En el
calendario del ocio, la feria de Alcalá la Real juega un último eslabón de la estación estival, por
cierto a caballo con el inicio del otoño alcalaíno. Nos encontramos que este evento, como acostumbran a llamarle los
nuevos académicos, ofrece al público un aspecto de tinte variopinto entre
las diversas programaciones culturales y festivas desde hace unos años atrás. Me encanta, sin
embargo, el origen de las ferias y su versión anglosajona, porque se
desenvuelven en la afananza saludable de
los vecinos del lugar y se presenta con un
semblante más rentable que el que se han
convertido en la geografía nacional las
distintas versiones de las ferias
españolas, y, sobre todo, andaluzas. Ante una proliferación de casetas de
manzanilla y de exceso de colesterol, se han quedado exhaustos los campos del ruedo de
las ciudades sin la presencia de ganadería y , solo, en algunos casos, suelen
acompañarse con algunas ferias de muestras o de exhibición de maquinaria
agropecuaria. Atrás, quedaron las famosas ferias de ganado de Guadajoz,
Noalejo, Alcalá… Es lógico que aconteciera este debacle económico de
transacciones comerciales agroganaderas, desde que, obnubilándolo todo, se abandonaron las fechas
de los santos de la advocación ferial y los
fines de su creación, pues se cayó en las redes de una sociedad consumista que
nos invade por todos los rincones de
nuestra comunidad andaluza. Tampoco nos extraña que se pase de ubicar los días feriales en fechas que no tienen nada que ver con el
santoral. Aquellas ferias eran racionales: se comerciaba de mañana y tarde; y
al atardecer, comenzaba los aspectos culturales y festivos: las corridas de
novillos, cintas, las cucañas; y al anochecer, comenzaba las veladas, verbenas,
el teatro popular y, a la entrada de la profunda noche, el descanso del
guerrero, es decir del feriante y el feriado.
Por eso,
comprendemos que nuestra feria de san
Agustín se trasladase a la de San Mateo- el evangelista financiero-pasando por
las fechas de la Natividad de la Virgen. Y está
claro que, en aquellos momentos de cambio, este fuese motivado más bien por fomentar la concordia de los pueblos y por el desarrollo armónico de la economía comarcal de
acuerdo con los nuevos sistemas que iban surgiendo De ahí que me haya referido
a la feria de Alcalá la Real, y no la de san Mateo, porque el día de este santo
es simplemente un paripé de la alcancía caballeresca del siglo XIX. Este
nombre es simplemente un nombre oportunista que se le dio cuando comenzaron a invadir la
esencia agroganadera con las nuevas modas de la sociedad de servicios: Ahora,
que no encontramos en el fatídico momento cuando se cuestiona profundamente la
sociedad del bienestar, creemos que sería más interesante que se llamara la
Fiesta de Alcalá antes que acudir al santoral Razones haberlas, haylas: cuando no se puede respetar el santoral sino
más bien hay que obedecer
obligatoriamente las medidas racionales de las reformas laborales
de turno . Por cierto, me baso en que se hace con el cuento del conflicto estéril de
querer congraciar los fines de semana
con los días festivos. Sin
acritud, lo digo: las ferias eran y ahora son ya otra cosa diferentes a lo que
Carlos II aprobó majestuosamente.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario