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viernes, 5 de abril de 2013


 

LA CATARSIS

            Predominan, en estos últimos años, los casos de corrupción por muchos rincones de España. Parece como si el antiguo espíritu de Verres hubiera invadido toda la vida  política nacional,  dando lugar a una crispación colectiva que induce a la condena de todos los políticos, cuando más se necesita  hacer frente a la  usura financiera. Por ende, no puede darse un paso inductivo y generalizante, porque, a la vez  que existió este  gobernante romano corrupto, enriquecido a costa del mal gobierno de los sicilianos( incluso habría muchos más a lo largo del imperio) ,  predominaron, por el contrario,  los prohombres como Cicerón, Catón, o Valerio Máximo.
No podemos caer en la trampa de  pensar que toda persona pierda la honradez simplemente por el mero  hecho de ejercer el gobierno de la res publica,  ni nos podemos volver todos en francotiradores puristas como  aquellos fariseos que tuvieron que retroceder en sus pasos y  esconder la piedra para lanzarla  contra la  mujer pecadora.
No obstante sobre  este acto moral colectivo, nos ha correspondido  vivirlo,  y  ejercer la libertad de  tomar una  decisión moral para afrontar un futuro ético más saludable. Por un lado, nos encontramos en ese momento en el que los griegos calificaban de catarsis, cuya palabra  significaba  purificación. Momento interesantísimo , porque, con ella Aristóteles  se refería, en  la tragedia, a la purificación emocional, corporal, mental y espiritual, por medio de la cual , los espectadores, sufriendo la compasión y el miedo del acto dramático  compartían la experiencia de la purificación del alma  de esas pasiones. Y, esto es lo que necesitamos, porque sabemos que los héroes, en este caso, los que nos gobiernan o nos representan, pueden sufrir el veredicto  judicial, pero, por otra parte, esto nos purifica para iluminarnos en ejercer   una nueva ética donde predominen la honradez, la defensa del bien común , público y colectivo frente a la ambición personal. Además, en la platea nacional  hemos palpado el contraste entre la ambición de muchos Cresos, Midas, o Verres, personajes que se aprovecharon de tocar  el poder, y, el desplome  justiciero de la espada de Damocles que cayó sobre las cabezas de muchos de ellos que pasaron de villanos a dioses. Creían que disponían de todo el poder del mundo  de todos los resortes administrativos, económicos, incluso judiciales, como si fueran  intocables a la hora de la justicia; y  hasta las torres más altas cayeron. Parece que vivimos un cataclismo total, pero la historia es un péndulo que se repite y moraliza.
Nos corresponde vivir ahora el momento de justicia y  de la catarsis  al sufrido  pueblo. Pues  coincidimos con el propio Aristóteles, que esta  es " la facultad de la tragedia de redimir (o "purificar") al espectador de sus propias bajas pasiones, al verlas proyectadas en los personajes de la obra, y al permitirle ver el castigo merecido e inevitable de éstas; pero sin experimentar dicho castigo él mismo." Y en palabras de   Freud, nos vendría  bien que  sirviera para una regeneración nacional.  Pues, si todos nos involucramos en la trama que se nos viene encima, como  espectadores podemos  experimentar dichas pasiones junto con los personajes, y aunque  no  tengamos el miedo de  sufrir sus efectos, al menos, al presenciarlos en las instancias judiciales, cada hijo de vecino  se entenderá mejor a sí mismo, y" no repetirá la cadena de decisiones que llevaron a los personajes a su fatídico final".

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