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jueves, 31 de mayo de 2012

ES EL TIEMPO DE TODOS

Se celebraba, a principios de mayo, el día de los Trabajadores. Unos lo celebraban, y celebran, hace años, calificándolo como la fiesta de san José Obrero; otros  la  incardinaron como el Día Internacional de los Trabajadores , o Uno de Mayo, en defensa de su dignidad basándose en la efemérides y homenaje de los Mártires de Chicago. A todos, les mueve resaltar al trabajador-por su lucha en sus conquistas sociales, laborales y políticas- frente a la exaltación del  proceso laboral como un  puro objeto de manipulación económica, de usar y tirar, comprar y vender, o de dígito, simple y puro, de la contabilidad financiera y comercial. En nuestra comarca, por siempre muy  festiva, salvo contadas ocasiones, nunca se ha reflexionado sobre el significado de tan sublime Día; pues hemos reservado esta efemérides al cultivo de nuestros huertos familiares- otra forma de honrar  al día del trabajo-;  o la hemos reconvertido en la cadena festiva del triduo de la Cruz  o de las primeras Flores de Mayo; y, a lo más, hemos delegado en otras personas el sentimiento de la solidaridad sindical o las reivindicaciones laborales en medio de un clima de  tertulianos provistos de trabuquetes antisindicalistas y de catapultas agresivas contra el estado de bienestar. Habría que remontarse a los tiempos de las Sociedades Obreras  de todas las aldeas y de Alcalá la Real, allá  a finales de siglo XIX y principios del siglo XX, cuando los obreros acudían a grandes concentraciones comarcales en el Pasaje del Coto o  a las eras de lugares que ocupaban el sitio intermedio  entre varias aldeas. Y de eso  hay constancia del sentimiento obrero con la lectura de sus propios nombres: Esclavitud Emancipada, Defensa Mutua, la Emancipación, Los Amigos del Trabajo, La Flor del Trabajo, Cereal…

            Es fácil, en estos momentos, responsabilizar a la herencia de una persona o a un grupo político  sobre  todos los males que acontecen a nuestra sociedad cogiendo el rábano por las hojas- que es lo más sencillo, sin  profundizar sobre el sistema capitalista de producción-; también hemos de ser conscientes de comprobar la trascendencia futura de las medidas económicas y laborales que se están emitiendo para afrontar un momento tan delicado en el que nos encontramos. Pues debemos cuestionarnos si conducen a una revalorización del mundo del trabajo o a un maquillaje y sutil cambio de mismo sistema, en el que se dora la píldora al dios del dinero por encima de todo, como siempre acontecen en los momentos de  crisis. Con pocas palabras, vivimos momentos y tenemos la oportunidad de la catarsis, de la autocrítica  y  de la proyección esperanzadora dejando atrás políticas que sean puras pompas de jabón consumista. Pues, si esto no fuera así de sencillo y simple, “muerto el perro, se acabó la rabia”, o, más bien, se había acabado la rabia y estaríamos en un momento de proyección exitosa-cosa que no los estamos comprobando-.

 Por eso, es el momento de todos, pero con una nueva visión  y planteamiento ante la futura sociedad que tratamos de construir. Y, por eso, en el Día de los Trabajadores, desde la Sierra Sur debemos iluminarnos con este mundo de atalayas que nos rodean  para afrontar los retos futuros. Ni debemos caer  en la demagogia diaria de destrucción del adversario anterior o posterior,  y, más bien,  hemos de afrontar como principio básico del sistema económico  el carácter sagrado del trabajador, al que no es lícito eliminar derechos  ni protecciones y debe tener la garantía de una vida digna para él y su familia; ni debemos   minusvalorar el esfuerzo de muchos emprendedores- y digo emprendedores que se entregaron a constituir su pequeña y mediana empresa como un trabajador más-, porque, en muchas ocasiones, son víctimas de los enredos de los movimientos bursátiles y el capricho de las grandes multinacionales abusando de sus horas de sueños e ilusiones; ni debemos destruir el estado del bienestar que nos cierra el ciclo vital de las familias con su subsidiariedad, su solidaridad reconocida y su integración de todos sus componentes mediante la contribución  proporcional y de justicia contributiva  y distributiva de todos los sectores y personas. Como dicen algunos, debemos favorecer la comunitariedad.
En estos momentos de reflexión sobre el mundo del trabajo, podemos  manifestar que es el momento de la solidaridad  con los primeros despedidos  y excluidos de la crisis- parados, inmigrantes  u obreros no cualificados-; es el tiempo de la fraternidad  para construir una nueva sociedad en la que nos encuadre a todos como miembros de una familia en la que el trabajo nos une para conseguir objetivos comunes, y, aunque a algunos les suene a musical celestial, es el tiempo de la caridad. De la caridad que tiende puentes, y no de la que algunos ignorantes laa descalifican con conceptos o interpretaciones del pasado  o con comportamientos demagógicos cayendo en la beneficencia. Porque caridad significa sobre todo amor, entrega de unos para otros, amor interrelacionado sin nada a cambio, cosa que  mejoraría nuestras relaciones,  y va más allá de la solidaridad. Al fin y al cabo, decía Oscar Romero, “Ya basta de sufrimiento para el pueblo. El pueblo es el primero en los sufrimientos y es el último en ser tenido en cuenta No podemos callar  en un mundo tan corrompido e injusto. (…)  . sería de veras la realización de aquella comparación tremenda “perros mudos”¿De  qué sirve el perro mudo que no cuida de la heredad?          

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