LOS AÑOS FINALES DEL REINADO
Pocas medidas de renovación de la
ciudad se percibieron en los últimos años del reinado de Felipe IV, salvo la
continuación de nuevas edificaciones religiosas de los conventos de los
Capuchinos, del Rosario, San Francisco o de Consolación y la sacristía e
iglesia de Santa María en 1664. El primero, al encontrarse en una zona
limistrofe con la ciudad, obligó a varias cesiones y a una restricción del
antiguo ejido de los Álamos, ya que debieron construir un compás en los años
1660 en terrenos cedidos por la ciudad.
El primero, al encontrarse en
una zona limistrofe con la ciudad, obligó a varias cesiones y a una restricción
del antiguo ejido de los Álamos, ya que debieron construir un compás en los
años 1660 en terrenos cedidos por la ciudad. Los edificios municipales ,
renovados a principio de siglo en la fortaleza de la Mota, son objeto de
continuas reconstrucciones como los corredores de la Plaza y Casas de Cabildo,
casas de la Justicia ( escalera y corredor)que ardieron en el año 1662,
Carnicería, Matadero, las fuentes de Peñuelas, Granada y principal. Muchos de
ellos, sobre todo las tiendas, poco a poco son abandonadas, lo mismo sucede con
algunas familias hidalgas de la ciudad como Francisco Méndez de Aranda,
beneficiado de la Iglesia Mayor que abandonó las casas traseras de la casa de
Justicia y otras de María Ramírez, situadas en el Bahondillo empleando los
materiales para reedificar sus casas en las casas de la Placeta de la Trinidad
(cfr. 22.8.1662). El traslado de la ciudad al llano obligaba al mantenimiento
de las calles y de los edificios colindantes sin poner ningun tipo de obstáculo
como sucedió en los primeros años del reinado anterior. Son muchos testimonios, sirva de ejemplo este
del cinco de marzo de 1663:
en las casas de la Mota ay
muchas murallas que están amenaçando ruyna y que avitualmente en la calle por
donde pasa la procesión del Corpus se cayó una pared y derribó la casa de
enfrente.
Lo mismo sucedía con la casa de
la Nieve donde está el pozo y todo el recinto fortificado en sus murallas,
cercas y puertas a pesar de que todavía se destacaba su importancia militar. El
último cinturón de murallas, junto a la Puerta de Martín Ruiz se encontraba
practicamente arruinado en 1664 y amenazaba las casas colindantes. Sin embargo,
todavía lograron mantnerse los edificios
públicos como las carnicerías, las tiendas de escribanos, las casas
capitulares y abaciales y de la justicia
a pesar de los intentos de traslado en 1653 y 1658. A todo ello habían
contribuido diversas provisiones reales que habían permitido el traslado del comercio
y algunos oficios desde la fortaleza de la Mota hacia el Llanillo, más abajo
del arrabal de santo Domingo , sobre todo hasta la esquina del Rosario. La
falta de agua, el abandono de solares, la distancia del abasto de carnes que
hacía que los trabajadores no acudiesen por no retardarse en el trabajo, y la
proliferación de muchas tiendas particulares que ocasionaban fraudes.
El corregidor Alfonso de Sosa
dió un gran impulso al saneamiento de la hacienda municipal a partir del año
1661, en que fue nombrado. Controló el abastecimiento de la ciudad mediante
medidas de registro de trigo y repartimiento entre los panaderos para poder
hacer frente a los fraudes que se
prevenían con la introducción de la nueva moneda de martillo que hubo que
requisar. Al mismo tiempo, algunos mayordomos fueron apresados o se vieron
inmersos en litigios y pleitos por el atraso de las cuentas. Tambien se llevó un registro de yeguas y
promoción del ganado tan fundamental para el abastecimiento de carne y traslado
de bagajes del ejército. Limpió el monte viejo junto a la atalaya de Pedro
Sánchez que se hallaba en la Fuente la Parra, por los portillos del Espinar, y
Salobrar, cañada Melión y Loobreras y collado de Mata Hermosa. La ciudad
celebró dias fiestas en el año 1662 el nacimiento del Príncipe y el dogma de la
Limpia Concepción con luminarias, máscaras y celebraciones religiosas. A pesar
de que las arcas municipales estaban exhaustas, un nuevo repartimiento se lleva
a cabo entre los vecinos hacendados de
cuatro mil ducados de plata en reales de a ocho, en el que responden en
primer ligar los miembros caballeros del cabildo con un cuarto de dicha
imposición destinada a la guerra de Portugal. El año 1664 la situación es tan
alarmante que el alojamiento de tres compañias de soldados en Alcalá y la villa
del Castillo de Locubín obliga a la ciudad a acudir a las personas
privilegiadas y al propio abad, ofreciendo una notable cantidad de dinero. La
situación de la villa del Castillo debería ser delicada porque el corregidor
tenía presos a los dos alcaldes Sebastián Pérez de Aranda y Manuel de Ortega
por una decisión de don Diego de Obando, que es apoyada por la ciudad. El
litigio debía remontarse a años anteriores, ya que generalmente las tropas de
pocos días de tránsito solían pernoctar en quella ciudad tras la parada en
Alcaudete, a veces molestando y perturbando a los vecinos que no podían ofrecer
sino sus propias casas para el alojamiento, cosa que no era el caso de Alcalá,
donde los mesones y posadas eran más numerosos. Un año después, en el año 1665,
en el día 26 del mes de marzo, de nuevo renacen los conflictos entre los
vecinos del Castillo y los soldados de tres compañías de montados que
regresaban a Granada y es muy expresivo el informe del teniente de corregidor y
alcalde mayor Francisco de Mérida que recibía esta carta-orden del corregidor:
que el portero entre y de fe como en virtud
de mandamiento de Su Majestad a citado a Cabildo pleno para oy día àra ver una
carta que escribe a la ciudad del señor don Juan de Sosa y Córdoba, su
corregidor, que está en la villa del Castillo a la averiguación de un alboroto
que ubo entre los soldados y los vecinos, aviéndose ofrecido en esta villa el
ruido que vs. habrá tenido noticia a que ha asistido con el cuidado que pide mi
obligación, e reconocido así por los accidentes pasados como por los presentes,
no sería a vien dejar esta gente aquí, y, por esto, acen grandes instancias los
vecinos de todas gerarquías para cuya raçón a determinado hacer ajuste con el
Capitán y los soldados para que vayan a esta ciudad y, en el interim que haya,
se busque casa al Capitán, será a propósito la casa que tenía el milanés para
que esté en ella me a parecido participallo a V.S. para tener en todo la aprobación. Dios g.Vs.
muchos años. E Castillo a 25 de marzo de 1665 años. Su mayor afecto servidor a
la Muy Noble Leal Ciudad de Alcalá la Real.
Las buenas gestiones del
corregidor Alfonso de Sosa consiguieron pacificar a la población del Castillo
mediante el acuartelamiento de los 16o
soldados alemanes en Alcalá. Para aliviar la tensión social se le repartieron,
un mes más tarde, a cada soldado, cabo y capitán una proporción similar a otro
nuevo contigente de 130 soldados entre los vecinmos al frente de Geróniomo de
Oroz,un mes más tarde. Reflejos del comportamiento de estos soldados se bos
recoge años más tarde en 1671 con motivo de la llegada de este cuerpo de la
armada del mar Oceano al mando del maestre de campo y del capitán Pereira:
los desórdenes que hacían sus
soldados a los vecinos de Alcalá y Castillo que se procedió contra alguno de
ellos que quedaron y ubo competencia con S.Sa. el señor corregidor Diego
Jiménez Lobatón y el maestro de Campo sobre la entrega de presos que habían
traído unos carneros del campo que se hallaron en el cuerpo de guardia y
resultó de lo referido y de libre modo el dicho Maestre e Campo que de de su
orden se prendieron por sus oficios a Martín Portillo, vecino de esta ciudad,
que, viniendo a la fiesta de Nuestra Señora de la Cabeza, sin más causa que su
voluntad y, cuando marchó el tercio, selo llevaban consigo preso
hasta que despachó orden para que lo solarara don diego Jiménez Lobatón
y por haber publicado el dicho Maestre del Campo había solicitado volver con su
tercio , la ciudad pide qu, su vueleve, no haya disturbios e inquietudes.
(cr.11.10.1671)
Esto
no impedía un nueva leva de un contigente de 24 soldados para enviarlos a Almuñecar a la Capitanía
General de la Costa y otra nueva petición de cuarenta y tres bagajes por parte
del Presidente de la Chancillería de Granada para la guerra de Portugal. La
situación de la ciudad se encontraba sin
arrieros y sin personas particulares que pudieran componer las deficiencias, aunque al ser un
año de temporles se debió acudir a un préstamo particular de 12.000 reales. No
hubo más solución que hacer un registro de caballería y otorgarlos al mejor
postror para cumplir con la Corona que hubo que traerlo de Porcuna pagarlo con
la venta de doscienta fanegas del Pósito.,
El último corregidor del reinado Diego de
Obando y Cáceres no se encontró una ciudad saneada. Para alivio de males,
recibió la ciudad la visita del miembro de un Consejo de Estado con una
provisión real en la que se obligaba a que se diera todo el trigo posible para
el abastecimiento de Granada. Sin embargo la ciudad ya había tenido que
nutrirse del trigo de partiulares y de los diezmos y clérigos del abad Somoza
en el año 1664. Además las peticiones de trigo eran frecuentes entre los
labradores, y en el Castillo y Frailes. No alcanzó a las 500 fanegas recogidas
entre los registros de particulares, de la cabaña del abad y del Posito, que
fueron enviadas a Granada 50 reales la fanega. Por los testimonios de la época había más
de 100 clérigos sacerdotes, más de veinte capellanes, tres conventos de frailes
y dos de monjas, muy poca vecindad y entre ella una gran número de pobres que
obligaba a continuos aplazamientos de los gravámenes sobre sus haciendas y
bienes de consumo, prorrogas de arrendamientos de tierras de antiguos donativos
y alegaciones y contralegaciones, entre ellos, el último donativos que
solicitado por la Corona a través de don Francisco de Mozón, presidente de la
Real Chancillería de Granada y miembro del Consejo de Estado, acuciaba a la
economía local. En estas circunstancias falleció el rey y quedó el gobierno en manos de la
Reina Gobernadora.
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