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martes, 4 de diciembre de 2012

BANCO DE ALIMENTOS


 

 

Durante estos días tan ajetreados,  algunos andaban  con el alma en vilo por el veredicto de las urnas en las elecciones catalanas; otros, como acontece en muchos rincones de nuestra geografía nacional, despotricaban de la política y de sus actores “los políticos”, como si respondieran a un cornetín de órdenes proveniente desde los diversos ángulos de algunos foros subjetivistas. Parece como si el esfuerzo de los muchos años de la democracia española se hubiera echado en un saco vacío. Y lo peor del asunto no es que se fundamente en un análisis crítico, sino que somos víctimas de los tontódromos de las nuevas tecnologías que lanzan las noticias (qué digo las noticias, más bien los lemas, los mensajes de los twiter, faceboock … ) con una ligereza y una imaginación manipuladora que obnubila al más pintado, porque no motiva a razonar y a cambiar la manera de hacer política sino a ser miembros de un nuevo colectivo de mimesis simia o del sector de los loros.  Parece como si aborreciéramos  aquello por lo que tanto se luchó cual es el sistema democrático, y la crisis haya borrado todas las conquista sociales y el modo más digno de luchar por lo público ( o más bien, como se ha puesto de moda, por lo común en palabras de Jon Subirats).   Parece como si nos hubiéramos metido  en un túnel oscuro sin ver la salida. Y, en verdad que debe existir una salida, pues ¡mira que hemos tratado, en muchas ocasiones, de denostar de nuestro vocabulario “aquel valle de lágrimas” de un mundo que nos presentaron periclitado y parecía que daba los primeros pasos en la creación de una nueva sociedad, calificada por algunos como la sociedad del bienestar! Pues, aún en medio de estas circunstancias negativas,  no debemos decaer, debemos luchar por una nueva forma de hacer la polis, la respública y  participar en nuevos métodos que permitan desarrollar la solidaridad con los excluidos. Una de ellas, es el Banco de Alimentos,   cuya fundación de Jaén  se define como  “una organización benéfica sin ánimo de lucro, laica, cuyos fines, según los estatutos, son concienciar a la sociedad jienense respecto de problemas originados por el hambre, el despilfarro de alimentos y la falta de recursos para tener una vida digna. Ayuda a personas necesitadas suministrando sus productos gratuitamente a las instituciones asistenciales, sin ánimo de lucro, legalmente reconocidas, que atienden colectivos en situación de riesgo o exclusión social de la provincia de Jaén.  En él trabajan de forma habitual voluntarios, la mayoría profesionales jubilados o prejubilados, que prestan sus conocimientos de gestión, capacidades técnicas y manuales, de forma altruista”. Es verdad que, con estas acciones solidarias, no vamos a conseguir las utopías que nos marcamos para alcanzar  “un futuro idílico universalmente deseable” sin exclusión social, pero,  al menos, lucharemos contra las distopías, neologismo que alude a una realidad  totalmente divergente a  la igualdad, solidaridad y libertad (que se han quedado en papeles)  y contra quienes solo nos ofrecen horizontes apocalípticos de los que conviene huir. 

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