sus tres compañeros (31). (26) A.S.C.S.A., Libro de Cuentas del año 1531 al 1543: Descargo del 1537, y Libro de Cuentas de 1561 a 1578: Cargo del 1567. (27) A.S.C.S.A., Libro de Actas del año 1544, Acuerdo de 20 de enero. (28) Ibídem, 1546, Acuerdo de 20 de junio; y Stevenson, R., La Música en la Catedral de Sevilla (1478-1606), contiene a modo de suplemento «Actas Capitulares de Jaén» (1540-1549), Madrid, 1985, págs. 89 y 90. (29) Archivo Histórico Municipal de Jaén (A.H.M.J.), «Libro de cuentas de propios de la cibdad de Jaén», leg. 185, asiento de 22 de diciembre de 1573. (30) A.S.C.S.A., Libro de Actas del año 1605, Acuerdos de 24 de abril. (31) Ibídem, Acuerdo de 15 de mayo. 18 BOLETÍN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS GIENNENSES La capilla de música con esta notable incorporación se compone, en 1606, de 7 cantores, 1 bajón y 3 ministriles más, probablemente 3 chirimías, ó 2 de éstos y 1 sacabuche, además del organista que tocaría también la guitarra o el arpa (32) para realizar el bajo continuo que la estética del barroco exigía, tal y como ocurría con el segundo organista en muchas catedrales españolas; todo ello, más los 5 mozos de coro que también podían intervenir, estaba dirigido por el maestro de capilla. Hacia el primer tercio del siglo xvn, época belicosa, de epidemias, de malas cosechas, de hambre y muerte, en definitiva, que llevó consigo la decadencia jiennense y la de su población, se observa una disminución de la capilla, la cual contaba en 1634 con sólo 5 músicos, entre cantores y ministriles, mientras que los mozos de coro quedaban reducidos a 3, de los 9 que existían al terminar la primera década del siglo. En 1662, el maestro de capilla Francisco de Medina denuncia la falta de músicos para la octava del Corpus, por lo que se ven obligados a «convidar» a otros no pertenecientes a la capilla musical (33). En el año de 1632, sin embargo, observamos cómo el salario del organista que permanecía invariable desde mediados del siglo xvi, asciende de 3.000 a 5.000 maravedís, más las 12 fanegas de trigo, lo que realmente representaba 10.000 maravedís y 24 fanegas de trigo, mientras que los salarios del maestro de capilla y de los cantores se mantienen dentro de la media existente a fines del mismo siglo. Hacia el último tercio del siglo xvn encontraríamos de nuevo recuperada la capilla con un total de 9 componentes, entre cantores y ministriles; entre estos últimos se encontraban los dos intrumentos insustituibles: el bajón a cargo de Cristóbal Berruga, y el arpa al del organista Diego de Peña (34), junto a otros como el sacabuche y la corneta. A lo largo de este siglo aparecen los siguientes organistas: Sebastián de Oviedo (de 1603 a 1617, en que dimite). Gaspar de Pancorbo (de 1617 a 1632, en que murió). Juan de la Peña (de 1632 a 1671, en que murió). (32) Ibídem, año 1632, Acuerdo de 18 de julio. Para el conocimiento de los instrumentos que realizaban el bajo continuo en la música religiosa, ver López-Calo, J., «La Música religiosa en el barroco español. Origen y características generales», en La Música en el Barroco, Oviedo, 1977, pág. 186, nota 43. (33) Ibídem, año 1662, Acuerdo de 19 de junio. (34) Ibídem, año 1679, Acuerdo de 31 de diciembre. ____________ LA MÚSICA EN LA SANTA CAPILLA DE SAN ANDRES... 19 Melchor de la Peña (hijo del anterior, en 1671). Diego de la Peña (de 1672 a 1692). Antonio de Pancorbo Peña (de 1692 a 1705?). Entre las diversas oposiciones celebradas durante esta centuria, cabe destacar las correspondientes al órgano vacante en el año 1632: el interés de ellas radica en ser unas de las más competidas del siglo y por la exposición de algunos detalles concernientes a la forma de convocarlas y de llevarlas a cabo, que queda reflejada en el libro de actas correspondiente. Los edictos de convocatoria daban un plazo de 14 días y ofrecían el salario de 10.000 maravedís y 24 fanegas de trigo, en el que ya estaba incluido el correspondiente a la iglesia de San Andrés; se fijaron en un «pilar de la ygla mayor de Sr. San Andrés desta ciudad y en otro de la yglesia Mayor y de la ygla de San Ylefonso della» (35). Se opusieron a dicha plaza Cristóbal de Zafra, organista de Jaén; Antonio Sánchez de Torres, clérigo de menores, y Juan de la Peña. Se nombraron como jueces examinadores de «canto» y «tecla» a Manuel del Portillo, maestro de capilla de nuestra institución, y a Sebastián de Oviedo, organista de la misma, que dimitió en 1617, los cuales juraron «fidelidad y rrectitud» (36). «Fueron tañendo el organo y manicordio cada uno de los opositores» estando presentes los señores de la Santa Capilla y los jueces; tras el dictamen de éstos, el gobernador y los consilarios de la misma nombraron en el órgano a Juan de la Peña (37). A los pocos meses de este nombramiento el órgano recibiría el «aderezo» de Juan Bautista. Entre los diversos acuerdos del gobierno de la Santa Capilla podemos destacar uno de diciembre de 1679. Su interés, además de mostrarnos la antigua costumbre del aguinaldo, reside en reflejarnos la situación económica de los músicos y la dificultad de los tiempos. El acuerdo, en esta ocasión, no sólo señala el «aguinaldo», como era frecuente hacerlo todos los años con motivo de la celebración de las Pascuas, sino que lo justifica «en consideración del corto salario que gozan y calamidad de los tiempos» (38); también observamos que en lugar de ofrecer una cantidad global por todos los (35) Ibídem, año 1632, Acuerdo de 18 de julio. (36) Ibídem. (37) Ibídem. Como señala Inmaculada Quintanal, a diferencia de las oposiciones al magisterio de capilla, las actas de las iglesias y catedrales españolas son poco explícitas al tratar de los ejercicios que se realizaban en las oposiciones al órgano. Quintanal, I., La música en la catedral de Oviedo en el siglo xvm, Oviedo, 1983, pág. 149. (38) Ibídem, año 1679, Acuerdo de 31 de diciembre. 20 BOLETÍN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS GIENNENSES componentes de la capilla de música, se le asigna a cada uno una cantidad: al maestro de capilla, Francisco de Medina, se le ofrecen 20 reales, cantidad que desde principios de siglo se venía dando por el papel y el trabajo de componer villancicos o chanzonetas, en su caso; a Diego de Peña, organista y arpista, se le otorgan 33 reales para cuerdas; a Diego Marcos, sochantre, 33 reales por cantar los villancicos; y a otros músicos, como Juan de la Trinidad, Miguel Martínez (contralto), Miguel de los Santos, Cristóbal Berruga (bajonista), Diego Cano (sacabuche) y Pedro Rodríguez (ministril), cantidades similares, excepción hecha de Cristóbal Lara (contralto), que recibió 50 reales (39). A lo largo del siglo volvemos a observar la inestabilidad de los maestros de capilla reflejada en el número de los que con rapidez se suceden a lo largo de los primeros 18 años; posteriormente, sin embargo, hay un largo período más estable en el que encontramos algún maestro, como Francisco de Medina Cobo, que permaneció en su cargo durante más de 40 años, de 1649 a 1690. Esto, quizás, sea debido, o al menos explicable en buena medida, al aumento que se observa, a partir de 1618, en el salario de los maestros de capilla; así, de los 20.500 maravedís a José de Molina (1611), pasamos a los 29.322 de Manuel del Portillo (1618), o a los 28.000 maravedís de Francisco de Medina (1649). Los maestros de capilla se suceden de la siguiente manera: Cristóbal Suárez (de 1602 a 1661). José de Molina (de 1611 a 1616, año en que murió). Juan Benítez Riscos (en 1616). Bartolomé de Navarrete (en 1617). Manuel del Portillo (de 1618 a 1638, año en que murió). Diego Blas de Guedeja (de 1638 a 1648). Francisco de Medina Cobo (de 1649 a 1690). Juan Benito López de Contreras (de 1690 a 1702). Durante este tiempo la capilla de música actuó en diversas fiestas ajenas a su digna institución, como en las organizadas por la Cofradía de los Santos Reyes y San Benedicto de Palermo, en las que intervino en diversas parroquias (S. Juan, S. Bartolomé, S. Ildefonso), al menos en los años que van desde 1600 a 1611 (40), o en la iglesia de San Francisco (1691), con mo- (39) Ibídem. (40) A.H .D .J., Cuentas de la Cofradía de los Santos Reyes (1600-1611) (fls. 28 a 34 v.). Ver Ortega, R., «La cofradía de los negros en el Jaén del siglo xvii», B.I.E.G., núm. XII, 1957, pág. 129. LA MÚSICA EN LA SANTA CAPILLA DE SAN ANDRES... 21 tivo de las fiestas de «carnestolendas»; sabemos que en otras ocasiones le fue denegada la asistencias a fiestas, como la prevista en el pueblo de Torredonjimeno en 1652 (41). En algunas ocasiones los músicos de la Santa Capilla asistían también, en colaboración con los de la catedral, como ocurrió en 1647 en las fiestas celebradas por la Cofradía de San Ildefonso (42).

miércoles, 17 de abril de 2024

GINÉS MARTÍNEZ DE ARANDA, SUS CONSTRUCCIONES MOLINERAS

GINÉS MARTÍNEZ DE ARANDA, CONSTRUCTOR DE MOLINOS

Son varios los artículos que he escrito sobre el maestro de obras Ginés Martínez de Aranda. Desde el descubrimiento de su testamento y la partición de sus bienes hasta su última etapa en tierras alcalaínas dirigiendo las obras de la sacristía de la Iglesia Mayo. Unos los fueron por los años ochenta en revistas locales, como las del programa de ferias del Castillo de Locubín. O le dediqué varios artículos en este periódico provincial Jaén. Decía en uno de los últimos publicados: “A la hora de desvelar enigmas de la biografía de los personajes o artistas de Jaén, juegan un papel fundamental las fuentes documentales relacionadas con sus momentos culminantes de su trayecto vial. Si las partidas de bautismo o los certificados nacimiento dejan en entredicho muchas hipótesis promovidas por el simple comparativismo, las partidas de defunción abren un abanico informativo que encuadra a los personajes desde su entorno familiar o generacional hasta su estilo y modo de vida (hacienda, tendencias, estudios, cultura...). No podemos obviar ni pasar por alto la contribución de los estudios genealógicos con su diversa gama de documentos para complementarla. Hace años, se divulgó un descubrimiento muy esperado que fue la división y participación de bienes de Ginés Martínez de Aranda, en el que se insertaba su testamento escrito en Castillo de Locubín en 1622 ante el notario Lucas Jordán. Ponía al día el entorno familiar de este maestro de obras, nacido en tierras de Jaén, y que dejó sus huellas en tierras muy lejanas de la provincia del Santo Reino”. Pero  lo que nos presenta la historia, dos nuevos testamentos anteriores a esta fecha se han  descubierto, firmados por su puño y letra

Ya comentamos uno levantado ante el  escribano castillero Juan Bautista Cano, en seis de enero de 1616, según recogen sus protocolos notariales de Castillo de Locubín donde lo realizó siendo testigos don Alonso de Benavides, Juan Colomo el Viejo y Pedro Hurtado, todos vecinos de esta villa. Lo redactaron, estando enfermo de cuerpo, pero sano de alma (en voluntad, entendimiento y juicio, pero antes el temor de sobrevenirle la muerte), y declarándose vecino de Castillo de Locubín como Ginés Martínez de Aranda.

Pero, antes de este testamento hubo, al menos, otro anterior levantado ante el escribano alcalaíno Francisco Jiménez, en 22 de mayo enero de 1598, según recogen sus protocolos notariales de Alcalá la Real y Castillo de Locubín donde los realizó siendo testigos Bartolomé Ruiz de Prados, Antón Martín, y Martín Sánchez de la Jurada, todos vecinos de Alcalá la Real y de su villa del Castillo de Locubín (sic). No se le olvidaba que había dejado en una arquilla a un criado del obispo de Cádiz, don Maximiliano, una ropa y una camisa. Lo redactaron, estando enfermo de cuerpo, pero sano de alma(entendimiento), y declarándose maestro mayor de obras de la ciudad de la Mota y vecino de ella como Ginés Martínez de Aranda. Tras la fórmula de rigor de testimoniar con fórmula simple sus creencias católicas, inicia una serie de mandas, que aportan los datos biográficos. Nos descubre datos muy interesantes de su biografía tras su estancia desde 1595 en Cádiz con el abad Maximiliano de Austria y resalta por ser el primero que, hasta ahora, se ha descubierto con seguridad. Declara que, en el día de su enterramiento, sea enterrado en la iglesia alcalaína de Santa María la Mayor o la castillera de San Pedro, a criterio de su esposa María de Morales para el día su entierro, manda ser acompañado por los beneficiados, curas y capellanes de Alcalá la Real y, si fuere en la villa, todos los religiosos de Castillo de Locubín. Se manda que se digan la misa de réquiem cantada, y otras misas por su alma (las nueve de las fiestas de la Virgen, doce de los Apóstoles, cinco por las Llagas de Jesucristo, tres de Espíritu Santo, y varias series de cinco en las festividades San Amador, Santos Juanes, Santa Ana, San Ginés, Dulce Nombre de Jesús, San Andrés entre otros), 6 por su suegro, y las seis misas por las ánimas del Purgatorio son frecuentes en los testimonios, pero las seis de sus hermanos.  Se señala a su mujer, la castillera María de Morales, para que ella administrase una manda de misas por su alma donde quisiere y en el sitio que le placiere al ser sepultado. Recuerda la carta dotal que trajo para contraer matrimonio en la cantidad de cien ducados, con el fin de que lo supieran sus herederos, cuando falleciera su madre. Estos herederos los nombra universales para que se repartan los bienes cuando falleciere tras pagar todos los gastos; eran María de Aranda, Ginés Martín de Aranda y Juan, y otra póstuma, ya que su esposa estaba preñada, No se habían casado, por tanto, no habla de dotes futuras.

Ya comenzaba a invertir en ganancias y adquirir tierras y bienes, entre ellos una alameda de Jerónimo Navas en la Ribera del Nacimiento del Río del Castillo de Locubín por la cantidad de diez ducados. Pero resulta muy interesante para conocer las obras de esta etapa del maestro de obras baezano y asentado en las tierras de la abadía de Alcalá la Real (Castillo y Alcalá). Citaba a sus hermanos Juan y Francisco, a los que dejaba unos vestidos de paño, uno vellorí y otro ferreruelo.

Como maestro de obras, por la parte civil estaba realizando UN MOLINO y le acompañaban Miguel de Bolívar y Bernardo Sánchez,Era el molino del licenciado Carvajal, abogado de la Real Chancillería de Granada, en Alomarte del término de Íllora y ya había recibido adelantos y algunos pagos para alcanzar la cantidad de 205 ducados, los contratos los había firmado en las escribanías de Granada y mantenía algunas deudas por su trabajo y la obligación de darles de comer sábados y días de fiesta. Con Bernardo Bonmar, contrató y construyó un molino con su casa en Milanos de Montefrío de Granada por 150 ducados, y trabajaba en la obra Bastián Pérez.

Por la parte religiosa, realizaba una parte de la obra de la ermita de San Bartolomé, que los maestros Miguel de Bolívar y Juan Sánchez habían tasado en 20 ducados, que concedió como limosna para obra de la iglesia. Y también llevaba a cabo el avanzado de la Iglesia Mayor de Alcalá la Real a la parte de la tribuna y torre para ganar "cierto viraje que tenía de más abancamiento en la parte de la capilla mayor, porque con ello se conseguía que la obra quedar más perfecta y más sigura".

 

Su maestría era compartida en obras y enseñanza a aprendices, entre los que cita a Cosme (desde 1595 le pagaba a ducado y medio al mes),  ya Damián, hijo de Juan López de Elvira (le ajustaba las cuentas que le debía del vestido con la casa de Juan Francés).

Declaraba como albaceas a su esposa María de Morales, al mismo que anulaba cualquier declaración o codicilos testamentarios. 

Este nuevo documento amplia la biografía artística de Ginés desde el punto de vista de la arquitectura civil con la labor de construcción molinera, así como su escuela de cantería y sus colegas. También, se expande su obra por tierras granadinas, aunque sabíamos que había trabajado en la catedral de Granada. Es muy interesante que se rellena la etapa desde que marcha a Cádiz y regresa sin olvidar su labor como maestro mayor de obras de la ciudad de Alcalá la Real, donde se avecina.

 

LOS MOLINOS GRANADINOS

 

 

 

 según recogen sus protocolos notariales de Alcalá la Real y Castillo de Locubín donde los realizó siendo testigos Bartolomé Ruiz de Prados, Antón Martín, y Martín Sánchez de la Jurada, todos vecinos de Alcalá la Real y de su villa del Castillo de Locubín (sic). Como maestro de obras, por la parte civil estaba realizando como maestro y le acompañaban Miguel de Bolívar y Bernardo Sánchez el molino del licenciado Carvajal, abogado de la Real Chancillería de Granada, en Alomarte del término de Íllora y ya había recibido adelantos y algunos pagos para alcanzar la cantidad de 205 ducados, los contratos los había firmado en las escribanías de Granada y mantenía algunas deudas por su trabajo y la obligación de darles de comer sábados y días de fiesta. Con Bernardo Bonmar, contrató y construyó un molino con su casa en Milanos de Montefrío de Granada por 150 ducados, y trabajaba en la obra Bastián Pérez.







AHPJ. ante el escribano alcalaíno Francisco Jiménez, en 22 de mayo enero de 1598

MOLINOS ALCALAÍNOS

No fue esta su única actividad constructiva molinera, sino que, en su última etapa de su vida se encuentran nuevos datos de su participación  en varios molinos. En 1614, concertaron  con  el presbítero Alonso de Herrera su participación en tres molinos de la Ribera de Alcalá la Real los canteros de nación portuguesa Domingo Martín, Martín  Domingo, Juan Domínguez y Juan González, naturales de Viana. En concreto se comprometieron a hacer " cinco cubos y alcobas en  los molinos que se les pidiere en la ribera, cuatro cárccabos  , y paredes de los dichos molinos y lo demás anexo a ello". Y lo hacían con las siguientes condiciones:
1.-Los cinco cubos o alcobas tenían que hacer como se les pidiere labrando la piedra principal deellos, que debía estar sacada y puesta a costa del beneficiado de la iglesia de San Pedro,  y labrada  y hacer la obra a costa de ellos.
2.- Todas las demás piedras y guijas para la guarnición de los cubos y alcobas debían juntar y poner los dichos canteros.
3.-Han de hacerse cuatro cárcabos en el molino del Cubo y en el nuevo de piedra de cantería , que ha de ser puesta a pie de obra de los molinos.
3.-De la misma manera las paredes de los tres molinos, y se entiende poe los cuerpos de los molinos de la una parte  y la otra en esta forma que en la pared de  la abacera  de los canales se ha de hacer de esquina a esquina tan solamente lo tomarán del cuerpo de los molinos y, no de la casa, y de la otra banda y pared lo que parciere ncecesidad y lo dijere al criterio de Ginés Martínez de Aranda. Todo esto sacada de cimiento según lo pidiera la obra. 
4.- los cárcavos que se habían de hacer en elos molinos ha de estar y dejar a su cargo la piedra  y obra  de los que es´tan hechos. 
5. -La presencia en la obra de l maestro de cantería Ginés Martínez de Aranda corría a lo que fuera ncesaria y su pago la mitad por los contratantes canteros y la otra por el beneficiado.
6.-Elicenciado Alonso de Hwerrera se comprometía a aportar toda la arena, teja, ladrillo, aceite, y cal puesta en pie de obra.
7.-Montaba el  coste de la obra 225 ducados y cada día de obra a cada uno pan y medio, medio azumbre de vino  y media libra de carne o pescado.
8.-La obra acababa a final de mayo, y se le debía dar el material a pie de obra y a tiempo para que no se dejare de trabajar. También, se le debían entregar la madera para apuntalar y para las cimbras y clavazón.
9- Si el primer cubo saliera errado al fallo de Ginés Martínez de Aranda, los contratantes perderían el trabajo y el beneficiado las costas. 





AHPJ. LEGAJO 4873, FOLIO 5. Escribano Juan Rodríguez de Cebreros. 5 de enero de 1614

martes, 16 de abril de 2024

PABLOS DE ROJAS. UN ESPEJISMO, SU TESTAMENTO

Creíamos que lo habíamos encontrado; el testamento del escultor Pablo de Rojas, en noviembre de 2012. Y nos dimos con el canto en un diente. Era su sobrino, hijo de Nicolás de Raxis, de quien tomó nombre y apellido reformado, casado   con María Jesús y fue  un tundidor con su tienda. Murió sin hijos, y dejó hacienda a su esposa y madre. Fue enterrado en su parroquia de Santo Domingo de Silos. Le dijeron 200 misas.






EL CORRAL DE COMEDIAS DE ALCALÁ LA REAL





 

Ya sabemos que las representaciones teatrales se desarrollaron a lo largo del siglo XVI en la ciudad de la Mota. Pero, lejos de escenarios provisionales u oportunos según las circunstancias, un recinto estable y dedicado a la presentación escénica de obras de teatro ( comedias, sainetes, entremeses  y pequeñas obras) tardó  unos años más para lograr su ubicación  en la nueva ciudad que se extendía al Llano de los Mesones. Desde principio, estuvo ligada  esta actividad a la cofradía e iglesia de la Santa Veracruz, relacionada con la hermandad del mismo nombre y dependiente de la abadía.

En torno al año 1610, comenzaron a  gestionar este lugar estable y realizaron la venta de varios bienes s que debieron estar implicados en la gestión de esta construcción. En dos de diciembre de este año, su hermano mayor Juan de Álvaro  y oficiales el jurado Pedro Martín de Cabrera y el jurado Juan de Morales y Diego de Cabrera, rector del Hospital del Dulce Nombre de Jesús manifestaban que  este se hallaba unido a la iglesia de la Veracruz. El hermano mayor presentó varios testigos, entre ellos el escribano de estos documentos y su hijo Juan Rodríguez de Cebreros, el cura Pedro Castillo ,  Miguel Ortega Vallejo y Antón o Fernández de Rivilla que no sólo refrendaban las palabras anteriores citando que el corral, que tenía acceso al cementerio e iglesia de la Veracruz,  era un huerto  inservible y de mucha utilidad si se hacía corral para un teatro,  o, en otras palabras, se labraba patio y casa para corral de comedias con sus corredores, y con los ingresos y limosnas de los comediantes  y de los que entraran a ver las comedias sería de mucho provecho para la iglesia de la Veracruz y pobres del Hospital. Con estos testimonios, el provisor Gutierre de Pineda el día cinco del mismo mes dio licencia para vender censos hasta la cantidad  de 100 ducados.

 

 Y posteriormente ya tenían la licencia del señor abad  para “que se labre el dicho patio  con corredores para corral de comedias en un corral accesorio que la Veracruz tiene, linde con el cementerio, calles y casas de Alonso de Ballartas, por no servir ni ser de provecho el, dicho corral para la casa de la Veracruz, e por la certidumbre que lo será de muncho  alquilándose para las dichas comedias la dicha obra y edificio an de ser a costa de la dicha cofradía y hospital a mitad , para que los provechos y limosnas an de ser por la mitad y para pueda tener efecto , el señor abad dé licencia para que pueda vender todos los censos que la cofradía tiene hasta la cantidad de 100 ducados ”.  En 24 de enero de 1611, se comprometían a vender el  censo de 32. 000 maravedíes, cargado sobre Cristóbal Ruiz de Higueras y Catalina de Santisteban,  al presbítero Lorenzo Peñalver con la licencia y aprobación del abad don Alonso de Mendoza, de lo que  daba fe el notario apostólico ante Juan Rodríguez de Cebreros (LEGAJ0 4867, folios 41 y ss).

Y así aconteció unos días después con el contrato de venta entre la cofradía de la Veracruz y  el presbítero Lorenzo Peñalver. Posteriormente, llegaron las obras  y una actividad más estable se va a desarrollar a partir de estas primeras décadas del siglo XVII con el nacimiento de esta Casa de Comedias, que estaba patrocinada por la Cofradía de la Santa Veracruz. Pronto esta dejaba su organización al frente de unos arrendatarios que le pagaban anualmente una cantidad fija que alcanzaba los ciento cuarenta ducados en el año 1628. El contrato se fijaba para dos años. Más tarde esta actividad vino a menos en el siglo XVIII hasta prácticamente desaparecer.

            No es extraño que lugares como el Corral de Comedias, que apenas podía mantener  la cofradía de la Veracruz recibiera subvenciones de arreglo de los aposentos oficiales y de la estructura de su fábrica ( la cofradía y su mayordomo Martín García recibe 100 ducados en 18.4.1669). Se remozó con la ayuda de doscientos ducados el Corral de Comedias de la cofradía de la Veracruz, donde acudían los miembros de la ciudad y sus esposas a los aposentos reservados.  Las obras de teatro se realizaban a lo largo del año y ya no se reservaban a ciertos periodos, sino que se celebraban en el mes de mayo, junio y agosto como la compañía de Luis Pascual que tuvo que ser subvencionada en el mes de agosto porque no acudía gente. En 1684, de nuevo el Corral de las Comedias se remozó en los aposentos de la ciudad  fijando las armas reales, de la ciudad y de la Cofradía de la Veracruz. En el siglo XVIII, despareció la actividad y se transformó en la Escuela de Cristo. Hoy está transformado en un  Hotel Boutique con el nombre de  Palacio de la Veracruz  y se encuentra en pleno centro histórico de Alcalá la Real. Este antiguo Corral de comedias (1611), junto a la desaparecida iglesia de la Veracruz, es una construcción modernista de principios del siglo XX del maestro de obras Domingo Sánchez Velasco. Este  Hotel Palacio de la Veracruz presenta una interesante muestra de arquitectura historicista y modernista, en un edificio totalmente restaurado y adaptado para ofrecer sus servicios al visitante. 

. En el siglo XIX,  tras la desamortización del convento de Consolación, una parte de su claustro fue Teatro de la Casa Cuna , que era subastado. En la segunda mitad del siglo XIX se llamó Teatro Leiva por sus contratantes. Aquí, en uso en 1852, se subasta por el propio ayuntamiento. 

yPUDO ESTAR DENTRO DE ESTE LOCAL. 


 

 

VARIOS AÑOS DESPUÉS, SABEMOS LA RENTA.  550 REALES. 



 

 

 

sábado, 13 de abril de 2024

viernes, 12 de abril de 2024

VERACRUZ, EN ALCALÁ LA REAL INFORMACIÓN



 VERACRUZ      

La calle de la Veracruz debe su nombre a la iglesia de la Veracruz, que se fundó en torno al  1550, junto con una cofradía, corral de comedias, cementerio  y hospital del mismo nombre, complejo que subsistió hasta finales del siglo XX reconvertido en Escuela de Cristo y transformado en viviendas con el sello de Manuel de la Morena al ser vendidas por la diócesis de Jaén en el segundo decenio del siglo XX. La vida de la sociedad del Antiguo Régimen la mantuvo como complemento festivo y del sector servicios en esta calle, desde los sanitarios hasta los de ocio con el local teatral, por donde pasaron las mejores compañías en tiempos de fiestas.

Tras la desaparición del teatro en el siglo XVIII, en sus dependencias se instaló aquella mistérica  escuela, junto a la iglesia que ocupaba la el primer edificio  a mano derecha mirando hacia la Mota.  En esta calle se reflejó el espectro social de la vida alcalaína en sus diversos tramos o secciones de cada uno de sus viarios. En los primeros, habitaron e hicieron vecindarios las familias hidalgas, mayores pudientes y personal del aparato de servicios de la ciudad. Conforme la ciudad subía a los aledaños de la Mota, se avecindaban  las clases populares que eran en sus mayorías, labradores, pegujareros,  campesinos, jornaleros. Se establecieron  en casas unifamiliares y de vecinos en las mansiones de fachadas de piedra , muchas de ellas cubiertas de cal blanca. Finalizaba esta calle con  ochenta vecinos ( casas o viviendas en la terminología actual) , más los diez  religiosos. Abundaban los oficios ( escribano, médicos, hornero, panadero, zapateros, albañiles sastres, organista, etc.)  y casi se equilibraban con pegujareros, rentistas y jornaleros. Eran casas, en su mayoría, de mediana extensión salvo casos aislados de mayor amplitud. Los hidalgos estaban ligados con los Rivilla, Ruíz Ruano, Ramírez, Robles,  y los Cedillo. Muy ilustrativo era el famoso hidalgo Juan Beltrán de Callaba, por ser un poeta y extravagante personaje que dio nombre a una venta que comunicaba con las tierras de Iznalloz en Mures. El clero y sus instituciones religiosas poseían muchas casas en forma de capellanías, censos o memorias. Donde se hacinaban los miembros de las clases populares   El formato de casas se mantuvo hasta  muy avanzado el siglo XX, como sociedad rural, con viviendas compuestas  de corral, patio, bodega de tinajas, portal, cocina, cuarto principal, segundo, y algunos más según la extensión de la vivienda,  y cámaras  en torno a tres cuerpos .


         Ya llegado el siglo XX, nuevos miembros de empleados (banca, enseñanza, correos, telégrafos, sacerdotes, maestros) industriales, hacendados y propietarios como  Caldas, Castillo, Serrano, Montijano, Muñoz, Rodríguez, Belbel, Muñoz, Córdoba, Belbel, Santaolaya,   González de Lara,  o  Sierra sustituyeron a los antiguos hidalgos conformando  y residiendo en las nuevas viviendas que, en los primeros tramos, sustituyeron la fachada blanca de diseño andaluz por las nuevas de tendencia ecléctica y modernista, diseñadas por La Morena, Domingo Sánchez, Granados  o Cándido García. Comenzaron, por estos años,  a disfrutar del servicio de agua,  alumbrado público y el arrecifado de la calle por ser vía del itinerario oficial de las procesiones públicas. Los tramos altos se mantuvieron  con diseño tradicional  de corte andaluz, salvo las casas de vecinos como la del Cura en el tercer tramo ( de finales de los siglos de la Ilustración). En esta sección hasta mediados del siglo XX, no se disfrutó de servicios como el agua a nos sr de los pilares públicos.

La calle ofrece una perspectiva  bellísima con  el fondo majestuoso de la fortaleza de la Mota  contrastando con la línea de suave curva  serpeante de sus blancas fachadas de los  dos últimos tramos. Es un canto a un tiempo que refleja una ciudad  que baja al llano y se hace comercial  manteniendo el recuerdo de una sociedad agrícola en sus partes más elevadas. Es una trova y una llamada a  la pervivencia de un casco antiguo, que se transforma en  estos nuevos tiempos de una sociedad del ocio, donde hacen aparición   el turismo rural  y nuevos planteamientos que se adapten a una sociedad no rural y modo que sustituyan al antiguo vecindario que ya no depende de la agricultura. Es el momento oportuno para ese cambio. La Veracruz ya no es una calle de tinte religioso, ni suenan las ruedas del carro de Tespis, tampoco los negocios de servicios abundan  como en los primeros años siglo pasado, pero se están abriendo otros establecimientos  con muy buenas perspectivas, en esa línea se recuperará totalmente aquella calle de la Vera Cruz.



 

Antes de Qalat Astalir Leyenda e Historia en el Renacimiento entre nombres romanos

 Antes de Qalat Astalir
Leyenda e Historia en el Renacimiento
entre nombres romanos

Francisco Martín Rosales


Esta comunicación pretender rendir homenaje a Carlos Borrás Querol. Su


llegada a nuestra ciudad fue un acicate para nuestra ciudad en muchos cam-

pos, patrimonio e historia desde los años noventa del siglo pasado. Ha sido


un testigo de un tiempo muy fructífero de Alcalá cuya presencia ha quedado

plasmada en las diversas convocatorias y actuaciones de las Escuelas Talleres,

Taller de Empleo, Museo Local, y Patrimonio de Alcalá la Real. Enseñó a

muchas generaciones: ofcios, arqueología e historia y muchas realidades de

estos campos vienen marcados por su huella.

Callet Astigitana


Algunos autores recogen antiguas fuentes renacentistas y remontan su fun-

dación a los túrdulos y los turdetanos. Pero, no realizan ninguna referencia

arqueológica ni cita documental. Muy interesante es la descripción de Alcalá

la Real por parte Juan Antonio Estrada1

.


1 Estrada, Juan Antoni. Historia de la Población de España. Tomo 2o, Folio 39.


240


Ni que decir que hay restos de lugares íberos en esta ciudad, y en sus

alrededores. También, se han hallado muestras de numismática fenicia. Pero,

como ciudad, no podemos atestiguarla ni denominarla. En cuanto Callet As-

tigitana, la citan Modesto la Fuente y Miguel de Morayta, siguiendo la His-

toria Naturales de Plinio2


. Y consideran que es una ciudad sometida a Astigi (Écija). Pero, los datos arqueológicos señalan a Fuente Teba el lugar de Callet Astigitana.3


Como dice Barea, en este artículo:

La Callet astigitana debió estar en la orilla derecha del curso alto del Guadaíra. La colonización romana potenció los asentamientos junto a las explotaciones agrícolas, lo que, unido a la condición privilegiada delos Aeneanici desde tiempos de César, 40 explica que el cerro de La Guirnalda llegara a ser un núcleo urbano importante al menos hasta el V d.C.


Frente a la presencia de sillares de edifcios públicos y otros hallazgosmonumentales, conmemorativos y cerámicos de época imperial, los restos anteriores de poblamiento carecen de categoría urbana, aunque esposible que la moneda se acuñase en este lugar. La ceca de Callet también puede corresponder al yacimiento de la sierra de Montellano, dondepudo estar el castillo medieval de Sillibar, llamado Cote el Viejo en 1342,y luego Pancorvo por un antiguo propietario oriundo de Burgos. Aquí lollamaré Montellano, que debió ser el nombre del monte llano cuya cimaocupa, antes de que diera nombre a la Puebla de Montellano que yace a2 La Fuente, Modesto Historia de España, Tomo 1o, pág, 44-5, Miguel de Morayta HistoriaGeneral de España, Libro 1o, apéndice 3o, capitulo 3o.


3 Barea, Joaquín Pascual. Callet y callenses aeneanici (Montellano, Morón): la ceca, el topó-

nimo, el territorio y los oppida,sus pies, habitada desde la segunda mitad del siglo XVII,42 y villa desde

1788 llamada hoy Montellano.

Ategua

Antes de Qalat Astalir, durante el Renacimiento, los eruditos y estudiosos denuestro pasado entre la leyenda y la historia, no existían entre sus pobladoresreferencias claras de Ategua sobre su pasado romano, salvo la existencia demuchos villares a lo largo del territorio del municipio alcalaíno. El primeroque aporta datos sobre ello fue Andrea Navaggiero de la siguiente manera:“Apenas se sale de Alcalá, se ven vestigiosde una ciudad antigua, la qual se cree quefue Ategua”. “El sitio conserva un nombresemejante, pues una fuente que hay en él sellama de Teivela, “que hay cerca un castilloque guarda su nombre Ucubin y se llama Lucubín”. Y, con las excavaciones dirigidas por


el profesor Borrás se confrma la presencia romana con los restos de una población , de-

nominada arbitrariamente Domus Herculana.


Pero la ciudad antigua de Ategua es un yacimiento arqueológico situado en el término

municipal deCórdoba (España) que fue declarado Monumento Nacional en 1982 y Bien de

Interés Cultural como Zona Arqueológica en 2004., situado a unos 20 kilómetros al sureste

de Córdoba, junto al río Guadajoz y dominando un antiguo camino que comunica Córdoba

con la zona de Granada. Ategua jugó un gran papel en la última fase de la guerra civil en-

tre cesarianos y pompeyanos (el denominado Bellum hispaniense), culminada con la toma

de Corduba y con la defnitiva victoria de César en la célebre batalla de Munda (45 a.C.),las excavaciones arqueológicas realizadas en los años sesenta y ochenta del siglo pasado,bajo la dirección de los arqueólogos A. Blanco Freijeiro y M. Martín Bueno, pusieron derelieve una dilatadísima historia en el yacimiento desde el primer poblamiento de la Edad del Bronce como núcleotartésico y oppidum iberorromano,sobre todo en época medieval, hasta la época medieval. Con la conquista castellana de la zona, en los añoscuarenta del siglo XIII, se llevarona cabo nuevas construcciones de refuerzo de sus puertas almohades, torre y baluare, que sirvió para controlar las comunicaciones entre Córdoba y Granada. Tras un mercado en una plaza extramuros del siglo XIV, elasentamiento fue abandonado, convirtiéndose Ategua en un despoblado junto al Cortijo de Teba la Vieja.


Flavia Auresis, Callecula, Sucaelo, Municcipium Polconense y otrosCoincidimos con Mauricio o Pastor y el Padre Sotomayor em que sólo hayatribuciones de eruditos antiguos sin fabilidad alguna a los nombres romanosde Alcalá la Real.


Hay que comenzar rechazando, sin discusión alguna, muchos de los nombres que los autores decimonónicos, como J. A. Estrada, M. La Fuente,Morayta, F. Rus, J. De Dios de la Rada, F. Lozano, A. Guardia Castellanoetc. Han venido señalando como los nombres antiguos de Alcalá la Real ycuyas traducciones y localizaciones exactas han sido subsanados por lainvestigación histórica actual sobre la base de la denominación arqueológica y epigráfca. Entre otros carecen de sentido las denominaciones deCallet Astigitana, Ula, Tucci Vetus, Ategua, Callecula, Flavia Aurensis yEbura Cerealis. Por su ánimo de ensalzar la antigüedad de Alcalá la Real,la mayor parte de estos autores buscaron en las fuentes clásicas nombresque pudieran adaptarse a esta ciudad, pero sin una crítica en las fuentes yotras veces se basaron en un simple resto epigráfco, o en un simple hallazgo monetario con referencia a una ceca determinada, que, evidentemente, no son pruebas sufcientes que permitan la identifcación de una ciudad4

”.

Y a estas añadimos las referidas, Municipium Polconense ( en Carcabuey y Alcalá la Real). MUNICIPIUM POLCONENSE, Lo mismo podría aplicarse a Osca que aparece en el texto de Plinio referido a esta zona.

4 AAVV. Alcalá la Real. Historia de una ciudad fronteriza y abacial. Tomo I, Pág. 273. Año 1999.


Antonio López de Gamboa, hijo del oidor Benito Lópezde Gamboa y Teresade Eraso, un escritor, al que se le atribuye una historia deAlcalá la Real, que se encuentra en la Biblioteca Nacional dentro del manuscrito anónimo de las Antigüedades de Alcalá la Real y restos de otras partes en el Archivo de la Parroquia de Santa María la Mayor5.Este autor defende la denominación de Municipium Polconense, basándose en la epigrafía. Pero no todas las inscripciones citadas proceden de 5 Don Antonio López de Gamboa y Erasso, primer alcaide hereditario alcalaíno, autor de la parte que trata de Alcalá la Real y su villa del Castillo de Locubín en el manuscrito 4.469 de la Biblioteca Nacional Por Carmen Juan Lovera Consejera del Inst. de Estudios Giennenses



Alcalá la Real, y se citan otras ciudades como Carcabuey y Castillo de Locubín, donde fueron 

recogidas lápidas con este nombre. Él era un coleccionista de objetos romanos y aparecen los lu-

gares y casas donde guardaba las inscripciones, pero no indica ni el origen ni 

su hallazgo. Por otro lado, la transcripción del texto presenta muchas incóg-

nitas. Hoy, día salvo algunos artículos como Carmen Juan Lovera, los demás


tratadistas consideran que Ipocobulco es Carcabuey, e, incluso se cita que el

descubrimiento de esa lápida estaba entre Alcalá la Real-Priego de Córdoba

en el Puerto del Torcón6 .Los eruditos locales del Renacimiento: entre la leyenda y la

realidad histórica


Para conocer el desarrollo entre la leyenda y la realidad para atribuir un nom-

bre, vamos a desarrollarla , primero con el nombre de Ula. Bajo el cobijo


abacial, sabemos que hubo eruditos y conocedores de la lengua latina y estu-

diosos del pasado romanos de Alcalá la Real, Antonio Blázquez, un cura de


la Iglesia Abacial, sabía latín, paleografía y lo llamaban como experto en


lengua latina para traducir y transcribir los textos antiguos por parte del ca-

bildo. También, en las bibliotecas de los hidalgos Pineda, Cabrera y Aranda,


solían existir en sus baldas documentos y libros referidos al pasado romano7

.


La leyenda de Ula

Y, como muestra de la falsa atribución a un topónimo romano de Alcalá nos

referimos al proceso de Ula, convertida de leyenda en nudo argumental para

defensa de intereses, mediante esta leyenda. Se introduce Alcalá como castro


6 Manuel Rubio Valverde, Manuel. El municipio romano de Ipolcobulcula (Carcabuey, Córdo-

ba). Aproximación a un estado de la cuestión. Anqtiquitas. 2018. N.o 30-


7 https://pacomartinrosales.blogspot.com/2023/04/el-alcaide-don-pedro-de-pineda.html


245


romano, castillo romano, sin embargo, la arqueología identifca esta ciudad

con Montemayor. Pues, Ula es una justifcación del concepto de lealtad real

relacionando a los alcalaínos, seguidores de César contra los pompeyanos en

la Guerra Civil. El alcaide Pedro de Pineda fue su defensor de ese nombre.

Humanista de esta época, por su testamento conocemos su biblioteca en su

casa de la Mota. Hay libros poéticos de Horacio, y otro de Erato; flosófcos,


con el Espejo de Consolación. Aristóteles, Juicio Moderado en latín, Espsi-

tulas de Julio, Sobre la ética de Aristóteles. Epístolas de Soto, y Compendio


de Filosofía Natural. Y en otro lote, los tres libros de Cicerón en tablas ne-

gras, Esferama, Décadas y otras obras de Livio, Salustio, Plutarco, Tito


Livio, Lucano, Terencio, Quinto Curcio, Copia verborum, Libro de Bello Ga-

lico, y Suetonio Tranquilo. De ahí que fuera un acérrimo defensor del pasado


romano de Alcalá la Real, en consonancia con el hombre hidalgo humanista

formado en la Antigüedad grecorromana por las universidades de Granada,


Alcalá de Henares y Salamanca, que frecuentaban los hijos de las élites alca-

laínas.


Es verdad que, en la Mota, restos de grandes sillares de argamasón sugie-

ren tiempos anteriores a la época de frontera. Algunos han propuesto para esta


fortaleza cierta cimentación romana por sus dimensiones y los remontan a

un pequeño castro de la República Romana. Sin embargo, en Medina Azahara,

hemos podido constatar la presencia de este tipo de sillería califal y nos queda


la duda de su identifcación temporal. Podemos afrmar que el origen ibero-

romano de la fortaleza se entronca con leyendas renacentistas, muy propias


de los humanistas, para justifcar el linaje de sus antepasados y su conexión

con la tradición grecolatina. Por eso, un erudito renacentista e, incluso, algún

que otro historiador actual proyectaron el origen de Alcalá la Real a esa época


romana justifcándola con la presencia de algunos elementos y objetos recien-

temente descubiertos y, lo que los arqueólogos actuales consideran aljibes


de estructura romana por sus revestimientos rojizos y por la media caña del

suelo interior. Los antepasados daban por hecho este origen y, para justifcar

sus privilegios y mercedes concedidos por los servicios hechos a la Corona,

remontaban su lealtad, incluso, hasta este periodo romano de la historia de

España. Si no, presenciemos esta escena del cabildo del catorce de noviembre

de 1597, cuando relataron la relación leal de Alcalá en tiempos de la guerra

civil entre Julio César y Pompeyo.

Hablaba en el ayuntamiento el conocido y erudito alcaide, don Antonio

de Gamboa y Eraso, alcaide y granadino afncado en Alcalá. Porfaba contra

las propuestas de algunos regidores, para que no se abandonara la Mota y

volvieran los ofcios y las tiendas a su recinto fortifcado. Lo argumentaba en


246


que no hubiera otra plaza mejor en la ciudad, porque allí se encontraban la


Iglesia Mayor, el Palacio del Abad, las Casas de Justicia y de Cabildo Muni-

cipal y la Cárcel Pública. Para que no se ofreciera ningún género de dudas,


refería que la lucha de ciento cincuenta años en la frontera del reino de Gra-

nada, le había hecho valer una gran cantidad de mercedes y privilegios reales.


En la misma línea de argumentaciones, le siguieron miembros de las familias

de los Clavijo, Pineda, Aranda, hasta que llegó el turno del capitán Juan de

Aranda Góngora, que zanjó de un modo rotundo el debate. No dudaban ni

tenían compasión alguna con los que querían destruir la fortaleza de la Mota

. Sus antepasados se forjaron en este recinto al servicio de los Reyes. Es

más, su a lealtad no sólo se remontaba a los primeros años de la cristiandad.

Le venía desde muy antiguo, como de mano en mano, se inició en tiempos

de los iberos, y, porque nuestro comportamiento era muy valeroso, la amó y

favoreció particularmente el mismísimo Julio César. Con los datos de famosos

eruditos y escritores del siglo XVI, refrieron que se conocía esta ciudad por

el nombre de Ula. Se basaba en que en uno de los recientes “Comentarios de

Julio César”, aparecía en su tabla de lugares, provincias y ríos, justamente en

su último folio: Ula Alcalá la Real, en el Andalucía. Una ciudad que había


demostrado el valor y lealtad de sus vecinos y se había alineado con los par-

tidarios del dictador romano en contra de Pompeyo. Según las fuentes escri-

tas, César daba fe de esta experiencia, porque los alcalaínos, más bien, los de


Ula, acudían siempre en ayuda del pueblo romano, representado en la guerra

entre los dos personajes por Cesar. Incluso citaron a Quinto Casio Longinos

de una familia muy relacionada con el ejército y la política romana. Pues era

un soldado ejemplar, cesariano convencido y con Marco Antonio, formaba el

círculo o la camarilla de los defensores de la política de César. Este lo trajo

a Hispania Ulterior, en contra de Varrón, lugarteniente de Pompeyo. Hasta


tierras béticas, llegó en su persecución. Le hizo una gran labor entre el someti-

miento de algunas poblaciones, como Ula, atrayéndoselas al bando cesariano


mediante concesiones de derechos a indígenas. Aunque confundían los cargos

romanos con los castellanos, porque escribían que era un capitán de César,

Longino, en vez de un lugarteniente, un tribuno militar o un centurión, que

jugó un gran papel.


El episodio de Ula ocurrió al fnal de la Guerra Civil. César logró sobrevi-

vir a varios asedios y consiguió la victoria sobre Farnaces en Zela, en Africa


venció a los pompeyanos en Tapso y pasó, de nuevo a Hispania, donde se


habían refugiado los hijos de Pompeyo. Estos se habían apoderado de la Espa-

ña Ulterior y cuenta el comentario de Hispania “ que Cneo Pompeyo, el moço,


empezó a encomendarse a la fdelidad algunas ciudades para adquirir más


247


fácilmente tropas con que hacer resistencia las tropas de César. Habiendo

pues juntado un mediano ejército, parte por ruegos y parte por fuerza, se dio

a destruir a la provincia. En este estado, unas ciudades le enviaban socorros

voluntariamente, otras, por el contrario, le cerraban las puertas. Este es el

caso de Ula, y de Longino. No hacían sino enviar continuos correos a Italia

para que César acudiese en su ayuda.


Longino, temeroso de que el ejército que gobernaba Córdoba, a cuyo fren-

te estaba un tal Marcelo, se vino a recoger a esta ciudad, confado en su valor.


Cual fue la sorpresa que encontró a Ula cercada y asediada por el propio hijo

de Pompeyo.

César entró a España y quería concluir la guerra de España. Fue avisado

del asunto por unos legados de Córdoba que habían desertado de Pompeyo en


Córdoba y se había anticipado a los espías de Pompeyo, que trataban de anun-

ciar a Pompeyo la venida de César. Este se enteró pronto de la difícil situación


en la que se encontraba Ula. Y dicen los Comentarios “ sabiendo César que


aquella ciudad había servido con mucha lealtad en todos los tiempos al Pue-

blo Romano, mandó cosa de las nueve de la noche partiesen seis cohortes con


igual número de gente a caballo, a los cuales dio por cabo un ofcial conocido


y muy inteligente. Almucio Junio Pacheco, que lo habían castellanizado mu-

chísimo por el de P. J.Junio Pacieco., que vino para hacer frente a las tropas


de Pompeyo que asediaban al destacamento alcalaíno, defendido valerosa-

mente por el capitán alcalaíno Longino, según las leyendas. Y llegó éste con


las tropas al campo de Pompeyo, en el momento en que se levantó una gran

tempestad. Con tan furioso viento que impedía el verse unos a otros, aún el

conocer uno al que iba a su lado. Pero esta incomodidad, sin embargo, les fue

muy provechosa. Cuando tomaron contacto con el ejército enemigo, Pacieco

ordenó que los caballeros llegaran de dos en dos, enderezándose a Alcalá,

bueno Ula, por medio del campo enemigo. Y, como algunos del cuerpo de

guardia de las puertas del campamento les preguntaran quiénes eran, uno de

los partidarios de César les respondió que callasen, que importaba acercarse

a la muralla para sorprender la ciudad. Así, los centinelas –unos impedidos

por la tempestad-, no podían observar estos movimientos con atención, otros,

sin embargo, se inquietaban con la respuesta. En llegando a la puerta última

del castro, fueron introducidos por los de Ula en el recinto del campamento


pompeyano. Entonces levantando el grito de infantería y caballería, y de-

jando parte de los suyos en los puestos adecuados, hicieron una salida a los


reales de los pompeyanos, que los cogieron de sobresalto y se creyeron todos


perdidos. Pero Cneo Pompeyo, el menor, mantenía el cerco de Ula, y esta-

ba con su guarnición. Entonces César hizo una nueva operación de engaño


248


táctico. Se dirigió a Córdoba. Destacó sobre la marcha con la caballería una

partida de gente esforzada de las legiones, las cuales, cuando estuvieron a la


vista de la ciudad, se pusieron a las ancas de los caballos. Estos no lo advir-

tieron los cordobeses que fueron derrotados en el enfrentamiento y volvieron


muy pocos a Córdoba. Conmovido el hijo de Pompeyo, Sexto, de esta desgra-

cia escribió a su hermano que para que viniese pronto, temiendo que César


tomara Córdoba. Este, a punto de tomar Ula, levantó el cerco e hizo regresar


las tropas Córdoba, Dejando libre la ciudad de Ula, tan valerosamente de-

fendida por sus moradores.


Posteriormente, Quinto Casio Longino, fue elevado por César a la cate-

goría de gobernador de la España Ulterior. Sin embargo, fue demasiado codi-

cioso, acaparó riqueza y odiado por los hispanorromanos hasta tal punto que


intentaron asesinarle en Itálica. Sustituido por Trebonio, se marchó de His-

pania, y murió en un naufragio en la desembocadura del Ebro. Pompeyo fue


derrotado en Munda. Y los alcalaínos, con su lealtad, lograron que aquella ciu-

dad íbera se convirtiera en municipio, municipium polconense, dijo Gamboa.


Hasta principios del siglo XX, este hito se refería entre los regidores que

corría de boca en boca, curiosamente, emplean el término de mano en mano,

denotando la lealtad de la que los alcalaínos siempre mantuvieron con los

reyes y de la que hace orgullo su escudo”La muy Noble y Leal Ciudad de

Alcalá la Real”. Pero, como leyenda se ha quedado, porque como afrman los

profesores Mauricio Pastor y el padre Sotomayor ; desde el punto de vista

arqueológica no creemos que haya sufcientes argumentos que permitan la

identifcación de esta” Por lo tanto, la de Ula, fue una leyenda renacentista

más de Alcalá. Por cierto, el estudioso investigador padre Sotomayor cree que

Ula Faventia, citada por Plinio, se corresponde con Montemayor, según sus

últimos estudios sobre la localización de esta ciudad.

Las inscripciones paleocristianas y góticas.

La ciudad de Flora. La primera Alcalá cristiana

Evora Cerealis

El nombre de Évora Cerealis se relacionó con Alcalá la Real en el primer

libro de las Antigüedades de España8 que recogió tras su paso por esta ciudad Lorenzo de Padilla citando el fumen Salsum, o sea el Salado, y losmármoles de Evora Cerealis en el Castillo de Locubín (Encina Hermosa) 8. El Libro primero de las antigüedades de España que escrivio don Lorenço de Padilla, Arçediano de Ronda, Cronista de su Majestad Cesarea; publícale don Josef Pellicer de Ossau, i


Tovar, Caballero del Orden de Santiago...


249


junto con unas inscripciones romanas. Coincidimos con Gonzalbez Gravioto

en la presencia de grandes unidades administrativas de ciudades romanas que

agrupaban grandes extensiones de terreno, donde se ubicaban grandes urbes,


pequeñas ciudades, aldeas y cortijadas. En este caso, el recorrido que empren-

dió este humanista respondía al deseo localizar ciertas ciudades romanas en


el siglo XVI, en concreto la referencias muestra el tramo entre Alcalá la Real-

Priego de Córdoba, donde llevo a cabo varias propuestas de identifcación,


recopilando algunas antigüedades. En las que se percató de la existencia de

algunos epígrafes latino. Y concuerdan estas conclusiones con este profesor:

“el autor tenía escaso método y difcultad en la lectura de las inscripciones.

Lo vemos, por ejemplo” cuando cita la posible ubicación de la ciudad antigua

de Encina Hermosa con Castillo de Locubín,, donde yo hallé ciertos mármoles

escritos y se me perdieron”9


. La denominación alcalaína de Ebura Cerealis se

mantuvo hasta muy avanzado el mundo romano. El padre franciscano Ramón

Bulde en su “Historia de la iglesia de España” cita textualmente que “en el

concilio hiberitano o de Elvira en el año 301, asistió Quiniciano, Obispo de

Ébura Cerealis, hoy Alcalá la Real; y en el celebrado en Mérida en el año


566, asistió Pedro, Obispo de Ebura Cerealis, silla sufragánea de Mérida, en-

clavada en la demarcación de Lusitania”.(Aunque estas citas la ratifcan otros


escritores como Juan de la Rada y Delgado en su Crónica de e la Provincia de

Granada, o Miguel de la Fuente Alcántara, no podemos mucha credibilidad a

la identifcación entre Ebura Cerealis y la ciudad de Alcalá la Real). De sobra


está reconocida la relación de Évora Cerealis con la lusitana del mismo nom-

bre, aunque se le apoye con la presencia de moneda relacionadas con la diosa


Ceres, e, incluso, con el nombre de Évora, recogidas por Guardia Castellano,

Tucci Vetus

Con la misma leyenda de Flora se relaciona Tucci Vetus A esta ciudad se le

atribuyen tres lugares Torredonjimeno, Alcalá la Real y Aguilar. La atribución

alcalaína la basa el cronista Guardia Castellanos citando una disertación de

Francisco de Rus “ Y al que llama el antiguo Tuci lugar, que, según Plinio,

estava entre Martos y Jaén, como lo dize Argote de Molina, o es Alcala la

Real, que lo tengo por más cierto, por las razones que daré en su lugar»

‘ 10. Y basa sus razones en la siguiente cita “ De los dos lugares llamados


Tucci, en la Bética o Andaluzia, hace memoria Plinio. Al uno llama Augus-

9 GONZALVES GRAVIOTO, Enrique. "Sobre la ubicación de ciudades romanas en la Bética


Oriental. Algunos problemas de las fuentes literarias". Artiquitas 2000.


10 RUS, Francisco. Historia eclesiástica del Reino y obispado de iaen : primera parte que con-

tiene sus principios, y progresos en la religión cristiana. (1634) - Rus Puerta, Francisco


250

ta Gemella, que fue Colonia de los Romanos, y oy se llama Martos, cuéntalo entre los lugares

que estaban en la jurisdicción del Convento o Chancillería de Écija. Al otro llama Tucci vetus,

que tenía su asiento en el Mediterráneo de la Bética, entre el río Guadalquivir y el mar Océano.

Este lugar , tengo para mí , queel que llama Dextro Tosiria, ysan Eulogio Osaria. Este , dize

nuestro Arcipreste luliano, quees la que ahora llamamos Alcala Real: Tucci vetus distans accita-

na civitate xxviii M* nunc Alcalá la Real Y verdaderamente que no va fuera de camino: Lo uno; por-

qué Alcala la Real viene a estar en lo Mediterráneo de la Betíca, donde Plinio pone a Tuc ci el viejo. L o otro: porque está cerca de Martos, que era la Ciudad, o Colonia Tucitana, en cuyo


territorio y jurisdicción pudo estar en tiempo de san Eulogio cuando se lla-

mava Ofaria. Además, que su sítio y fortaleza nos aseguró que sería lugar


principal. Y así le quadra bien el epíteto que le da el Santo: Preclarus urbis

tuccitanae visculus. Y el estar retirada, y trasmano de Córdova, seria motivo

para que la Santa Virgen Flora se recogiese en ella en ocasión que huía la

persecución. Bien sé que tiene algunas difcultades esto que dize Juliano: Si

bien no les falta fallida, Pero ora fea lo que escribe el Arcipreste, ora lo que

dize Molina, el lugar llamado Tofaria, o Ofaria { que antes se llamava Tuci)

conforme a lo dicho, tuvo su sitio dentro de los limites deste Reino de Jaén.

Sin embargo, la atribución de Tucci Vetus para Torredonjimeno cuenta

con una larga tradición que remonta al siglo XVI en una conocidísima obra de


G. Argote de Molina11: Se basa en esta cita de Plinio : “Celeberrima [oppi-

da] inter hunc [Baetem fuuium] et oceani oram in mediterraneo Segida quae


Augurina cognominatur, Vlia quae Fidentia, Vrgao quae Alba, Ebora quae Ce-

realis, Iliberri quod ..., Ilipula quae Laus, Artigi quod Iulienses, Vesci quod


Fauentia, Singili, Ategua, Arialdunum, Agla Minor, Baebro, Castra Vinaria,

11 El topónimo antiguo del actual Torredonjimeno F. Villar Liébana .


251


Cisimbrium, Hippo Nova, Ilurco, Osca, Oscua, Sucaelo, Vnditanum, Tucci

Vetus, omnia Bastetaniae uergentis ad mare”.

Villar Liébana la razona; “Tucci, lugar entre Jaén y Martos, que después

fue mayor población. En tiempo de los Godos, fue llamado Ossaria, onde

residió santa Flora, que padeció martirio en Córdoba en el año 851-. Aunque

Argote no identifca esa Tucci-Ossaria con ninguna de las ciudades o villas

existentes en su tiempo, da sin embargo un par de pistas que sin duda han

contribuido a que diversos autores, avanzando un paso más, la identifcaran


con Torredonjimeno . La identifcación de esta segunda Tucci con la Tucci Ve-

tus de Plinio y a su vez con Torredonjimeno, que algunas fuentes autorizadas


admiten actualmente como posibilidad ha sido defendida recientemente por

J.M. Serrano Delgado Pues este autor identifca el nombre de Gemella, dicho


de Tucci Augusta, e indica la existencia de un segunda Tucci en sus proximi-

dades: “lo que nos hace suponer la existencia de una Tucci noua próxima”.


Por razones geográfcas se reafrma que el solar de Tucci Vetus, se encontraba

en Torredonjimeno, y lo basas en “ a poco más de 4 km de nuestra colonia

en cuestión, y que tuvo una existencia foreciente en época romana, (como lo


demuestran los vestigios arqueológicos y epigráfcos que allí han salido), y que, sin embargo, aún no

ha sido identifcada con topónimo alguno de los que proporcionan las fuentes”12... Tucci Vetus es efecti-

vamente mencionada por Plinio (3.10). Pero en el contexto de las ciudades mencionadas en ese pa-

saje nada obliga a pensar que estuviera cerca de Martos. Aunque tampoco puede descartarse otras 

posiblidadesw. Pues algunos interpretan y traducen esa posibilidad.


He aquí el texto de Plinio: “Las

[poblaciones] más famosas que se encuentra tierra adentro entre éste [el río Betis] y las orillas del océa-

no [son] Segida Augurina [Palma del Río, Córdoba], Vlia Fidentia

12 Serrano Delgado, Joaquín. Colonia Tucci Gemella Vetus.: 203-222. 344 HABIS 44 (2013)

337-357


252


[Montemayor, Córdoba], Vrgao Alba [Arjona, Jaén], Ebora Cerealis [¿?],

Iliberri [Granada], Ilipula Laus [¿?], Artigi Iulienses [Alhama de Granada],

Vesci Fauentia [¿?], Singili [Antequera, Málaga], Ategua [Cortijo de Teba,

Córdoba], Arialdunum [¿?], Agla Minor [¿?], Baebro [valle de los Pedroches,


Córdoba], Castra Vinaria [¿?], Cisimbrium [Zambra, Rute, Córdoba], Hip-

po Noua [, Iponuba, Cerro del Menginar inguillar, Baena, Córdoba], Ilurco


[Cerro de Los Infantes, Pinos Puente, Granada], Osca [¿?], Oscua [Huerta de

Solana, Antequera, Málaga], Sucaelo [Alcalá), Vnditanum [Alcaudete], Tucci

Vetus [¿?], todas ellas pertenecientes a la Bastetania con vertiente hacia el

mar”. Y concluimos con Serrano y Villar:

“De entre esas ciudades, todas aquellas cuya ubicación está identifcada

con seguridad (y no es meramente conjetural) se inscriben en un territorio

bastante pequeño que comprende partes de las tres actuales provincias de


Jaén, Granada y Córdoba. El topónimo antiguo del actual Torredonjime-

no. En él se encuentra sin duda Torredonjimeno, por lo que su identifca-

ción con Tucci Vetus es geográfcamente posible. Pero también comprende


diversas otras ciudades, por ejemplo Aguilar de la Frontera (Córdoba),

cuya identifcación con Tucci Vetus han defendido alguno con argumentos

ni mejores ni peores de los que favorecerían la opción Torredonjimeno.

Y en los mismos términos podía encuadrarse la atribución alcaláina, por

las razones geográfcas y documentales. Pero ni la epigrafía ni la numismática

ni otras fuentes o disiciplinas complementarias apoyan esta tesis de Tucci .

Solo hay la leyenda la ciudad de Flora atribuida a Charilla de Alcalá la Real.

Y si partimos de una base científca, como muestra arqueológica, el padre

Sotomayor aludió que el primer testimonio cristiano del entorno de Alcalá

la Real es un fragmento de un sarcófago encontrado en el cortijo de Cabeza

Baja de Encina Hermosa de Castillo de Locubín; por otra parte, son hechos

notarios y constatables actualmente: la necrópolis visigoda de la Iglesia

Mayor Abacial como claro testimonio de la presencia de este `pueblo ya

cristianizado; y el testimonio escrito del primer cristiano encontrado en la

comarca en la lápida de Potencio, hallada recientemente en el Cortijo Nuevo

de la Rábita y transcrita y traducida por el propio padre Sotomayor. Ambos

nos ponen de manifesto el carácter tardío de la entrada del cristianismo en

esta zona de la comarca del arciprestazgo de Alcalá la Real. Y en palabras del

padre Sotomayor:


“Los testimonios inequívocos de Cristianismo en nuestra zona no son an-

teriores al siglo VI d. C., siglo perteneciente ya a la época que conocemos


253









como visigótica, aunque en realidad no sea más que tardorromana, bajo

dominio más o menos efectivo de los visigodos”.


Por eso, es interesante detenerse en esta lápida de POTENCIO, pues apare-

ce una de las primeras representaciones de la cruz de la diócesis de Jaén inserta


en el siguiente texto[2]: +POTENTIUS FAMVLUS XPI VIXSIT ANNO LIII RE-

CESSIT IN PACE (Potencio, siervo de Cristo, vivió 53 años). Por los aspectos


lingüísticos, formularios y forma de las letras, nos hace constar que estos

testimonios arqueológicos son precisamente de carácter cristiano y datan la

presencia del cristianismo en los siglos VI y VII d. C. :

Por otra parte, acerca de la presencia de una comunidad eclesial dentro de

la comarca alcalaína, disponemos además de un testimonio perdido recogido

en el manuscrito del Anónimo de la Biblioteca Nacional, que Hubner lo copió

y Fita transcribe y completa sus lugares y renglones perdidos:


SANTORUM APOSTOLORUM PETRI ET PAVLI /SU DIE TERTIO KALEN-

DAS IULIAS ET/SANTI IOANNIS SEXTO KALENDAS/IANVARIAS/CONSE-

CRATIO ECLESIARVM ERA DCI/DECIMO QUINTO KALENDAS FEBRUA-

RIAS. En la era de 601, año 563, día 18 de enero, fueron consagradas estas


iglesias de los santos apóstoles, Pedro y Pablo, su festa, 19 de junio, y de San

Juan Evangelista, su festa, 27 de diciembre.

Sotomayor le dio mucha importancia a este documento hasta tal punto que

recoge el hallazgo cercano de la ciudad, pero en el campo, y, con sus palabras


”la presencia de esta inscripción-calendario denota, al menos, la existen-

cia de una iglesia y de una comunidad cristiana en las proximidades de


Alcalá la Real, signo de una vida socio religiosa que no se ha extinguido

en fechas tan tardías, aunque sepamos tan poco sobre ella”.