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lunes, 28 de noviembre de 2011

MERCEDES LA CAL SERRANO









Mercedes la Cal
Me impresionó, aquella tarde del Cerrico Vilches, esa rosa  roja entre tus manos, como la  de una joven a quien la guadaña  de la muerte hubiera extirpado de improviso. Y, cuando te miraba, me parecías más joven a pesar de que ya habías avanzado en edad, provecta aetate como dicen los romanos cuando guardan el denario para pagar al barquero Caronte. Y, aquella rosa me llevó a un tiempo anterior, en el que  te conocí y tuve la fortuna de  disfrutar de todos los valores de tu presencia y  las de tus hijos. Recordé los años compartidos en el mundo del trabajo, allá en el Instituto de Enseñanza Media “Alfonso XI”, cuando con el mayor mimo preparabas  las clases y nos las dejabas limpias como el jaspe para que pudiéramos impartir la docencia; recordé tu homenaje, fueron los primeros años de mi incorporación a la vida docente de Alcalá la Real. Tú, siempre, solícita, amable y  derrochadora de simpatía y afabilidad, parecía como si  me encuadraras como un miembro más de tu vecindad o de tu familia.

            En el color de la rosa, recordé la suerte que tuve de conocer tus orígenes familiares. Fue un día en la biblioteca del Instituto de Estudios Giennenses, cuando leí un periódico de tiempos de la II República ( me parece La mañana o Democracia), y aparecía  como una noticia muy celebrada en la comarca alcalaína la muerte repentina de un familiar tuyo ( pudiera ser tu padre o abuelo) en la aldea de Santa Ana, un hombre conocido por ser amante de la libertad y la igualdad, y cuya entrega había sido recompensada por la asistencia multitudinaria a sus exequias fúnebres en donde se realzaron sus virtudes a favor de los más desfavorecidos.  Había causado impacto en los aldeanos su triste perdida, y lo relacioné con la bondad de tu hermano Pepe, que tanto te quería, y yo  estimo por las virtudes heredades de tus antepasados,`pues  lo considero como la imagen viviente de aquel familiar tuyo: leal, constante, sencillo, humilde, afable, convencido sin estridencias por la libertad y la igualdad(¡ qué buen compañero fue  en sus parcelas de gobierno por los años noventa hasta que dejó el cargo de alcalde pedáneo de Santa Ana o la concejalía!). Cuando me acompañaba en las visitas a los asuntos municipales, me veía reforzado en mi personalidad, y me imaginaba que tenía el peso de una formación sólida y adquirida por unas metas marcadas desde la infancia, como te había formado a ti, Mercedes La Cal.  

            En el candor de la rosa, también veía el cariño de tu esposo cuya muerte había truncado hace unos años su vida , y con quienes compartías las amistades generadas por el comercio de esa taberna tan afamada donde muchos alcalaínos probaron los primeros y mejores caldos de la temporada, producidos en el lagar  de  vuestra hacienda familiar. Me vino a la mente el abrazo de corazón de tus hijos, José Antonio ( el bucólico y sincero  Chirro- que me perdone por esta denominación, pero parece como si  al expresarlo me sintiera más unido en la amistad) , el bueno de Pedro y   Elena, con quien también compartí   algunos momentos de compañero de los primeros años de trabajo. Una familiar de raigambre.

            Era una rosa lo que tenías entre tus manos, sin embargo me sentí embargado al final por tu pose de matrona romana, más bien de madre de tesón y coraje con que habías afrontado este tránsito por la tierra. Que la tierra te sea leve en la ciudad de la Mota..

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