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sábado, 26 de mayo de 2012

LOS NIÑOS ALCALÁINOS ANTE LA CRISIS



Esta mañana desayunaba una noticia de prensa que me provocó una mala digestión a pesar de haberme engullido un  frugal alimento. Cierto canal radiofónico resaltaba el siguiente titular: “El 26 por ciento de los menores -2.200.000 niños- viven en hogares que están por debajo del umbral de la pobreza, por lo que por primera vez se sitúan como el colectivo más pobre de España” . Al instante, este  titular lo relacionaba, como les sucede a muchas personas, con el hecho de  que era uno de los bulos y de las deformaciones de la realidad  que continuamente  nos ofrecen los actantes del momento presente. (Por cierto, los nuevos reformadores del Diccionario de la RAE, han ampliado en gran cantidad los sentidos semiológicos de muchas palabras relacionadas con la política y la economía…. han convertido auténticos sablazos, recortazos, copagos,  y subidas del IRPF,  en el polo opuesto de su significado etimológico, escaldándolos de todo lo que significara un desgarro más de la nómina pecuniaria para convertirlo en una necesidad perentoria obligada por la rémora del pasado).  Pero, no lo dejé pasar por alto, recordé que  el impacto de la crisis en los niños era una realidad clara y notoria en España; y, no podía soslayar mi entorno.

Las conclusiones del estudio y el informe de UNICEF-España procedían de  base científica y se manifestaba  en familias que habían sobrepasado el umbral de la pobreza y eran víctimas de la máxima vulnerabilidad. Pues, hay casos de niños que solo tienen la ropa de vestir y nada más, y  se encuentran a expensas de los desechos de las familias que se desprenden de sayos de los niños de bien( a veces, incluso sin estrenar);   hay  niños que se alimentan con muchas menos calorías y  con dietas tan deficitarias  que están a años luz de una familia de las clases medias ( tan sólo algunos pueden disfrutar de la leche que le donan las instituciones humanitarias como la Cruz Roja, o cristianas como Cáritas); hay niños  que les incide mucho más el absentismo escolar por formar parte de un entorno familiar que cambia de hogar o de residencia con  mucha frecuencia; hay niños que están corroídos por enfermedades  y no pueden pagar muchas veces los medicamentos de un simple resfriado, porque sus padres no tienen con que afrontar el recibo mensual de  la electricidad de sus casas, o del agua de sus domicilios o de la renta del arrendamiento. Y, aún más,  todas estas carencias se intensifican en muchos hogares donde se vive una pobreza crónica.
El informe de UNICEF no se merecía un simple comentario, ni tampoco escucharlo para pasarlo a la papelera de reciclaje, sino que me hizo reflexionar  sobre el momento presente, sobre  la comedura de coco que nos tiene insertos con el continuo bombardeo de asfixias económicas por parte de los agentes del consumismo financiero, y sobre  la poca  sensibilidad  con la que  enfocan ese cuarto mundo de la  humanidad, que ya no se encuentra en el Tercer Mundo, sino que son el auténtico Cuarto Mundo de la Pobreza. Sé que muchos piensan que la solución es el célebre adagio latino “carpe diem” y no preocuparnos más que por el día a día y  nuestra diversión salvando nuestro pellejo, que ya es mucho decir. Pero no podemos quedarnos con los brazos cruzados ante una realidad tan sangrante, como son el hambre y la indefensión  de los niños pobres. Es la hora de cambiar el déficit de la usura por el superávit de la solidaridad, la bajada de la bolsa  por la apuesta de la prisma de riesgo para quitar la pobreza, es  el momento de cambiar de pedagogía  de la usura financiera  por la búsqueda de otro mundo donde quepamos todos. Es difícil cambiar de mentalidad, pero el reto es más  profundo  que el del simple cambio de terminología económica o de la salvación de unos pocos. Es algo fundamental, radica en subirnos todos en una misma nave.     

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