LA CATARSIS
Predominan, en estos últimos años, los casos
de corrupción por muchos rincones de España. Parece como si el antiguo espíritu
de Verres hubiera invadido toda la vida
política nacional, dando lugar a
una crispación colectiva que induce a la condena de todos los políticos, cuando
más se necesita hacer frente a la usura financiera. Por ende, no puede darse un
paso inductivo y generalizante, porque, a la vez que existió este gobernante romano corrupto, enriquecido a
costa del mal gobierno de los sicilianos( incluso habría muchos más a lo largo
del imperio) , predominaron, por el
contrario, los prohombres como Cicerón,
Catón, o Valerio Máximo.
No podemos caer en la trampa de pensar que toda persona pierda la honradez
simplemente por el mero hecho de ejercer
el gobierno de la res publica, ni nos
podemos volver todos en francotiradores puristas como aquellos fariseos que tuvieron que retroceder
en sus pasos y esconder la piedra para lanzarla contra la
mujer pecadora.
No obstante sobre
este acto moral colectivo, nos ha correspondido vivirlo,
y ejercer la libertad de tomar una
decisión moral para afrontar un futuro ético más saludable. Por un lado,
nos encontramos en ese momento en el que los griegos calificaban de
catarsis, cuya palabra significaba purificación. Momento interesantísimo ,
porque, con ella Aristóteles se refería,
en la tragedia, a la purificación
emocional, corporal, mental y espiritual, por medio de la cual , los espectadores,
sufriendo la compasión y el miedo del acto dramático compartían la experiencia de la purificación
del alma de esas pasiones. Y, esto es lo
que necesitamos, porque sabemos que los héroes, en este caso, los que nos
gobiernan o nos representan, pueden sufrir el veredicto judicial, pero, por otra parte, esto nos
purifica para iluminarnos en ejercer
una nueva ética donde predominen la honradez, la defensa del bien común
, público y colectivo frente a la ambición personal. Además, en la platea
nacional hemos palpado el contraste
entre la ambición de muchos Cresos, Midas, o Verres, personajes que se
aprovecharon de tocar el poder, y, el
desplome justiciero de la espada de
Damocles que cayó sobre las cabezas de muchos de ellos que pasaron de villanos
a dioses. Creían que disponían de todo el poder del mundo de todos los resortes administrativos, económicos,
incluso judiciales, como si fueran intocables
a la hora de la justicia; y hasta las
torres más altas cayeron. Parece que vivimos un cataclismo total, pero la
historia es un péndulo que se repite y moraliza.
Nos corresponde vivir ahora el
momento de justicia y de la
catarsis al sufrido pueblo. Pues
coincidimos con el propio Aristóteles, que esta es " la facultad de la tragedia de
redimir (o "purificar") al espectador de sus propias bajas pasiones,
al verlas proyectadas en los personajes de la obra, y al permitirle ver el
castigo merecido e inevitable de éstas; pero sin experimentar dicho castigo él
mismo." Y en palabras de Freud,
nos vendría bien que sirviera para una regeneración nacional. Pues, si todos nos involucramos en la trama
que se nos viene encima, como
espectadores podemos experimentar
dichas pasiones junto con los personajes, y aunque no
tengamos el miedo de sufrir sus
efectos, al menos, al presenciarlos en las instancias judiciales, cada hijo de
vecino se entenderá mejor a sí mismo, y"
no repetirá la cadena de decisiones que llevaron a los personajes a su fatídico
final".
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